crimen

Los asesinos de los corazones solitarios: la pareja de asesinos más célebre de los años 40

Se conocieron mediante un "Club de corazones solitarios", el Tinder analógico de la época.
MV5BYmU5NzdmYTItODcwOC00MWI3LWIyMGYtYzFjY2ZhYWI3YmVjXkEyXkFqcGdeQXVyMTk2MzI2Ng@@
Fotograma de la película "Los asesinos de la luna de miel" vía IMDB.

En Los asesinos de la luna de miel (1969), Shirley Stoler y Tony Lo Bianco interpretan a una pareja que, tras conocerse a través de una agencia matrimonial, empieza a asesinar a mujeres que buscan el amor a través de las páginas de contactos mediante las cuales ellos mismos conocieron. Su guion no es, o no solo, fruto de la imaginación de los profesionales del Hollywood de los 60: Martha y Ray, sus protagonistas, existieron más allá del celuloide. Antes de inspirar un metraje sembraron el terror en las páginas de los periódicos y los panfletos que hacían las veces de Tinder en los años 40.

Publicidad

Ray era Raymond Martínez Fernández, un hombre nacido en 1914 en Hawái de padres españoles. De niño se mudó junto a su familia a Conneticut pero en el 32, coincidiendo con la Gran Depresión, regresaron a España. Se asentaron en la pequeña localidad granadina de Órgiva, donde el padre llegó a la alcaldía. Raymond se casó allí con una local, Encarnación Robles, con quien tuvo cuatro hijos. Sirvió a la Marina española y a la Inteligencia británica durante la Segunda Guerra Mundial desde Gibraltar, donde trabajaba como vendedor de helados a la par que hacía labores de espionaje.


MIRA:


Como había nacido en Hawái, Raymond tenía la nacionalidad americana, así que en el 45 decidió emigrar a Estados Unidos, dejando a su mujer y a sus hijos en la España de Franco. Lo hizo en un barco que, según algunas crónicas, cambió el rumbo de su vida. Y es que durante el viaje por mar, una compuerta de acero le cayó encima, fracturándole el cráneo. Hay quien dice que fue esta contusión la culpable de lo que ocurrió después. Pasó diez semanas en el hospital a causa de la herida y poco después de salir le acusaron de robo y se declaró culpable.

Fue condenado a un año de prisión en Florida, durante el cual empezó a interesarse por el vudú, la magia negra y las técnicas de hipnotismo que decían manejar algunos de sus compañeros presos. Cuando le redujeron la pena y finalmente le dejaron en libertad, llegó a creer que había sido gracias a sus poderes mágicos y a su dominio de la hipnosis. En el 46 viajó hasta Nueva York, donde empezó a utilizar sus supuestos poderes para seducir a mujeres. Entablaba relación con ellas mediante los clubes de "corazones solitarios", que funcionaban como agencias matrimoniales epistolares.

Publicidad

"En prisión, Raymond comenzó a interesarse por el vudú, la magia negra y las técnicas de hipnotismo que decían manejar algunos de sus compañeros presos. Cuando le redujeron la pena y finalmente le dejaron en libertad, llegó a creer que había sido gracias a sus poderes mágicos y a su dominio de la hipnosis"

Según las crónicas de la época, Raymond llegó a mantener relación con más de una decena de mujeres al mismo tiempo y se acostó con más de un centenar. A las que no caían en sus redes las sometía a rituales mágicos, como esparcir polvos comprados en una santería sobre las cartas que se había intercambiado previamente con ellas. Pero pronto se da cuento de algo: aparte de para satisfacer sus necesidades sexoafectivas, algunas de las mujeres con las que liga también pueden servirle de sugar mommies, una figura y una realidad que, a pesar de no haber sido nombradas así en la época, ya existía. Seguramente, de hecho, siempre hayan existido relaciones sexoafectivas con intereses materiales de por medio.

En el 47 Raymond conoce a una cocinera llamada Jane Lucilla Wilson Thompson, que vive en un piso con su madre donde aceptan huéspedes. Raymond decide quedarse con ellas hasta que, meses después, parten rumbo a España fingiendo ser marido y mujer. Allí visitan ciudades como Madrid, Málaga o Granada. Pactan entonces ir a visitar a la mujer de él, que vivía con sus cuatro hijos en una habitación de una humilde pensión en La Línea de la Concepción, en Cádiz. Durante varios días y hasta que Lucilla empieza a presentar un comportamiento receloso y extraño, derivado de sentir que está compartiendo a su querido Raymond, el triángulo amoroso convive en paz. Hasta que, una noche, la americana amenaza con volverse a Estados Unidos. No aguanta más la situación.

Publicidad

La mañana siguiente a la disputa, Lucilla aparece muerta en su habitación de hotel, en Sevilla. El parte médico de defunción dice que su fallecimiento se debe a un ataque al corazón provocado por una gastroenteritis. Raymond vuelve sin ella y sin problema a Estados Unidos, pero en 1948 una señora llamada White manifiesta en el consulado americano sus sospechas: la señora Thompson, con la que había entablado relación durante su visita en España, había muerto en extrañas circunstancias. Gracias a su declaración la policía investiga y descubre que Raymond había comprado, antes de su misteriosa muerte, un frasco de digitalina, una sustancia de origen vegetal que puede llegar a ser letal. Pero para entonces el cadáver de Lucilla ya se encuentra en avanzado estado de descomposición y no se le puede practicar una autopsia.

Pocos meses antes de este descubrimiento Raymond se había presentado en el apartamento de la madre de Lucilla con un documento que le acreditaba como heredero único de las propiedades de su hija. Era una falsificación, pero la madre no lo cuestionó. Aquel fue, probablemente y aunque no se pudo confirmar, el primero de los asesinatos que cometió este hawaiano de origen español.

"La nueva mujer de Raymond, se quejó por la presencia constante de "su cuñada Martha". La discusión a tres acabó con Myrtle ingiriendo un frasco de barbitúricos y con su posterior defunción"

A su vuelta a Estados Unidos Raymond sigue carteándose y seduciendo a mujeres a través de clubes de los corazones solitarios. Es así como conoce a Martha Seabrook Beck, una enfermera de Florida con un sobrepeso que algunas crónicas achacan a desórdenes glandulares y de la que se destaca que disfrutaba del sexo sin tapujos. Algunos, incluso, conjeturan sobre una posible ninfomanía. Martha tenía dos hijos de dos relaciones distintas que no habían acabado bien.

Publicidad

Tras un primer encuentro en el que Raymond no se sintió atraído por ella —ni por su físico ni, como descubrió tras cenar en su casa, tampoco por su dinero, ya que Martha no era rica— y un intercambio de cartas en el que ella le declaraba su amor incondicional y él que no la correspondía, la mujer se intentó suicidar. Le envió a Raymond un misiva contándole su intento fallido de suicidio y el hombre la invitó a pasar unos días junto a él en Nueva York.

La siguiente vez que lo visitó fue para quedarse. Lo intentó primero junto a sus dos hijos y, tras negarse Raymond a aceptarlos en su casa, los llevó con su madre a Florida. Nunca más volvió a verlos, como Raymond a los suyos, que se habían quedado con su madre, granadina, en España. Fue entonces cuando él no tuvo más remedio que confesarle cómo se ganaba la vida: era estafador y sus víctimas eran mujeres como ella, como Martha, solo que con dinero. Pero, lejos de indignarse, la enfermera se unió a la causa. Aquel fue el inicio de su andadura como pareja letal.

Raymond, que ya estaba casado en España, volvió a casarse en Estados Unidos, nunca con el objetivo de unirse en amor y fidelidad a otra mujer sino de sacar rédito económico de esa unión. Presentaba a Martha como su hermana. Durante la luna de miel de su segundo matrimonio en Estados Unidos, Myrtle Young, que estaba embarazada de Raymond, se quejó por la presencia constante de "su cuñada Martha". La discusión a tres acabó con Myrtle ingiriendo un frasco de barbitúricos y con su posterior defunción, en un autobús rumbo a Arkansas en el que la habían dejado sola, a causa de una hemorragia cerebral provocada quizá por la ingesta de psicofármacos. Para entonces, Fernández y Beck ya le habían sacado unos cuantos miles de dólares.

Publicidad

Su segunda víctima fue Janet Fay, una viuda de 66 años profundamente devota a la que Raymond sedujo haciéndole creer que compartía sus creencias. Firmaba sus cartas y se presentaba con el falso nombre de Charles Martin y, con la excusa de que había perdido su cartera y todo su dinero, le pidió unos miles de dólares, que ella le acabó dando. Y también matrimonio. De nuevo presentó a Martha como su hermana y fue cuando Janet le dijo que aunque fueran cuñadas no podría vivir con ellos cuando se casaran que se produjo el desastre: Martha acabó golpeándola con un martillo que la dejó primero inconsciente y que poco después desembocó en su muerte. Metieron su cadáver en un baúl que enterraron en cemento en el sótano de una casa alquilada en Nueva York.

"Unas horas antes de su ejecución, Raymond le envía un mensaje a Martha que dice 'me gustaría gritarle al mundo el amor que siento por ti'"

Pero la pareja no se achanta: tras este segundo asesinato Raymond seduce a otra viuda, Delphine Downing, en esta ocasión de 41 años y con una hija de dos llamada Rainelle. Llega a su casa, como siempre, junto a su "hermana". La acaban matando con la pistola de su exmarido y, tras ella, unos días después, asesinan a la pequeña ahogándola; dejarla en un orfanato sería demasiado sospechoso, piensan.

Dos vecinos de Delphine, sospechando que algo raro pasa, llaman a la Policía tras visitar la casa y hablar con Martha y Raymond. La pareja es detenida y acaba confesando todos sus delitos. Los cadáveres de sus víctimas son exhumados, la policía española reabre el caso de la primera víctima de Raymond, asesinada en Sevilla, y todos hablan de los "asesinos de los corazones solitarios". Ellos, por su parte, son condenados a pena de muerte y ejecutados en mayo de 1951 en la prisión de Sing-Sing, en Nueva York.

Unas horas antes de su ejecución, Raymond le envía un mensaje a Martha que dice "me gustaría gritarle al mundo el amor que siento por ti". Cundo lo lee, la mujer se abraza a la enfermera que la acompaña y le dice que ahora sí. Ahora que Raymond la quiere puede afrontar la muerte con alegría.

Sigue a Ana Iris en @anairissimon.

Suscríbete a nuestra newsletter para recibir nuestro contenido más destacado.