Identidad

Cafuné: una carta de amor a las favelas de Río

carta de amor a las favelas de Río

Nunca había pensado, hasta que comencé a preparar este artículo, que Río de Janeiro, significa “río de enero” y me pareció un nombre bonito y poético para una ciudad. El nombre se lo puso el navegante portugués Gaspar de Lemos que el día de año nuevo de 1502 entró con su barco en la enorme bahía, circundada por escarpados riscos llenos de vegetación, que los habitantes del lugar llamaban Guanabara. Hoy en día todavía se llama así, pero el paisaje ha cambiado bastante, en sus orillas se levanta Río de Janeiro. Una urbe de más de seis millones de habitantes, antigua capital de Brasil, que con sus playas, sus equipos de fútbol, su Carnaval, el monte del Pão de Açúcar y el Cristo del Corcovado, es una de las ciudades con más personalidad del mundo.

Río también es famosa por sus favelas: barrios desfavorecidos con altas tasas de pobreza, criminalidad y analfabetismo en los que sus habitantes luchan por salir adelante. Barrios demonizados por los medios de comunicación occidentales como una pesadilla de inseguridad y que durante los primeros años de la década de 2010 y debido a la proximidad del Mundial de Fútbol de Brasil en 2014 y de los Juegos Olímpicos de Río en 2016, pasaron por lo que el Gobierno brasileño bautizó como “pacificación”. Un proceso dirigido a reducir la violencia y conseguir que la brecha existente entre los barrios ricos de la ciudad y las pobres se estrechase un poco.

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El fotógrafo español Rafael Fabrés llegó a Río en torno a 2010 con la intención de documentar ese proceso. Fueron cinco años en los que consiguió realizar un retrato íntimo y empático de unos lugares maltratados por la desigualdad y la violencia, por el Estado y el crimen, un proyecto que ha culminado con la publicación de Cafuné, un libro en el que se recogen sus imágenes acompañadas de textos que permiten completar la visión que el periodista se llevó de aquellas tierras y que toma su título de la palabra “cafuné” que significa acariciar suavemente el pelo de otra persona en muestra de afecto.

Decidimos contactar con Rafael para que nos hablara un poco más del proyecto y de su creación.

Vice: Hola Rafael, ¿me podrías hablar un poco de tu trayectoria? ¿Cuál es el camino que te llevó desde Madrid hasta las favelas de Río?

Rafael Fabrés: Me licencié en Comunicación Audiovisual en parte por mi interés por el cine, pero poco después mi camino se dirigió hacia el mundo de la publicidad y comencé a trabajar en una empresa dibujando storyboards.

Con el inicio de la crisis económica mundial de 2008, y viendo la oportunidad de poder iniciar una carrera en la fotografía, cosa que era prácticamente imposible si estaba basado en España en aquella época,    decidí irme del país y trabajar como guía e intérprete turístico durante algún tiempo en Latinoamérica. Este trabajo me permitía, cuando tenía tiempo libre, viajar por el continente y hacer fotografías. Con el tiempo, comencé a realizar mis primeros reportajes fotográficos para revistas de viajes y clientes corporativos.

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​Fotografía de Rafael Fabrés​

Poco a poco fui haciendo la transición desde la foto de viaje al fotoperiodismo. Un momento clave en este cambio fue cuando en el 2010 cubrí para medios de comunicación el incidente de los mineros que se quedaron atrapados 69 días en la mina de Copiapó, Chile.

Varios meses después decidí irme a vivir a Haití donde comencé a trabajar para la agencia Getty cubriendo todo tipo de noticias en ese país durante dos años.

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​Fotografía de Rafael Fabrés​

Tras un breve paso por Afganistán, y debido a la pérdida de interés de los medios de prensa por Haití, tras el comienzo de la Primavera Árabe, me mudé a Brasil con el objetivo de cubrir la Pacificación de las favelas en Río de Janeiro.

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​Fotografía de Rafael Fabrés​

Éste se convirtió en mi primer proyecto de largo recorrido y me permitió comenzar a trabajar directamente para múltiples periódicos y revistas de todo el mundo. Viví en Río durante cinco años. Más tarde, cuando de nuevo el foco de la prensa internacional desapareció de Brasil, decidí mudarme a México, y durante dos años me centré exclusivamente en proyectos documentales, dejando un poco más de lado la fotografía de conflicto.

Tras todo este viaje, en 2019 volví a España donde estoy establecido cubriendo la pandemia actual con un nuevo proyecto llamado The Boat , además de trabajar en la edición de mi primer libro Cafuné.

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​Fotografía de Rafael Fabrés​

 Me parece muy interesante esto que cuentas sobre cómo te has ido moviendo de un país a otro a lo largo de tu carrera. No tanto porque los conflictos o los problemas de los lugares terminasen, sino porque el interés de los medios internacionales cambiaba. ¿Cuál es tu opinión al respecto? ¿Cómo lo vivías?

Pues lo vivía con resignación, ya que no quedaba otra. En cualquier industria (y sobre todo en el mundo freelance) cuando el trabajo se “seca”, hay que buscar la manera de continuar. Y si no puedes en el lugar donde estás, te toca moverte.

Lo que pasa es que no es lo mismo apostar por esa vida cuando tienes 20, 25 o 30 años que cuando estás, por ejemplo, ya cerca de los 40. Tus prioridades, tu energía y tu concepción de la vida es otra.

Sobre cómo gestionarlo o la pena de que muchos medios prestan solamente atención a “los conflictos de moda” o cierto tipo de noticias; pues de nuevo, con resignación. También depende de cada uno, hay gente que continúa implicada con historias y proyectos fuera del foco de atención porque realmente siente que tiene que continuar hablando de un tema aunque la prensa no les preste atención. Depende de la implicación personal o del compromiso profesional de cada uno.

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​Fotografía de Rafael Fabrés​

En general es una pena, pero no es muy diferente a los medios en este país que te dicen que no tienen dinero para pagar contenido o que ofrecen solo visibilidad a cambio. De la visibilidad no se come.

Creo que sí que hay dinero, lo que no hay es interés en promover la cultura o en dignificar algunos trabajos relacionados con la misma.

¿Cómo nació el proyecto Cafuné?

El origen es básicamente mi hartazgo de la violencia y, en parte, de la industria del fotoperiodismo. Tras cinco años (realmente ocho, entre idas y vueltas anteriores y posteriores al tiempo que viví en Río) decidí que no tenía que hacer un proyecto sobre la Pacificación, que si quería ser honesto y libre en la interpretación de esa historia, tenía que hacerla completamente personal.

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​Fotografía de Rafael Fabrés​

Por ello, decidí juntar todo mi trabajo de allí, no solo el profesional (cobertura de los JJOO y el Mundial, las protestas del 2013, la Pacificación, la visita del Papa o la epidemia de Zika entre muchos otros temas), sino también el más personal, y añadirle mis vivencias particulares. Con el tiempo todo eso se convirtió en un proyecto (el libro es una extensión de este) que engloba tanto fotos y textos, como videos, dibujos o material audiovisual de todos esos años.

 ¿Cómo fue el proceso de creación del mismo?

Tras juntar ocho años de trabajo, y con la objetividad y desapego emocional que me permitía el haber salido de Brasil, comencé un proceso de edición que duró varios años ayudado por múltiples colegas de la profesión.

Cuando por fin volví a España, y ya tenía un cuerpo de trabajo mucho más uniforme y un pequeño cuaderno donde iba apuntando cualquier tema que pudiera hacer una referencia emocional a mi experiencia en Río (dibujos, poemas, letras de canciones, un diario, etc.), empecé a trabajar con el diseñador del libro, Ramón Pez. Dos años y una pandemia después, nació Cafuné.

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​Fotografía de Rafael Fabrés​

El libro cubre un periodo muy largo que va desde el 2012 al 2018. ¿Cómo fue esta época en las favelas de Río de Janeiro?

Lo recuerdo como una de las experiencias más formativas de mi vida. Como profesional y como persona. Río de Janeiro es una ciudad muy intensa donde los extremos están siempre presentes. A nivel humano me cambió mucho hasta el punto de que, cuanto más creía saber sobre el tema que cubría, más me daba cuenta de lo inabarcable que éste era.

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​Fotografía de Rafael Fabrés​

Fue por fin, cuando lo acepté y comencé a abrirme a la experiencia vital de vivir durante un tiempo en varias favelas, o abrazar el caos que se vive allí en ocasiones y no juzgar desde una perspectiva “europea” lo que experimentaba, cuando la creatividad y las posibilidades empezaron a fluir de una manera que nunca antes había vivido.

Es por eso que, en vez de centrar y limitar el libro a la pacificación, mi enfoque se ensanchó de repente y el proceso evolucionó hasta lo que hoy en día es el libro. Por extensión, mi manera de entender la imagen y mi trabajo también cambiaron.

¿Cuál fue tu aproximación a un tema tan basto? ¿Cómo decidiste abordarlo?

Inicialmente decidí que la única manera de entrar en la historia era desde dentro, por ello decidí ir a vivir a las favelas (Vidigal y Rocinha) durante casi seis meses.

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​Fotografía de Rafael Fabrés​

Mi intención era alejarme de la perspectiva simplista de buenos y malos, hechos y consecuencias, de las UPPs (Unidades de Policía Pacificadora) y por ello conviví empotrado tanto con las unidades de la policía pacificadora, como con los traficantes o la gente de las comunidades.

Háblame sobre el propio libro, ¿cómo está estructurado? ¿Qué materiales incluye?

El libro tiene una estructura circular. Hay tres narrativas diferenciadas en el mismo: el grueso de las fotografías, en blanco y negro y con un estilo —dentro de la foto documental— más orientado hacia el cine o el cómic (planos o incluso añadiéndole unas bandas negras que imitan el negativo de 35mm).

Una segunda parte, donde encontramos fotografías en color a modo de metáfora visual con las que entramos y salimos de la secuencia, como si de una partitura de música se tratara.

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​Fotografía de Rafael Fabrés​

Y finalmente unas pequeñas frases o haikus a lo largo del trabajo, que sugieren una tercera lectura y que se completan con un texto final (a modo de palimpsestos) donde todo el trabajo cobra sentido.

De ahí su estructura circular y la posibilidad de ver el libro con una interpretación diferente cuando se añade el significado de esos textos a las imágenes.

Actualmente vuelve a haber conflictos serios en las favelas, ¿Cómo los vives desde la distancia?

Brasil es un país que funciona por épocas, siempre ha sido así. Temas como la desigualdad, la violencia, el racismo, la corrupción o las crisis económicas hacen que sea muy difícil que se mantenga cierta estabilidad.

La época en la que yo viví allí, entre el 2011 y el 2018, fue algo digamos, especial, en el sentido de que se vivieron en Río múltiples eventos internacionales y procesos estructurales de cambio. Aun así, muchas cosas han vuelto a ser como antes, o incluso han ido a peor.

Creo que para que cambios más serios y estables se hagan visibles en las comunidades, hacen falta generaciones. Generaciones que vivan en una realidad que no esté gobernada por el tráfico y donde las leyes sean menos susceptibles a la corrupción.

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​Fotografía de Rafael Fabrés​

El fracaso casi mayoritario de la Pacificación ha demostrado esto: no se pueden cambiar problemas endémicos a golpe de dinero, fuerza bruta o mucho menos con políticas como las que ahora mismo se viven con un presidente como Bolsonaro.

La Pacificación, aunque no era la intención inicial, acabó siendo solo un maquillaje de la situación de Río de cara al exterior. Un mero cinturón de contención de la violencia en las zonas de la ciudad donde se celebrarían estos eventos.

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​Fotografía de Rafael Fabrés​

¿Crees que hay esperanza para Brasil?

Por supuesto. Aunque sean tiempos difíciles debido a las políticas actuales, la pandemia o los problemas del pasado, siempre existe la posibilidad de avanzar y superar las dificultades.

Brasil es un país con una resiliencia, historia y potencial increíbles, y aunque esté pasando por muchos problemas, creo que volverá a vivir tiempos mejores.

El tiempo y la voluntad de la gente lo dirá.

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​Fotografía de Rafael Fabrés​

Puedes adquirir un ejemplar de Cafuné a través de la web del proyecto.