Música

En busca de la fama empleando el método del K-Pop

Shin Seung-ho portret

Ahn Ga-young se fue de casa a los 16 años. Hizo las maletas, se despidió de su ciudad natal Daegu, y se dirigió a Seúl. Todo era parte del plan; se mudaría a esa ciudad para asistir a una preparatoria de artes, tomaría clases de hip-hop y jazz, así como clases de baile con una compañía de entretenimiento y asistiría a audiciones. Todo para convertirse en la siguiente ídolo del K-pop. Ella había soñado con debutar como artista del K-pop, como las populares integrantes del grupo de chicas Girls ’Generation, y bailar en el escenario con la banda de chicos SHINee. Ahn estaba segura de que lo lograría.

“Yo era famosa por mi talento para el baile en la escuela secundaria. Eso me dio la confianza para soñar con convertirme en estrella del K-pop”, dijo Ahn. “Era gran fan de Taemin, miembro de SHINee, y de Hyoyeon de Girls ‘Generation, porque demostraron que los ídolos del K-pop también pueden tener excelentes habilidades para el baile. Construí mis sueños poco a poco tomándolos a ellos como ejemplo a seguir”.

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Terminó en una preparatoria dedicada a las artes, donde también estudiaron muchas de las estrellas actuales del K-pop. A los pocos meses de haberse mudado, fue contratada para ser una futura estrella en entrenamiento, pero el estar cada vez más cerca de su objetivo, solo hizo que el éxito pareciera más elusivo. Ahora con 23 años, es coreógrafa y profesora de danza: es el comienzo de una nueva carrera, pero el final de su sueño de la infancia.

Mientras Ahn crecía, el K-pop ya era famoso en Corea del Sur, pero ahora es un fenómeno mundial y una industria multimillonaria.

En 2020, BTS se convirtió en la primera banda de K-pop en alcanzar el número 1 en la lista Billboard Hot 100 y en obtener una nominación importante a los premios Grammy. En Twitter, son uno de los principales temas en tendencia prácticamente todos los días, junto con otros grupos de K-pop como la banda de chicos EXO y las bandas de chicas BLACKPINK y TWICE. Los fanáticos de estos grupos se han movilizado para recaudar millones de dólares para causas como Black Lives Matter y para tirar una aplicación de denuncia policial al inundarla con memes. Pero en las sombras de estos megagrupos hay miles de jóvenes que no superan la primera etapa de los videos de presentación y que se esfuerzan incansablemente solo para lograr debutar en la industria.

Los grupos de ídolos, como BTS y BLACKPINK, son armados por agencias —compañías de entretenimiento que tienen departamentos internos de talento— a través de un “sistema de entrenamiento”, en el que los aspirantes a intérpretes son contratados de forma continua, no para conseguir acuerdos de grabación o televisión, sino para años de entrenamiento que, tal vez, algún día podrían conducirlos a tener una carrera en el mundo del espectáculo. Este modelo es una parte fundamental del éxito del K-pop. Convierte a cantantes y bailarines buenos en magníficos y los presenta como artistas solistas o grupales que son un modelo aspiracional con el que el público puede identificarse.

Para la industria, este modelo ha creado un pozo sin fondo de talento que las agencias pueden aprovechar para crear la siguiente gran novedad. Para la audiencia, ha creado una situación única, donde la fama parece ser algo que cualquiera puede alcanzar, siempre que trabaje duro. El que haya más grupos lleva a que haya más fanáticos que sueñen con convertirse en ídolos. Y a medida que se extiende la popularidad del K-pop, su sistema con aprendices y su tipo de fama también se extiende, a pesar de que el modelo que lo construyó sufra estragos al interior.

A selfie of Ahn Ga-young.
Foto cortesía de Ahn Ga-young

Entrenar para convertirse en estrella del K-pop es extenuante; simplemente trabajar duro suele no ser suficiente. Los aspirantes a ídolos son entrenados extensamente en voz, danza, actuación, instrumentos musicales e incluso idiomas extranjeros, durante un promedio de dos años y cuatro meses antes de debutar, según un informe de 2019 de la Agencia de Contenido Creativo de Corea (KOCCA), un organismo gubernamental que supervisa y coordina la promoción de la industria del contenido coreano. Algunos aspirantes entrenan por mucho más tiempo, incluso más de ocho años.

Se espera que las mujeres, más que los hombres, cumplan con altos estándares de belleza. La cirugía plástica es casi un hecho y las dietas son muy comunes. Ahn recordó que una compañía de entretenimiento le dijo que, con poco más de 1.50m de altura, solo podría debutar si bajaba su peso a 39 kilos. Ella y sus compañeros de entrenamiento eran pesados diariamente antes de empezar la rutina del día y no se les permitía darla por terminada si no habían perdido peso para la noche.

“Tuve que vivir tomando medicamento para el estreñimiento. Tomaba unas 12 pastillas al día para bajar de peso. También aprendí a provocarme el vomito. Vomitaba para drenar el agua y los desechos corporales”, recordó Ahn.

Sin embargo, para ella, la parte más difícil de la vida como alguien en entrenamiento no fueron las clases rigurosas o la dieta restrictiva: fue el estrés mental causado por la competencia incesante y los intentos fallidos de alcanzar el estrellato. El proceso cambia de una compañía a otra, pero según Ahn, los aspirantes a ídolos suelen ser enfrentados entre sí para fomentar la superación constante. Al principio era motivador, pero dijo que al final fue demasiado para ella.

“No había nadie que cuidara mi salud mental en las compañías. Estar a dieta y hacer ejercicio físico intenso era algo con lo que podía lidiar; pero el estrés mental, no”, dijo. “Me sentía muy mal al ver los celos que había entre amigos. Además, estaba enojada conmigo misma por sentir celos inconscientemente. Fue difícil sobrellevar esas emociones”.

Ahn estuvo entrenando aproximadamente seis años para convertirse en la siguiente estrella del K-pop, y pasó por seis agencias diferentes solo para conseguirlo. A diferencia de las icónicas integrantes de Girls ’Generation, ella nunca fue elegida para debutar con una banda y el año pasado finalmente decidió dejar atrás sus esperanzas de alcanzar la fama.

“Tienen que estar preparados para asumir el riesgo de sufrir depresión durante los entrenamientos y pasar por incontables competencias”. Esa es la dura verdad que Ahn les ofrece a sus estudiantes adolescentes de baile que quieren convertirse en estrellas del K-pop. “Trato de decirles cómo es realmente porque no quiero ser como las personas que me dieron falsas esperanzas”.

Las niñas y los niños de Corea del Sur comienzan a hacer audiciones para los programas de entrenamiento en su adolescencia y continúan haciéndolas hasta bien entrados en sus años 20. La KOCCA dice que en 2020 había 1.671 personas capacitándose para convertirse en actores, cantantes y modelos en Corea del Sur, pero los informes no oficiales tienen cifras mucho más altas y estiman que hay millones de jóvenes tanto con contratos formales como en un tipo más informal de capacitación. Mientras tanto, solo unos pocos cientos logran debutar cada año.

Sin embargo, el simple hecho de debutar no garantiza la fama. Y dada la cantidad de personas que se inscriben en preparatorias artísticas como a la que asistió Ahn y que crecen viendo a las estrellas del K-pop en los medios de comunicación, es difícil encontrar un estudiante que no quiera ser una celebridad.

Shin Seung-ho, de 27 años, también asistió a una preparatoria artística y terminó entrenando con dos reconocidas compañías durante casi cuatro años. Al igual que Ahn, firmó contrato a los 16 años y faltaba a sus clases escolares para dedicarse al entrenamiento como futuro ídolo del K-pop.

“Iba a mi agencia a partir de mediodía para entrenarme en voz, baile, guitarra, piano, actuación, inglés y japonés, y terminaba hasta las 10 p.m.”, dijo. “Por lo general, solo iba a la escuela cuando había eventos y exámenes”.

No se quedaba en un dormitorio con otros chicos en entrenamiento, como es la norma, pero vivía en un lugar a cinco minutos de distancia de la agencia.

Detrás de cada banda de K-pop hay un concepto, una gran idea. Están las “chicas lindas” como el grupo TWICE, y los “jimseung-dol” o “ídolos bestiales”, como la banda de chicos 2PM. Los aspirantes que quieren formar parte de un grupo son moldeados para ajustarse a una imagen determinada. Al inicio de sus carreras, a los ídolos les dicen qué ponerse, qué cantar y cómo actuar.

“Lo que más odiaba era fingir ser encantador. En ese entonces, las bandas de chicos con el concepto de ser encantadores eran muy populares en Corea del Sur”, recordó Shin. “Aunque respeto a las bandas de K-pop, realmente no me gustaba la música de esos llamados ídolos y no quería sacrificarme para encajar en eso”.

Shin dijo que renunció a su agencia después de que le ofrecieran formar parte de un grupo y dejaran de entrenarlo como solista, lo cual no era para lo que él había firmado contrato.

“Los ídolos coreanos se ven muy bien si solo te fijas en BTS, pero los ídolos menos populares se ven realmente patéticos. Las compañías suelen dejar a su suerte a las bandas menos populares después de lanzar algunos álbumes, y para los miembros de esas bandas se vuelve difícil tener incluso un trabajo de medio tiempo, pues el público ya conoce sus rostros”, dijo.

Ahora Shin es entrenador vocal, hace modelaje y lanza canciones de manera independiente. Pero todavía sueña con ser el centro de atención.

“Me gustaría ser más famoso de lo que soy ahora para poder hacer lo que amo y ganar dinero al mismo tiempo”, dijo Shin. “Tengo muchos amigos famosos que ya debutaron. Creo que siento un poco de envidia por la atención que reciben. Agradecería que alguien me reconociera”.

Es lo opuesto de la actitud de Ahn, quien dijo que ya dejó atrás sus aspiraciones de ser una ídolo del K-pop.

“Empecé a perseguir mi sueño de debutar a una temprana edad, pero me di cuenta de que perseguir tus sueños no siempre es la respuesta correcta. Ahora solo quiero hacer mi mejor esfuerzo en una situación dada y disfrutar de los pequeños placeres de la vida diaria, con los amigos y familiares que me apoyan”, dijo Ahn. “No me arrepiento en absoluto de dejar la industria. Debí de haber tenido más citas, debí de haber salido con mis amigos y explorar el mundo. Eso es de lo que me arrepiento”.

K-Pop group BGYO preforming in a parking garage.
Foto de BGYO cortesía de Nelson Ocampo y Miko Cestina

El entrenamiento riguroso, los estándares de belleza inalcanzables y el sexismo sistemático no se limitan a la industria del K-pop; son comunes en la cultura de las celebridades de todo el mundo. En muchos casos, Corea del Sur ha sido pionera en la profesionalización de las industrias creativas y, a su vez, el K-pop ha estado bajo un escrutinio cada vez más constante a medida que aumentan los reportes de suicidios entre sus ídolos, lo que hace que la industria de la música y los fanáticos tengan que lidiar con una cultura de trabajo excesivo y una política de tóxica complacencia hacia los fans. Muchos ex aspirantes a ídolos en Corea del Sur también han alzado la voz en línea para compartir sus experiencias, tanto positivas como negativas. Ahora los adolescentes de otras partes del mundo también sueñan con convertirse en ídolos.

El sudeste asiático fue una de las primeras regiones en sumarse a la ola hallyu u ola coreana. En 2020, Corea del Sur fue solo el tercer país con la mayor cantidad de tweets relacionados con el K-pop; en el número uno estuvo Indonesia, seguido de Tailandia, con Filipinas en el número cuatro. Ahora los 4 países están formando sus propios grupos de ídolos y adoptando el modelo de aspirantes en entrenamiento del K-pop, con la esperanza de obtener éxito a nivel internacional.

Antes de debutar en enero, la boy band filipina de cinco miembros BGYO entrenó durante dos años con ABS-CBN, la compañía de medios más grande de Filipinas. Todos los integrantes vivían bajo un mismo techo y visitaban a sus familias los fines de semana. Eso fue hasta que, en marzo del año pasado, la pandemia los obligó a confinarse por nueve meses. En confinamiento, entrenaron todos los días, primero a través de sesiones en línea y luego con un entrenador que podía visitar su dormitorio con los cuidados necesarios. Solo pudieron reunirse con sus seres queridos en Navidad, e incluso entonces, enviaron videos a sus entrenadores con regularidad para demostrar que no habían dejado sus prácticas de baile y canto ni sus rutinas de ejercicio.

En un país donde todos los pueblos celebran concursos de talentos y los concursos de belleza son un deporte nacional, la competencia para convertirse en una celebridad es muy reñida. Apenas unas semanas después de que BGYO lanzara su primer sencillo, debutó otra banda de chicos, ALAMAT. Además, está SB19, la primera boy band del sudeste asiático en ingresar al top ten de la lista de fin de año del Billboard’s Social 50 Chart. Todos son parte del nuevo movimiento “P-pop”, la respuesta de Filipinas al K-pop.

Mylene Quintana-Mallari, directora de la Academia Star Hunt de ABS-CBN, dijo que más de 250 personas audicionaron para ser parte de su primera banda de chicos y su primera banda de chicas. De ellos, solo dos llegaron a ser miembros de BGYO; los otros tres fueron seleccionados por separado.

“Es difícil seleccionar a los chicos para este tipo de grupos”, dijo Mallari. “Creo que no hay muchos chicos que estén dispuestos a aceptar el desafío”.

Pero Akira, Gelo, JL, Mikki y Nate, los cinco miembros de BGYO, todavía sueñan con el estrellato.

“Cuando hagamos la gira mundial, espero que no haya ni un solo asiento vacío y que todos canten todas las letras de las canciones”, dijo Nate, de 17 años, el más joven del grupo conformado en su mayoría por chicos de 19 años. Nate creció en Chicago y ha estudiado baile desde que tenía seis años, incluso participó en un concierto de Justin Bieber en 2016. Solía publicar videos de sus covers y bailes en Instagram, cuando su madre lo introdujo al K-pop y lo hizo interpretar “Growl” de EXO.

Se mudó de manera definitiva a Filipinas en 2019 para dedicarse de tiempo completo a buscar hacer una carrera en la industria de la música. “Me dije: wow, quiero ser un ídolo. Quería ser tan buen intérprete como ellos”, dijo.

Sus compañeros de banda tienen metas igual de elevadas. Mikki imagina a los fanáticos coreando su nombre en conciertos en estadios llenos; JL quiere estar en las listas de Billboard; Gelo quiere ser un “icóno”; y ¿Akira? Él quiere “salvar vidas a través de la música”.

Sin embargo, antes de todo eso, saben que deben esforzarse. Akira estudia su primer año de universidad y recuerda haber terminado una presentación y un trabajo de investigación para sus clases justo unas horas antes de que se presentaran en un gran show de variedades. “Durante una sesión de fotos, busqué tiempo para presentar mis exámenes parciales”, dijo.

Todos los chicos toman clases escolares de forma remota y hacen malabares para cumplir con sus prácticas de baile, entrenamientos vocales y lecciones de vlogueo, actuación y modelaje. La influencia del K-pop está presente en todos ellos.

“Principalmente, lo que queríamos era adoptar el tipo de entrenamiento y disciplina del K-pop”, dijo Mallari. “Es por eso que también tuvimos que contratar a entrenadores coreanos para nuestro proyecto, porque realmente queríamos aprender su proceso”.

Se refirió de manera particular a los estrictos horarios y meticulosos protocolos, así como a los largos períodos de formación y las “prácticas individuales”; se necesitan alrededor de tres a cuatro semanas para dominar una rutina, y se espera que los chicos practiquen por su cuenta, más allá de las sesiones de entrenamiento oficiales.

En Filipinas, las celebridades no suelen pasar por un periodo de entrenamiento antes de debutar. Los lanzan a la fama después de aparecer en un reality show y se espera que aprendan a actuar y cantar mientras participan en películas y programas de televisión. Cambiar drásticamente este modelo y experimentar con las estrategias de K-pop fue un riesgo.

“Es una inversión muy grande en términos de tiempo, dinero y esfuerzo”, dijo Mallari. Esencialmente, las compañías tienen que invertir recursos para desarrollar una banda antes de que esta pueda siquiera empezar a presentarse en programas, vender discos, dar conciertos o ganar dinero.

También es importante la cuestión de la imagen. El primer sencillo de BGYO, “The Light”, lo sacaron en inglés y filipino, los dos idiomas oficiales del país. Los atuendos de la banda en el video musical están inspirados en las islas Filipinas; pero la influencia del K-pop es imposible de negar. Llevan gabardinas multicolores, cinturones Gucci, aretes largos y collares de perlas. Tienen coreografías sincronizadas y con pasos de break dance; ademas, su música incluye ritmos de rap.

Los filipinos son conocidos por participar en general del mundo del espectáculo. Muchos trabajan como músicos en Japón y Hong Kong, o publican video con covers de canciones y bailes en YouTube. Pero solo unos pocos han triunfado internacionalmente.

“No queremos perpetuar la idea de que los filipinos solo son buenos como artistas que hacen covers o como imitadores. Por ello, eventualmente, queremos hacer que esta banda se diferencie, que aunque tenga la influencia del K-pop, no sea solo una imitación”, dijo Mallari. “Ese es el tipo de estigma que siempre perseguirá a una banda de este tipo”.

El éxito del K-pop es innegable, y ahora las industrias del entretenimiento de todo el mundo están tratando de sacar provecho de ello. Mallari dijo también que han evitado conscientemente los elementos más problemáticos de la industria del K-pop. Es demasiado pronto para decir cómo será el sistema de entrenamiento de los aspirantes a ídolos en Filipinas, pero al menos por el momento, y en el caso de BGYO, los miembros no se encuentran sometidos a dietas estrictas y, además, reciben el asesoramiento de coaches de vida.

“Fue una decisión muy consciente el darle importancia a la salud mental”, dijo Mallari. “Cuando nos aventuramos por primera vez en esto, tuvimos que hacer nuestra propia investigación… [y descubrimos que] hay muchos, ya sabes, incidentes de suicidio. Esa fue una señal de alerta muy clara para nosotros”.

Antes de la pandemia, los chicos tenían “descansos creativos” para ver películas, ir a conciertos y de compras y comer fuera. También volvían a casa con sus familias todos los fines de semana.

“Todo esto para asegurarnos de que tengan un cierto grado de equilibrio en sus vidas”, dijo Mallari. “A medida que empezamos a desarrollar el entrenamiento a largo plazo, nos dimos cuenta de que los sacamos de sus zonas de confort y alejamos de sus familias a una edad muy temprana”.

La familia es un factor muy importante para que todos los miembros de BGYO continúen con su desarrollo.

“Quiero ayudar a mi familia”, dijo JL. “Quiero enviar a mi hermana a la escuela y lograr que mi papá ya no tenga que trabajar en el extranjero y vuelva a casa”.

Pero saben también que incluso con las largas horas de entrenamiento y los meses que pasan lejos de sus familias, sus sueños de hacer conciertos con entradas agotadas, tener grandes fans e influencia internacional, podrían esfumarse fácilmente. Después de todo, incluso en la tierra del K-pop, solo unos pocos lo logran. La mayoría de las veces, los aspirantes a ídolos tienen el mismo destino que Ahn y Shin, o los cientos de jóvenes que debutan para finalmente quedar en el olvido.

Pero, de todos modos, están dispuestos a pasar por todo eso.

“Creo que para todos es mejor intentar que no intentar alcanzar nuestros sueños”, dijo Mikki. “Y si no los alcanzamos, significa que realmente no es para nosotros”, agregó Gelo.

“Si no logró hacer una gira mundial”, dijo Nate, “me seguiré sintiendo feliz de simplemente haber podio ser integrante de BGYO”.

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