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Navidad

Cómo rechazar educadamente regalos de Navidad que son una mierda

Ya tienes suficiente basura en casa como para, encima, tener que acumular todos esos horripilantes regalos.
hombre adulto con Papá Noel
Foto vía el usuario de Flickr 143d ESC | CC BY 2.0

Ciertamente, muy pocas situaciones son tan jodidas como cuando tienes que enfrentarte al proceso de recibir un regalo, momento en el que se genera una mezcla de vergüenza ajena, tristeza y rencor absoluto. Supongo que os habréis dado cuenta de que, a medida que nos hacemos adultos, los regalos van siendo cada vez más patéticos, esto se debe a que los divertimentos para adultos son tremendamente aburridos (a menos que sean regalos de silicona y con forma de genitales) si los comparamos con la felicidad que nos aportaban, de pequeños, los juguetes. Además, cada vez cuesta más que exista alguien en el mundo que conozca y entienda a la perfección nuestros gustos particulares adquiridos a lo largo de toda una vida. La verdad es que, en general, ya casi nada puede ilusionarnos, solo grandes cantidades de dinero o sexo, cosas que nunca nos regalará nadie. La realidad se limita a obsequios tales como agendas, marcos triangulares (¿?) para fotos y esos “packs de experiencias en hoteles del Pirineo”. Joder, sería mucho mejor que nos regalaran un chorizo y ya está.

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Es por esto que todos nosotros hemos ido desarrollando, a lo largo de los años, nuestras propias técnicas para fingir que ese juego de fundas para cojines con dibujos de cojines nos ha encantado, ya sea utilizando una exagerada mueca de sorpresa o diciendo repetidas veces “me encanta, me encanta, me encanta” a la vez que miramos el objeto terrible que yace en nuestras manos medio envuelto en papel de regalo mientras nos imaginamos que nos han regalado un masaje con final feliz pero sin masaje.

Pero el tema de hoy es distinto. En esta nueva lección trataremos de aprender unas técnicas infalibles para negarnos a recibir ese regalo tan horrible que ha aparecido en nuestra vida (y así avanzarnos a no tener que fingir que nos encanta), porque, como en el amor, siempre es mejor tener un espacio vacío en casa que no un trasto nuevo con el que no sintamos ningún tipo de vínculo.

Como el objetivo principal consiste en lograr largarse con las manos vacías y, sobre todo, evitando a toda costa parecer un cretino por haber rechazado un obsequio, lo mejor sería recurrir a excusas que provengan de una incapacidad nuestra a la hora de aceptarlo, el problema no son los regalos, somos nosotros; el regalo está de puta madre pero es que, joder, esta chaqueta del Zara —la clase de chaqueta que llevaría un comercial de Vodafone que esnifa coca por la mañana antes de salir de la oficina a vender— “me recuerda a un amigo mío que murió el año pasado, uno que siempre llevaba esta misma chaqueta y me da cosa incluso tocarla”. ¿Veis? Aquí ya tenéis una muy buena excusa, una excusa jodidamente brillante. Inventar un trauma emocional que os impida poseer ese regalo es básico, así tenéis la partida ganada. La farsa tiene que ser bastante extrema para que no os pongan excusas rollo “venga, quédatela que tampoco pasa nada”, o sea que no digáis que os recuerda a un profesor que os pegaba, mejor tirar por cosas como la muerte o que “es la chaqueta que llevaba el tipo que se estuvo follando mi novia durante nuestro primer año de noviazgo”.

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Luego está la típica (y vil) excusa de decir eso de “Buffff, me encanta, pero es que ya lo tengo” (siendo esto mentira). Esto siempre funciona pero no os arreglará el problema, pues os darán un tique para cambiarlo y tendréis que llevároslo a casa y acumularlo hasta que lo cambiéis. Si el regalo es una mierda, significará que lo han comprado en un sitio en el que solo venden mierdas y, como normalmente en estos sitios no devuelven el dinero, tendréis que cambiarlo por otra mierda, cosa que es un mal negocio. Realmente lo mejor sería tirarlo a la basura en el momento en el que pisemos la calle pero, si alguien nos descubriera, quedaríamos como unos cretinos.

Si os deleitan con colonias, perfumes, comida o maquillaje —en fin, mierdas que nuestro cuerpo tiene que absorber—, la salida de emergencia más adecuado sería la de decir, “Vaya, creo que soy alérgico a X”, donde X es, casualmente, uno de los componentes básicos del producto. Con la salud no se juega, ya sabéis, así que ni hará falta que toquéis el regalo, porque este OS PUEDE MATAR (dejad muy claro este dato).

Un truco que he practicado incontables veces es el de, simplemente, ignorar el obsequio, en fin, olvidármelo encima de la mesa. Cuando abráis el regalo y confirméis que es un desastre, fingid que os encanta, haced los comentarios pertinentes y luego dejadlo en la mesa y seguid disfrutando de la velada. En algún momento, ocultadlo entre papeles o intentad que no quede muy a la vista y así, cuando os vayáis de esa maldita casa, os lo olvidaréis “sin querer”. Los siguientes días os llamarán varias veces para que lo recuperéis pero como todos saben que siempre estáis tremendamente ocupados —Carlos, el secretario de la oficina, aún tiene que recibir el mail de confirmación para saber si os van bien esos vuelos para ir a la convención de retractilados de Copenhague—, al final dejarán de insistiros y ellos mismos se verán obligados a tirar a la basura el regalo de mierda, el sitio del que nunca debería haber salido.

Dejadme terminar con una última enumeración de excusas: romper el regalo sin querer, fingir que os quedáis dormidos, fingir que estáis atrapados en el ascensor (apretando todo el rato el botón de stop), decir que os encanta el regalo pero que no queréis ser partícipes del consumismo navideño, os acabáis de apuntar a una secta que os impide aceptar regalos de los demás a menos que les devolváis el obsequio con un acto sexual, acabáis de recibir un aviso en el móvil de que alguien está intentando abrir vuestro coche (“es una aplicación nueva”) y, mi favorito, “me he dejado en casa el regalo que os traía y, por Dios, no pienso aceptar el vuestro hasta que os dé el mío” ir a casa y nunca más volver. En todo caso, que siempre quede muy claro que esta mierda de regalo que no queremos y que no nos llevaremos NOS HA ENCANTADO.

Eso es todo, amigos, seguid estos consejos y veréis como estas Navidades no llenaréis vuestra casa de basura. Un beso.