Cosas que encuentras limpiando las casas de personas muertas


Ilustraciones por Michael Dockery

Este artículo se publicó originalmente en VICE Australia.

Nunca olvidaré ese olor. Un intenso olor a “piel”, a falta de una descripción mejor. Habían estado fumigando la casa durante tres días y la moqueta estaba cubierta de miles de moscas muertas. En el suelo del salón había una mancha viscosa formando una silueta humana. Era el lugar en el que Colin se había estado descomponiendo por espacio de tres meses.

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Hace un año encontré una oferta de empleo en una empresa de restauración a través de una agencia de trabajo temporal. Como eran tiempos de vacas flacas, acepté el puesto.

Llegas con una furgoneta, quitas la mierda que te encuentras, te vas con la furgoneta

Las empresas de restauración trabajan casi siempre para compañías de seguros para limpiar y reparar viviendas que han sido dañadas por un incendio o una inundación. Llegas con una furgoneta, quitas la mierda que te encuentras, te vas con la furgoneta. Sin embargo, en mi primera semana de trabajo hubo un encargo extraordinario.

El cliente que nos había contratado quería que le despejáramos la casa para poder empezar con las reformas y hacer desaparecer todo recordatorio de que allí había habido un cadáver. Nuestra labor consistía en clasificar todas las pertenencias de Colin, determinando si se trataba de objetos con valor “sentimental” o simples trastos que podían tirarse a la basura.

Toda la casa se encontraba en el mismo estado en que Colin la había dejado antes de caerse muerto en el salón: un estado de “mugre habitable”. No llegamos a encontrar su carné de conducir, pero según sus informes médicos, Colin tenía setenta y tantos años cuando dejó este mundo.

Plantado en medio de su salón, empecé a preguntarme qué clase de persona era Colin. Tenía una maqueta de la nave Enterprise en la repisa de la chimenea, justo debajo de la carátula enmarcada de un documental en VHS sobre el Antiguo Egipto. En la cocina, vi imanes conmemorativos de la guerra de Vietnam que atrapaban contra la nevera fotos de mujeres en bikini. Mi compañero, James, y yo nos dirigimos al dormitorio, donde las cosas se pusieron aun más raras.


La marca que dejó en el suelo el cadáver de Colin

Las sábanas estaba echadas a un lado y los cajones de las mesitas, abiertos. De las paredes colgaban fotos de portada enmarcadas de la revista Woman’s Weekly. No había duda de que Colin sentía especial predilección por una mujer en concreto, de la que tenía cuatro fotos colgadas.

Una foto en particular llamó la atención de James. Era del tamaño de una tarjeta de crédito y descansaba en el interior del primer cajón de la mesita. Claramente recortada de una revista porno, la imagen mostraba a un joven con el pene de otro joven en la boca. Colin era una persona compleja.

En ese preciso instante, mi espíritu de voyeur dio paso a un sentimiento agridulce cuando tomé consciencia de la realidad. James y yo estábamos en casa de Colin para eliminar todo rastro de su existencia. Íbamos a tirar su vida entera a la basura.

James recibió una llamada de un pariente cercano de Colin, una hija que más tarde supimos que Colin abandonó cuando ella era solo un bebé. James y yo discutimos la posibilidad de que Colin hubiera sido una persona horrible, teniendo en cuenta que ningún familiar se había puesto en contacto con él durante décadas.

Pasamos a la otra habitación, ocupada por cajas llenas de viejas cintas de vídeo y otras piezas de tecnología obsoleta. Levanté un poco la tapa de una de las cajas y vi una peluca rubia. James la abrió del todo, revelando la mayor colección de vídeos porno que he visto en mi vida. Todos los fetiches sexuales imaginables estaban representados de una forma u otra: gay, hetero, trans… Había películas catalogadas según la raza y el peso corporal de los actores y actrices, y un desproporcionado número de ellas tenían la palabra gape en el título.

James se puso a reír. Yo no le veía la gracia por ningún sitio: el Colin excéntrico de la primera habitación se había convertido en todo un bicho raro. Esto es lo que le ocurre a un hombre que se queda completamente solo y con todo el tiempo del mundo. James y yo convinimos que era mejor deshacerse de todo aquello antes de que llegara su hija.

La hija de Colin llegó acompañada de sus vecinos, un matrimonio de ancianos. Todo lo que habíamos apartado estaba cuidadosamente colocado en el porche: su cofre de la guerra, uniformes, periódicos y libros antiguos. Se llevaron los DVD, organizaron la recogida de la nevera para más tarde y se fueron.

James y yo procuramos actuar con toda la empatía posible, asintiendo a lo que decían y hablando con voz queda. nadie parecía tener mucho que decir, a excepción del anciano que acompañaba a la hija de Colin, que mostró mucho interés por echar un vistazo a la casa. El abuelo empezó a hablar de un documental que había visto y en el explicaban que el proceso de descomposición de un cadáver empieza a los dos días del fallecimiento, que el estómago explota y esas cosas. Le encantaba.

Se fueron en un taxi. James y yo celebramos el fin de la jornada con un cigarrillo en el porche. Se tiró todo, a excepción de los objetos de valor sentimental, y la casa quedó vacía. Me puse a hojear un pliego de papeles que por alguna razón no habían acabado en la basura y descubrí que eran cartas. Leer aquello era desgarrador.


Un poema que encontré entre su correspondencia

El denominador común en todas las misivas era que “el amor es una farsa”. Colin se explayó hablando de la decepción del amor y la vida, y mientras leía sus cartas me vino de nuevo a la memoria la colección de porno y toda aquella energía sexual mal canalizada. Tras ser conocedor de los pensamientos más profundos de Colin, me di cuenta de que aquel hombre era el espíritu de la contradicción. Con una sinceridad casi ofensiva, en sus cartas negaba tajantemente el amor.

Nunca llegaré a conocer a Colin. Aunque hubiera querido, en un solo día habíamos contribuido a destruir toda su vida. Pese a todo, me da la sensación de que James y yo lo conocemos mejor que muchas personas. Esa noche me tomé una cerveza y lamenté en silencio la muerte del viejo, por si nadie más lo había hecho aún .Me pareció lo mínimo por mi parte.

Puedes ver más ilustraciones de Michael en su cuenta de Tumblr.

Traducción por Mario Abad.