“Barbie, ¿por qué trabajas como modelo de webcam?”
“Amor, primero, porque manejo el inglés a la divinura. Segundo, porque en Colombia es muy difícil que le den trabajo a una chica transexual. O eres peluquera, puta o webcam. Obviamente yo prefiero ser una webcam”, responde Barbie con voz afeminada.
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A los 9 años, Barbie no se llamaba Barbie, su nombre era Marcos. Vivía en Estados Unidos y cuando vio por primera vez una Barbie en la televisión se enamoró de ella.
“Siempre me llamó mucho la atención la figura de una muñeca femenina y bonita. Le quise hacer honor a eso, y cuando inicié mi proceso de transformación me puse Barbie. Después empecé a tomar hormonas y mi cuerpo empezó a cambiar”, nos cuenta.
Con más de cinco años trabajando como modelo en chats web sexuales, Barbie, de 25 años, ya es toda una experta en el oficio. No solo se desenvuelve con soltura frente a las webcams, sino que ya se sabe de memoria todos los trucos que hay que emplear para atraer a sus clientes, la mayoría estadunidenses, alemanes y canadienses.
“¿Cómo describirías a tus clientes?”
“Yo los describiría como pequeños ratoncitos curiosos que en su tiempo libre quieren una buena masturbada. Y cuando digo una buena masturbada no me refiero a jalársela mientras ven porno. ¡No!, lo que ellos quieren es tener el control y mandarnos a hacer cosas.
Lo que quieren los usuarios de estos chats sexuales en línea —como Livejasmin, ImLive, Streamate, Cam4 y MyFreeCams, por mencionar algunos de los más conocidos—, es interactuar con otras personas. Quieren hablar y que una modelo les responda de manera cariñosa, tener la ilusión de que mientras ellos se masturban una mujer se retuerce de placer imaginando que el vibrador que se introduce en el culo es el pito que ellos agitan en su mano. Porque para los usuarios no hay nada más excitante que imaginar que una desconocida goza igual que ellos frotándose sus genitales en un coito a distancia. No importa si al final muchos terminan eyaculando sobre el teclado de sus computadores y no sobre un cuerpo que jadea de placer.
“¿Alguna vez te has excitado con algún cliente?”, le pregunto.
“Obvio amor, claro que me ha pasado. Pero la idea no es venirse porque si me vengo antes de tiempo el man se da cuenta y se va. Pero sí me ha pasado que a veces una se sobre emociona, se viene y pierde”.
Barbie me invitó a verla trabajar. El estudio —como se le conoce a este tipo de negocios dedicados al sexo virtual— queda en el centro de Medellín en un edificio de fachada descolorida. De pronto, Barbie aparece por la puerta y me dice “hola” agitando la mano alegremente. Lleva una minifalda, tacones altos que estilizan aún más su ya figura delgada, unos lentes de contacto de color rojo y la piel, sorprendentemente pálida, llena de tatuajes. De todas sus marcas hay una que me llama la atención. Es la palabra bitch —”perra” en español— que tiene tatuada en su pierna izquierda.
“Mi estilo es muy suicide girl. Una nena muy tatuada y femenina”, dice Barbie.
Cruzamos la puerta del edificio. Subimos hasta el quinto piso por un ascensor viejo y destartalado. Hay estudios inmaculados que parecen santuarios dedicados al sexo, con olor a lavanda y aire acondicionado. Hay habitaciones personalizadas para cada modelo. Pero este no es el caso. Este estudio parece, más bien, el apartamento de un grupo de estudiantes dementes que han dejado que la mugre se acumule y el olor a rancio se apodere del ambiente. La sala es amplia, sucia y con pocos muebles. Al fondo hay un balcón que da a la calle donde dos jóvenes en calzones cuelgan su ropa recién lavada en un improvisado cordel. Sigo a Barbie por un corredor con varias puertas a ambos lados. Una de ellas está entreabierta. Me acerco y veo a una tranie —así es como ellas se refieren a sí mismas— en tanga y ligueros sentada en un sofá fucsia coreando una canción de reguetón mientras sostiene un dildo en la mano. En otra habitación veo a través de una ranura a una transexual embistiendo a otra usando un arnés con un pene de plástico. La que está en cuatro tiene las manos cubiertas con unos guantes de lavar platos. A medida que me adentro en el estudio tengo la sensación de haber comprado un boleto de entrada al set de una película porno, y tener el privilegio de ser un espectador de lujo.
Aprovecho y le pregunto a Barbie cuántas modelos trabajan en este estudio. Barbie me dice que en total son nueve, entre internas y externas.
Algunas de las internas son transexuales que han huido de sus casas y han venido a parar a este lugar, en el que deben trabajar al menos cinco horas al día para ganarse un techo, algo de dinero y comida. El pago de Barbie y de todas las modelos se da en función de las horas emitidas y de los internautas que logren atrapar.
El apartamento es grande, tan grande que un desconocido podría perderse con facilidad en este laberinto de habitaciones. En total son ocho cuartos. Tres funcionan como viviendas y las otras cinco habitaciones están divididas en pequeños cubículos en donde solo hay espacio para un sofá y una mesa en la que apoyan la computadora. Estos espacios están separados entre sí por una cortina que, por lo general, es de color rojo o fucsia.
“¿Cuáles son las reglas en el estudio?”, le pregunto.
“Las reglas son básicamente cuidar los equipos. Si se te daña un equipo, te multan. Si haces algo malo en la página también te multan”.
“¿Qué cosas no puedes hacer en una página?”
“Las páginas te regañan por ciertas cosas.Te regañan si llegas ebria, si haces mucho escándalo, o si le das tus datos personales a los clientes. Los de LiveJasmin —que es una suerte de vitrina virtual donde puedes encontrar gordas de 140 kilos, jovencitas de carnes firmes, mujeres de curvas perfectas y tetas siliconadas, gays, lesbianas, parejas homosexuales, parejas heterosexuales y, por supuesto, transexuales— vigilan todo pero Edwin, el dueño del estudio, no le pone mucho cuidado a eso. Él nos pide que no hagamos escándalo y no lleguemos borrachas porque por eso sí nos regañan.
Edwin es un aspirante a actor de unos 35 años que encontró mejor suerte en el negocio de las webcams que presentándose a pruebas de casting. Varias modelos se refieren a él como: “Otra chica más de la casa”.
De pronto, Barbie se detiene frente a una puerta. Adentro hay tres camarotes alineados y seis colchones. Sentada, en uno de los camarotes, una tranie con una toalla en la cabeza se maquilla sosteniendo un espejo en la mano. “Aquí “, me cuenta Barbie “duermen ella y otras cuatros modelos”.
“¿Qué tal es la convivencia?”
“La verdad de todos los estudios en los que he estado, aquí el ambiente me parece muy bueno”.
“¿En cuántos estudios has trabajado?”
“Como en cuatro estudios. Cuando llegué de Estados Unidos trabajé en un estudio en Cali. Luego me fuí a Medellín y aquí he trabajado en unos tres, contando en el que estoy ahora”.
“¿Has tenido algún problema en algunos de esos estudios?”
“Amor, en este gremio hay mucha envidia. A mí me ha pasado que otras travestis se me meten al chat con un nick falso para hacerme sentir mal y amenazarme y escribirme groserías”.
Barbie se sienta sobre un catre con las piernas abiertas. Saca una maleta de debajo de la cama y me pide que la acompañe a su lugar de trabajo. Camino tras ella hasta la sala. Allí abre una puerta y me presenta su cubículo. Es una habitación pequeña en la que solo hay lugar para una computadora y un catre con un colchón sin sábanas. Barbie saca de su maleta una cobija de Las Chicas Superpoderosas y tiende el colchón. Luego coloca una bolsa y varias muñecas alrededor de la cama. A sus pies pone una crema lubricante, un dildo y un frasco de poppers. Solo faltan los pósters de “Maroon 5” en las paredes para que aquella improvisada habitación parezca el cuarto de una adolescente promedio.
Le pregunto por los poppers.
“Amor, ese frasquito ya no tiene poppers de verdad, lo tengo porque los clientes lo piden. También tengo frasquitos para orinar. A mí no me molesta hacerlo. Además yo soy muy aseada. Siempre cuando termino, lavo el frasco. Y solo me meto los dedos o el dildo.
“¿Te has drogado durante las transmisiones?”
“Durante la transmisiones no, pero sí antes”.
A continuación, Barbie me pide que la espere unos minutos mientras va al baño. Quince minutos después regresa vestida tan solo con una tanga y un sostén de color rosa. En este negocio para provocar erecciones hay que llevar lo mínimo posible de ropa. Mientras ella termina de peinarse, aprovecho para lanzarle otra pregunta:
“¿Qué debe tener una tranie para que le vaya bien en este negocio?”
“Amor, lo que más importa es la actitud. Es lo que más vale. Conozco tranies que no tienen tetas y no son bonitas pero ganan mucho más dinero que otras que son lindas y tetonas. Y todo es por la actitud.
Son las dos de la tarde de un día entre semana. Barbie, sentada en un borde de la cama, enciende la computadora. Conecta su cámara y se registra en Livejasmin y IamLive. Dos de los miles de chats eróticos que se usan en este negocio, y unos de los que mayor flujo de visitantes tiene.
Según Alexa, una página web que provee información acerca de la cantidad de visitas que recibe un sitio web y los clasifica en un ranking, Livejasmin es la página de videochats eróticos que mayor flujo de visitantes tiene de todo el mercado. El segundo puesto se lo lleva Flirt4free, y por último, el podio lo completa, Cam4.
“A mí me va muy bien en ImLive. La Livejasmin se ha vuelto muy difícil con tantas reglas. Por ejemplo, ellos piden que las fotos que subas a tu perfil sean tomadas por un fotógrafo profesional. Es decir, no puedes subir cualquier foto. También te obligan a que tu cuarto esté decorado de cierta manera y sino les gusta como lo tienes decorado, te perjudican poniendo un aviso de que “tu video y audio es de mala calidad”. Ellos quieren que todas las modelos sean iguales. También te prohíben que te salgas del área de la cámara mientras estás en línea. Ósea, si una está trasmitiendo tiene que estar ahí todo el tiempo. No puedes ni ir al baño. Y si ven que una persona que no está registrada en la cuenta desde la que uno está trasmitiendo aparece frente a la cámara, te suspenden la cuenta. Te quitan el privilegio de conectarte durante 24 horas, entonces a una le toca pedirles disculpas en soporte en línea. Son muy estrictos. Ellos joden por todo y además allí casi no me llega gente. Solo me llega un maridito. Una le dice maridito a un cliente que es leal y vuelve a visitar de vez en cuando”.
Visto desde afuera el trabajo de Barbie parece un trabajo como cualquier otro. Tiene un jefe, un horario y una oficina. Solo que a diferencia de una oficinista corriente, a Barbie le pagan por cumplir las fantasías sexuales que le pidan los clientes que se conectan a internet.
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