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you cannot be serious

Villanos: John McEnroe o cómo sacar partido a un buen cabreo

El estadounidense John McEnroe ganó nueve torneos Grand Slam, pero no fue el tenis lo que consolidó su leyenda. Su mala leche y su condición de bocazas le convirtieron en un icono mundial.
Foto de Mark Baker, Reuters

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Bienvenidos a la segunda entrega de la serie Villanos, hoy con un estadounidense cascarrabias que le dio una nueva dimensión de espectáculo al circuito de la ATP de tenis: John McEnroe, Wiesbaden (Alemania), 1959. Hemos querido recordar las mejores anécdotas de su trayectoria profesional.

Cuando forrarse es cuestión de gritar

"Antes me quitaban dinero por gritar: ahora, cuanto más grito más me pagan". Así explicaba su éxito John McEnroe, en pocas palabras, en su última aparición en Barcelona. Era 2006, tenía ya 46 años, y más que un exjugador de tenis profesional, lucía pintas de un papá cosmopolita del montón intentando dar cuatro golpes con la raqueta en el torneo sénior disputado en el Real Club de Tenis de la Ciudad Condal.

Por supuesto, conservaba intacta la magnífica volea que le aupó en sus comienzos. El público barcelonés recompensó cada golpe con aplausos y le animó a inventarse alguna bulla. Acostumbrado a llevar su carácter volcánico a todos los rincones del mundo, McEnroe encajó el desafío… pero no estalló en cólera como en sus mejores tiempos.

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Qué desperdicio, debió pensar parte del escaso público que asistió al encuentro en un jueves laborable. El personaje bullicioso traspasó al excelente deportista que fue en el pasado el tenista estadounidense, que sin embargo siempre tuvo claro que era un showman. "Es un poco triste, pero sí, sé que lo soy. En el fondo estoy contento porque sé que se me da bien", reconocía.

Su brillante estilo se combinó a la perfección con sus dotes de actor dramático para crear un personaje que traspasaría la raqueta para siempre.

Las voleas y un saque demoledor, las mejores armas de McEnroe durante su trayectoria profesional más allá de su lengua. Imagen vía Wikimedia Commons

McEnroe fue un talento precoz que se destapó en la hierba del All England Club de Londres. Con 18 años, en 1977, alcanzó las semifinales de Wimbledon, en las que cayó ante Jimmy Connors, que después se convertiría en uno de sus grandes rivales. Un año más tarde ganó su primer título profesional y en 1979 conquistó su primer Grand Slam en casa, en el US Open.

Épica y polémica en la hierba

La leyenda nació más tarde gracias a una frase que ha pasado a la historia del tenis. "You cannot be serious!" —"¡No puedes hablar en serio"!—, le gritó al árbitro principal en la primera ronda de Wimbledon en 1980.

Según su punto de vista, la pelota había tocado la maldita línea y el refinado señor British sentado en esa silla ridícula era un miope de campeonato.

En esa edición del clásico torneo londinense, McEnroe avanzó a base de improperios y raquetazos de calidad hasta la gran final, en la que le esperaba el cuatro veces campeón Björn Borg. El estadounidense se presentó al gran día tras calentar el ambiente con estas declaraciones:

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"No importa lo malo o bueno que yo sea como persona o jugador, lo que importa es que tengo más ganas de ganar el torneo que mi rival porque él lo ha ganado cuatro veces seguidas. Además no creo que el público quiera ver ganar siempre al mismo. Eso es simplemente ridículo", comentó a los medios.

La final empezó con un demoledor 6-1 para el aspirante, que sin embargo vio como el enorme talento del sueco se reafirmaba con el paso de los minutos y conseguía salvar la situación ganando el segundo set 7-5. Con 5-2 en el tercer set, McEnroe no pudo aprovechar cinco bolas de break y cedió la manga al gélido Borg.

En el cuarto set llegó el que para muchos es el mejor tie-break de la historia. Golpes y más golpes, el público sin aliento y los jugadores con las raquetas de madera agarrotadas. Cada punto concedido era una machada horrible para el rival, y el toma y daca fue constante.

Hasta el 8-7, McEnroe no consiguió su primer punto de set, pero lo desaprovechó y Borg tuvo hasta siete puntos de campeonato que el estadounidense desbarató uno a uno. Finalmente, forzó la quinta manga tras un impresionante 18-16 en el tie-break.

Borg acabó imponiéndose por un 8-6 en el último set ante ese niñato bocazas de 21 años, que ese día se hizo mayor y se ganó el respeto hasta de los aficionados más conservadores. 1–6, 7–5, 6–3, 6–7(16–18), 8–6: una secuencia que definió el resto de rivalidades históricas que estaban por llegar.

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Borg y McEnroe, enemigos dentro la pista y amigos fuera de ella, marcaron una época dorada del tenis en los setenta y los ochenta. Fire & Ice —fuego y hielo—, un documental de la HBO de 2011, relata la historia entrelazada de dos grandes campeones.

"Lo que quedó en la historia como una batalla fue lo que nos unió definitivamente como amigos. Aquel tie-break diabólico, aquel partido infernal", explicaría más tarde Big Mac.

"Me dopaban como a un caballo"

Tras esa odisea en Wimbledon, McEnroe se tomó la revancha en los siguientes Grand Slams en los que se midió al sueco. Le ganó en casa, en el US Open y el próximo año le devolvió la moneda en la mismísima hierba del All England.

Entre 1981 y 1984, el estadounidense sería número uno del mundo al finalizar cada curso tenístico. En total sumó 170 semanas en la cúspide y en su carrera acumuló 77 títulos ATP individuales y 78 en la categoría de dobles. Ganó nueve Grand Slams en total: cinco en Londres y cuatro en Nueva York.

McEnroe y Borg, una revivió la llama competitiva del tenis y se convirtió en el arquetipo de rivalidades posteriores como la de Nadal y Federer. Imagen vía HBO

En 2004, desde su retiro, McEnroe copó los titulares de la prensa deportiva al admitir que se había dopado. "Durante seis años no supe que me estaban dando un tipo de esteroide legalizado para el uso en caballos hasta que decidieron que era incluso demasiado fuerte para los propios caballos", explicó el extenista y por entonces comentarista televisivo a un periódico británico.

Es probable que sus mejores años coincidieran con los del dopaje, ya que a partir de 1985 McEnroe hizo poco más que ser la pesadilla de los jueces de silla. Eso sí, se retiró en 1992 por todo lo alto ganando su quinta Copa Davis junto al Dream Team del tenis: Sampras, Agassi, Courier y él mismo.

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Su mala leche le convirtió en la antítesis del estilo refinado y pijo del deporte de la raqueta. Las salidas de tono del jugador revitalizaron el interés global por el deporte y dejaron patente, una vez más, que cada historia necesita a su villano predilecto para cerrar el círculo.

"¿Qué le dirías a un niño que tira la raqueta o se queja al juez?", le preguntaron en una charla organizada por The New York Times en 2013. "Aunque me sorprende, es algo que ocurre muy pocas veces", contestó. "De hecho me decepciona", añadió con una sonrisa pícara para provocar las carcajadas de los espectadores.

"La verdad es que no empecé a perder la cabeza hasta que cumplí los 18, se me giró un tornillo y ya no me pude controlar", aseguró McEnroe, que a pesar de ser un cabroncete de primera siempre supo sacar una sonrisa a los aficionados del tenis.

Trump you cannot be serious!!!
— Pseudo McEnroe (@McEnroeTweets) 9 de marzo de 2016

El culto a McEnroe se ha trasladado a las redes sociales en forma de fakes y bromas.

El nacimiento de 'Big Mac'

Entre los apodos más curiosos del deporte, McEnroe tiene uno de esos que están en la cúspide. Al menos en mi opinión. Johnny Mac para los amigos, también era conocido com Big Mac. Sí. Estarás pensando lo mismo que pensé yo: ¿por qué le pusieron nombre de hamburguesa?

La pregunta no tiene respuesta, al menos en el departamento de atención a los clientes de la famosa cadena de comida rápida. La Big Mac empezó a comercializarse en Estados Unidos en 1968 y se convirtió en un fenómeno popular en 1974 a través de su eslogan: "Two all beef patties, special sauce, lettuce, cheese, pickles, onions on a sesame seed bun…"

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Perdón, se me había ido la cabeza a la comida… Podríamos decir que el 'Gran Mac', nuestro protagonista del Villanos de hoy, aportaba lo mismo que el Big Mac comestible al nada refinado paladar de los estadounidenses.

Intensidad, novedad, cantidad, salsa y, sobre todo, un estallido de sensaciones (traducidas en exabruptos). La oleada McEnroe llegó poco después que la celebrada hamburguesa, así que nada más americano que ponerle ese nombre.

Sea como sea, igual que The Economist usa el Big Mac para valorar el coste de vida en los países, nosotros podemos utilizar el índice Big Mac para clasificar las rabietas de los tenistas de nuestra generación.

No me alargo más, pero sin duda Rafa Nadal estaría muy arriba en la lista de McEnroes del siglo XXI.

En resumen: John McEnroe, genio y figura.

Sigue en Twitter al autor de este texto, que jugó a tenis de pequeño pero no pasó del saque de cuchara: @GuilleAlvarez41