'Me han llamado de todo': ser creativa en España es una mierda
Montaje de Alejandra Núñez

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Identidad

'Me han llamado de todo': ser creativa en España es una mierda

Hablamos con once profesionales sobre el techo de cristal al que se enfrentan cada día y cómo lo combaten con sus propias armas.

Me he presentado voluntaria como emisora de mensajes considerados "activistas", hasta la fecha, mensajes antiespecitas -> Sacrificar tórtolas y pichones queda descartado, sea como sea, se trata de un concepto descontextualizado y desfasado.

"Hybrid" y "Bloody", son temas "veganos". En un mundo, el nuestro, el primer mundo, donde todo está al alcance del supermercado, no tiene sentido sacrificar a animales que no disfrutan de voz, ni de voto.

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"La mujer sigue relegada a categoría de musa" — El techo de cristal en el ámbito creativo o la doble discriminación que sufren las mujeres creativas

Luna Miguel es poeta, antóloga y traductora, y en la actualidad trabaja como redactora y editora. En 2018 se publicará su primera novela, El funeral de Lolita: Siempre recuerdo algo que me contaba mi madre, que fue editora durante 10 años. Por lo visto cuando la llamaban al trabajo, le pedían que se pusiera el editor. Es decir, los autores eran los que no concebían que ella pudiera ser la jefa. Su jefa. Su respuesta era siempre la misma: "El único editor soy yo."

Krizia Robustella trabaja como diseñadora y tiene su propia tienda en Barcelona, donde vende sus creaciones: Yo nunca he sentido demasiada discriminación, igual porque intento no darle importancia a asuntos que no me conciernen. Si me pongo a pensar, en la moda —igual que en todas las profesiones—, los que triunfan y han triunfado han sido hombres, pero también hay mujeres iconos, así que no lo tengo muy claro.

María Bastarós estudió historia del arte y en 2015 comenzó su proyecto ¿Quién coño es?, un fanzine que recuerda a las artistas que la historia ha silenciado. Ahora combina su labor como agitadora cultural con la de poeta: En cualquier ámbito, precario o no, las mujeres se ven afectadas por el machismo estructural, que en situaciones de mayor inestabilidad como las que rodean al ámbito de la cultura, suponen un peso aún mayor. Pero hay otras cosas que afectan a la realización profesional de las mujeres: desde la imposición de los cuidados a las expectativas que se nos inculcan desde la infancia, más relacionadas con el amor romántico y la familia que con la independencia económica y la satisfacción intelectual.

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Diana Aller lleva años escribiendo todo lo que se le pasa por la cabeza en el blog Lo dice Diana Aller. A finales de los 90 formó parte del grupo de música Meteosat y desde entonces ha trabajado como redactora, guionista de televisión o DJ: En el mundo creativo la mujer sigue relegada a categoría de musa. Pero lo que nosotras queremos es que nos paguen de forma justa por nuestro trabajo, y que este se visibilice de manera normalizada y no como una rareza, como algo exótico. No hay una literatura de mujeres, ni una mirada femenina en fotografía ni una nueva ola de chicas ilustradoras. Hay profesionales que —¡oh, sorpresa!— tienen coño. Y que engrosan la cultura universal, que desgraciadamente se sigue considerando masculina.

Lucía Baskaran es escritora, redactora y columnista. En la actualidad trabaja en la editorial Malpaso. En 2015 escribió su primera novela, Partir: El dato de que los libros escritos por mujeres los leen un 80 % de mujeres y los escritos por hombres un 50 % de mujeres me parece bastante ilustrativo. En mi caso, mi trabajo se ha calificado de "literatura femenina", que es otra manera de decir "literatura menor". A nadie se le ocurre hablar de "literatura masculina" cuando es un hombre el que escribe.

Jara Pérez trabaja como psicóloga y es responsable de Therapy Web. Antes diseñó camisetas, fue redactora y ejerció como DJ: El hecho de ser creativa dentro de la profesión de psicoterapeuta y de hacer las cosas de una forma diferente me lleva a vivir continuamente situaciones en las que se ponen en duda mis capacidades profesionales, y de alguna forma creo que esto está relacionado con ser mujer. Tengo compañeros de profesión que también hacen las cosas como les da la gana y no sufren ese continuo enjuiciamiento.

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Isabel Fernández es música y su proyecto se llama Aries. Años antes formó parte de bandas como Electrobikinis y Charades: Como en el resto de las esferas de nuestra realidad, en mi ámbito hay machismo y las mujeres trabajamos con desventaja. Pero siempre he pensado que mi techo de cristal soy yo misma: mi propia propuesta musical y la manera en la que me muestro o veo el mundo. Creo que si no llego a más gente es porque lo que hago no conecta con ellos o sencillamente no les gusta.

Sophia Pega es artista e ilustradora. En la actualidad trabaja como diseñadora de estampados: Yo creo que depende del ámbito. En la moda, gran parte de las trabajadoras son mujeres. Y en muchas empresas importantes las mujeres creativas tienen poder. El problema del techo de cristal surge cuando se sube en la jerarquía; allí normalmente todos los directivos son hombres.

Inés de León es guionista, actriz y cineasta. Ha trabajado para Vogue y también ha realizado campañas publicitarias: En el cine se tiende a pensar que una película dirigida por una mujer es "para mujeres" y por tanto minoritaria. Hay un prejuicio sobre la creación femenina, mientras que la masculina se presupone que es universal.

Roberta Vázquez es ilustradora y ha colaborado en publicaciones como Broadly, Vice o Mongolia. Es fanzinera y en 2015 publicó su primer largo, Havarty Party: De pronto pasan cosas horribles y me doy cuenta de que he estado absolutamente ciega y de que aún queda mucho por hacer. La discriminación existe y me parece una locura no haberla percibido tan fuertemente hasta hace poco. De todas maneras creo que en el cómic, tanto hombres como mujeres, estamos igual de jodidos.

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Alba Yruela es fotógrafa. Su último libro, Coco, se publicó en 2015. Ha colaborado con revistas como Dazed And Confused, L'Officiel y Vogue: Tengo un montón de capturas de todas las locuras que me han escrito. Y también mensajes privados.


"Tuve un par de haters por Instagram pero les puse las pilas y me acabaron pidiendo disculpas" — El acoso machista a través de internet

Lucía Baskaran: Me he tenido que enfrentar a ello pero más por el hecho de ser feminista que por mi trabajo.

Roberta Vázquez: Tuve un par de haters por Instagram pero les puse las pilas y me acabaron pidiendo disculpas. Fue tan gratificante que me estoy frotando las manos solo de recordarlo.

Diana Aller: He recibido críticas. Y gratuitamente hirientes. En general hay un ensañamiento generalizado hacia las mujeres que se exponen, sea en el ámbito que sea. Susana Díaz recibe el triple de críticas por ser mujer que por ser simplemente abominable.

Krizia Robustella: Alguna vez me han llamado bollera repugnante.

Isabel Fernández: Me he enfrentado a algunas críticas sobre mi físico. La verdad es que me duele leerlas. No quiero imaginar el daño que tiene que causar recibir avalanchas de comentarios crueles como reciben algunas chicas en este país.

Jara Pérez: Me han llamado de todo. Han hecho referencia a mi físico, a mi formación, a mi profesionalidad, e incluso me han amenazado con denunciarme, no sé por qué ni a quién.

María Bastarós: He sufrido acoso, sobre todo en lo que respecta a mi faceta como escritora de poemas y ficción; en ocasiones he tenido piezas bastante virales que fueron criticadas con una violencia que trasciende ampliamente la motivaciones estéticas. A raíz de mi poema Amigas I, me llegó un mensaje que decía "puta feminista, ojalá acabes con uno que te pegue". Es muy triste ver cómo el éxito, o la mera presencia mediática de una mujer, y en concreto de una mujer que se define como feminista, resulta tan ofensiva o directamente inadmisible para muchas personas.

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Luna Miguel: Me he enfrentado a críticas desde que abrí mi blog a los 15 años.


"Ninguna de las 12 películas subvencionadas por TVE este año tiene como directora a una mujer" — La invisibilización de las propuestas femeninas

Lucía Baskaran: Creo que se le da prioridad a las propuestas que realizan los hombres.

Sophia Pega: Dentro del diseño textil, no se prioriza a los hombres, se juzga el trabajo en sí. Es difícil encontrar un buen diseñador de estampados y cuando lo encuentras no importa su sexo. Además, el sueldo es el mismo, depende más de tu capacidad de negociación con la empresa que de otra cosa.

Roberta Vázquez: Creo que yo he tenido bastante suerte porque me he cruzado con personas que han reconocido mi trabajo sin tener en cuenta mi género. Pero no es lo habitual.

Alba Yruela: En el ámbito de la fotografía de moda creo que el poder se está equilibrando.

Inés de León: Ninguna de las 12 películas subvencionadas por TVE este año tiene como directora a una mujer. Según datos de CIMA, sólo el 19 % de las películas españolas estrenadas en 2016 estuvieron dirigidas por mujeres.

Krizia Robustella: Creo que en el mundo de la moda hay un grupo grande de hombres que no deja paso a las mujeres, pero ellos también han sido discriminados, así que yo qué sé, no me importa.

Luna Miguel: A fuerza de luchar y de gritar, y a fuerza de visibilizar a las compañeras eso está cambiando. Por suerte.


"Nos han vendido que ser freelance es la panacea de la libertad" — La precariedad en el ámbito creativo

Inés de León: Todo trabajo es un quid pro quo y lo normal es que la recompensa del trabajador sea económica. A veces también puede ser aprender u obtener caché. Lo malo es cuando se aprovechan de esto y la balanza no está compensada.

Alba Yruela: Yo hace tiempo que dejé de trabajar por caché o fama. Si no cobro es porque me interesa o conozco la persona que me lo pide y me apetece ayudarla.

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Luna Miguel: La precariedad en las profesiones creativas es la norma. Luego, es cierto que a las mujeres se les da una fecha de caducidad. Alguna vez me han preguntado si después de tener un hijo iba a dejar de escribir. A mi marido nunca le han preguntado eso. Y el hijo también es suyo, que yo sepa. Yo ahora soy redactora fija y editora en un medio con buenas condiciones, por eso en ese sentido no me puedo quejar. Pero hasta llegar aquí he pasado por muchos sitios en los que podían tratarme como una mierda o pagarme menos solo por ser mujer y joven. A veces pienso que tenía que haber dicho que no a muchas cosas.

María Bastarós: A las mujeres se nos educa para infravalorarnos y para callar ante atropellos dentro del ámbito social y laboral. Yo no tengo ningún problema en acudir a un sitio donde no me pueden pagar ni en escribir para publicaciones autogestionadas feministas a cambio de nada, porque hay una conexión ideológica que motiva estas colaboraciones. Pero que te llamen de una universidad para dar una charla y no te ofrezcan ni un mísero euro, es lamentable. Que te escriban cinco e-mails desde una institución para insistirte en participar en una mesa redonda en la que no vas a cobrar, es lamentable. No aceptar trabajar gratis es la premisa más importante que debemos marcarnos las freelance, autónomas, artistas y otras mujeres precarias si queremos salir de este panorama tan desolador. Así vamos hacia un mundo de adolescentes de 30 años, becarios gratuitos hacinados en un apartamento mohoso y medios de comunicación absolutamente solventes que se nutren de sangre joven sin ofrecer nada a cambio.

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Isabel Fernández: Tengo muchos amigos que hacen tebeos, pelis, escriben, o son ilustradores y padecen esta realidad. Aunque para las mujeres es aún peor porque solemos cobrar menos. Yo en el pasado acepté muchas veces ese tipo de condiciones, pero ahora he aprendido a decir no. También he estado en el otro lado: cuando vivía en Madrid trabajaba en una empresa cultural y en muchas ocasiones tuve que ofrecer esas condiciones: "Una plataforma para darte visibilidad" y toda esa retórica. Un mundo de humo maloliente al que no pienso volver.

Jara Pérez: Creo que el trabajo de freelance te coloca en una posición de vulnerabilidad total porque vives siempre con incertidumbre. Por lo tanto, muchos meses dependo de que mi pareja pague las facturas y luego yo se las pague a él. Aceptamos estos trabajos porque nos han vendido que ser freelance es la panacea de la libertad. Pero poco a poco nos vamos dando cuenta de la trampa que supone.

Diana Aller: No me interesa el caché ni la fama, pero acepto gustosa trabajos poco remunerados —o incluso gratis— cuando son proyectos que me gustan y me enriquecen, o es activismo. Es más, espero poder permitirme toda la vida escribir por gusto, por conciencia, por ayudar, y no por el vil metal. A veces no estoy en disposición de hacerlo pero aun así, rechazo trabajos que no me interesan aunque estén bien pagados. Divido mi vida laboral en trabajos a cambio de dinero, generalmente en televisión, y trabajos por gusto. Escribo por gusto y siento tal placer por ello, que hasta pagaría por hacerlo.

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Roberta Vázquez: Para ser freelance hay que echarle valor, seas hombre o mujer. Todos estamos igual de desprotegidos y jodidos a la hora de cobrar trabajos que hemos hecho. Si eres ilustradora, te conviertes automáticamente en La cobradora del Frac. He hecho el pardillo mucho tiempo; en una ocasión hasta le di las gracias a un pringado por trabajar gratis para él, pero ya no. Mi presupuesto es el que es: lo tomas o lo dejas. A fin de cuentas, haber dedicado más tiempo a mis propios fanzines que al banner del blog personal de un cualquiera que pretende pagarte 20 euros por ello va a traerme muchas alegrías comparadas con haber perdido dos días de mi vida por una miseria.

Lucía Baskaran: Es una cuestión de supervivencia. Casi todas las personas con profesiones creativas tenemos un segundo trabajo o varios trabajos, todos precarios. Antes de publicar la novela, caí en la trampa y escribí gratis en un blog colaborativo supuestamente feminista donde nadie cobraba. Pensaba que así tendría visibilidad y que las editoriales me harían más caso. Por supuesto, nada de eso sucedió. La única persona que se benefició fue la editora del blog, que editaba y subía los textos de las colaboradoras. Es la magia del capitalismo: hacerte creer que por ser precaria, tienes derecho a precarizar a las demás. Cuando le conté esto a mi amiga Clara Lis, me dijo: "Trabajando gratis estamos cubriendo un puesto que debería estar retribuido. Si solo podemos escribir y publicar las privilegiadas que no dependemos de pagos para vivir, solo habrá voces cis blancas. Debemos exigir cobrar, siempre. Volverlo la norma para todas. Nuestra contribución vale dinero." Y creo que tiene toda la razón del mundo.

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Sophia Pega: Hay mucha gente que le echa mucho morro porque no tiene ni idea del esfuerzo, tiempo y energía que hay que invertir en estos trabajos. Y si lo saben no les importa. Supone un gran sacrificio y a veces no se valora. De todos modos, sí que es posible que realizar un trabajo concreto te ayude a darte a conocer y provoque que te llamen para hacer más trabajos. Pero esos casos son pocos y en general el caché que te prometen no es real. Hay que valorar bien cada propuesta para evitar que te tomen el pelo.


"Yo he hecho siempre lo que me ha dado la gana" — El apoyo familiar en el ámbito creativo

Sophia Pega: Siempre me han apoyado en todo lo que he querido hacer; más aun cuando les dije que quería empezar una carrera creativa. También es cierto que mi familia no es precisamente convencional. Somos muchos hermanos y siempre nos han apoyado por igual a hombres y mujeres.

Lucía Baskaran: Yo he hecho siempre lo que me ha dado la gana y casi siempre he tenido la suerte de contar con el apoyo de mi familia.

Roberta Vázquez: Siempre me han apoyado y animado a ser dibujante y les atribuyo a ellos todo el mérito. Si no hubiese sido así, nunca hubiese confiado en mis capacidades.

Diana Aller: Nunca he buscado el apoyo familiar en lo laboral; me da igual lo que piensen. Es mi vida y no necesito opiniones al respecto, ni positivas ni negativas. Desde que soy mayor de edad tengo la potestad de elegir cómo jugar mis cartas y no se me ocurriría nunca culpar o agradecer las opiniones de otros sobre mi vida laboral.

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Jara Pérez: Cuando decidí montar mi empresa mi familia me apoyo al 100 %. En alguna ocasión me aconsejaron que bajara el tono de mis publicaciones y que me amoldara más a lo que se supone que tiene que hacer una psicóloga tradicional, pero nunca les hice caso.

Isabel Fernández: Mi hermana es batería y tanto a ella como a mí nos han apoyado siempre al 100 %. Las dos hicimos una carrera que no tiene que ver con la música, un máster y todo eso. A mis padres eso les tranquiliza un poco. Pero siempre nos han proporcionado todas las herramientas para ser quienes queramos ser. Mis padres recogían a mi hermana con 16 años cuando acababa de tocar en gaztetxes llenos de speed y borrachines, con un 90 % de público masculino y se preocupaban, claro, pero ahí estaban ayudándola. Cuando estamos de gira se inquietan mucho porque nos ven vulnerables. Pero siempre han antepuesto vernos felices a sus propios temores.

María Bastarós: Mis padres siempre han dado por hecho que me dedicaría a algo relacionado con el arte, aunque siempre han insistido en que hiciera oposiciones, algo obviamente motivado por el deseo de verme en una situación económica estable y autosuficiente. Lo que nunca les hizo mucha gracia fue que me marchara a estudiar fuera y que me diera por viajar sola para escribir —en un momento dado quise ser periodista de viajes—, algo que no hubiera pasado con mi hermano por razones evidentes.

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Inés de León: En mi caso me apoyaron incondicionalmente. Mi madre siempre me ha educado en la igualdad de género; es una feminista que ha crecido en el franquismo y que nunca lo tuvo fácil. Pero no me ha educado desde la queja sino desde la idea de que hay que luchar y avanzar.

Krizia Robustella: Mis padres son personas con negocios propios, y mi madre se ha dedicado siempre a la moda y en ningún momento se me ha negado o cuestionado a la hora de estudiar arte y moda.

Luna Miguel: Mi madre tuvo una pequeña editorial y mi padre es profesor de literatura. Ellos siempre me apoyaron para que yo escribiera. Se enfadaron cuando dejé la universidad, eso sí, pero se les pasó rápido.


"Prefiero relacionarme con gente que no me haga sentir que soy una majadera por ser una apasionada de mi trabajo" — Las consecuencias de ser una mujer creativa

Sophia Pega: Mi entorno siempre me apoya cuando tengo mucho trabajo o me vuelco en un proyecto. Me ven como una persona con mucha voluntad más que como una persona ambiciosa. ¡Al menos eso es lo que me dicen!

Roberta Vázquez: Cuando aún tenía un trabajo normal que me impedía pasar demasiado tiempo dibujando, dediqué un domingo a trabajar en mis cosas y disfruté mucho. Un tío al que veía entonces me preguntó por qué no le escribía mensajes. Yo le dije que estaba dibujando a tope, que hacía siglos que no podía trabajar en mis cosas. Y él me contestó que pensaba que eso ya lo había hecho la semana pasada. Para mí fue un next como una catedral. Me di cuenta de que vivíamos en planetas diferentes, por eso prefiero relacionarme con gente que tiene profesiones creativas y que no me hagan sentir que soy una majadera por ser una apasionada de mi trabajo.

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Krizia Robustella: Es normal que dediquemos y antepongamos nuestro trabajo a muchas otras cosas y en ese sentido puede ser que alguna pareja masculina en algún caso no le haya gustado. Pero en general creo que han sentido más admiración y respeto.

Inés de León: Tristemente, mi trabajo ha afectado a alguna de mis relaciones.

Alba Yruela: Creo que mi trabajo y mi manera de vivir van unidos y acorde el uno con el otro.


"Siento que no estoy lo suficientemente preparada cuando me siento al lado de un señor mayor" — El síndrome de la impostora

María Bastarós: Hay pocas mujeres que se dediquen a editar libros o a ser directoras de arte. Yo he tenido la suerte de especializarme para poder trabajar en proyectos en los que la perspectiva de género es una prioridad. Sin embargo, las consideraciones que sobre nosotras mismas interiorizamos las mujeres desde la infancia me han hecho en muchas ocasiones sentirme insegura, e ilegítima dentro del reconocimiento profesional; cuestionada desde el exterior por asuntos que trascienden ampliamente lo profesional.

Jara Pérez: Muchas veces han puesto en duda mi profesionalidad y mi formación por hablar de cosas que a le gente no les parece que debería hablar una psicóloga que sea mujer y joven. Con mis pacientes masculinos, el principal impedimento que encuentro soy yo misma: el síndrome de la impostora sale a la luz cuando tengo un paciente masculino y de edad avanzada. Esa sensación de que no estoy lo suficientemente preparada cuando me siento al lado de un señor mayor es algo totalmente cultural que espero que algún día desaparezca.

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Isabel Fernández: Cuando empecé a tocar siendo una adolescente, creo que sí que había bastante gente que nos desacreditaba y no daba un duro porque perseverásemos haciendo música. Es diferente que cuando aparece una banda de chicos jóvenes; con ellos la gente se emociona y dice cosas como: "Ohh, sangre nueva, ¡qué bien! ¡Ánimo chavales!". Pero con las chicas surgen todo tipo de comentarios suspicaces: "Son unas pijas, sólo saben 5 acordes, están ahí por sus novios o su padre…". Pero el tiempo pone a la gente en su sitio. En la actualidad, hay un crítico vasco que nunca nombra a mi hermana; en cada crónica cita los nombres y apellidos de todos los miembros de su grupo y a ella se refiere como "una chica tras la batería".

Inés de León: Es muy común que en las profesiones consideradas para hombres, las mujeres tengamos que demostrar más nuestra valía mientras que a los hombres de primeras ya se les presupone aptos.

Lucía Baskaran: Por lo visto, a las mujeres solo nos pueden gustar las cosas con el fin de impresionar a los tíos. Es lo que tiene el heteropatriarcado, que los tíos cis crecen creyendo que el mundo gira a su alrededor.

Roberta Vázquez: Ser dibujante de cómics es otra de las miles de actividades asociadas al ámbito masculino. Y algún que otro comentario desafortunado sí que he escuchado. Normalmente por parte de gente que no tiene ni idea de todo el trabajo que hago por mi cuenta; en cuanto investigan un poco, se retractan. Me da mucho asco cuando alguien resume mi obra con la palabra "dibujitos", pero la verdad es que no es tan habitual que alguien sea tan idiota.


"Ellos son la cultura; nosotras, una pincelada original, una cuota exótica" — Poder masculino y representatividad

Sophia Pega: Si bien las trabajadoras son mayoría en los puestos de base, la proporción de mujeres va disminuyendo conforme los sueldos y el aumento de la responsabilidad sube. Conozco historias en marcas importantes en las que un jefe se ha quedado mirando el culo de una chica o la cogió por la cintura. Eso no pasa cuando tienes una jefa. También es cierto que en la parte más comercial de la moda, en la que suelen trabajar muchos hombres, te encuentras con comportamientos muy machistas en conversaciones y actitudes machistas hacia las mujeres. Comentarios que cosifican a las mujeres.

Roberta Vázquez: Una vez me dijeron que me lo tomaba todo como un juego. No olvido ese comentario que me hace arder las entrañas. Mi única satisfacción es que ese tipo de gente tenga que tragarse sus palabras.

Diana Aller: En mi entorno más oficinesco existe una especie de pirámide laboral; una jerarquía puramente sexual, cuya cúspide colonizan hombres heterosexuales sin gran dificultad. En el punto intermedio hay mayoritariamente homosexuales (he aquí el absurdo mito de que son más creativos) y mujeres talentosas y con gran tesón. La base está copada por gais y heteros recién llegados, inexpertos y jóvenes que medran enseguida, y sobre todo por mujeres que hacen más horas y ganan menos. Ellas asumen responsabilidades que no les corresponden por categoría profesional y ante las que deben responder si algo falla. En las reuniones no se nos escucha, se nos interrumpe y se nos corrige constantemente, y por supuesto se da la palabra y la credibilidad a los varones. Aun se nos sigue juzgando por la forma de vestir, los hábitos personales o según nos acerquemos o alejemos a los parámetros de atractivo sexual. Y no por nuestras gestas laborales. Ellos son la cultura; nosotras, una pincelada original, una cuota exótica.

Luna Miguel: Los puestos de poder los ejercen el 80 % de hombres y el 20 % de mujeres. Y constantemente se cuestionan más mis decisiones que las de mis compañeros. Por ejemplo, si escribo un artículo en el que uso la primera persona es porque soy egocéntrica; si lo escribe así un compañero es una cuestión de estilo. El canon literario es masculino, sin duda. Muchas veces se me ha dicho que mi público potencial sólo pueden ser mujeres.

Inés de León: La predominancia en los puestos de poder es masculina. En cine, el 26% son mujeres frente al 74% de hombres. Normalmente asumen que tú no vas a ser la persona con el puesto de más responsabilidad. Cuando trabajaba de directora de fotografía, la gente se sorprendía al verme aparecer. La sociedad tienen una idea preconcebida e inconsciente de qué tipo de persona ejerce los puestos de responsabilidad (sexo, edad, raza). Es algo que nos pasa a todos en una medida u otra y hay que hacer un esfuerzo por erradicarlo.

Jara Pérez: El 80 % de las personas que me han formado han sido hombres.

Isabel Fernández: Ahora mismo, en mi día a día, me siento como una más: los técnicos con los que grabo, las empresas que me encargan música, los otros grupos de mi alrededor, mi sello… La relación es perfecta. Donde suelo percibir el machismo es con los técnicos de sonido cuando salgo a tocar y también con algunos periodistas. Yo sólo deseo que me traten como a una más, sin condescendencia y sin suspicacias. Me esfuerzo porque mi trabajo sea el que hable; hacer discos lo mejor que sé, es lo más valioso que puedo ofrecer. Me da pena que se sigan haciendo listas de chicas como si ser mujer fuese un género musical. Y me da rabia que me hagan entrevistas preguntando por el machismo pero no sobre el EP de remezclas que acabo de editar. Creo que hablar de mi trabajo es mucho más fructífero y normalizador.

Diana Aller: El ámbito doméstico sigue teniendo olor a hembra. En todas partes he encontrado buenísimas amigas, cómplices, espejos, confidentes… Casualmente suelen ser además profesionales de primera. Por eso hay que asociarse, juntarse, hablar, luchar, moverse, compartir. Y lo estamos haciendo. Y además lo estamos haciendo estupendamente. ¡Es un clamor!