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Black Friday

He ido con 10 € al Black Friday en busca de un buen chollo

¿Realmente es tan barato como dicen?
Todas las fotos por el autor

Llevamos unos meses de encrucijada política con “lo de Catalunya” y sin darnos cuenta cada vez perdemos más y más tradiciones de aquí para suplirlas por las costumbres americanas, como el Black Friday y sus "chollos". Ese día para adelantar las compras navideñas o para hacer un sobreesfuerzo económico en algún gadget que seguramente no necesitas.

El bombardeo es total. Nos venden la oportunidad de nuestras vidas por internet, por la tele o en los malditos anuncios de Instagram. Se inmiscuye hasta en nuestras conversaciones cotidianas: “Espérate y te lo compras en el Black Friday”, habrás escuchado estos días.

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Aunque suelo renegar de ello, soy un ser capitalista que llega justo cada final de mes porque ese término llamado “ahorrar” me queda muy lejano. Como no seré el único que está "pelado" en este Black Friday, he decidido ir de compras por las tiendas del centro de Barcelona para ver qué chollo encuentro por 10 euros.

Globos para celebrar los ¿chollos?

Son las 9:10 de la mañana y la verdad es que no veo mucho movimiento más allá de lo normal, aunque también es cierto que no suelo venir por estos lares a tan temprana hora. Me bajo de la moto y a lo lejos veo uno de esas cadenas tan y tan famosas que saca pecho por ofrecer los mejores precios. Sí, comienzo por Media Markt.

Esta báscula vale 11 €

Entro y camino por el pasillo central entre carteles y globos del Black Friday. Veo robots aspiradores por 400 €, planchas de pelo por 99 €, cámaras de fotos de doscientos y pico, pero ningún objeto o pequeño electrodoméstico que baje de los 10 eurones terráqueos. Lo más barato que encuentro, que no sea un objeto que de por sí valga poco, algo así como una bombilla, es una báscula por 11 €. Lástima: el euro de la discordia nos separa. Adiós, Media Markt.

Me dirijo al mundo textil. Estoy en el centro de Barcelona y solo hay un nombre que me venga a la cabeza: Amancio Ortega. El tipo lleva años comprando muchos de los edificios de por aquí y ha ido dejando a un lado al comercio local para meter todas sus firmas.

Decido llevarme al probador un jersey de Papa Noel y no parecer un idiota que se prueba un gorro en el vestidor

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En fin, veo un Pull&Bear y entro a ver qué hay. En la entrada hay un enorme "20 por ciento de descuento en toda la colección", así que es una buena señal. Me doy una vuelta por la sección y todo lo que me llama la atención sube de mi tope. Únicamente las carcasas, pulseritas o alguna camiseta básica entran en mi presupuesto.

El jersey es lo más

Un momento. Al parecer este invierno se lleva el borrego por fuera y me topo con un gorro calentito de dicho material que cuesta 9,99 € —incluso me sobra dinero gracias al descuento—. Quiero probármelo y hacerme una foto, pero como no voy a sacar la cámara en medio de la tienda, decido llevarme al probador un jersey de Papa Noel y no parecer un idiota que se prueba un gorro en el vestidor, para convertirme en un idiota que se prueba un gorro en el vestidor con un jersey de Santa Claus.

Me gusta y mi parte consumista lo quiere, pero recupero los cabales con una buena dosis de sosiego y reniego de mi compra porque tengo un par de gorros en casa que nunca me pongo. Salgo y decido entrar en uno de los pocos comercios locales que quedan en Portal de l`Àngel.

Escaparate de la Mercería Santa Ana

Es la hora de la Mercería Santa Ana. Me imagino que este establecimiento gozó de gran popularidad en el pasado y ahora sobrevive bastante marginada entre grandes marcas. Hay un cartel que indica que todo está al 75 por ciento, aunque el escaparate deja entrever que pocos productos pueden satisfacer mis necesidades.

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Le pregunto a la regente si TODO está al 75 por ciento y me dice que sí, por lo que esos calcetines a 10 € no me costarían mucho

Pantis, bragas color carne, pijamas de señora, etc. Para chico únicamente hay calcetines. Bueno, creo que más bien son para señor. Le pregunto a la regente si TODO está al 75 por ciento y me dice que sí, por lo que esos calcetines a 10 € no me costarían mucho. Si hubieran sido unos calcetines de rosquillas de The Simpson no lo hubiera dudado, pero su tonalidad marrón de abuelo me tira para atrás. No hubo suerte.

El viernes está siendo realmente negro

¿Y qué tal si hay alguna ganga para mujer que me estoy perdiendo? Quizás aprovecho y le compro algo a mi madre para Navidad. Entro en Misako en busca de algún detalle bonito y lo único que hay con oferta del Black Friday que no llegue a 10 € son unos foulards con estampados horrorosos y unos micromonederos de polipiel. Lo siento mamá, de momento no hay regalo.

Los descuentos en juguetes no podían faltar

Probemos con los juguetes. Entro en la Disney con pocas esperanzas ya que las pocas veces que voy siempre me asusto por sus precios. Efectivamente. Aunque una dependienta bastante maja me da un vale de descuento del 20 por ciento más allá de los artículos rancios que tienen más rebaja, solo encuentro un objeto que me pueda permitir.

Estas zapatillas de estar por casa es lo único que me puedo permitir

No es ni una taza de casi veinte euros, ni un gorro de Minnie con cuernos de cervatilla, ni hablemos de un Lego molón de Star Wars. No, nada de eso. Son unas zapas de estar por casa de Rayo McQueen. No me vendría mal renovar las que tengo de Homer, pero desgraciadamente el número más grande es un 36. La desdicha me vuelve a aplacar.

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En fin. No me desmorono y pongo rumbo a Fnac a ver si allí sí que hay algo que me pueda llevar a casa. De camino paso por un Starbucks y pienso: “Mira, quizás si hay descuento de Black Friday me puedo permitir uno de sus cafés”. ¿Hubo suerte? Tampoco. Aunque tienen un 20 por ciento bien grande en la entrada, solo se aplica en sus productos de menaje. Hasta luego.

Son las 10:30 y cada vez hay más gente en el centro de Barcelona

Una vez en el siempre certero Fnac, voy viendo que ocurre un poco como en Media Markt. Solo hay ofertas que valgan la pena en productos que cuestan bastantes euros. Ordenadores, cámaras o altavoces portátiles de esos que llevan los adolescentes en el metro a toda leche y te entran ganas de degollarles. Nada para gente con poco presupuesto como yo.

Descuentos sí, pero para quién disponga de 500 euros

“Un libro, al menos un libro rebajado sí que habrá”, pienso en voz alta exhalando los últimos resquicios de esperanza. Voy a la sección y únicamente veo el 5 por ciento habitual para socios. Le pregunto a la dependienta y me dice que por ley solo pueden hacer ese descuento irrisorio.

Había 3x2 en música. Adiós a mi sueño de tener la discografía de Pablo Alborán

Anonadado me hallo porque esto tiene dos lecturas: la primera sería porque si las cadenas como Fnac pueden hacer grandes descuentos en libros hundirían a las pequeñas librerías de barrio. La segunda es que el Gobierno no quiere que la peña lea y permite descuentos en pelis y videojuegos, pero no en literatura. Quiero pensar que es la primera. ¿Verdad, Rajoy?

En fin, una vez más lo que vale menos de 10 euros son objetos que de por sí ya tienen ese precio sin que el Black Friday haya interferido en ellos, así que salgo para ir a una de mis últimas paradas lejos de las grandes marcas.

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El Black Friday ha llegado a las farmacias. Sí, a las farmacias

Aquí aprovecha el tirón hasta el apuntador. Entro en una farmacia. Sí, has leído bien. Una botica en el centro de Barcelona es suficiente motivo para que se anime a esta corriente con rebajas en cremitas antiedad y tratamientos capilares. Echo un ojo y todo lo que no supera los 10 euros me parece bastante caro, como un pequeño jabón de emulsión de aceite de oliva o un desodorante dermoprotector por casi 5 €. Seguiré con Deliplus, gracias.

Mucha gente y poca bolsa

Doy la misión prácticamente por perdida. Entro en una tienda de ropa interior con un cartel en la entrada del 20 por ciento de descuento para matar el tiempo mientras me marcho. ¡Un momento! Hay unos gallumbos de Darth Vader de 11,95 € que con el descuento podría comprarlos. Joder, esos calzoncillos serían el complemento perfecto para mi dark side.

Los pillo sin más dilación y me dirijo a caja. La dependienta los pasa por el lector y los mete en la bolsa mientras aproximo mi mano con los 10 € para pagar. “11,95 €, por favor” —cortocircuito—. “¿Pero no tienen el descuento del 20 por ciento?”. Me explica que no, que solo se aplica en los artículos seleccionados con el cartelito de Black Friday.

Cuando lo he ido a comprar, me han ensartado con la hoja afilada del capitalismo

¡He sido víctima del sistema! He entrado por el cartel en el escaparate, he visto un producto molón del que me he encaprichado y, cuando lo he ido a comprar, me han ensartado con la hoja afilada del capitalismo. Pues no, no los he comprado. La dependienta se ha quedado un poco sorprendida pero le cuento mi misión.

Mi presupuesto me ha limitado, pero más allá del dinero, ha sido la sensación de bobalicón ante la trampa de este día el colmo que me ha indignado. Mira que parecía que iba a comprar algo útil y molón por 10 €.

Digo adiós a mi Black Friday mientras los demás van a lo suyo

Me largo de aquí pensando en las veces que he sucumbido a esa especie de trampa consumista y con la contradictoria sensación de haber ganado este asalto. En poco más de un mes llegan las rebajas, así que será un nuevo capítulo de esta guerra encarnizada de la que todos formamos parte. Espero estar cada vez más preparado para las siguientes batallas encabezadas por el dinero. Lo dudo.