Las brujas feministas españolas están dispuestas a dar guerra

brujas feministas españa

Mucho antes de que el feminismo de los años setenta, encabezado por movimientos como WITCH, empezase a utilizar la imagen de la bruja y su persecución a finales de la Edad Media como símbolo de la lucha contra la opresión del patriarcado, la sufragista Matilda Joslyn Gage retorcía el estereotipo de estas malvadas y feas adoradoras del diablo para reivindicar el papel de las mujeres inteligentes y, por tanto, peligrosas para el sistema. Sin embargo, no ha sido hasta tiempos recientes y en el mundo anglosajón, cuando a esta bruja convertida en icono pop se le han devuelto sus poderes, lo que se ha dado en llamar “feminismo espiritual” —la unión de la reinvidicación política y la práctica mágica—. Ahora bien, ni todas las feministas somos brujas ni todas las brujas, feministas. Ni tampoco todas las magas somos brujas. ¡Y ni siquiera mujeres! De hecho, el término anglosajón witch designa tanto a la bruja como al brujo.

Como generalizar es deporte nacional, hemos organizado un pequeño sabbat con algunas personas que practican el antiquísimo arte de “hechizar” la realidad.

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“Hay feministas que utilizan la brujería igual que los satánicos la figura del diablo, como arquetipo de lo que significó la caza de brujas, pero eso no es hacer magia, sino un acto político”, explica Sabrina Rodríguez, actriz y meiga gallega, que define la magia como una forma de hackear la mente y modificar la realidad, y “funciona tanto si crees en ella como si no”. Sabrina se inició en la magia de la mano de John Harrigan, mago del caos y director de la compañía londinense de teatro ritual inmersivo FoolishPeople y para ella supone una herramienta muy útil de autoconocimiento y empoderamiento personal.

“En la magia del caos no existen dogmas ni rituales establecidos, utilizas lo que más te interesa de varias filosofías, y lo más importante es la intención o voluntad que le otorgues a tu ritual. También puede ser peligrosa, porque tu ética personal y tus valores se verán reflejados en el uso que hagas de la magia. No hay un dogma moral. John Harrigan siempre dice que cuando, por ejemplo, creas un sigilo (un símbolo mágico) debes pedir que el resultado ocurra de la forma más segura posible y tener en cuenta las consecuencias de tus deseos, porque pueden hacerse realidad”, resume.

“Si eres un hombre al que le importa muy poco su privilegio vas a utilizar la magia de forma muy agresiva porque te han dicho desde que naciste que el mundo es tuyo” —Sabrina Rodríguez, maga del caos

Surgida en Inglaterra en los años setenta, esta escuela de magia ‘do it yourself’ se basa en el principio de que es posible obrar cambios de conciencia manipulando símbolos, como ocurre con el arte, por eso según magos como el escritor Alan Moore, el artista es lo más parecido a un chamán moderno. Así también lo ve la artista Ivana Ray Singh, que llegó a la magia del caos a través de la música después de un duro momento personal: “Me siento una alquimista en el sentido junguiano de buscar la transmutación del alma, entenderme y mejorarme para encontrar la armonía y la felicidad. Cuando mi padre murió yo tenía 15 años y recibí su visita; después de esa experiencia empecé a plantearme preguntas: La música y los universos simbólicos de artistas como Bowie, Pink Floyd o Marilyn Manson me hablaban, y gracias a ellos llegué a la Biblia Satánica, textos de Crowley y sobretodo al I Ching, que me ofrecieron respuestas y herramientas. La magia es autoconocimiento, refleja en el exterior lo que hay realmente en el interior de una persona y cuanto más te conoces, más se ajustan los resultados de tus rituales a lo que deseas. Eso también te obliga a profundizar y entender qué es lo que necesita tu subconsciente en realidad”, dice Ivana, quien asegura que la magia puede ser un aliado muy potente del feminismo si se enfoca a ayudar a la comunidad.

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Ambas magas coinciden en que hay tantos tipos de magia como feminismos y, aunque es imposible juzgar, tanto mejor es cuando la propia voluntad se pone al servicio de la comunidad: “Tu magia solo es feminista si tú lo eres -apunta Sabrina-. Hay una idea en la cultura popular de las brujas como mujeres blancas de clase media, pero también hay magas africanas que practican vudú o personas trans, y al igual que el feminismo es intereseccional y la revolución es de todos o de nadie, la magia también debería serlo”. Incluso, señala, de los hombres hetero, conscientes o no de su privilegio.

“Si eres un hombre al que le importa muy poco su privilegio vas a utilizar la magia de forma muy agresiva, porque te han dicho desde que naciste que el mundo es tuyo, pero esos privilegios son trampas que te obligan a vivir de una manera determinada. Hay muchos magos que lo único que buscan es poder y sexo, por eso les va tanto la magia sexual. Conozco a brokers cuyas empresas contratan a chamanes para que les enseñen a manipular”, asegura la meiga.

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Inmersas en una guerra mágica

Y no es la primera. En 1940 el fundador de la religión Wicca, Gerald Gardner, encabezó una milicia mágica formada por hechiceros británicos para impedir que las tropas de Hitler llegasen a Inglaterra. Como la magia es poder y un terreno en disputa, desde monarcas a personajes contemporáneos como el propio Furher, Franco o Hugo Chávez han participado de esta batalla pidiendo consejo y hechizos a brujos, santeros o videntes. “A la política le gustaría ser magia y, de hecho, se creen magos”, dice la norna y músico Sére Skuld, quien creció en una familia en que la magia es algo cotidiano. “Hay personas que tienen una necesidad tan grande de control que acaban acudiendo a la magia para dominar aún más la realidad y eso puede llegar a ser muy peligroso. Yo no entiendo la magia de alguien que no se conoce, ni tampoco la que se realiza desde la inseguridad, la desrealización y la carencia. La pregunta que siempre debes hacerte es por qué. La magia es bioquímica, está en nuestro cerebro y los rituales dejan una impronta emocional y una huella en nuestro subconsciente”, afirma.

Si bien para Sére movimientos como Witches against Trump , que desde hace un par de años congrega a miles de practicantes de magia para enviar maleficios al presidente estadounidense, unen a la comunidad. “Cuando sientes que no tienes ningún control sobre alguien como Trump y ves a unas personas haciéndole vudú te reconcilias con el mundo y eso es magia”, dice. Para magas como Sabrina estos actos lo que hacen es centrar la energía y dar más poder mediático al problema, en lugar de trabajar en soluciones con la comunidad, aunque entienda que la difícil coyuntura política y social y el advenimiento de partidos de extrema derecha hayan propiciado un boom mágico entre los jóvenes: “Para mí la magia es la práctica de los outsider en general y habrá quien lo haga por moda y quien se quede; de todas maneras no creo que las personas jóvenes que se inician en la magia tengan el suficiente conocimiento como para hacer ningún daño. Si cometen un error, bueno, todas lo hemos hecho”.

“Cuando sientes que no tienes ningún control sobre alguien como Trump y ves a unas personas haciéndole vudú te reconcilias con el mundo y eso es magia” —Sére Skuld, norna.

Pero, ¿qué ocurre cuando el discurso del feminismo utiliza a la bruja para hablar del origen del capitalismo y la opresión del ‘otro’ sin tener en cuenta las raíces mágicas y espirituales de la hechicería? ¿Acabarán siendo las imágenes de brujas históricas como los retratos de Frida en las mochilas o las frases de Virginia Woolf tatuadas en el hombro, un pedazo de historia sesgada, otro Che Guevara convertido en pin? Según las magas feministas, si el uso de este potente símbolo y emblema universal puede llegar a todo el mundo y generar un cambio positivo en la sociedad, aun simplificado, entonces bien lo merece. Aunque no todo el mundo comparta su opinión…

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Brujería versus magia

Júlia Carreras, cofundadora de Occvlta e investigadora de la Senda de los Venenos y la brujería tradicional, cuestiona la legitimidad del vínculo entre la imagen de bruja como mujer sabia perseguida y la brujería real. “Hemos llegado al punto de ser más papistas que el Papa y asumir el discurso del perseguidor, que no deja de ser invalidar las creencias en lo intangible y el otro mundo a través del racionalismo. La caza de brujas se inicia buscando culpables de las desgracias de este mundo y, como el cristianismo no podía ajusticiar a los espíritus, ajusticiaron a a personas desfavorecidas y a curanderos y hechiceros. Pero no se quemaron brujas”, asegura Júlia, pero aclara, “la bruja no es humana, sino un espíritu”.

“La persona que practica la brujería es un poco como el hombre lobo, nace con una predisposición, marcada con ese don. No es como la magia donde puedes elegir hacerla. Solo se puede ser bruja durante un período de tiempo, cuando sales del cuerpo y viajas al mundo de los espíritus donde te unes a las comitivas fantasmales y acudes a sabbats. La misión de la bruja es servir a los espíritus del territorio y a sus ancestros, hacer de conector con ese otro mundo y restablecer el equilibrio el equilibrio entre mundos”, afirma.

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Para la investigadora, que este año publicará un libro sobre la historia de la brujería pirenaica, los saberes que reciben quienes, a veces sin control ni conocimiento, vuelan a ese otro mundo están por encima de la historia y les permiten comprender cuestiones como la vida y la muerte y la relación de los espíritus con el territorio. Algo fundamental teniendo en cuenta que el territorio es el lugar a través del cual la bruja cruza al otro lado y las entidades que lo pueblan tienen su propio carácter y son diferentes de un lugar a otro.

“Puedes practicar brujería urbana o hacerlo en la naturaleza, pero debe ser un sitio en los límites, que te obligue a conectar con tus sentimientos más primitivos, del mismo modo que sucede en una cueva o una encrucijada”, aclara. El camino del practicante de brujería es solitario, a menudo exige sacrificios que le obligan a llevar a su cuerpo al límite a través de prácticas orgiásticas, y necesitas destruir previamente todas las creencias aprendidas sobre el mundo y evitar autoengañarse: “no todos los espíritus van de buenas y puede que tengan una agenda oculta, por eso muy peligroso confundir la brujería con una terapia”, advierte.

“La bruja forma parte del tabú y el diablo, al cual adora, no deja de ser un aspecto oscuro de sí misma. Debería celebrarse su predisposición maligna” —Júlia Carreras, investigadora de brujería tradicional

Victimizar la figura de la bruja, en su opinión, es otra forma de aniquilar el poder de la mitología y las creencias antiguas. A su parecer, la idea original de la bruja “maligna y terrible” es muy poderosa, sobre todo teniendo en cuenta que esos mismos espíritus a los que venera eran los responsables de asesinar a los animales y destruían las cosechas, pero también eran los espíritus del cambio.

“Estas ideas remiten a las chamanismo y las creencias feéricas, pero también a las teorías de historiadores como Carlo Ginzburg, que escribió un estudio sobre ‘los benandanti’, una secta de brujos del siglo XVI que fueron juzgados porque podían abandonar su cuerpo y participar en batallas nocturnas con otros brujos para perpetuar los ciclos de la naturaleza”, explica.

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De forma que cuando la Iglesia no pudo seguir silenciado esos mitos y saberes ocultos por la fuerza, lo hizo a través de la razón y tachando a creyentes y practicantes de supersticiosos e ignorantes. Y es una lucha, admite Julia, que ya da por perdida, aunque el cine a veces nos regala pinceladas de lo que fue y es en esencia la brujería.

“Me gusta la imagen de la bruja popular, como en la serie Las escalofriantes aventuras de Sabrina, donde la protagonista es una bruja activista e inclusiva, pero prefiero a las malvadas, las adoradoras del diablo que rompen con lo establecido, como en The Witch, mucho más basada en el folklore. La bruja primitiva forma parte del tabú, de lo prohibido, y el diablo al cual adora no deja de ser un aspecto oscuro de sí misma y de la naturaleza al que tiene que enfrentarse tarde o temprano. Debería celebrarse su predisposición maligna. Si lo pensamos bien, es un discurso muy político, aunque no humano”.

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