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Conoce el deporte de la pesca urbana

"No es un sistema de drenaje, es un río. Los peces están vivos y coleando".
Les pêcheurs du Canal Saint-Martin. Toutes les photos sont de l'auteur.

Estoy caminando entre las agitadas calles de París detrás de dos franceses que sostienen orgullosos barras para pescar. Pasamos frente a pastelerías y tiendas de antigüedades, para finalmente detenernos delante del Canal Saint-Martin, un antiguo canal del siglo XIX que serpentea por el noreste de la capital y se conecta con el río Sena.

Hoy en día, es uno de los lugares de pesca más populares de París, situado justo en el centro de la ciudad, en medio del tráfico y rodeado de chicos fumando cigarros. Un trozo de plástico flota en el canal y mi guía, Fred Miessner, lanza su varilla directamente al agua. "Esto no es un sistema de alcantarillado, es un río", dice Miessner. "Los peces están vivos y coleando".

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Fred Miessner.

Como la quinta ciudad más grande de la Unión Europea, París parece un lugar poco probable para capturar peces. Pero de hecho, los peces siempre han sido parte de la historia de París; los primeros parisinos eran pescadores comerciantes. En el siglo XVII, el Sena tenía más de 50 variedades de peces, incluyendo el salmón, el cual era tan abundante que era famoso por ser el pescado para los pobres.

Finalmente, el escurrimiento industrial y agrícola sofocó las vías fluviales y los canales, originalmente encargados de proveer a los habitantes de la ciudad de una fuente de agua potable, se convirtieron en lugares terriblemente contaminados. Hacia 1900, el salmón había desaparecido de las vías navegables parisinas. En 1995, sólo quedaban cuatro especies: anguila, lobina, brema y carpa.

En un intento por limpiar las vías fluviales, el gobierno terminó invirtiendo 10 mil millones de euros para la causa. Funcionó: hoy, el Sena florece con vitalidad y existen aproximadamente 32 especies de peces que viven en sus aguas. A principios de los años 2000, Miessner, propietario de una empresa de equipo para pesca, empezó a notar un creciente número de peces en el Sena. Y así, por un capricho, decidió intentar pescar en el Sena con sus amigos.

"Fue increíble: había tantos peces y eran muy fáciles de atrapar", dice. Lo que comenzó como una pequeña comunidad de pescadores parisinos eventualmente se convirtió en una subcultura completa de la pesca en la calle.

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Diariamente, Miessner dice que ve al menos a otro pescador en su esquina del Canal Saint-Martin. Hoy en día, más de 6.500 habitantes de la ciudad tienen permisos de pesca. La cultura moderna de la pesca urbana predomina entre hombres jóvenes, vestidos de forma casual con pantalones vaqueros y camiseta, una sola vara y una pequeña bolsa de señuelos; una imagen muy distinta del estereotipo de la generación de sus padres. Con la excepción de las barras, los pescadores callejeros son completamente discretos y se mezclan perfectamente con la ciudad.

Foto cortesía de la autora.

"Al principio, cuando venía acá, la gente me llamaba tonto. Decían que me había vuelto loco", dice Miessner. "Pero ya han pasado diez años. La gente ya no se sorprende".

Y si bien hay bastantes peces, estos no deben comerse. Las aguas de París siguen estando muy contaminadas y contienen metales pesados y bifenilos policlorados (PCBs) acumulados en la carne de casi todas las criaturas acuáticas.

Sin embargo, no todo el mundo se preocupa. Según Miessner, algunas poblaciones de París, sobre todo las asiáticas y las europeas orientales, tienden a pasar por alto este tipo de consejos y consumen los peces "Ellos aman todo tipo de pescado, sobre todo la carpa blanca y la anguila", señala. Pero desde el punto de vista de la conservación, la mayoría de los pescadores callejeros tienden a acatar una política de captura y liberación.

"Si tomas un pescado y lo comes, desaparece", dice Miessner, quien recibió su doctorado en economía ambiental. "Es mejor si coges un pez, tomas una foto y lo liberas. El hecho es que nosotros [los pescadores callejeros] fuimos los pioneros en revelar que los peces estaban de vuelta".

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Pasé alrededor de una hora en el canal con Miessner y su pasante, pero nada muerde el anzuelo. En un momento dado, una perca está a punto de picar, pero nada lejos antes de ser atrapada. El clima ronda los 30 grados centígrados y los peces tienden a huir de la superficie cuando hace calor.

Foto cortesía de la autora.

Sin embargo, es evidente que hay peces; puedo ver claramente sus sombras desde donde estoy de pie. El canal de hecho está lleno de vida. Las plantas acuáticas abrazan la superficie en el agua, las libélulas se ciernen y bailan. Miessner dice que a menudo ve bastantes cangrejos. La vida en el Sena es bastante resistente.

En enero de 2015, la ciudad drenó el Canal Saint-Martin, sacó todos los peces, limpió todo el lodo y luego regresó el agua.

"Un mes después, la vida regresó", dice.

El intento de limpieza es un proceso en marcha. Hace poco la ciudad anunció que su meta es limpiar al Sena lo suficiente como para nadar para 2024. Hasta el momento no se sabe si esto es indicativo de si los peces serán comestibles o no.

Le pregunto al pasante de Miessner, Hugo Philippon, si alguna vez ha probado el pescado del río y se sonroja.

"Una vez", admite. Rápido, cambia el tema de conversación diciendo que el tema no es consumir el pescado. Es el proceso lo importante. Para muchos pescadores urbanos, el deporte es una práctica de meditación y una forma de conectar con la naturaleza entre el bullicio de la vida citadina.

"Es tu momento, solo para ti", dice.