Sexo

Orgías clandestinas y masturbaciones por Zoom: cómo adaptar el sexo en grupo a la nueva normalidad

Es difícil adaptar las orgías, el intercambio de pareja y otras formas de practicar sexo en grupo a las nuevas medidas y algunos empiezan a pensar en la clandestinidad.
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"Antes del diluvio" por Cornelis van Haarlem, vía Wikimedia Commons/CC 0

Nadie la ha tenido fácil conciliando planes, deseos y realidad durante el confinamiento. Todos hemos anhelado mares azules, cielos rosados, viajes lejanos y, claro está, sexo salvaje. Pero sí para la mayoría de los simples mortales sostener su modo de vida ha sido complicado, hay que decir que para los amantes del sexo liberal, la cuarentena, en todas sus fase y medias fases, ha sido una auténtica pesadilla. Y es que, en un mundo en el que se nos exige mantener dos metros de distancia para entablar una simple conversación con un desconocido, el intercambio de besos, caricias ¡y fluidos! con muchos desconocidos a la vez se ha convertido, literalmente, en un atentado contra la sociedad.

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Si en la antigua normalidad los liberales ya representaban un objeto de desconfianza para los monógamos seriales (más conocidos como “los normales”), ahora, los argumentos para atacarlos han quedado servidos en bandeja. En un abrir y cerrar de ojos, quienes gustan de las orgías, los gang bangs, los bukakes y cualquier otra forma de sexo en grupo pasaron, o mejor dicho, volvieron, como en las épocas más rancias de la historia, a la clandestinidad. En nombre de valores más elevados, como el bien común y el cuidado de los ancianos, han sido empujados hacia los márgenes y no se han tenido en cuenta alternativas a ciertos deseos, como si estos y las personas que los tienen hubiesen desaparecido por completo también durante la pandemia.



Patricia Ohfidelio es embajadora de la red social liberal Ohfidelio, una especie de Facebook de pago al que únicamente se accede por recomendación de otro miembro. La red, que en la antigua normalidad organizaba sus fiestas mensuales por toda España y patrocinaba eventos en los principales clubes libertinos del país, invita a sus usuarios a compartir contenido sexy a fin de atraer personas de mente abierta que prefieran ser mucho más que dos en la cama o dónde sea.

Patricia es una exswingle (soltera swinger) que conoció a su actual pareja en un club liberal. No es sólo una representante de esta red, es una suerte de faro, de brújula, a la que los miembros acuden cuando quieren iniciarse o perfeccionarse en el arte de gestionar emocional y concretamente fantasías grupales.

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"Crecí escuchando a personas mayores que yo contar cómo tenían que ocultarse para disfrutar de su sexualidad. No quiero creer que podría convertirme en una de ellas”

Durante cada viernes del confinamiento, una hora antes del aplauso sanitario, Patricia y yo nos hemos encontrado online, en un ciclo de Instagram Live para la cadena madrileña de supermercados eróticos Lys. La idea, en principio, era usar la cuarentena para explorar, con tips muy concretos y consejos logísticos, la manera de llevar adelante fantasías grupales extremas. A medida que transcurrieron las semanas, sin embargo, la pregunta mutó. Cuando comenzamos a vislumbrar las dimensiones de la pandemia, las nuevas restricciones e incluso, el surgimiento de una moral sanitaria, la cuestión pasó a ser si esas fantasías acaso tenían realmente chances de concretarse alguna vez.

“Nunca pensé que iba vivir esto. Crecí escuchando a personas mayores que yo contar cómo tenían que ocultarse para disfrutar de su sexualidad. No quiero creer que podría convertirme en una de ellas”, dijo Patricia azorada cuando, alrededor de la tercera semana de cuarentena, alguien en nuestros directos de Instagram, sugirió por primera vez la posibilidad de que la normalidad simplemente no regrese jamás. De pronto, la pesadilla se volvía verosímil.

Con el correr de los días, las alternativas comenzaron a emerger. Un poco en broma, un poco en serio, lo primero que se probó fue el formato de orgías virtuales de acceso por links privado en plataformas como houseparty. Aunque era gracioso ver decenas de personas desnudas diciendo guarradas en simultáneo, muchos usuarios decidieron utilizar máscaras por miedo a que el encuentro fuera registrado y difundido por alguno de los participantes. Algunos asistentes comentaron que esa posibilidad era más deserotizante que contraer covid. Finalmente, muchos se quejaron de que la supuesta “orgía virtual”, se trataba más bien de una masturbación colectiva que jamás podría reemplazar a la experiencia carnal.

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Ya entrada la fase 0.5 y con cierta desesperación, algunos códigos libertinos comenzaron a profanarse. Ante la evidencia de que clubes swingers madrileños como Sala Olimpo, Eden, Trivial o Fusión no podrían abrir en lo inmediato, o acaso jamás, algunos usuarios comenzaron a ofrecer en alquiler sus cabañas rurales para encuentros privados cuando hubiera cierta movilidad.

"Muchos se quejaron de que la supuesta 'orgía virtual', se trataba más bien de una masturbación colectiva que jamás podría reemplazar a la experiencia carnal"

Muchas parejas del mundillo decidieron mudar su mejor contenido de redes abiertas y naif como Instagram hacia espacios más explícitos como Onlyfans, ya no para compartir imágenes con el fin de atraer potenciales amantes, sino para paliar los dolores de cabeza de la inminente mega crisis económica que saludaba en el horizonte y amenazaba con llevarse puesto el deseo de libertinos, conservadores y todo lo que está en el medio. “Si somos tan liberales, al menos que sirva para algo”, comentó un defensor de la mercantilización de las nudes.

A Patri, firme guardiana del espíritu romántico del sexo grupal, estos desplazamientos la deprimieron profundamente. Para ella, no es en la privacidad de una cabaña a la cual se llega por pertenencia a un grupo cerrado, cómo se viven las mieles del libertinaje. “Los clubes libertinos no existen hace siglos por nada”, me explicó antes de describirme cómo la dinámica que ofrecen estos espacios representa una filosofía que no se reduce a juntarse a follar.

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“Uno no va a un club liberal a portarse como un cerdo con los demás. Uno va a tomarse una copa, a conocer gente de mente abierta, a conectarse, a disfrutar de la existencia de desconocidos. Uno no necesariamente puede predecir los encuentros. Eso es lo mágico: la posibilidad”, explicaba en uno de esos lives. Quienes comparten su cosmovisión mandaban palmitas.

En una ocasión, un usuario señaló otro de los problemas subyacentes en este conflicto: “A mi no me calienta una pareja que ahora me cobra por verlos follar, o un matrimonio que me alquila su cabaña. Lo realmente bello de este mundo es sentirse deseado y producir ese encuentro desinteresadamente”. Pero no todas fueron quejas. Alguien se consoló reflexionando: “al menos ahora vendrán los que realmente tienen cojones y no la cantidad de curiosos que venían últimamente”.

El sexo grupal ha estado siempre en nuestras fantasías, es cierto, pero al parecer, su presencia se ha vuelto brutal durante el confinamiento. Así lo muestran los resultados de las búsquedas online en páginas porno. Durante los últimos dos meses, el tema se ha consagrado como una de las tres categorías más buscadas. Tal como pasó con Zoom, aunque siempre ha estado ahí, muchos hemos descubierto justo ahora la posibilidad de conectar con muchas más personas en cada encuentro.

Esto elevó la demanda de información e intercambio de experiencias e impulsó al matrimonio liberal compuesto por Vanessa y Eliecer a darle un nuevo vuelo a su cuenta de Instagram @freakeep, con consejos para inexpertos. “Parece que ahora que no podemos, queremos más que nunca” , me dijeron entre risas cuando entrevisté a esta pareja que cumple todas su fantasías con la única condición de que siempre sea juntos.

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“Parece que ahora que no podemos, queremos más que nunca”

Algo de encanto en la complicación hay. Decir que los nuevos obstáculos para follar en grupo únicamente implican pérdidas es injusto. Los liberales han ganado algo que las nuevas generaciones no habían experimentado jamás: la posibilidad de transgresión, la sensación de inmoralidad. Quienes entienden de erotismo conocen perfectamente el enorme valor del manto con el que ahora vuelven a cubrirse ciertas prácticas sexuales. En el mundo de los educados sexualmente en base al porno, donde casi nada era demasiado, donde casi nada era ilícito, un virus ha venido a rescatar el sexo como dilema moral, como elección vital. Sobre ese fuego tendrán que caminar quienes quieran hacerse carne de sus fantasías por primera vez en épocas de pandemia. Y es probable que ese fuego, lejos de consumir al mundo liberal, lo mantenga más ardiente que nunca.

De momento, son las terrazas las que están definiendo el regreso de los clubes. Esta semana, Lotus, en Granada y El Jardín del Edén, en Alicante, anunciaron su reapertura únicamente al aire libre y sin práctica sexual in situ. Lo que proponen es un lugar para “saludar a viejos amigos antes de pasar a la siguiente fase”. Y explican: “en una terraza convencional no sueles hablar con los de la mesa de al lado y mucho menos hacer amigos, en cambio, en este ambiente la interacción social será tan habitual como siempre”. Lo que pasa luego, queda a criterio de cada uno. De todas formas, la mayor expectativa de resistencia está en el verano y el naturismo.

Grupos particulares de amigos “abiertos” se han organizado y han propuesto a hoteles, cabañas y hasta campings para casas rodantes, transformar sus espacios en lugares "abiertos de mente". A estos lugares ya no se les llamará "liberales" ni mucho menos “para swingers”, se hablará de apertura mental. Para no hacerlos ir de todo a nada, a estos lugares simplemente se les ha propuesto ser “discretos” respecto al comportamiento de sus huéspedes y se ha pactado que no habrá actos sexuales en público aunque las habitaciones puedan llegar a exceder la capacidad estricta de personas permitidas en más de una velada. Pero dentro del mismo grupo liberal, hay gente que no está de acuerdo con este comportamiento y no son pocos.

Según una encuesta realizada por el sitio referente del mundillo, gentelibre.com, el 22% de liberales frenará toda actividad hasta que pase la pandemia, frente a un 21% al que no le preocupa en absoluto. En el medio, hay un 40% que asegura que limitará su actividad a gente de confianza y espacios seguros y un 8% que tendrá “una práctica más light”, aunque nadie sabe bien qué significa. ¿Habrá controles estrictos en hoteles o condena social frente a la resistencia liberal? Seguramente dependerá de los números y de la amenaza de rebrotes. Mientra tanto, el deseo continuará tan huidizo, ingobernable e imposible de prevenir como lo ha sido siempre.

@denisemurz