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dos cervezas por favor

El 'Dream Team' de la farra: mezclar deportes y fiesta, o cómo vivir al borde del abismo

La relación entre fiesta y deportes es compleja y difícil de gestionar: algunos lo lograron con naturalidad, como Romário; otros, como Gascoigne, pusieron en serio riesgo su vida.
Foto vía WikiMedia Commons

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Por mucho que parezca lo contrario, el alcohol no está peleado con el deporte. Sí, sé que diréis que cualquier tipo de droga va en contra de los principios deportivos básicos; pero una cerveza posterior a un partido, en una comida, en una fiesta o en cualquier evento que se desee, no está mal vista. La inmensa mayoría de deportistas, que no dejan de ser seres humanos a pesar de todo, lo hacen con normalidad.

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Como en el caso de cualquier ser humano, sin embargo, cuando llegan los excesos la realidad se distorsiona: es ahí donde comienzan las historias de deportistas que arruinaron su carrera —o su vida entera— por consumir alcohol.

Dennis Rodman ha tenido varias recaídas en su alcoholismo. Una de las últimas, tras viajar a Corea del Norte. Foto de EFE.

"Cuando empieza a beber, no puede parar. Ese asunto ya había sido superado, pero volvió a aparecer a raíz de una serie de problemas privados", aseguró Mario Braz, directivo del club brasileño Flamengo, sobre el delantero Adriano Leite Ribeiro, el 'Emperador'.

El futbolista de Río de Janeiro, un auténtico ídolo para los fans del Pro Evolution Soccer 6 (ah, esa delantera del Inter con Zlatan…), poseía talento enorme —solo comparable a los gravísimos problemas que arrastró en cada uno de los equipos en los que jugó a causa de su alcoholismo. A Adriano también se le ha relacionado con consumo de drogas y con grupos dedicados al narcotráfico en su país natal.

Son comunes las historias de atletas que se ven obligados a detener su periplo deportivo, aun estando en la élite, para internarse en centros de desintoxicación. Tal fue el caso de Mike Tyson, uno de los más feroces boxeadores de las últimas décadas. Su carrera ha provocado el derrame de ríos de tinta; lo ganó todo, tuvo fama, mujeres, dinero y poder, y lo acabó desperdiciando hasta acabar prácticamente en la miseria. Sus excesos con el alcohol y las drogas hundieron una carrera que fue histórica, pero que pudo haber sido mítica.

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"Fui un alcohólico al borde de la muerte. No he tomado alcohol o consumido drogas en seis días y eso para mí es un milagro. Le he mentido a todos los que piensan que he estado sobrio. Este es mi sexto día. Nunca más voy a consumir", dijo el propio Tyson en una ocasión.

También existen casos menos severos. Hay algunos deportistas, como Romário, que no parecen capaces de competir si previamente no acuden a una fiesta. El astro brasileño ha asegurado en más de una ocasión que no rinde igual en el campo si antes no tiene una noche loca… en la cual, imaginamos, no faltarán los excesos de todo tipo (aunque Romário defiende que es abstemio).

"Sí no salgo por las noches, no marco goles. La noche siempre ha sido amiga mía", aseguró Romário. Foto: Wikimedia Commons.

Romário, de hecho, se hizo famoso en Barcelona por seguir una rutina distinta a los demás jugadores: se decía que, mientras la mayoría se levantaban por la mañana para ir al entrenamiento, él venía directo de la fiesta previa, entrenaba y se iba a dormir después.

El año del crack brasileño en Barcelona fue histórico (terminó la campaña 1993-94 con 30 goles solo en Liga), pero la derrota del Barça en la final de la Copa de Europa en Atenas frente al Milan y los problemas disciplinarios del brasileño terminaron minando la relación de Romário con el club hasta finalmente destruirla.

En el otro lado de la trinchera están los entrenadores, que sobre el papel deberían ser quienes ayudasen a los atletas a controlar sus impulsos. Algunos técnicos pueden aceptar los excesos; otros no los toleran de ningún modo. Hay quienes entienden que el alcohol se puede consumir, siempre y cuando haya un límite entre lo razonable y acabar borracho.

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"Una cerveza y una copa de vino no tienen nada que ver con la alimentación de un futbolista. Les damos permiso para beber en las barbacoas, ya que eso no tiene nada que ver con la disciplina de un grupo. Lo importante es saber cuándo se debe tomar una cerveza", explicó en una ocasión el entrenador Miguel Herrera, hasta hace poco seleccionador de México.

No solo los jugadores más excéntricos pueden caer en el alcohol. Los casos de Dennis Rodman o de Paul Gascoigne son seguramente los más famosos por la extravagancia rayana en la locura de sus protagonistas, pero también existen historias de atletas teóricamente centrados que estuvieron a punto de tirar su carrera por la borda debido a su afición a la botella.

Mi nombre es Tony y soy un alcohólico

Entre estos casos destaca el de Tony Adams. Capitán del Arsenal inglés y hombre fuerte de una defensa férrea en los tiempos previos a Arsène Wenger (cabe recordar que antes de la llegada del entrenador francés, los 'gunners' eran conocidos por el pragmatismo de su juego: no en vano en los campos de Inglaterra les cantaban "Boring, boring Arsenal"), Adams estuvo a un paso de retirarse del fútbol en plena carrera debido a sus problemas con el alcohol.

Fue precisamente Wenger quien consiguió que Adams, 'Mister Arsenal', dejase de lado el whisky y se centrara en el fútbol. Así lo reconoce el jugador en su biografía Addicted, donde cuenta cómo bajó a los infiernos de la adicción —y volvió.

Si hablamos de deportes y adicción al alcohol, sin embargo, no podemos no mencionar al legendario George Best. ¿Ha existido jamás algún jugador con una relación más abierta y amorosa con la botella que el norirlandés? Puede, pero difícilmente algún otro sería capaz de decir una frase como la más célebre sentencia de Best:

Gasté un montón de dinero en alcohol, mujeres y coches rápidos. El resto lo malgasté

Best falleció en 2005, no sin antes haber soltado más frases lapidarias: "Tenía una casa en la costa y para llegar a la playa tenía que pasar por un bar. Nunca llegué a ver el agua", afirmó una vez.

La bebida une, pero también destruye. Echar una cerveza es una delicia para muchos: echar unas cuantas puede ser una fiesta. A partir de la vigésimo tercera, la cosa empieza a descontrolarse: y si jamás habéis visto la última y triste versión de Paul Gascoigne, entenderéis por qué es ciertamente mejor no ir más allá de la líneas rojas.