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Comida

Los huevos orgánicos no son tan saludables como crees

Amamos la idea de comer huevos que provienen de gallinas alimentadas con una dieta orgánica; pero las aves no están felices con esto, no están bien nutridas.

Es difícil ser un consumidor consciente. En un minuto todo el mundo te dice que la quínoa es la respuesta a cualquier problema que cause miseria en tu vida —gordura, acné, la eterna soledad—; pero al siguiente minuto te das cuenta de que has estado cultivando una obsesión occidental con un cereal falso que está arruinando las vidas de los bolivianos y los peruanos. Primero te sientes bien por cambiar las salchichas reales por las vegetarianas, pero luego te enteras de que se trata de una mezcla de químicos procesados y reforzados con un montón de sodio. Bueno, por lo menos te quedan los básicos: carne de vacas que fueron alimentadas con pasto y huevos que provienen de pollos que crecieron con alimento vegetariano. ¿Verdad, verdad?

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Pero espera, hay más.

Como un reciente artículo de The Washington Post discute, el hecho de que los pollos que parieron los huevos de tu desayuno hayan sido alimentados con una dieta vegetariana puede hacerte sentir bien cuando miras la etiqueta del empaque. Porque claro, es fácil yuxtaponer esa idea con la horripilante imagen mental de los pollos de fábrica comiendo de un tubo una masa de engrudo hecho con sus hermanos, hermanas y bebés pulverizados. Pero mientras las compañías de huevos orgánicos festejan las dietas libres de carne —quizás más saludables y más éticas—de su rebaño; los pollos no están tan entusiasmados.

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Sucede que los pollos son animales omnívoros. Son felices sacando gusanitos y otros insectos de la tierra para comérselos de un bocado, como seguramente recuerdas de los dibujos animados. Como a muchas otras aves omnívoras, a los pollos les gusta mucho la carne. No solo eso: la necesitan. Y si no la comen, pueden enfermarse.

Los pollos necesitan nutrientes, igual que los humanos, para ser sanos. Entre los más importantes, está el aminoácido esencial llamado metionina —los humanos lo obtenemos de las semillas, el pescado, algunas carnes y, ¡sí, adivinaste!, de los huevos—. Según las leyes de la comida orgánica, la metionina es un suplemento permitido en las granjas orgánicas de pollos. Pero no todas la incluyen en la dieta, y cuando lo hacen, casi siempre se trata de una versión sintética; que además se distribuye en niveles muy por debajo del límite establecido por el reglamento —límite que indica la buena o mala alimentación del ave—. Los granjeros le dicen al Post que los pollos alimentados con maíz y soya son mucho más violentos, se vuelven frenéticos buscando insectos donde pueden e incluso se dan picotazos entre ellos para pelearse por el alimento. Y bueno, los pollos que crecen en el pasto tienen de dónde encontrar proteína, pero los que viven en los establos no tienen ese lujo.

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Y la industria sigue creciendo: en México hay un aproximado de 12 mil granjas de gallinas orgánicas, con 20 mil aves en cada una, aproximadamente; y en Estados Unidos se produjeron casi mi millones de huevos orgánicos en 2008. Entonces, el problema es serio.

«No está bien que estemos forzando a los pollos a esta dieta. Es crueldad. Se supone que tenemos gente que se preocupa por el bien animal. ¿Dónde están esas personas?», le dijo al Post Ernie Peterson, de la Cashton Farm Supply de Wisconsin.

Para aquellos granjeros que pueden proveer pasto a sus pollos, el problema de la metionina no es preocupante; pero para los que no tienen áreas suficientes para que sus gallinas estén afuera, en las pasturas, la alimentación vegetariana siemplemente no sirve. Contrario a lo que se nos ha hecho creer a los consumidores.

Si los pollos no obtienen sus gusanitos, no obtendremos huevos saludables. Nunca.