Pasar la jornada laboral borracho o bajo el influjo de algún tipo de droga, a priori, puede parecer divertido. Para saber con seguridad cuáles son las vicisitudes, sufrimientos o goces que experimenta un empleado cuando, por error o decisión, acude con el subidón a desempeñar su cometido, hemos charlado con algunas personas que, ya sea por la resaca del alcohol, meterse cocaína, fumar marihuana o consumo de ácido lisérgico (LSD), han convertido un día cualquiera de trabajo en la misión más difícil.
Publicidad
Ernesto, profesor
Por suerte, alguien había olvidado unas gafas de sol en mi coche, así que llegué con ellas puestas a la sala de profesores. Saludé a tres maestros sintiendo que mi aliento me delataba. Aunque lo peor estaba por llegar.Entré en clase sintiéndome como un conejo blanco corriendo entre el tráfico. Tuve que quitarme las gafas y fue cuando la cabeza me estalló por el miedo que me provocaba pensar que todos mis alumnos se enteraran de mi estado."Miraba mis ojos en el retrovisor y estaban inyectados en sangre"
Durante una hora impartí la clase dándole la espalda al grupo con el pretexto de que tenía muchas cosas que escribir en la pizarra. Solo apunté tonterías. Por supuesto nadie me hizo caso y la clase fue una anarquía total. No tuve fuerzas para enfrentarme a 35 descerebrados de 16 años."Saludé a tres maestros sintiendo que mi aliento me delataba"
Publicidad
Elisa, fisioterapeuta
Se me ocurrió pedir que me dejara coger al bebé y, para mi sorpresa, me lo prestó. Atentos a la escena: el cerdito fosforescente que sostenía y yo nos pusimos a llorar bajo un halo rojo. Lloré, pero no de tristeza, sino de emoción porque me recordaba a mi sobrino.Devolví al pequeño y mis compañeras me miraban con extrañeza. En el avión me tocó sentarme al lado de mi jefa y me puse los auriculares para no tener que hablarle. Estaba muy drogada."Cuando llegamos al aeropuerto me puse a buscar mi carnet en mi cartera y encontré una pastilla de LSD que me sobraba del fin de semana. No pensaba tirarla, así que me la tragué"
Publicidad
Alberto, camarero
Paco, administrador de empresas
Publicidad
Llegué al cruce fronterizo antes de que abrieran y esperé apoyado en el volante. Lo próximo que recuerdo es oír, entre sueños, los cláxones de muchos vehículos. Abrí los ojos y mi coche estaba avanzando, pero yo no lo iba conduciendo. Unos señores de los que te limpian me estuvieron picando en la ventana para que avanzara, pero como no desperté, abrieron mi puerta, pusieron el automóvil en punto muerto y me empujaron conforme se movía la fila de coches. Tuve que darles cinco dólares de propina.Al llegar al trabajo una compañera me dijo: "Oye, Paco, te vi en la caravana en tu coche, pero estabas dormido en el volante y unos tipos lo iban empujando, ¿estás bien?". Contesté y me fui directo al baño para vomitar y pedir clemencia.Unos señores de los que te limpian me estuvieron picando en la ventana para que avanzara, pero como no desperté, abrieron mi puerta, pusieron el automóvil en punto muerto y me empujaron conforme se movía la fila de coches
Cesar, creativo publicitario
Publicidad
El resto de la fiesta la utilicé para explicar, moviendo la mandíbula en todas direcciones, que un par de flemas me habían pasado una mala jugada. Por supuesto nadie me creyó.Ya tenía mi ritual. Todos los días por la mañana tras una breve reunión en la empresa inmobiliaria, salía a la calle a fumar marihuana. Después me comía unos tacos de carne guisada para bajar el zepelín y me ponía a buscar clientes para venderles una casa.Un día de esos después de pegarme una buena fumada, el coordinador de ventas me llamó por teléfono para que regresara a la empresa a recoger unos documentos. Entré a su oficina con los ojos muy colorados y una risa de idiota.Había vuelto de un viaje por el desierto de San Luis Potosí después de comer peyote y mi cuenta bancaria estaba en números rojos. Para recuperarme, entré a trabajar como repartidor de comida en un restaurante japonés.En mi segundo día de trabajo me avisaron que saldría a entregar un pedido grande de teriyaki y sushi. En aquellos días prefería no estar más de dos horas sin fumar marihuana, por lo que pensé que salir a la calle era mi oportunidad para hacerme un peta.Mientras se terminaban los pedidos, entré al baño a llenar mi pipa con hierba, pero la boquilla estaba tapada con restos de ceniza. Entonces se me ocurrió una idiotez: meter la pipa al microondas que utilizaban los empleados para ablandar los residuos y poder eliminarlos con un palillo.
Luis, agente inmobiliario
Sin que me lo preguntara, le confesé que había comido tacos y que se me habían enrojecido los ojos por la salsa picante. Creo que no me creyó porque me preguntó si consumía drogas.Actualmente no tengo trabajo porque semanas después fui despedido. Mi consejo es que si te gusta trabajar drogado, siempre traigas contigo gotas para los ojos rojos, colonia, chicles de menta y, por supuesto, no irte en el viaje, o sea, activarte, ponerte a trabajar y divertirte.Actualmente no tengo trabajo porque semanas después fui despedido
Carlos, repartidor de comida
No habían pasado ni cinco segundos cuando una humareda espesa comenzó a formarse en el electrodoméstico. El humo se propagó por el exterior hasta alcanzar el pasillo. No me lo podía creer. Me apresuré y saqué la pipa del micro, caminé hacía el parking, subí a mi coche y jamás volví al trabajo.Ni siquiera me han llamado para preguntar si algún día volveré. En ocasiones recuerdo la pregunta que me hizo el gerente del restaurante durante la entrevista laboral: "¿Consumes drogas? Te pregunto porque al pasado repartidor lo encontramos fumando cristal en el baño".Ni siquiera me han llamado para preguntar si algún día volveré