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Nada de edificante hubo en los tumultos, gritos y empujones sucedidos durante la votación en la Cámara de Diputados de Brasil este mes a favor de la destitución de la presidenta Dilma Rousseff. Pero un hombre, sin embargo, fue más allá que ningún otro, y se saltó el protocolo.
El diputado Jair Bolsonaro subió al podio y anunció que dedicaba su voto por el “sí” a la memoria del Coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, a quien describió como “el terror de Dilma Rousseff”.
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Y se trata de una descripción literal.
En 2008 Ustra se convirtió en el primer miembro de las fuerzas militares condenado formalmente como torturador durante la dictadura militar de Brasil ocurrida entre 1964 y 1985. En la audiencia, el juez calificó al centro de interrogatorio que existió durante cuatro años en la década de 1970 como la “casa de los horrores”. Ustra era el jefe del centro cuando Rousseff, en aquel entonces una guerrillera de izquierdas, fue torturada allí.
Una mezcla de abucheos y aplausos resonaron mientras Bolsonaro descendía del estrado. El congresista abiertamente gay Jean Wyllys le escupió. La prensa brasileña difundió que la presidenta Rousseff quedó visiblemente afectada por esas palabras mientras observaba la votación por televisión.
El impactante agravio de Bolsonaro es tan solo un reflejo de su largo y permanente desprecio por el actual gobierno brasileño.
“La gente se ha dado cuenta de que con este gobierno estamos en un camino absolutamente equivocado”, había declarado Bolsonaro a VICE News en su oficina en Brasilia unas semanas antes. “Quiero mostrar a la gente que somos capaces de salir de esta situación. Creo que un hombre fuerte hace a un país fuerte”.
Bolsonaro es ampliamente conocido por sus opiniones reaccionarias y ultraconservadoras, de las cuales apoyar la tortura es sólo una. También manifiesta nostalgia por el gobierno militar y demuestra un desprecio total por las ofensas que causan sus habituales comentarios homofóbicos, machistas y racistas.
Pero si antes este exmiembro de la reserva militar y con una ideología de extrema derecha tenía un rol irrelevante y absurdo, y simplemente busca llamar la atención, su mensaje ahora parece estar calando en un público cada vez más amplio. Algunos de los muchos brasileños indignados por la codicia y falta de honradez de una clase política vinculada a múltiples escándalos de corrupción y juegos de poder, empiezan a considerar respaldar los anhelos presidenciales de Bolsonaro.
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Una encuesta reciente realizada por la agencia de estadísticas Datafolha concluyó que alrededor de 7 por ciento del electorado votaría por él en las elecciones presidenciales de 2018, en las que se especula será candidato del Partido Social Cristiano. La misma encuesta desveló que la preferencia presidencial entre los que ganan más de diez veces el salario mínimo mensual es mayoritariamente por Bolsonaro — entre el 20 y el 23 por ciento, dependiendo de quienes fueran los otros candidatos.
‘Me gusta Trump… la única diferencia es que yo soy un poco más rico’.
El nombre del legislador ha estado muy presente en los carteles e insignias que hubieron en las manifestaciones contra el gobierno de los últimos meses. Con regularidad, en sus viajes por Brasil, Bolsonaro es recibido en los aeropuertos por sus seguidores que corean consignas tales como Bolso-Mito o Bolso-leyenda.
“Él realmente es el hombre del momento para estos grupos que están molestos por todo”, explicaba Mauricio Santoro, politólogo y profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad del Estado de Río de Janeiro, unos días antes de la votación del impeachment. “Se ha convertido en un símbolo, tal vez el símbolo más poderoso de Brasil en este momento, el símbolo de la ira generalizada contra el sistema político”.
El mismo Bolsonaro compara su capacidad actual para subirse a la ola del sentimiento antisistema en Brasil con el fenómeno de Donald Trump en Estados Unidos.
“Me gusta Trump… la única diferencia es que yo soy un poco más rico” bromeó Bolsonaro, festejando su ocurrencia con una carcajada. “[Trump] es tratado por los medios como, en parte, se me trata [a mi] aquí también”.
El charlatán y un tanto maníaco Bolsonaro defiende sus opiniones con la inquebrantable convicción de un hombre desconcertado porque hay otros que no piensan de la misma manera.
“¿Tortura? ¿Qué tortura? Todo preso en Brasil dice que es torturado… es la cultura de la victimización, como sucede en EEUU con toda esa conmoción sobre Guantánamo”, afirma, golpeando el puño sobre la mesa para dar énfasis.
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También argumenta su abierta admiración por los exlíderes militares de Brasil, menos como un asalto a la democracia y más como un deseo de regresar a los valores de la familia y el sentido del orden del régimen militar. “[La intervención militar] fue necesaria. [Durante el Golpe] la gente tenía más libertad, se valoraba a la familia, el maestro era respetado en el aula y se podía comprar un arma”.
Por otra parte, explica su desdén por todo aquello que es percibido como débil como una defensa de la verdad.
“Esa idea de ‘¡oh pobres los negros, pobres los pobres, oh pobres mujeres, pobres indígenas!’… ¡Todo el mundo es un poco pobre de algo!” declaró crepitante. “No trato de complacer a todos”.
En 2011, cuando fue entrevistado por la presentadora afrobrasileña Preta Gil en un programa de televisión sobre qué haría si alguno de sus hijos se enamorara de una mujer negra, Bolsonaro respondió que no iba a “discutir la promiscuidad”, y añadió: “No corro ese riesgo porque mis hijos han sido muy bien educados. Y no han vivido en ambientes como lamentablemente es el tuyo”, en un comentario que fue interpretado como referente a la bisexualidad de la entrevistadora y a la relación de su familia con las drogas.
La presentadora amenazó con iniciar acciones legales y se abrió una investigación parlamentaria sobre el caso, la cual fue archivada tiempo después.
‘Ningún padre está orgulloso de tener un hijo gay… A nosotros, los brasileños, no nos gustan los homosexuales’.
Quizás su momento más notorio se produjo en 2014, cuando dijo que no violaría a la líder política Maria do Rosario porque ella ni siquiera “lo merece”. Este agravio no fue más que una repetición del mismo insulto usado en contra de la misma congresista en 2003 tras un debate televisado sobre la reforma penal.
“No me arrepiento de nada”, dijo a VICE News, alzando la voz, e insistiendo en que nunca ha defendido la violación. “Ella me llamó violador primero [durante la entrevista de 2003], y respondí defendiéndome. Le dije que no iba a violarla”.
De todos sus exabruptos, Bolsonaro ha recibido la mayor atención internacional por su homofobia.
En 2013, le dijo al programa de la BBC Out There — presentado por el actor británico, locutor y activista gay Stephen Fry — que “ningún padre está orgulloso de tener un hijo gay” y que “a nosotros, los brasileños, no nos gustan los homosexuales”.
Recientemente debió enfrentarse a las preguntas de la actriz estadounidense Ellen Page en una entrevista para su programa de VICELAND, Gaycation. Durante la charla había dicho a Page: “si yo fuera cadete de la Academia Militar de Agulhas Negras y te viera por la calle, te silbaría”.
Bolsonaro dice ahora que él no es homófobo, ni machista, y que lo único que quiere es evitar que los niños de primaria estén expuestos a una educación sexual demasiado pronto.
“No se puede no tener amigos homosexuales. Tengo amigos homosexuales. ¡La mayoría de los homosexuales votan por mí!”, continuó. “Ellen Page me habló durante dos horas en Río de Janeiro para luego producir un clip de solo dos minutos. Al terminar sonrió y se rió. ¿Así que yo la masacré durante dos horas? No. Ella fue tratada cordialmente”.
‘Imagínese a Bolsonaro como ministro de Defensa. Parece una locura, pero cualquier cosa puede pasar en Brasil en estos días’.
En el clima político actual de Brasil, la voluntad de Bolsonaro de forzar los límites parece estar resultando más que nunca, sin importar cuán indignante resulte para muchos.
“No comparto muchas de sus opiniones”, dice Paulo Santos, quien trabaja por cuenta propia y llevó un cartel de Bolsonaro Presidente en una manifestación recientecontra el gobierno en Belo Horizonte — la tercera ciudad más grande de Brasil. “Pero al menos él representa algo diferente. Él dice que no es corrupto, y él es sinónimo de disciplina. Eso es lo que necesita este país”.
Bolsonaro afirma que no “tiene una obsesión con ser presidente”. En cambio, dice, que lo que quiere ser es “un dolor de cabeza” para el establishment y ver cuan lejos que puede llegar.
Mauricio Santoro duda que Bolsonaro pueda conseguir el apoyo suficiente para tener una oportunidad realista de ganar una elección presidencial, pero, matiza que “podría conseguir un muy respetable y potencialmente influyente 10 por ciento de los votos”.
“Si él consigue esa cantidad de votos, luego, en un hipotético balotaje, cada candidato buscará su apoyo. Tal vez ofreciéndole ministerios”, explica. “Imagínese Bolsonaro como Ministro de Defensa. Parece una locura, pero cualquier cosa puede pasar en Brasil en estos días”.
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