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No era yo quien se suponía que debía estar en esa silla. En un principio quise enviar al Medio Oeste al padre de un hombre llamado Dave. Había conocido a Dave en un hilo de Reddit titulado "Pregúntame lo que quieras", donde pedía consejo a un antiguo miembro del KKK sobre cómo podía conectar emocional y mentalmente con alguien de su misma sangre. Este joven de veintipocos años llevaba intentando alejar a su padre del Klan desde que tenía 14 años. Tal y como explicó, su viejo primero se unió a algunos grupos racistas de oración después de convencerse de que la discriminación positiva le había dejado sin trabajo.Más tarde se convirtió en un auténtico captador de supremacistas blancos (un rango conocido dentro de la organización como “Kleagle”) y solo abandonó el KKK cuando discrepo con algunos de los mensajes antisemitas que sus colegas empezaron a lanzar durante la campaña de Donald Trump. Pero Dave (que no quiso darme su nombre auténtico) había oído hace poco que su padre había vuelto a pasar tiempo en compañía de sus antiguos compañeros y esa revelación le hizo sentir que su familia nunca llegaría a reconciliarse.
“No es que yo quisiera, pero es una de las pequeñas cosas que me quedaron grabadas", recordó Dave. "Pensaba que quizá era un signo de que todavía quedaba bondad en él". Aunque había abandonado la universidad, seguía debatiéndose con la pregunta de cómo el "dulce" hombre que le dio su primera cerveza podía también haberle prohibido acercarse a su primo de raza mestiza.“Me gustaría ayudarle", me dijo. "Pero al mismo tiempo no quiero malgastar mi energía en lo que parece una causa totalmente perdida".Había contactado inicialmente con Dave en mayo para escribir un artículo sobre su vida y su lucha por alejar a su padre de un grupo de odio. Me pidió que verificara que era periodista y después empezamos nuestras largas charlas. Pero aunque en determinado momento llegó a expresar lo emocionado que se sentía por poder compartir por fin su historia con alguien que la iba a emplear para ayudar a los demás, Dave finalmente dejó de responder a mis mensajes.“Existe un serio debate en mi interior sobre si el hombre al que quiero salvar sigue siquiera existiendo o no"
Así es como me encontré de pronto en Omaha. Además, pensé que si no podía ayudar al joven que conocí online a encontrar las respuestas que llevaba una década buscando, al menos esperaba conocer la investigación más vanguardista hasta el momento sobre cómo funciona el odio en el cerebro. Como periodista que pasa varias horas a la semana transitando por 4Chan y Reddit, con frecuencia me he preguntado si me acabaría envenenando de ironía, o al menos me sentiría suficientemente hastiado por los oscuros pozos de internet como para que mi cerebro se hubiera reconfigurado de algún modo para abrazar la retórica que aborrezco. Siguiendo esa lógica, yo mismo parecía un espécimen bastante adecuado para lo que iba a hacer."Según un popular libro de los años 50, la personalidad autoritaria está 'más o menos normalmente distribuida' en la sociedad moderna, lo que posiblemente vendría a significar que es inevitable"
Según un ensayo de 2016 titulado "El racista enfermo: racismo y psicopatología en la era del daltonismo", esta mentalidad culminó con la afirmación por parte de un grupo de psiquiatras negros de que la intolerancia es lo contrario de lo normal, que de hecho podría constituir una enfermedad mental clasificable. Entre estos pensadores destacó Alvin Poussaint, quien afirmó que tras el asesinato en 1968 de Martin Luther King Jr. ese racismo extremo debía añadirse al Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales (DSM, por sus siglas en inglés) como subcategoría del trastorno delirante.Según El racista enfermo, la Asociación Norteamericana de Psicología (APA, por sus siglas en inglés) rechazó sus argumentos de inclusión empleando un estudio que mostraba iguales niveles de autoritarismo entre los sureños y los norteños para determinar que el racismo era normal y, por lo tanto, no podía contar como enfermedad mental."En el congreso anual de la APA de 1978, un psicólogo llamado Carl Bell afirmó que el racismo era básicamente un trastorno narcisista de la personalidad"
Obviamente, las personas sometidas a juicio público pueden beneficiarse cuando afirman que su comportamiento fue provocado por fuerzas más allá de su control. Pero expertos como Poussaint siguen pensando que, incluso aunque la química cerebral alterada no explica del todo el origen del racismo, las personas pueden ser reconfiguradas para tener menos prejuicios.“Los medios no hablan de las personas que eran racistas y han cambiado", me dijo. "No es común, pero su vida se vuelve más equilibrada, sufren menos ansiedad y depresión, y ven cómo sus creencias erróneas desaparecen. Te puedo asegurar que eso sucede"."Aunque gran parte de la comunidad médica siga sintiéndose incómoda con el uso de lenguaje clínico para describir la intolerancia y el fanatismo, la gente normal a menudo parece muy dispuesta a citarlo como explicación para los comportamientos negativos o incluso despreciables"
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Eso es lo que le sucedió a Tony McAleer, que comenzó a cuestionar su implicación en el movimiento supremacista blanco cuando fue padre en 1991 y decidió abandonarlo en torno a 1998, después de que algo cambiara en su interior. No fue nada fácil. De hecho, en una entrevista que sostuve con este tipo que lleva desde 2011 dirigiendo una asociación sin ánimo de lucro dedicada a ayudar a la gente a abandonar grupos de odio, describió en proceso de desvinculación como entrar en una especie de existencia fronteriza que denominó "el vacío".Tras renunciar al grupo neonazi Resistencia Blanca Aria, cuyo eslogan es "La revolución blanca es la única solución", ya no era bienvenido en las casas que habían sido escenario de toda su existencia social al oeste de Canadá. Y también estaba el hecho de que sus amigos y su familia ―a quienes había cambiado por un grupo de racistas violentos― no estaban precisamente deseosos de dejar que volviera a entrar en sus vidas.Solo, sin ningún lugar adonde ir, McAleer frecuentaba un bar irlandés sin compañía, se ponía convenientemente borracho y melancólico, y se marchaba a casa a escuchar sus viejos discos de Skrewdriver. A pesar de su deseo de cambiar, no paraba de recordar lo bien que se lo pasaba con sus antiguos colegas skins. Era a costa de otras personas, desde luego, pero incluso en el más horrible de los recuerdos podía encontrar experiencias positivas si se ponía el par adecuado de gafas de color de rosa.
"Una vez que excluyes al resto de la sociedad con tus horrendas ideas, resulta muy solitario abandonar a las únicas personas que todavía te aceptan"
No tardó en aparecer un patrón común: muchos de los denominados "anteriores" se quejaban de las respuestas involuntarias o no deseadas que continuaban mostrando ante determinados activadores ambientales. Por ejemplo, habló con una mujer llamada Bonnie que describió haberse enzarzado en una discusión con una camarera latina y, llevada por la ira cuando vio que la hamburguesa que le servía era demasiado pequeña, haber lanzado un insulto racista y haber gritado "poder blanco" mientras hacía el saludo nazi. Después, según contó a Simi, se sintió "abrumada por la vergüenza y la incredulidad". En total, un tercio de los 89 participantes con los que habló a lo largo de cinco años emplearon la palabra "adicción" al describir su lucha por librarse de sus tóxicas creencias."Una de las cosas que se hizo bastante obvia allá por 2012 es que los individuos afirmaban sentir que sus cerebros habían quedado dañados de forma permanente debido a su implicación, decían que mostraban reacciones involuntarias y no deseadas, una especie de extraño efecto duradero"
"Una vez has abandonado una identidad, esta puede reaparecer periódicamente o dejar secuelas duraderas. De modo que ese residuo puede aparecer potencialmente con cualquier tipo de identidad"
Para el estudio, Simi se asoció con Ligon, que estudia el motivo por el que las personas responden a determinados mensajes de consumo. Ella decidió redirigir sus conocimientos hacia el radicalismo ―o lo que ella denomina "marcas terroristas"― tras asistir a una conferencia en la que supo que las personas con cierto tipo de apego presentaban más probabilidades de recordar la colocación de determinado producto en una película si experimentaban un estado de miedo exacerbado.“En teoría pasas miedo cuando ves una película de terror, así que podrías fijar tu atención en una botella de agua en una película de estas características si posees ese rasgo en particular", me explicó. "Consiguieron medir esta especie de cosa loca. Y si puedes hacerlo con una película de terror y una botella de agua, puedes hacerlo con un vídeo del Estado Islámico"."Mi respuesta de alegría se disparó cuando vi a una familia de refugiados, a una familia neonazi y a un grupo de niños deslizándose por un tobogán de agua como parte de una propaganda del Estado Islámico. Mi personalidad al parecer es extremadamente susceptible ante este tipo de imágenes de familias"
Pero esta rama de la ciencia solo llega hasta aquí a la hora de ofrecer esperanza en que se tiendan puentes entre antagonistas como Dave y su padre. Durante nuestras conversaciones, el veinteañero dijo que finalmente empezó a distanciarse de su propia familia, incluyendo al hombre al que había querido salvar. "Quiero dejar claro que no hago apología del racismo ni defiendo a mi padre en modo alguno", me dijo. "Se ha convertido en una persona despreciable y malvada, incluso aunque muestre ciertas discrepancias con el grupo al que pertenece.Pero comprendo cómo llegó hasta allí y creo que la gente se apresura en condenar a los racistas sin saber realmente cómo se volvieron así. Nadie nace racista, pero millones de hombres y mujeres igual que mi padre se vuelven así y, basándome en lo que he visto y oído, todos llegan hasta allí a través de experiencias idénticas o similares".Puede que la gente tenga razón al condenar a los racistas, como dijo David, pero todavía no hemos llegado a un acuerdo, al menos a nivel oficial, con respecto a si su condición es una enfermedad mental que en algún momento escapa a su control. Y Simi afirma que necesitaría saber mucho más sobre la arquitectura neuropsicológica del problema para poder sugerir ningún tratamiento o posibilidad de intervención.“Pero en términos de terapia conductual cognitiva, nos brinda una comprensión mucho mayor de lo que tenemos entre manos en cuanto a lo profundamente enraizado que podría estar el problema", me dijo. "Así que, al nivel más básico, esto nos dice que la historia no termina cuando se abandona un grupo. Y creo que esto tiene implicaciones bastante importantes".En otras palabras, las pruebas más recientes sugieren que abrazar una ideología de odio puede reconfigurarte. Eso quiere decir que una vez que estás dentro, el modo en que llegaste hasta allí realmente no tiene importancia.Sigue a Allie Conti en Twitter.Suscríbete a nuestra newsletter para recibir nuestro contenido más destacado."Nadie nace racista, pero millones de hombres y mujeres igual que mi padre se vuelven así y, basándome en lo que he visto y oído, todos llegan hasta allí a través de experiencias idénticas o similares"