Taylor Dismuke, de 28 años, describe su relación con su madre Vernona, de 55 años, más como una relación de mejores amigas que como una de madre e hija. Vernona se ha vuelto la confidente de las angustias de Taylor y nunca ha tenido reparos en ofrecerle su opinión, sea buena o mala, con respecto a sus atuendos. Aunque ahora viven a varias horas de distancia, las dos hablan por teléfono todos los días. La única vez que Taylor sintió que su madre le ocultaba información fue cuando los médicos encontraron un bulto en el pecho de Vernona el año pasado.
Taylor, hija mayor de Verona, es extremadamente protectora con su madre, según su propio dicho, y en sus llamadas telefónicas diarias siempre le pregunta sobre sus citas médicas recientes. Durante algunas semanas, Vernona decidió hacerse la valiente y mantener en secreto el diagnóstico que le habían hecho los médicos. Cuando, casi tres semanas después, Taylor recibió la llamada de su madre explicándole lo que los médicos habían encontrado, se sintió herida y frustrada. Las dos mujeres comparten todo, dijo Taylor, entonces, ¿por qué mentir acerca de algo que impactaba a toda la familia? “Al principio pensé que mi madre estaba siendo egoísta: ¿Por qué te guardarías esa información?”, le dijo Taylor a VICE.
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Taylor se estaba preparando para lanzar un programa de educación STEM (Programa de enseñanza de Ciencias, Ingeniería, Tecnología y Matemáticas) sin fines de lucro en septiembre, cuando su madre fue diagnosticada con cáncer de mama, así que más tarde llegó a la conclusión de que su madre había intentado evitarle el estrés adicional de un diagnóstico de cáncer mientras ella se embarcaba en la siguiente etapa de su carrera profesional. Vernona admitió que estaba tratando de proteger a sus tres hijos —de la carga de la preocupación—, pero también dijo que quería evitar que descubrieran lo asustada que ella misma estaba. “No quieres que tus hijos se preocupen por ti, así que existe la tentación de no decirles o de darles información incompleta”, dijo Vernona.
Los adultos de la generación millenial dicen que se sienten cada vez más desconectados de sus padres cuando se trata de asuntos familiares importantes. Sus padres les ocultan los diagnósticos de salud importantes, los problemas económicos que enfrentan y también retrasan darles la noticia del fallecimiento de algún ser querido. Para las familias como los Dismuke, la omisión tiene como objetivo proteger del sufrimiento a los hijos, pero a estos hijos, que ya son adultos, regularmente esa actitud los hace sentir enojados o desalentados, por temor a ser considerados miembros de rango bajo en la lista de quienes se consideran importantes al momento de hacer frente a una crisis familiar.
Las diferencias generacionales han plagado las relaciones entre padres e hijos durante décadas. Diferentes estudios han demostrado que los consejos no solicitados, las diferencias en los estilos de vida y las presiones financieras son los principales factores que contribuyen a la tensión entre padres e hijos adultos. Cuando los padres se convierten en abuelos, surgen desavenencias cuando las dos generaciones no logran llegar a acuerdos con respecto a la crianza de los nietos. Recientemente, los desacuerdos intergeneracionales entre los baby boomers (personas nacidas entre 1946 y 1964) y los millennials (personas nacidas entre 1980 y 1996) han sacado a relucir las grandes diferencias que hay entre ellos en cuanto a opiniones políticas, finanzas, familia y comunicación.
Esta discrepancia intergeneracional se debe a enfoques divergentes con respecto a las conversaciones emocionales. Los baby boomers son en su mayoría bastante cerrados y mucho menos propensos a buscar tratamientos de salud mental. Ál parecer, según ellos mismos, también suelen tener interacciones menos significativas con familiares y amigos en comparación con otras generaciones más jóvenes. Los millennials, por el contrario, han adoptado las terapias psicológicas como parte de sus vidas, y la generación Z es la más propensa a hablar de salud mental.
La psicoterapeuta Kathy McCoy le dijo a VICE que, dentro de su práctica, la mayoría de sus pacientes son millennials y de la generación Z. “Hay personas de la generación de los boomers que son muy abiertas sobre sus sentimientos”, dijo McCoy, “pero creo que, en general, los millennials tienden a estar mucho más en contacto con sus sentimientos y es mucho más probable que los expresen y deseen tener una conversación a nivel sentimental con sus padres, en lugar de una conversación más superficial”.
Esta brecha en la comunicación no es exclusiva de las generaciones boomer y millennial, pero según Tarra Bates-Duford, terapeuta matrimonial y familiar, la tecnología ha venido a acrecentarla más. Si bien las investigaciones demuestran que tanto los boomers como los millennials prefieren interactuar cara a cara, la distancia geográfica entre padres e hijos y la percepción de que los mensajes de texto y el correo electrónico son demasiado informales pueden disuadir a los padres de tener conversaciones difíciles o trascendentales con sus hijos.
Llamar y visitar a los padres con frecuencia podría no ser suficiente para los padres que deciden no revelarle información importante a sus hijos. Jessica Greenhalgh, una consultora de comunicaciones de 36 años, sospecha que sus padres no le cuentan las noticias importantes sobre su salud porque creen que no es asunto de ella. Cuando a su madre le diagnosticaron leucemia, no se enteró hasta aproximadamente un mes después; del fallecimiento de su abuela se enteró a través de un mensaje en su buzón de voz. Dos días después de que el padre de Greenhalgh dio positivo a COVID-19 este invierno, recibió una llamada de su madre en la que le decía que no querían molestarla con la noticia. Por lo cual, ella le solicitó ayuda a un vecino y un amigo de la familia para vigilar a sus padres, pues no confiaba en que ellos le informarían si su padre llegaba a necesitar ser hospitalizado.
La madre de Greenhalgh, Elizabeth Margolis-Pineo, de 66 años, acepta que no es la más comunicativa cuando se trata de noticias aterradoras. En su niñez, dijo Margolis-Pineo, vio a su familia recurrir al humor y las distracciones cuando surgían los temas importantes. Esta práctica de afrontar las cosas difíciles en solitario la siguió hasta la edad adulta. “Para mí, se trata esencialmente de una profunda necesidad de procesar primero las cosas espinosas en solitario”, le dijo Margolis-Pineo a VICE. “Desarrollo la narrativa y luego ya la comparto. Es casi como un primer borrador: necesito un poco de tiempo para pulir el mensaje antes de compartirlo”.
Greenhalgh dijo que se ha dado cuenta de que empieza a reproducir el estilo de comunicación de sus padres. No solo evita hablar de sus propios problemas con sus amigos, sino que a veces también les oculta sus problemas a sus padres. No fue hasta que finalizó los tramites de su reciente divorcio que les dijo a sus padres que se había separado de su pareja.
Greenhalgh no se siente como un miembro valioso de la familia cuando sus padres le ocultan los acontecimientos que van ocurriendo en sus vidas. “Realmente eso me transmite la sensación de no ser lo suficientemente importante como para ser parte de esos grandes problemas de sus vidas”, dijo. “Si están pasando por grandes problemas de en sus vidas y necesitan discutirlos con las personas que les importan, yo tendría que ser una de esas personas”.
VICE habló con varios padres de la generación baby boomer y estos le dijeron que no era su intención ocultarles cosas a sus hijos; sino que simplemente no quieren interrumpir sus florecientes vidas adultas. Christopher Adams, de 54 años y fundador del sitio web de cuidado de acuarios Modest Fish, dijo que no planea contarles a sus hijos acerca de sus próximas cirugías en las muñecas, para que ellos no pausen sus vidas para ir a cuidarlo mientras se recupera. Él y su esposa tampoco les informaron a sus hijos cuando su abuelo fue hospitalizado por haberse contagiado con Covid-19 el año pasado. Michael, un oficial de policía retirado, se guardó la noticia de su diagnóstico de cáncer hasta que sintió que tenía toda información necesaria para responde cualquier potencial pregunta que sus hijos pudieran plantearle sobre su tratamiento y pronóstico, esto con la intención de evitar preocupaciones indebidas. “No necesitan tener otra carga en la cabeza al preguntarse cómo estarán mamá o papá”, le dijo a VICE el hombre de 57 años.
Por muy razonable que sea el deseo de proteger a los hijos de las malas noticias, los padres baby boomers pueden usar el papel de protectores como una excusa para mentir por omisión. Si bien puede ser difícil para los padres separar los recuerdos de la infancia de sus hijos del hecho de que se han convertido en adultos, los padres deben hacer un esfuerzo consciente para tratar a sus hijos como los adultos que son, dijo Bates-Duford, en lugar de actuar como si fueran frágiles o incapaces de afrontar las malas noticias. Los baby boomers deben ponerse en el lugar de sus hijos y considerar si quieren que sus propios padres les cuenten sobre una enfermedad o la muerte de un abuelo.
En el caso de que los padres retengan información a propósito por temor a que sus hijos no acudan de inmediato a cuidarlos, esto podría deberse a un miedo subyacente a que no hayan criado a sus hijos de manera efectiva o que no los hayan apoyado adecuadamente durante la infancia, dijo Bates-Duford. Sin embargo, los padres deben confiar en que criaron a sus hijos con mecanismos saludables para afrontar las emergencias.
Es posible que los baby boomers también duden en compartir sus preocupaciones de salud o financieras porque quieren mantener la idea de que son fuertes y pueden resolver todo por sí mismos. Admitir la fragilidad de su salud o la reducción de sus fondos significa enfrentar sus propias limitaciones, dijo McCoy. “Para los boomers, que son la generación que dijo ‘No confíes en nadie mayor de 30’, ahora que han sobrepasado por mucho los treinta y que ya no son tan fuertes como solían ser, es muy difícil dejar a un lado esa imagen de autosuficiencia que tienen de sí mismos”.
Los millenials tienen la expectativa de que, al entrar en la edad adulta, sus padres los considerarán emocionalmente iguales, especialmente en lo que respecta a los asuntos familiares. Pero incluso cuando algunos adultos millennials lidian con padres sobreprotectores que aparentemente se preocupan demasiado, hay otros que sospechan que es posible que sus padres nunca los tomen en cuenta en los acontecimientos importantes de sus vidas.
Durante toda su vida adulta, el padre de la escritora italiana Federica Bressan nunca le ha comunicado oportunamente información que ella considera importante: accidentes menores, que regalaría su motocicleta sin su permiso. Cuando, el año pasado, su padre vendió la casa familiar que ella esperaba heredar, Bressan se enteró meses después en una llamada telefónica, cuando su padre lo mencionó casualmente.
Aparte de una tía abuela, su padre es la única familia que ella tiene. Si no hiciera un esfuerzo por mantenerse en contacto, Bressan sospecha que nunca se enteraría de nada, que su padre no le avisaría ni siquiera si su tía abuela muriera. Aunque es una mujer de 40 años, cree que no es que su padre le oculte información a propósito, sino que simplemente no la considera una persona a quien sea importante confiarle algo. “No se le pasa por la cabeza que compartir información conmigo me enviaría el mensaje de que soy parte de un grupo que es una familia que habla y resuelve los problemas juntos”, le dijo Bressan a VICE. “No importa si se trata de mi motocicleta o la casa, lo que realmente duele es que te sientes excluido de la familia, y en este caso la familia somos solo él y yo”.
Incluso si ya antes ha habido casos en los que los padres les ocultan información a los hijos, es posible mejorar la comunicación entre ambas generaciones. Antes de que ocurra una crisis, los hijos adultos deben dejar en claro a sus padres que quieren ayudarlos a superar cualquier dificultad, dijo McCoy; podrían decirles algo como “Quiero apoyarte ahora y siempre. ¿Qué puedes compartir conmigo sin que te sientas incómodo?, ¿cómo puedo ayudarte?”.
Bates-Duford sugirió establecer una base de comunicación clara y abierta donde padres e hijos se pongan al día, sin distracciones. Independientemente de su historial o la distancia, es bueno que tengan conversaciones telefónicas semanales para que cada uno se sienta más arraigado en la vida del otro. También es importante abordar las ocasiones pasadas en las que hubo una falta de transparencia. Comiencen hablando sobre por qué a los padres les resulta incómodo compartir esos temas con sus hijos. Si a los padres les preocupa que sus hijos los juzguen, deben comunicarles esa preocupación a sus hijos, en lugar de evitar hablar del tema incómodo por completo, dijo Bates-Duford.
Luego de que en la familia Dismuke, Vernona le ocultara su diagnóstico de cáncer a su hija Taylor, ambas fortalecieron sus habilidades de comunicación y establecieron algunos límites. Si bien Vernona comprende que sus hijos adultos tienen derecho a saber lo que ocurre con su salud, ella sigue teniendo derecho a procesar la experiencia en privado. Taylor está ahí para escuchar con empatía cuando su madre necesita desahogarse.
“Aunque estoy preocupada”, dijo Taylor, “no soy yo quien está luchando contra esto”.
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