Identidad

Cada hora desaparece una mujer en Perú: ¿dónde están?

No desaparecemos, nos desaparecen

Nelly Cerna Nolasco (31) soñaba con ser artista y cantar los huaynos que ella misma componía. Desde niña se presentaba a concursos de música en su natal Urpay, un distrito en la sierra del departamento de La Libertad, al norte de Lima. En diciembre de 2017 desapareció y hasta el momento no se sabe qué pasó con ella. Su caso fue archivado.

“Es como si no hubiese existido o como si lo que le sucedió no le importara a nadie”, dice Alicia Cerna, hermana de Nelly, que lleva casi tres años buscándola. “Mi hermana era muy bromista. Siempre estaba en contacto conmigo, hasta que un día no la vi más. Mi madre y yo creemos que fue víctima de feminicidio y pedimos que se reabra el caso. Me resisto a creer que en Perú, cuando una persona desaparece, no existe más para las autoridades”, señala.

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Según las cifras oficiales del Registro Nacional de Personas Desaparecidas (RENIPED), entre enero y octubre de este año 9.514 niñas, adolescentes y mujeres fueron denunciadas como desaparecidas, cifra que representa el 63% del total de personas que desaparecieron en ese periodo. Esto significa que  cada día se denuncia la desaparición de 30 mujeres en Perú, o cada hora, aproximadamente, hay alguien denunciando la desaparición de su hija, hermana, madre, amiga. 

Los números son tan escalofriantes y preocupantes como la inercia e indiferencia de buena parte de las autoridades para iniciar las búsquedas e investigaciones de manera diligente, situación que es duramente criticada por los familiares de las desaparecidas, que deben afrontar (casi) solos los procesos de búsqueda, sorteando obstáculos de toda índole, desde administrativos hasta el machismo institucional.

 “Mi madre viajó desde Urpay hasta la ciudad de Trujillo, que toma unas seis horas, para poner la denuncia, pero no la querían aceptar. En la comisaría nos decían que Nelly se había ido con su amante. Esos comentarios nos indignaron, pero insistimos y nos aceptaron la denuncia a casi un mes de su desaparición. Cuando se activó la Nota de Alerta a nivel nacional, ya habíamos perdido tiempo muy valioso para encontrarla”, narra Alicia Cerna, subrayando que su hermana nunca hubiese dejado a sus cuatro hijos. En estos años, que describe como un luto permanente, ella y su madre han tenido que aclarar en más de una oportunidad este punto a autoridades machistas, que antepusieron sus juicios de valor a la búsqueda inmediata.  

¿Por qué desaparecen las mujeres en Perú?

El 15 de octubre, en una ceremonia en la que estuvieron presentes el expresidente Martín Vizcarra, y exministros de Estado, el entonces gobierno peruano presentó el Sistema Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas, una deuda pendiente por largos años, que sinceró las cifras y la realidad. En el caso de las mujeres, casi duplicó la estadística que manejaban algunas instituciones del Estado, dejando interrogantes abiertas: ¿Por qué desaparecen las mujeres en Perú?, ¿dónde están?

Liz Meléndez, directora del Centro de la Mujer Peruana Flora Tristán, considera que a las mujeres en Perú las desaparece el machismo y una sociedad profundamente tolerante a la violencia de género. Por ello, opina que es necesario incorporar adecuadamente una perspectiva de género en el sistema de búsqueda. “Los estereotipos de género ponen en riesgo la vida de las mujeres en Perú. Cuando las autoridades reciban un caso de mujeres desaparecidas deben asumir que estamos frente a un riesgo inminente sobre su vida por trata, violencia sexual o feminicidio”, dice. 

De hecho, la principal crítica al sistema de búsqueda, que consta de un registro, un portal , una línea telefónica (Línea 114), y un sistema de alerta temprana, es que carece de enfoque de género, cuando la desaparición de mujeres en Perú está mostrando, por diferentes indicadores, ser una manifestación de violencia de género. 

La Defensoría del Pueblo, institución que ha tenido un rol muy activo para visibilizar esta problemática en los últimos años, ha revelado que el 25% de víctimas de feminicidios a lo que va del año fueron reportadas como desaparecidas antes de ser encontradas sin vida. Esta entidad considera también que la desaparición de mujeres por particulares debe ser reconocida como una forma de violencia de género y estar presente en las normativas y planes para prevenir, erradicar y sancionar la violencia de género.

Pero la desaparición de mujeres niñas, adolescentes y adultas es un grave problema que se extiende en América Latina y que no puede ser visibilizado en su real magnitud por la ausencia de datos desagregados y actualizados. 

En el caso de Perú, la presión de las familias y organizaciones vigilantes contribuyó de manera decisiva a develar el horror. Desde 2018 a octubre de este año se registró la desaparición de  37.005 mujeres. No se sabe cuántas de ellas regresaron a casa y en qué circunstancias aparecieron, pues la data presente en el sistema no permite verlo, y es aún insuficiente para delinear, por ejemplo, patrones tras las desapariciones. Lo que llama poderosamente la atención es que la mayoría de personas que desaparecen son mujeres. 

En el caso de México, el 25% de las personas que desaparecen son mujeres. Este dato lo reveló Karla Quintana, titular de la Comisión Nacional de Búsqueda (CNB) de México, en su participación en un conversatorio organizado por la Defensoría del Pueblo de Perú. De ese grupo, precisó Quintana, la mayoría son niñas y adolescentes de entre 10 y 17 años, alarmante figura que se repite en Perú.  

El Comité de Expertas del Mecanismo de Seguimiento de la Convención de Belém do Pará (MESECVI) sostiene que la desaparición de mujeres tiene características específicas que la distinguen de las desapariciones de hombres, y señala que es una dinámica que puede preceder y formar parte de la trata de mujeres y niñas con fines de explotación sexual, feminicidio y violencia sexual.

“Contar con datos desagregados y actualizados es necesario para salir de esta opacidad con respecto a lo que está sucediendo con las mujeres y saber qué ha pasado con ellas en Perú y en la región. Si aparecen, si no aparecen, en qué circunstancias. Es muy importante que reconozcamos algunos patrones que nos ayuden a prevenir y enfrentar este problema con protocolos especiales”, dice Marina Navarro, directora de Amnistía Internacional Perú.

Solsiret y el acceso a la justicia

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Foto: Juan Zapata / Wayka.

En febrero de este año fueron hallados parte de los restos de Solsiret Rodríguez Aybar, una activista feminista y estudiante de Sociología de 23 años, que desapareció en agosto de 2016 en Lima. 

Su madre, Rosario Aybar, nunca dejó de buscarla y denunciar en todos los espacios a los cuales tuvo acceso los vicios de un sistema indolente con las personas que desaparecen y sus familiares. 

“Las autoridades no nos ayudaron a buscar a mi hija. El Ministerio Público se rehusó a hacerlo. Nos dijeron que se había ido con ‘otro’ o que tal vez estaba cansada de criar a sus hijos. Se dedicaron a denigrarla por ser mujer, joven y activista. Si desde el inicio hubiesen actuado como corresponde, no hubiésemos pasado todos estos años por esta pesadilla”, recuerda la madre de Solsiret, quien exige a las autoridades que le entreguen los restos completos de su hija y la pena máxima para los asesinos.

La familia de Sosiret pidió la geolocalización de su teléfono celular en octubre de 2016 y el resultado se obtuvo recién en febrero de 2017. Un asistente de la fiscalía le dijo a la familia de la joven que el caso no ameritaba formular ese pedido a la empresa de telefonía, obstaculizando la posibilidad de encontrarla a través de  la ubicación de su teléfono móvil. 

La señora Aybar sigue visibilizando las enormes grietas de un sistema que no actúa con la debida diligencia desde que se acerca un familiar a poner la denuncia, y que parece desconocer los derechos de las víctimas. “Los fiscales dicen que los agresores tienen derechos, pero nuestras desaparecidas también tienen derechos. El sistema de búsqueda debe contar con un protocolo especial para la atención de los casos de las mujeres, pero sobre todo tiene que ser más empático con el dolor de los familiares que vivimos en duelo permanente, y no desaparecer a nuestras hijas con su inacción”, manifiesta.

Katherine Soto conoció a Solsiret Rodríguez en 2013, cuando eran estudiantes universitarias, y desde el activismo feminista compartían el sueño de una sociedad que no violente a las mujeres. La desaparición de Solsiret fue la semilla para que funde la organización Mujeres Desaparecidas Perú, en 2016, desde donde apoya a familiares en su búsqueda y acceso a la justicia .

“El dolor de sentir la ausencia de una compañera tan cercana, pero también la esperanza de encontrarla, me motivaron a crear este espacio para la búsqueda de mujeres, a muchas de las cuales las autoridades ya no las buscaban”, cuenta Soto.

Desde la experiencia de su organización, sostiene que la alta tolerancia a la violencia machista en Perú abona al complejo escenario de que cada día se denuncie la desaparición de 30 mujeres. No obstante, Soto reconoce que en los últimos años se ha avanzado en poner luces al problema, así como en normativas e instrumentos, mesas de trabajos y otros espacios para enfrentar esta suerte de epidemia.

“Queremos contribuir a la construcción de herramientas políticas, a impulsar cadenas de solidaridad que se extiendan en toda la región, pues este problema traspasa fronteras. Queremos que ninguna más nos falte y que ningún familiar tenga que afrontar esta cadena de dolor que va más allá de la desaparición de un ser querido”, dice.

*Periodista, actualmente responsable de Comunicaciones de Amnistía Internacional Perú.