Si algo nos dejó el pasado terremoto en México, es la solidaridad inmensa (y organizada) de la población civil. Y aunque en muchas zonas críticas del desastre siguen haciendo falta palas y picos, ninguna fuerza bruta puede lograr una proeza con el estómago vacío y la boca seca.Miles de personas, solas o en grupo, han vaciado sus alacenas y cocinado por horas para compartir con rescatistas y damnificados un poco de alimento y bebida, desde que la tragedia se dio por inaugurada.
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Si alguien aún duda que la comida es un legítimo gesto de amor, tiene que leer lo que nos platicaron —con cazuela y cucharón en mano— estas mujeres y hombres que sin pedir nada a cambio están fortaleciendo el músculo de rescate en esta cuarteada y herida ciudad.Luego de testificar las muestras de fraternidad que surgen por todas partes en la capital del país, no queda más que unirse a la cadena de ayuda para hacerla más robusta. Estos ciudadanos nos están enseñando a todos que, más que nunca, hoy ser solidarios ya no es opción, sino deber nacional.
César, El Negro, 36 años, cocinero. Derrumbe de fábrica de textiles en la colonia Obrera
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Bastó con montar una carpa y unas mesas, para que voluntarios y personas damnificadas empezaran a probar lo que ha estado saliendo de nuestras parrillas: huevos con nopal, huevos con salsa roja y pedazos de chorizo, alambre, atún a la vizcaína, unos frijoles refritos sencillísimos pero deliciosos, quesadillas, chicharrón en salsa roja y hasta fruta picada.Nuestra misión es lograr que con lo que podamos brindarles se sientan al menos un poquito mejor, incluso teniendo todo en contra.
María, 63 años, comerciante de tianguis. Inmediaciones del metro Doctores, cerca del derrumbe de la fábrica de textiles
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María de los Ángeles, 55 años, predicadora cristiana. Glorieta de los Insurgentes
Cada semana —desde hace 15 años— cambio los guisos, pero creo que estos días en que estaremos apoyando voy a estar trayendo los mismos de hoy. Mira, ¡ya casi se los acabaron!Hoy cociné bisteces en salsa de tomate, calabacitas, arroz rojo, nopales y espagueti. Y claro, no podían faltar las tortillas. El menú que ofrezco es sencillo, pero está rico y esperamos que sirva de algo y no sólo alimente sus estómagos, sino también sus almas.Ya nadie puede negarlo: México necesita mucha oración.