Buck Flogging quiere que dejes el trabajo.
Por un módico precio, Flogging incluso te guiará durante todo el proceso, te enseñará a ahorrar dinero para varios meses y a encontrar una segunda fuente de ingresos hasta que finalmente estés preparado para entrar en el despacho de tu jefe, anunciar tu intención de dejar tu puesto, volcar su escritorio y largarte de allí para no volver jamás.
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Vale, reconozco que no suele ocurrir de esa manera, pero Flogging no bromea cuando dice que la mayoría de nosotros saldríamos beneficiados si dejáramos nuestros trabajos. Este hombre de 39 años ha pasado gran parte de su vida profesional escribiendo libros como Quit Your Job in 6 Months y preparando a otras personas para dejar atrás sus horarios aburridos y embarcarse en la búsqueda de una actividad más emprendedora. Durante nuestra charla telefónica, me dijo que su misión en la vida es “servir a los empleados infelices y ayudarles a encontrar otra forma de vivir”.
Este evangelista desempleado tiene un público sorprendentemente numeroso. Un estudio de ámbito mundial realizado en 2016 por la empresa de contabilidad Deloitte reveló que casi el 44 por ciento de los jóvenes dejarían su trabajo en algún momento de los próximos dos años, si se les presentara la ocasión. ¿Vivirían estos jóvenes unas vidas más saludables y felices que los que hemos decidido seguir yendo a trabajar cada día?
Que quede claro que hay muchas buenas razones para tener un trabajo: hace que nos sintamos útiles, nos da de comer y nos define como personas, en cierto modo. Aristóteles incluso defendía que el origen de la felicidad del ser humano no pasaba por estar haciendo el vago todo el día, sino por trabajar en la consecución de un objetivo definido, lo que viene siendo tener un trabajo. Esa es la razón por la que los ultrarricos como Bill Gates siguen yendo a trabajar regularmente en vez de pasarse el día bebiendo martinis junto a una piscina.
Sin embargo, el concepto de Aristóteles es una versión terriblemente romántica de lo que significa realmente tener un trabajo. Poca gente se levanta cada mañana pensando, ¿Cómo voy a alcanzar mi máximo potencial humano en la reunión de hoy? En el mejor de los casos, el trabajo suele ser una fuente de aburrimiento; en el peor, el origen de nuestra miseria y nuestros peores temores.
“Casi todo el mundo coincide en que el trabajo es la mayor fuente de estrés en sus vidas”, me explicó Heidi Hanna, directora ejecutiva del American Institute of Stress. “Un estrés crónico, continuado”.
La encuesta de Gallup sobre el estado del empleo en Estado Unidos reveló que el 70 por ciento de los encuestados aseguraron sentirse tan estresados que decidieron dejar su trabajo por voluntad propia. Estas personas eran más proclives a sufrir dolor físico a causa del estado de ánimo que les provocaba su trabajo, presentaban mayores niveles de cortisol y presión sanguínea y el doble de posibilidades de sufrir depresión. En otras palabras, el trabajo está matando a la gente.
“Sabemos que el estrés está relacionado con entre el 75 y el 90 por ciento de todas las visitas a médicos de atención primaria. Provoca una respuesta que se manifiesta en todo el cuerpo en forma de inflamación, aceleración del ritmo cardiaco, falta de sueño reparador y cambios en el metabolismo”, adujo Hanna. “Sabotea el normal funcionamiento de nuestro organismo”.
Dejar el trabajo, por tanto, puede suponer un alivio inmediato (aunque sea temporalmente) de esa fuente de estrés. Una persona que había dimitido de su puesto me dijo una vez que sintió un ligero asomo de culpabilidad tras haber dado el preaviso, pero que a su vez “la sensación de salir de ese despacho sabiendo que no volvería jamás fue maravillosa”. Por otro lado, hay razones sobradas para creer que dejar un trabajo que te consume por dentro puede ser beneficioso a la larga. No hay más que ver al director de Rogue One: Una historia de Star Wars, al que le costó diez años reunir el valor suficiente para dejar su trabajo y dedicarse enteramente a producir su primer largometraje.
Pero al dejar el trabajo no solo te desprendes de buena parte del estrés, sino también de una nómina mensual y de un propósito en la vida. Todo esto también puede generar estrés, el tipo de estrés que le entra a uno cuando empieza a preguntarse cómo demonios va a pagar el alquiler ese mes. Esa fue la conclusión a la que llegó Tess Vigeland tras entrevistar a 80 personas que habían dejado el trabajo para su libro Leap: Leaving a Job With No Plan B to Find the Career and Life You Really Want. “Al principio se sienten aliviados por no tener que volver al trabajo, como si les hubieran quitado una enorme losa de encima”, dijo en una entrevista al Huffington Post. “Ese estado de euforia dura hasta que les da por mirar la cuenta del banco y dicen ‘No sé cuándo voy a volver a cobrar’”.
Estar en paro puede ser vergonzante y acabar con tus nervios. De hecho, el desempleo se asocia con altos niveles de depresión y ansiedad, cardiopatías e hipertensión, e incluso conlleva riesgo de suicidio. Tener trabajo es una mierda, pero no tenerlo puede ser aun peor.
Flogging considera que esos riesgos no existen si dejas el trabajo por voluntad propia y con la idea de perseguir un proyecto mejor. No importa si dimites teniendo otro trabajo en la recámara o no, lo importante es que empieces a emplear tu tiempo en algo más satisfactorio que lo que estabas haciendo antes.
“No creo que importe demasiado si ganas más o menos dinero o si trabajas más o menos horas; lo que realmente cuenta es que, hagas lo que hagas, lo disfrutes más que lo que hacías antes”, añadió Flogging. “Si dejas el trabajo e inmediatamente pasas de hacer algo que no te gustaba a hacer algo que sí te gusta, ya estás resolviendo uno de los mayores problemas de tu vida”.
Pero no todo el mundo lo ve de esta manera. James Krause, por ejemplo, dejó su lucrativo puesto de trabajo en la Universidad de California para hacer realidad su sueño de tener una tienda de acuarios. James sabía que era una locura, pero a sus 29 años estaba harto de ayudar a ganar dinero a los demás y se dijo a sí mismo que si quería dar el salto y ponerse a trabajar por cuenta propia, tenía que ser ahora o nunca.
“Me quedé muy preocupado después de dejar el trabajo”, me dijo. “Acababa de iniciar mi andadura hacia una derrota aplastante o hacia la consecución de mi sueño”.
James descubrió que tener un negocio propio puede ser tan estresante como gratificante. “Siempre supe que no sería fácil, pero no estaba preparado para esto”, recuerda. “Yo nunca me ponía malo, y ahora enfermo tres o cuatro veces al año y me han salido canas del estrés. Es duro. Quien piense que dejando el trabajo y creando tu propia empresa va a sufrir menos estrés, está muy equivocado”.
Hanna también recalcó que dejar el trabajo no es la panacea. “Lo peor que puede ocurrir es que cojas una pataleta, tires cosas al suelo y salgas del despacho como un torbellino simplemente para acabar en la misma situación en la que estabas porque no dejaste claro qué era exactamente lo que no funcionaba”, adujo.
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Traducción por Mario Abad.