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Elementos básicos de estilo: El jab

El jab es tan personal para un luchador como su firma o huellas dactilares pero, además, puede aparecer de muchas maneras dependiendo de la situación.
Photo by Richard Mackson-USA TODAY Sports

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Si pelear es considerado un arte, entonces tendríamos que observar el jab de un luchador de la misma forma que vemos a un pintor hacer trazos con el pincel. Sin embargo, nunca pintarías la sala de tu casa con un pincel para acuarela, y un pintor tendría problemas para hacer retratos con un rodillo. En el mundo de los deportes de combate, la ciencia que hay detrás de las peleas recibe el trato, en ocasiones, de los absolutos —Joe Louis tenía un pésimo juego de piernas porque no era como el de Muhammad Ali y viceversa— pero la verdad es que existen diferentes trazos y diferentes pintores, y que los golpes son maneras de cumplir un fin. La forma en la que un luchador manipula el ritmo, el poder, y los tiempos de las técnicas más simples pueden ayudarle en el momento de pelear o trabajar en su contra. Cuando se habla del jab, muchos piensan en el jab de Ali, que parecía un látigo. Este movimiento fue la fundación de su legendaria carrera, pero contradecía muchas cosas que se decían del boxeo en aquella época.

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Sonny Liston, campeón del mundo cuando el joven Cassius Clay estaba en ascenso, tenía un jab que llegaba a la cabeza de sus oponentes y recorría sus cuerpos hasta llegar a los pies. Era como un pistón que muchos boxeadores consideraron adecuado para "cazar" a su rival. Ali tenía un jab como lengua de una serpiente que lanzaba son su mano abierta dentro del guante. La lógica simple dictaba que el golpe más largo y fácil de Liston sólo tenía que conectar a Clay unas cuantas ocasiones para marearlo y prepararlo para un derechazo, mientras que Clay tendría que conectar su jab varias veces y correr el riesgo de ser contragolpeado. Sin embargo, la velocidad y movilidad de Clay hicieron todo el trabajo conforme salía de su posición y daba vueltas al cuadrilátero por un instante para sacar su jab dos o tres veces.

A Muhammad Ali no le interesaba noquear a sus rivales con su jab, no era su propósito. Para ello contaba con otros golpes, pero era más fácil conectarlos sobre alguien que ya había sido cegado a la distancia. Pero quiénes somos nosotros para decir que el jab de Ali era "mejor" que el izquierdazo repentino de Jim Driscoll o Jimmy Wilde. Ambos galeses, algunas décadas antes de Ali, representaron el regreso a la "escuela británica" de boxeo. Driscoll y Wilde creían que la izquierda era para golpear lo más fuerte posible. Al poner todo el peso de sus cuerpos en sus izquierdas, las manos derechas de Driscoll y Wilde que les sucedían serían nombradas "golpes puros" por Jack Dempsey. En Championship Fighting, Dempsey defendía transferir todo el peso al jab dando un paso, y supuestamente el gran Joe Gans daba un brinco cada vez que lanzaba un jab mientras se inclinaba hacia delante.

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Después de ver este tipo de jabs en boxeadores como Floyd Mayweather y Junior dos Santos, no hay duda que el jab no puede ser algo más que un jab. De hecho para los golpes pesados y puros que algunos luchadores emplean con el jab, uno podría seguir los consejos de Dempsey y llamarlo un "jalón", una especie de golpe completamente diferente.

Pero un jab no tiene que ser necesariamente "puro" y contener el peso del cuerpo para ser un golpe sólido. El jab favorito de Sugar Ray Robinson consistía en lanzar el brazo derecho solamente y sus pies no seguían el movimiento de su parte superior del cuerpo, pero aplanó cientos de narices de esta manera y fue clave en su carrera. El jab es una herramienta y los mejores luchadores saben que en ocasiones es mejor alejarse de sus variaciones favoritas. George Foreman inició su carrera con un recto seco como el de Liston.

Sin embargo, en su segunda etapa sobre el ring, Foreman ya había adoptado la combinación con guardia cruzada de Archie Moore y conectaba sus jabs con la parte trasera de su mano.

Golpear, a la ofensiva o contraofensiva es uno de los propósitos principales del jab. Incluso si las fortalezas de un luchador no tienen que ver con su jab, éste puede usarlo con dicha intención. Uno de los mejores ejemplos del uso del jab como arma transitoria es Roberto Durán. Durán era un boxeador completo, uno de los mejores, pero es particularmente interesante porque derrotó a rivales que eran mejores que él en corta y larga distancia, pero sabía adaptarse y tender trampas. Cuando se enfrentaba a alguien que sabía manejar su distancia, Durán lanzaba su jab desde una distancia que apenas infligía daño, en esencia un rango de roce más que de golpeo. ¿Por qué lo hacía? Buscaba una reacción.

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Por supuesto, sin una reacción de su rival Durán podía acercarse un poco más y atacar moderadamente, pero cuando sus rivales reaccionaban solía atacar con sus mejores golpes.

En ocasiones, Durán lanzaba su jab con su pie derecho ligeramente detrás de su pierna izquierda, y esto evitaba que sus oponentes conectaran golpes importantes. Pero después de cada lanzamiento, Durán movía su cabeza. No importaba si era un derechazo, una izquierda, o cualquier otro tipo de golpe, conforme el jab de Durán regresaba, éste se movía para iniciar un nuevo ataque. El jab de su rival servía para provocar huecos que Durán aprovechaba. Casi siempre optaba por un derechazo abierto sobre las costillas por debajo del brazo extendido.

O con un gancho de izquierda al hígado o plexo solar.

Y, por supuesto, Durán siendo Durán con un par de golpes un poco bajos.

Los oponentes de Durán que eran mejores peleando desde fuera solían soltar el jab en cada oportunidad disponible, pero al provocarlos Durán tenía la oportunidad de acercarse y lanzar sus golpes más fuertes. Por otro lado, con un luchador que manejaba la corta distancia, Durán podía golpearlos mientras se acercaba e inmediatamente evitaba el intercambio al salirse de la distancia.

Aunque Durán prefería trabajar el cuerpo mientras sus oponentes lanzaban el jab, en ocasiones su técnica resultaba ser un poderoso contragolpe: se movía hacia el lado del codo del jab de su oponente y los conectaba con su derecha.

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Sorprendentemente, una gran cantidad de las peleas de Durán terminaron con el estándar uno-dos. Tan pronto su jab parecía inofensivo y su rival comenzaba a tratarlo como una distracción para atraer un contragolpe, Durán se acercaba y lanzaba el viejo uno-dos.

Incluso Roberto Durán, cuyo jab no era famoso por su rapidez y concisión, fue capaz de ejecutar su mejor trabajo como resultado directo del uso de este golpe. La verdad es que cualquier golpe puede ser manipulado de formas que puedan hacer daño o atraer al rival. Un luchador lanzará miles de jabs a lo largo de su carrera, más que cualquier otro golpe. Puede ayudarle o crearle problemas dependiendo de cómo entienda la pelea o su propio estilo. Lo que es claro es que, sin duda no existe luchador que no se haya beneficiado de lanzar un jab.

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