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respetémonos a nosotros mismos

Neymar está harto de que se metan en su vida privada —y tiene razón

Hace pocos días, un periodista recriminó a Neymar Jr. que saliera mucho de fiesta. ¿Qué derecho tenemos los aficionados de meternos en la vida privada de los deportistas?
Foto de Brad Penner, USA TODAY Sports

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Todo el mundo conoce a Neymar Jr. Más allá de ser uno de los mejores futbolistas de la actualidad, el brasileño es una gran máquina de hacer dinero: patrocinadores, publicidad, trofeos con el FC Barcelona y con la selección carioca… el jugador está de moda y convierte en oro todo lo que toca, pero eso también tiene consecuencias.

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Neymar es un chaval joven. Tiene 24 años y está forrado de pasta: es bastante comprensible que quiera salir de fiesta, irse de vacaciones, conocer a famosos de todo tipo y follar como un tarado. ¿Qué tiene eso de malo?

Pues parece que para algunos no está tan claro. Tomemos como ejemplo el lamentable episodio de hace unos días en una rueda de prensa previa a los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. Está claro que para la selección brasileña, que pasa por horas (muy) bajas, el título olímpico sería un buen bálsamo, y por lo tanto que la presión es notable; aún así, la pregunta que puedes ver a continuación está muy fuera de lugar.

Más allá de si Neymar sale mucho de fiesta o no, inquirir por el compromiso de los atletas con la evidente intención de meterse en su vida privada es una línea que los periodistas no deberían cruzar. Es conocida la pasión fervorosa de los brasileños por el fútbol, así como la exigencia que imponen a sus jugadores, pero ello no puede justificar el intrusismo en la vida privada de nadie.

Es cierto, por otro lado, que no son pocos los casos de jugadores brasileños que han echado a perder su carrera por su afición a la fiesta: de buenas a primeras podríamos sacar a colación a Ronaldinho, que tras tres años maravillosos en Barcelona perdió la forma y el interés por el juego de élite. No obstante, ¿es Ronaldinho el espejo de todos los brasileños? ¿Qué hay que decir de Romário, que salía de fiesta todos los días pero era abstemio? ¿Y Kakà, que a pesar de su santurronería apenas jugó un año bueno en el Real Madrid?

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Al final, toda esta cuestión se reduce a una pregunta muy simple: ¿es que Neymar no puede hacer lo que le dé la puta gana en su tiempo libre, mientras no haga daño a nadie? Máxime teniendo en cuenta que Neymar, al menos que se sepa, nunca ha faltado a un entrenamiento por la típica 'gastroenteritis' de Ronaldinho, ni nunca ha dado positivo en un control por sustancias prohibidas de ningún tipo.

"Me gusta salir y divertirme con mis amigos", dijo Neymar a Reuters. "También tengo familia, así que por qué no puedo ir a las discotecas. Puedo y lo haré. Soy muy consciente de las obligaciones que tengo. Voy a seguir saliendo y no veo nada malo en eso".

Neymar, who's at Citi Field today, better at soccer than baseball: pic.twitter.com/Gi4tkmq35I
— Andrew Beaton (@andrewlbeaton) May 31, 2016

El verano es un tiempo parco en fútbol —y en deportes en general—, de modo que los medios deben llenar de algún modo sus portadas. Es habitual ver multitud de contenidos sobre "las vacaciones de los futbolistas", como si tuvieran algún tipo de interés más allá del morbo y el chismorreo. El maldito Sálvame del deporte, vamos, porque si no… ¿quién se explica una portada como esta?

Este verano, Neymar ha pasado un mes en EEUU: la tormenta mediática que se ha desatado ha sido de escándalo. Han aparecido fotos en Instagram con famosos como Serena Williams y hemos visto vídeos del futbolista echando unos toques con Justin Bieber, amén de multitud de noticias asquerosamente intrusistas en la vida privada del brasileño que no pienso enlazar aquí.

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Evidentemente, el jugador es libre de compartir sus experiencias en la red si así lo desea: es un individuo libre y faltaría más que alguien se atreviera a censurarle. Lo que no tiene sentido es que periodistas y aficionados aprovechemos el postureo de los deportistas —son seres humanos y tienen una vanidad tan grande como la de cualquier otro, ojo— para juzgarles.

Imaginemos dos escenarios: en el primero, Brasil gana el oro en la competición de fútbol de los JJOO; en el segundo, Brasil cae en la primera ronda. ¿Cómo se trataría toda la información personal de Neymar en el primer caso? "Oh, mírale, qué bien se lo pasa el chaval, qué majo", se diría. ¿Y en el segundo? "Vaya, menudo jeta este tío, pasándoselo bien cuando su selección sufre".

¿Sería distinto Neymar? ¿Habría jugado mejor o peor solo en base a esto?

Es bastante más fácil apuntar con un dedo a un jugador y acusarle de fiestero que intentar analizar los problemas colectivos de un equipo. Foto de David Mercado, Reuters

En una respuesta sorprendentemente razonada y madura, Neymar dijo al periodista que cualquier valoración de la prensa debía hacerse sobre su rendimiento en el campo: el resto del tiempo del jugador —y de cualquier otra persona en general— es personal, y mientras no cometa ilegalidades ni haga daño a nadie, cada uno es libre de aprovecharlo como quiera.

El problema aquí, evidentemente, es que medir los picos de rendimiento en base a los ciclos de preparación física es aburrido para el aficionado de a pie. Tampoco es especialmente excitante desmenuzar los detalles tácticos de cada partido y la estrategia general del entrenador para intentar entender por qué un futbolista concreto rinde mejor o peor, o intentar entender los problemas crónicos de una selección mal dirigida y faltada del talento individual que la caracterizó en otras épocas.

No: decir que tal futbolista "va de fiesta todas las noches" es mucho más sencillo, da muchos más clics y vende muchos más periódicos.

Al final de su declaración, Neymar soltó la pullita de "tengo 24 años y muchos logros". Objetivamente, eso seguramente esté de más, pero… ¿si un tío te pregunta si sales demasiado de fiesta frente a todo tu país con el objetivo de desacreditarte, acaso no tendrás ganas de mandarle un poco a la mierda?

El autor también se monta sus fiestas en Twitter: @Mike_Vorkunov