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el león de praga

Soy Leyenda: Pavel Nedvě​d

Pavel Nedvě​d fue fiel a los colores de la Juventus y marcó época con su estilo, su versatilidad y su potente chut con ambas piernas... pero su carrera terminó con dos espinas clavadas.
Foto de Alessandro Garofalo, Reuters

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La serie Soy Leyenda vuelve a centrarse en el mundo del fútbol aprovechando que se está jugando la Eurocopa: esta vez viajamos a la República Checa —¡y a Italia!— para recordar los tiempos gloriosos del gran Pavel Nedvěd.

Fiel a la Vecchia Signora

No es un jugador de un solo club, ni sale en las conversaciones de bar cuando se discute quién es el mejor jugador de la historia, pero Pavel Nedvěd dejó su huella en las décadas de los 90 y los 2000. No debería hacer falta ni presentarlo… pero el centrocampista checo lo merece igualmente.

A pesar de jugar en cuatro clubes distintos —y ganar títulos en cada uno de ellos—, Nedvěd será recordado por sus años en la Juventus de Turín. Pavel empezó su carrera en el Dukla de Praga, pero muy pronto se fue al gran equipo de la ciudad: el Sparta. Allí, Nedvěd ganó tres títulos en cuatro temporadas y pronto llamó la atención de los equipos más grandes del mundo.

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En 1996, tras disputar una gran Eurocopa con la República Checa —los checos llegaron a la final y solo los alemanes lograron hacerles doblar la rodilla—, Nedvěd se trasladó a la capital de Italia para jugar con la SS Lazio. Eran épocas mucho mejores para el fútbol transalpino; los patrocinadores aparecían como setas y las televisiones descargaban carretadas de dinero en los clubes, de modo que el campeonato italiano esencialmente atraía a los mejores talentos del mundo.

Nedvěd fue parte de esa camada de genios que desembarcaron en Italia. El checo permaneció en Roma durante cinco años, durante los cuales sumó siete títulos —incluyendo, especialmente, la celebrada liga de la temporada 1999-00. Su fútbol evolucionó y creció durante esas cinco temporadas; Pavel mejoró hasta casi la perfección el disparo con sus dos piernas y se convirtió en uno de los jugadores más codiciados del continente.

El salto definitivo de Nedvěd a la superélite llegó el día en que Zinedine Zidane decidió dejar la Juventus de Turín y fichar por el Real Madrid de los Galácticos. El club bianconero lo tuvo claro: querían que su sustituto fuera el tipo rubio y con melena que les había arrebatado al Supercoppa de Italia en 1998.

Pavel Nedvěd y Alessandro Del Piero fueron de los pocos que no abandonaron el barco cuando la Juve descendió a la Serie B tras el escándalo del Calciopoli. Imagen vía Youtube

El éxito de Nedvěd fue instantáneo: en la temporada de su aterrizaje en Turín —justo a ilustres como Gianluigi Buffon y Lilian Thuram, por cierto—, la Vecchia Signora se hizo con el scudetto. La Juventus quería reconstruirse desde cero y Pavel estaba destinado a ser una de las piezas clave del proyecto: nadie se sorprendió cuando el equipo turinés, dirigido por Marcello Lippi, alcanzó la final de la Champions League en 2003.

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Lo que realmente define a Nedvěd más que las victorias, sin embargo, fue el compromiso que demostró cuando se quedó en Turín en 2006. Tras el escándalo del Calciopoli, la Juventus fue condenada a descender a la Serie B: por si eso fuera poco castigo, al club de la FIAT se le revocaron los títulos de las temporadas 2004-05 y 2005-06.

La Vecchia Signora, que en aquel entonces tenía un plantel trufado de estrellas, vio como su equipazo desaparecía de la noche al día. Solo se quedaron Gigi Buffon, Alessandro del Piero, Mauro Camoranesi, David Trezeguet… y el propio Nedvěd. Con estos cinco como columna vertebral —¡y Claudio Ranieri como entrenador!—, la Juventus logró regresar a la Serie A en la primera temporada.

Compromiso y dedicación, dirán muchos. Amor verdadero a unos colores, pensaron ellos.

Nedvěd volvió a demostrar que realmente amaba el bianconero cuando anunció su retirada asegurando que no podía jugar en ningún equipo más: "Mi corazón pertenece a la Juve", afirmó el checo. Pavel tenía varias ofertas sobre la mesa, pero optó por entrar directamente a la junta directiva juventina; a día de hoy es el vicepresidente del club.

Dos espinas clavadas

El León de Praga, como lo describe el periodista Bruno Bernadi, alcanzó el cielo deportivo cuando consiguió el Balón de Oro gracias a su rendimiento en la temporada 2002-03. Nedvěd voló muy por encima de la mayoría de mortales… pero no siquiera él fue capaz de cumplir todos sus objetivos. El más duro de sus sueños incumplidos lo vivió con la selección checa.

Pavel Nedvěd nunca consiguió ganar nada con su selección a pesar de llegar a la final de la Eurocopa de 1996 y alcanzar las semifinales en 2004. Foto de Darren Stales, Reuters

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Checoslovaquia —o la República Checa, como se denominó tras la separación de Eslovaquia en 1992— ha tenido pocas generaciones brillantes. Los checos ganaron la famosa Eurocopa de 1976 en el año del penalti de Antonín Panenka; no obstante, entre ese episodio y la aparición internacional de Nedvěd, la selección checa vivió inmersa en un mar de mediocridad.

Nedvěd debutó en un gran torneo internacional en la Eurocopa de 1996: su equipo alcanzó la final, pero la perdió contra Alemania por culpa de un dramático gol de oro de Oliver Bierhoff. Ocho años más tarde, en 2004, los checos disponían probablemente de la mejor generación que jamás hubieran tenido: además de Pavel, el equipo disponía de talentos como Tomáš Rosický, Jan Koller, Milan Baroš… y Petr Čech, por supuesto.

A la selección checa, sin embargo, la persiguió el infortunio. El equipo que entonces dirigía Karel Brückner cayó frente a Grecia en semifinales víctima de un gol de plata de Traianos Dellas. La mejor generación checa en décadas no pudo llevarse el triunfo, y eso hizo mella en la carrera de Nedvěd. Dos años más tarde, y tras no lograr pasar de la fase de grupos en el Mundial de Alemania, Pavel dejó la selección.

Lo que más le duele a Nedvěd de su carrera, sin embargo, fue una ausencia forzada. En su mejor temporada, en el año que le acabaría valiendo el Balón de Oro, Pavel no pudo estar en el partido más importante: la final de la Champions League del año 2003 frente al AC Milan.

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Esa temporada, los bianconeri eliminaron en cuartos de final al FC Barcelona con un gol del checo y enviaron a casa a los Galácticos —¿cierta revancha por el fichaje de Zidane?— en semifinales, también con un gol y una asistencia de Nedvěd. Fue el partido de la retirada oficiosa de Fernando Hierro, y Nedvěd estuvo perfecto… o casi.

El León de Praga era una de las claves de la Juventus. Gracias a su dirección en el centro del campo, a su trabajo y a sus pocos pero importantes goles, Nedvěd llevó en volandas a la Vecchia Signora hasta la final de Manchester… pero no pudo jugarla: el checo vio una tarjeta amarilla en el minuto 82 del partido de vuelta de las semifinales.

Debido a la norma de acumulación de tarjetas que imperaba en esa época, Pavel se quedó sin la opción de disputar el partido decisivo.

Cuando el árbitro pitó el final del partido, todos sus compañeros estallaron de alegría. Nedvěd, por el contrario, se quedó solo en el terreno de juego, llorando amargamente. Lippi, el entonces entrenador de la Juventus, dijo en rueda de prensa que estaba muy disgustado: "Nedvěd no va a poder jugar la final y ha sido uno de los jugadores más importantes esta temporada", aseguró el técnico italiano, ceñudo.

Los componentes de la Juventus aseguraron que si ganaban el partido se lo dedicarían a Nedvěd. No obstante, sin el concurso del checo, los bianconeri no fueron capaces de superar a sus compatriotas lombardos: el partido se fue a penaltis, y en la tanda se terminó imponiendo el Milan. Pavel se quedó sin jugar la final y sin título. El fútbol no siempre es justo: el crack checo lo probó en sus carnes.

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El momento: Anfield Road, Liverpool, 14 de junio de 1996

En 1996, Nedvěd tenía 24 años y hacía dos que había debutado con la zamarra de su país. La Eurocopa de Inglaterra representaba el primer gran paso en su carrera como internacional: aún siendo de los más jóvenes de la plantilla, la calidad de Pavel le obligaba a llevar el peso del equipo.

Los checos quedaron segundos en la fase de grupos: empezaron con una derrota —paradójicamente, frente a Alemania—, vencieron a Italia en el segundo partido y empataron con Rusia en el tercer encuentro.

El choque contra Italia fue especialmente tenso. Los checos sabían que prácticamente se jugaban la clasificación en ese partido; si perdían, los italianos y los alemanes les privarían del pase a la siguiente ronda. Cuando apenas se habían jugado cinco minutos de partido, sin embargo, apareció un chaval rubio —aún sin melena— y remató un centro al fondo de las mallas de Angelo Peruzzi: el joven Nedvěd abrió el camino para la victoria de su equipo. Tras este triunfo, los checos escalaron hasta la segunda posición; Italia quedó fuera.

[daily_motion src='//www.dailymotion.com/embed/video/xysntz' width='480' height='270']Tras ganar a Portugal en los cuartos de final —un partido que Nedvěd no pudo jugar por sanción—, los checos se enfrentaron a Francia en un aburrido partido que acabó en penaltis. En la final, los checos volvieron a cruzarse con Alemania; el mencionado gol de oro de Bierhoff enterró sus sueños europeos.

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Nedvěd no estuvo seleccionado en el mejor once del torneo, pero su desempeño enamoró a media Europa; su actuación, de hecho, le valió el billete para irse a Roma. El joven León de Praga dio un auténtico recital en un equipo sorprendentemente bueno: esa primera Eurocopa le permitió mostrar su excelsa técnica con ambas piernas.

Lo que más gustó al mundo, sin embargo, fue la capacidad de sacrificio y resistencia física de Nedvěd. El checo corría como un diablo los 90 minutos y los que tocaran de prórroga; durante su etapa en Italia le llegaron a comparar con Gennaro Gattuso gracias a su tremenda resistencia. Su físico y su técnica le hicieron destacar en los campos ingleses en 1996: fue ahí donde nació el Pavel Nedvěd que todos conocemos. El resto es historia.

Declaración final

"El fútbol cambió tanto que ya casi no hay comunicación en los vestuarios. Van todos con los cascos y la música a tope; es imposible hablar y saborear ese momento previo al partido"

Pavel Nedvěd, futbolista con principios

Nedvěd no solo hizo historia por su juego dinámico, sorprendentemente lleno de variantes, o por su compromiso dentro y fuera del campo con el equipo. El checo es de los de la vieja escuela: curtido en campos que se parecían más a patatales que a los perfectos estadios europeos, Pavel creció en una época donde las figuras aún se hacían durante los 90 minutos de partido.

Nedvěd no pertenece a esa clase de futbolistas-rockstars que aparecen en portadas de revistas del corazón, ni ha sido la gran estrella de ninguna marca mundial. Pavel es de los de antes. Posiblemente, de hecho, el checo represente a la perfección esa última generación antes de la locura económica, de los dispendios inmensos y los contratos multimillonarios: vivió el cambio, pero se quedó en la etapa anterior.

El León de Praga creía que lo mejor era predicar con el ejemplo y no se le caían los anillos a la hora de enfangarse si era necesario. Imagen vía Reuters

De algún modo, Nedvěd es más del fútbol como amor y no como profesión: por esto fue un líder en el vestuario de la Juve y en su selección pero nunca copó ninguna portada por ningún comentario fuera de lugar. Pavel necesitaba alardear delante de las cámaras para tener fuerza en el vestuario. Entrenaba con gorro y bufanda, sin que se le viera casi la cara, cuando hacía un poco de frío… pero no para lucir o destacar, sino porque así se sentía cómodo.

Aún me lo imagino viendo a un chaval joven en apuros y lanzándole una mirada de apoyo con sus ojos claros —una mirada que valía más que mil palabras de ánimo. También me lo imagino con el ceño fruncido, recriminando algunas actitudes a los más dicharacheros, con esa misma expresión facial que tenía su semblante antes de un partido importante.

"Es su estilo", explican aún en Turín cuando se pregunta por su fobia a las cámaras. "Pavel es así".

_El autor es bastante menos reservado que _Nedvěd_ en Twitter, donde por cierto se declara profundo fan del checo:_ @21pauriera