Rock n’ roll, reggae, ska, rocksteady, punk, rock progresivo, trip hop, shoegaze, drum and bass… Cualquier género musical que haya brillado en los anales de la cultura popular desde mitades del siglo pasado, tiene algo que ver con el Reino Unido, la gran esponja musical por cuyas ciudades han pasado personajes de todo el mundo, enriqueciendo desde todos los rincones un legado que ha definido los miles de rumbos del sonido contemporáneo.
Pero mientras que en las islas surgían movimientos anti sistémicos desde el sonido, y nacía y moría la vanguardia; cruzando el charco, en un país más caliente y selvático llamado Colombia, el campesino ya era un hábil contador de historias en clave musical. Llámenlos juglares, caciques o como quieran, pero lo cierto es que el mestizo que le cantaba a sus pesares y amores con acordeón en mano, acompañado de sus compadres en la guaracha y los tambores, llevaba un tesoro entre sus manos: la sagrada cumbia.
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Y tal vez aún no lo sabía.
Aunque desde los años sesenta es imposible pasar por una década en el Reino Unido donde no se haya creado un hito a nivel musical, la magia y el espíritu africanos e indígenas de la cumbia, que por mucho tiempo pareció tan alejado del mainstream, también se ha sabido meter en el alma de muchos, incluso de los que sobre el papel estaban tomándole el pulso a la cultura en otras partes del mundo.
Joe Strummer y Andrés Landero
Justo ahí comienza esta historia.
El romance entre los conquistadores y los conquistados expresado en dos hombres que nunca se vieron de frente: Joe Strummer y Andrés Landero. El primero, fundador de The Clash y referente de la primera ola del punk británico. El segundo, un campesino sanjacintero que supo convertirse en el rey con la corona de la cumbia en la cabeza.
¿Cómo demonios se encuentran un par de personajes como estos? Pues claro, por la música, y como bien rememoró Mario Galeano -comandante del Frente Cumbiero, Ondatrópica y Los Pirañas- en su texto sobre este encuentro, Strummer decía tranquilamente “I’m a fucking cumbia expert” en los días que programaba temas del maestro Landero en London Calling, su programa en la BBC Radio de finales de los noventa.
Un fan fan.
Sin ir más lejos, fue gracias a John Mayhall alias Cumbia Kid que los discos costeños clásicos de mitad del siglo pasado viajaron de Cartagena a Londres, el lugar donde su amigo Strummer se enamoraría del sonido sabanero. “Estos veteranos punks querían seguir bailando y gozando, y la cumbia se lo trajo en un momento en el que la escena del rave mostraba su cara más punk también”, explica Galeano.
Richard Blair y Sidestepper
Se podría decir que los noventa fue la década donde inició este cariño, o si no que lo diga Richard Blair, otro englishman cuya vida cambió para siempre después de conocer a Toto la Momposina, cuando fue ingeniero de sonido en la grabación de su disco La Candela Viva de 1992 en los estudios Real World de Londres. “Tuve la mejor semana grabando con Toto, todo fue muy cálido en el estudio y después de eso su manager, que vivía en Colombia, me invitó al país durante unas vacaciones a finales de ese año”, cuenta Blair.
Pero la cosa no se quedó ahí y un año más tarde, durante 1993 y con su trabajo en los estudios de Peter Gabriel terminado, decidió regresar a Colombia por unos días, un viaje que “inicialmente era por un mes pero ya van 25 años aquí”, recuerda entre risas. Blair llegó para hacer historia y durante los dos años siguientes, sería una pieza importante para dos discos que combinarían nuestra tradición musical con los sonidos contemporáneos de manera magistral: Con el corazón en la mano de Aterciopelados de 1994 y La Tierra del Olvido, el icónico álbum de Carlos Vives lanzado en 1995.
Todavía faltaba algo y aliado con Teto Ocampo e Iván Benavides -de la banda de Carlos Vives e integrantes de Bloque de Búsqueda-, Blair le daría forma a su propio hijo musical: Sidestepper. Un laboratorio de beats, groove y cumbias con el que publicó himnos para la pista de baile como “Hoy tenemos”o “Más papaya”. Entre los colaboradores que han pasado por su grupo a lo largo de los años aparecen nombres clave como Goyo de ChocQuibTown, El Chongo de Colombia, Pernett, Kike Egurrola y Pedro Ojeda. Una flama que supo encender rumbones endemoniados alrededor del mundo durante finales de los noventa y principios de los dosmiles, dejando un legado que se traduce en grupos del tamaño de Bomba Estéreo y Systema Solar.
“Cuando llegué a Colombia nadie entendía qué estaba haciendo con la cumbia, les parecía una música horrible y decían que por qué no me metía en el rock. Por eso cuando se puso de moda a principios de los dosmiles le dije a Toto que su trabajo estaba hecho”, sentencia satisfecho Blair, que hoy sigue tocando con Sidestepper y disfruta de tantos años de trabajo en su casa en el histórico barrio de La Candelaria en Bogotá.
Quantic y Ondatrópica
Si nos adelantamos a fines de la década pasada, en 2007 aparece el nombre de Will Holland, conocido tras los decks como Quantic. Un músico, productor, DJ y melómano -pero de verdad melómano- que de Worcestershire se pegó la rodada hasta Cali para vivir la experiencia entre discos, instrumentos y maestros. Llegó buscando oro negro y lo iba a encontrar sí o sí: “Vine a Cali por un amigo y terminé metiéndome de lleno a la cultura melómana, de verdad estaba dispuesto a meterme en una pelea por un disco jaja”.
En total fueron siete años en la Sultana, maquineando todo tipo de remixes y compilados desde su base de operaciones en el barrio San Fernando, en una época en la que incluso llegó a participar en el Petronio Álvarez 2010 con su grupo Quantic y su Combo Barbaro. Un tiempo en el que realmente se entregó a reflexionar desde la música sobre el mestizaje y esa evolución hasta el dance electrónico.
“Me puse a estudiar acordeón en Cali con un profe de Ovejas, después viajé a aprender ritmos y canciones en San Jacinto; con Carmelo Torres en Sincelejo; con los Hermanos Tuiran en Barranquilla; con Aníbal Velásquez en Valledupar; con el Turco Gil en Chitre y Guararé; en Panamá con Papi Brandao y Fito Espino”, nos dijo Quantic en una entrevista del 2015. Encuentros con auténticos maestros de distintas disciplinas del folclor que lo llevarían a el que es tal vez su gran aporte al sonido nacional:
On-Da-Tró-Pi-Ca
Así grande, como la cantidad de músicos que la componen y las canciones con las que llenan escenarios enormes cada tanto. Todo un manifiesto tropical contemporáneo que junto al genial Mario Galeano -mencionado antes-, comanda desde 2012, cuando gracias al apoyo del British Council entraron a los míticos estudios de Discos Fuentes junto a leyendas de la tropicalia nacional como Michi Sarmiento, Alfredo Linares, Aníbal Velásquez y Fruko, para grabar su primer disco homónimo. “Con Mario Galeano nos quedamos allí un mes grabando en Discos Fuentes, componiendo temas y colaborando con una alta clase de músicos” rememora Quantic. Fueron 30 días que bastaron para marcar un antes y un después, descrestando a oídos recorridos y extraños y llegando a presentarse en escenarios de la talla de Glastonbury.
Pero aún con esto encima, Quantic siguió inquieto y junto a Nidia Góngora, una de las cantaoras contemporáneas más grandes del país, echó a correr su propio proyecto del que vimos una primera muestra en el 2017 con Curao. “Cuando conocí a Nidia era todo un acontecimiento del Petronio Álvarez y además de ser cantaora, siento mucha admiración por ella porque también asume el rol de compositora en muchos de sus trabajos. Es realmente una badass jaja”. Un disco que asegura Quantic, duró unos seis años en el horno, mientras componían los tracks entre Cali, Bogotá y finalmente lo terminaron de mezclar en Nueva York, donde reside actualmente.
“Lo que siempre he dicho es que uno nunca debe eclipsar a nadie o tomar el trabajo de otro e intentar reemplazarlo. Siempre hay que tratar de hacer discos que nunca has escuchado”, comenta Quantic, con el temple de un tipo que lleva años metido de cabeza en la música. Es la historia de otro inglés que cayó flechado por los encantos de la música latinoamericana y se entregó a ella, creando su propia historia en el camino.
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Como buen romance, lo de Strummer, Blair y Holland con la música colombiana es un cariño que se ha entregado recíprocamente. Ellos, fascinados con los ingredientes sonoros de este país y encantados por los colores de la Colombia profunda. La música, por su parte, abierta a ser llevada por nuevos caminos, a que la muestren hacia el mundo como algo que lleva pasando desde hace años y debe ser escuchada. Finalmente estamos hablando de mestizaje y tanto acá como en Londres, es la razón de la vida como la conocemos.
“Cuando llegué a Colombia no me interesaba que me hablaran de rocanrol. Quería escuchar tambores alegres, ¡percusión!”. Una frase de Richard Blair que finalmente lo dice todo.
Junto al British Council Colombia hicimos una mística fiesta en la bahía de Taganga para celebrar esta historia de romance musical, que significa un nuevo mestizaje. Sigue esta historia en palabras de Sidestepper, Cero39, Boom Full Meke y Quantic Music + Nidia Gongora:
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