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Cultură

La escuela del jaco: así educan los yonkis a los hijos de los camellos en España

Los hijos de la gente que vende droga en su casa suelen convivir con todos los drogatas que visitan a sus casas.
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Antes que nada, cuando pienso qué soy, me respondo a mí mismo que soy educador. Estudié Ciencias de la Educación (el común Magisterio, de los maestros de toda la vida) y lo hice de forma vocacional, porque llevaba muchos años ya trabajando en lo que se conoce como "educación no formal". Luego por cuestiones de la vida, el azar y las propias elecciones, pues uno acaba de camarero, o en un todo a 100, si es que no te da antes por ponerte a vender farlopa, asqueado de las posibilidades laborales que te dejan. Pero eso no quita para que mi mirada siga siendo la de un maestro, a la hora de observar las cosas y en concreto las interacciones donde se dan aprendizajes.

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Aunque tengo bastante experiencia en el aula -no solo con niños, también con adultos- creo que he pasado mucho más tiempo de mi vida en otros entornos donde se produce eso, que también es educación aunque no ocurra en el contexto de un aula y una programación reglada. Uno de ellos, que me tiene mágicamente perplejo, es el de los hijos de los vendedores de drogas al por menor y su interacción con los personajes que pululan por sus casas.

Reconozco que he estado a punto de decir "los hijos de los gitanos que venden drogas en sus casas" en lugar de "los hijos de los vendedores", pero lejos de ser una cuestión semántica o de estereotipos, son los hijos de los gitanos que venden drogas de los que quiero hablar, por sus peculiares características. He trabajado en educación con gitanos y la inmensa mayoría de ellos no tienen que ver con las drogas, y menos con el menudeo. Y conozco más vendedores de cocaína "payos" que gitanos. Pero al mismo tiempo conozco bien los barrios marginales de las ciudades españolas y los poblados de la droga como Valdemingómez, y es algo que ocurre dentro de esa "estructura" de lo que voy a tratar.

Si a esos tipos les llamase de golpe pedagogos, a lo mejor me soltaban 4 hostias por si acaso, pero no dejarían de serlo.

Imaginad esta escena con total normalidad:

"Un niño de unos 4 años de edad entra corriendo en una habitación donde hay más de 5 personas consumiendo cocaína y heroína fumada, expulsando los vapores al aire que todos respiran. Además, lleva los cordones desatados lo que hace que en un momento dado los pise y caiga de morros, haciéndose un aparatoso corte en el labio, con mucha sangre pero sin gravedad.

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Inmediatamente 3 de esas personas que estaban fumando en plata, sentados en sus sillas y cada uno a su aire, reaccionan de golpe dejando de consumir, yendo a socorrer y a atender al niño. Le recogen con cuidado, le calman el llanto, le distraen, le limpian la herida con algodón y agua oxigenada -que cogen ellos mismos del cuarto de baño de la casa- y mientras esperan que venga su madre o la persona al cuidado de la criatura, le enseñan cómo atarse los cordones de los zapatos él mismo, mediante una canción que le va explicando -con sencillas figuras- cómo hacer una lazada con los dos cordones".

Seguramente si a esos tipos les llamase de golpe pedagogos, a lo mejor me soltaban 4 hostias por si acaso, pero no dejarían de serlo. La palabra pedagogo hace referencia al esclavo culto que estaba al cargo de la educación del niño, educación que incluía saber andar (en lugar de gatear) y que de ese mismo trabajo viene la palabra (los que enseñaban a andar al infante). Posteriormente el concepto se amplió a una educación más culta, en la medida que amos y esclavos lo eran, y a una edad más allá de lo que es el tiempo del control motor y la bipedestación.

Esta escena es algo que he vivido, de distintas formas, en distintas casas en las que había niños (de muy variadas edades) y a la vez se vende y se consume droga. Aunque no todos los lugares que conozco de este estilo, son llevados por personas de etnia gitana, son en mi experiencia la mayoría. También es donde existe la figura de "la gitana" y la del "machaca" aunque en ocasiones el apelativo de la vendedora de droga no tiene nada que ver con su etnia o raza. El "machaca" por el contrario, casi nunca es alguien de raza gitana.

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La figura de "la gitana" -la Pantoja NO es mi gitana- es una institución en el yonkarreo hispano, y creo que no es posible encontrar un solo yonki en el país que no conozca una o cien "gitanas". Es la que "sirve" (vende) y la que manda en la casa: su voz es ley. También es la que normalmente se desplaza a coger pequeñas cantidades de droga, si es que queda desbastecida, al lugar donde guardan o distribuyen más porque al ser mujer, existe menos probabilidades de que sea cacheada por la policía de forma rutinaria (porque si quieren, te paran y hacen venir a una agente a que te cachee). A pesar de estas arriesgadas funciones, con un fuerte estrés asociado, las "gitanas" suelen soportar a la vez íntegramente el peso de la casa. Eso incluye a "los churumbeles" y la cocina para toda la familia.

Estos adictos, con funciones de pedagogo, que se integran en la estructura de la familia hasta hacerse a veces imprescindibles (o incluso más importantes que la propia "gitana") son los que juegan para entretener a los niños, les leen cuentos, les corrigen los deberes o les ayudan en las redacciones.

Para poder soportar el peso de ese trabajo, cuentan con la figura del "machaca", que es una especie de esclavo moderno que cobra en droga -comida y techo en ocasiones- su tiempo y trabajo. El pago promedio para un machaca de bajo nivel es de 1 micra de droga (cocaína, heroína o mezcla) cada 6 horas de trabajo. Lo justo para que no lo pase mal por abstinencia, pero muy lejos de poder pasarlo bien. Y sus labores incluyen la atención a los niños en primer lugar (y de máximo interés para sus padres), la conducción del coche de la familia, el ir a hacer la compra, controlar a los compradores que van pasando a la casa y todas aquellas funciones que tenga a bien otorgarle "la gitana". No voy a entrar en lo cuestionable del asunto contractual que une ambas figuras, sino en la interacción educativa que esto produce. Porque estos yonkis que ayudan en la crianza y la casa por unas micras de droga, son lo más parecido que encuentro a la figura del pedagogo clásico.

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Dado que no se trata de una interacción puntual, la cotidianidad de este roce entre niños gitanos en ese entorno y payos consumidores de droga, es una interacción educativa de primer orden, para bien o para mal. Seguramente muchos pongan el grito en el cielo al pensar lo que digo: ¡¡drogas y niños juntos no, por Dios!! Yo tampoco soy nada partidario de que haya niños cerca de las drogas, y eso incluye a los padres fumando tabaco y a los bares donde se sirve alcohol. Pero la realidad -como decía Rajoy- es terca. En mi ciudad, cuando yo era estudiante universitario, existían ya dos grupos de educadores que habían empezado a usar "conceptos del mundo de las drogas" para explicar las matemáticas.

Sí. Mientras que a ti en clase te decían "si tienes 3 peras y valen 5 pesetas cada una, cúanto valen las 3 peras?" a ellos lo mismo pero con "micras". ¿Y que son micras? Pues micra es el nombre común que se da en la compra de drogas y que expresa 1/10 de gramo, normalmente de unos 5 euros de precio a día de hoy.

El enunciado de uno de los problemas que vi entonces decía algo así (problema de examen):

"Tenemos una hoja de cuaderno que mide 30 cm. x 15 cm. y que vamos a usar para hacer papelinas. Cada papelina mide 25 cm2. ¿Cuántas papelinas podrás hacer con 1 hoja de cuaderno? Si cada papelina vale 1000 pesetas pero debes pagar 500 pesetas por cada una, ¿qué ganancia te queda?"

En su día el asunto dio mucho que hablar en los círculos donde se comentan estas cosas, pero es cierto que se daban esos abordajes en barrios muy conflictivos por el número de niños que, de una forma u otra, tenían un mejor manejo de los términos del mundo yonki que de los clásicos problemas de trenes para las matemáticas. Y funcionaban. Tal vez no fuera el mejor de los objetos para hacer operaciones, pero los niños aprendían a operar con números, que al fin y al cabo era el objetivo de la asignatura. Eso ocurría en educación formal en un colegio estatal y, personalmente, creo que es algo a aplaudir, sobre todo por el coraje necesario para dar semejante paso a pesar de las represalias subsiguientes. En esos mismos barrios, había niños de menos de 6 años que jugaban a "servirte droga" en papelinas donde te echaban azúcar por cocaína, y detergente por heroína. Hasta conocían la costumbre de regalar una "puntita" (una cantidad mínima de heroína) para "manchar" la base de cocaína. Nada agradable, pero real.

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No siempre todos en la familia están de acuerdo en que "la matriarca" sepa tanto. Sobre todo de números.

Estos adictos, con funciones de pedagogo, que se integran en la estructura de la familia hasta hacerse a veces imprescindibles (o incluso más importantes que la propia "gitana") son los que juegan para entretener a los niños, les leen cuentos, les corrigen los deberes o les ayudan en las redacciones, les ponen bien la ropa, muchas veces les vigilan mientras juegan en el parque y les van a comprar aquello que a los niños se les antoja y que sus padres -casi siempre- otorgan al instante. No es que sustituyan a la figura materna, para nada: la madre siempre es omnipresente, aunque no esté. Mencionar a "la gitana" como recurso en una situación complicada, es como mencionar la soga en casa del ahorcado: llegará y hará justicia, no siempre de la forma más justa, aunque siempre de forma expeditiva y tajante. Pero son estos "machacas" los que en buena parte van educando al niño, como antes educaban los tíos o los abuelos que pululaban por las casas familiares.

Lo que sí me llamó siempre la atención es que precisamente es a "la gitana" a la que se le priva de una posibilidad de aprendizaje, incluso de este nivel. No solo es retirada antes de la escuela en la mayoría de los casos, sobre todo para que no "ande con chicos", sino que es integrada y asumida por la familia como una más para trabajar, en todo lo que la familia trabaje. Esto es ampliable a su posición tras el matrimonio en la mayoría de los casos. Trabajar, pero no conocer. Muchas de las "gitanas" -por no decir la mayoría- no saben leer bien y apenas pueden operar correctamente con números. Y aunque en ocasiones te dicen "me tienes que aprender a leer, a escribir y números" y es una loable cosa el hacerlo, es un punto peligroso a tocar: no siempre todos en la familia están de acuerdo en que "la matriarca" sepa tanto. Sobre todo de números.

Aunque se nos olvide a menudo, la educación es la único arma capaz de cambiar profundamente las cosas, cambiando a mejor a las personas. A todas.

Nota: el autor no tiene nada contra los gitanos ni contra los payos, vendan droga o no, consuman droga o no. El objetivo de este texto es solo hacer notar una interacción educativa muy poco conocida y menos visible por el común de las personas.

Puedes seguir a Alex en @drogoteca.