***En el 2013 la feminista brasileña Juliana de Faria lanzó desde su ONG Think Olga, una campaña en contra del acoso callejero llamada Chega de Fiu Fiu o Basta de Fiu Fiu (Basta de silbar a las mujeres cuando caminan por la calle). Fue una campaña exitosa y una de las primeras en Brasil en hablar de acoso callejero. La campaña llegó a ocho mil mujeres rechazando el acoso callejero online y Faria fue objeto de amenazas, violencia y acoso. A esto se sumó la descalificación usual: no le creyeron. Como no le creyeron cuando fue llamada a hacer un Ted Talk al respecto y contó la historia de su primer acoso a los 11 años. Le dijeron que nadie acosaría a una niña tan pequeña, que "estaba mintiendo para llamar la atención", que hacía la "típica victimización de las feministas".
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En octubre del año pasado, una de las niñas —de 12 años— que concursaba en el reality MasterChef Junior Brasil resultó acosada en redes. El reality tenía muchísima acogida en Twitter y ante la aparición de la niña, muchos hombres comentaron que estaba "muy grandecita" y hasta que era "violable". Ese despliegue de ansias pedófilas, sin consecuencias y sin pena, llegó a las noticias. Las mujeres de Think Olga sabían, desde su experiencia como lo sabemos todas, que ese tipo de acoso es tremendamente normal y contaron sus historias en Twitter usando el hashtag #MiPrimerAsedio. Al comienzo fueron sólo un par de experiencias y algunos RT, pero rápidamente el hashtag se hizo viral. Inspiradas por el ejemplo de quienes estaban contando sus experiencias, las mujeres brasileñas empezaron a contar historias que las mujeres solemos callar, porque nadie escucha, porque nos dicen que somos exageradas, locas, que sólo lo decimos por querer atención. Pero la cantidad de historias fue abrumadora. Llegaron a más de 200 mil tuits y al final del año el acoso a las mujeres era uno de los temas más buscados en Google en Brasil.
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(e)stereotipas. Estefanía Vela y Catalina Ruiz-Navarro.
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Solo podemos sentir respeto y tristeza por la cantidad de historias que han llegado y siguen llegando. Por supuesto, el exito del hashtag se debe a las miles (¿o millones?) de mujeres que tuvieron la fuerza y la valentía para contar sus historias, que a su vez inspiraron a otras para tener ese valor y no quedarse calladas. Para muchas, fue la oportunidad de desahogar lo que habían callado por años, y al leerlas, muchas empezaron a recordar y reconocer sus propias experiencias de acoso. Quizás lo más desgarrador fue leer las historias anónimas que nos llegaron por el correo interno de la página de Facebook de (e)stereotipas, pues en su mayoría hablan de abusadores que hacen parte de su familia y de cómo otras personas de su familia no les creyeron cuando intentaron denunciar. Sentimos infinito agradecimiento por la confianza que depositaron en nosotras, y sobre todo, respeto y admiración por cada mujer que se atreve a hablar.***Después de este ejercicio podemos sacar varias conclusiones:La primera es: no se sorprendan por la pedofilia, es algo NORMAL, a pesar de lo que nos han hecho creer. Los acosadores de estas miles y miles de historias no son "locos", "raros", "degenerados", "asociales", "excepcionales"; son los hombres con los que interactuamos todos los días, nuestros amigos, nuestros familiares, nuestros tíos, nuestros hermanos, nuestros primos, nuestros papás, nuestros jefes, nuestros compañeros de clase. Sí: nos acosa el tendero, el tipo que va por la calle, el malandro que acecha en el callejón, pero también nos violan mientras nuestra familia abre los regalos en la cena de Navidad. Si nos guiamos por los relatos (y por las estadísticas que han sido documentadas en otros estudios), es una mentira grandísima ese cuento de que nos importa proteger a la niñez. Miren cómo son nuestras vidas desde que somos muy pequeñas. Lo único que se nos enseña es a callar.
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Tercero: no tenemos que salir de nuestras casas ni de nuestros entornos supuestamente seguros para vivir esto. No sólo pasa constantemente, sino en todas partes: en la casa, en la escuela, en el trabajo, en la calle. No hay un espacio seguro para nosotras. La "privacidad" —eje de los derechos que nos protegen frente al abuso del Estado—, aplicada a las mujeres sólo sirve para solapar el abuso.Cuarto: no nos acosan porque seamos bonitas, sexys, provocadoras o llevemos una falda. No nos acosan por guapas o por voluptuosas. El acoso le ocurre a todas las mujeres, sin importar tamaños, formas de cuerpo y estilos de vestir. Gordas, flacas, morenas, blancas, negras, femenina, masculina, andrógina, no importa: no te salvas. Como mujer, quedas sometida al escrutinio impune. Y ése es el punto. Que nos acosan porque pueden, y desde tiempos en que no sabemos cómo reaccionar (de niñas). Es a tal grado la normalización, que muchas de nosotras apenas estamos cayendo en cuenta de que eso que vivimos fue abuso. Recordamos el miedo y el asco, sí, pero lo asumimos como algo que era nuestra culpa, como algo normal. Y hoy, que lo contamos, tenemos rabia con nosotras mismas por no haber sabido reaccionar, como si, siendo niñas o mujeres tuviésemos esa responsabilidad. ¡Estúpidas nosotras que no aprendimos a responder a la violencia!
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