Artículo publicado por VICE Colombia.
La constelación de periodismo paisa más famosa de toda la galaxia está de agasajo: Universo Centro llegó a su edición número 100. El periódico alternativo más leído de esa ciudad ha alcanzado el centenar de publicaciones: narraron mes a mes, sin falta ni temor alguno, los hechos noticiosos más relevantes de la caricaturesca política nacional en conjunto al recoveco con olor a aguardiente más recóndito o la tienda de barrio más cercana.
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Estos sofistas de esquina del Valle de Aburrá, liderados por Juan Fernando Ospina y formados en los aposentos festivos del bar El Guanábano, desde 2008 le han regalado de manera gratuita al país una “gaceta que tiene a la creación su principal interés y su activo más importante”, como se puede leer en la descripción de la página de Universo Centro.
El próximo viernes 7 de septiembre estos próceres del Parque del Periodista celebran la llegada de su consentida número 100 con varias actividades en el Teatro Pablo Tobón Uribe, de Medellín: exposición de cien de sus fotografías en portadas, una charla entre Víctor Gaviria y Fruko (el de los Tesos) sobre películas y canciones, además de la presentación del libro UNIVERSO CENTRO: Colección 2014-2018, son tan solo algunos de los eventos que buscan conmemorar esta fecha tan anhelada y sufrida.
Para no quedarnos atrás con la celebración de nuestros colegas, decidimos molestar a Pascual Gaviria, el Máximo Décimo Meridio y editor de Universo Centro, para que nos compartiera las diez portadas más emblemáticas del periódico —según toda la gavilla de Universo Centro— en esta centena de partos impresos.
Por otras cien más, ¡salud, parceros!
Ed. # 1
Esa portada fue sobre todo la reivindicación a un sitio de la ciudad. Una muela picada en el centro de la ciudad. De ahí surgió la idea del periódico y por supuesto de su primera cara al público. Se tomó un domingo a las 4:00 de la tarde, a la hora santa de un parque non santo. Muchos de los protagonistas seguramente prometieron la osadía bajo las delicias de la barra de El Guanábano, bar y antro de redacción del periódico, y luego no se pudieron negar. Manuel del Socorro Rodríguez, quien le entrega el nombre de parque de El Periodista al parque diminuto, se quedó mirando hacia la calle, no se sabe si desprevenido o avergonzado.
Ed. # 5
Universo Centro paró unos meses luego de sus primeros enviones. En una plaza con dueños, la idea de un periódico no llamaba mucho la atención. Alguien mencionó temas de seguridad en un artículo del Número Cuatro y los que mandan demostraron su ánimo lector y su paranoia. Vino una amenaza y un pequeño pánico. Contrario a sus costumbres nocturnas, en un desayuno se decidió el regreso del periódico y la minutera encadenada sirvió como llamado de atención.
Ed. # 10
El Metro de Medellín es la iglesia mejor trapeada de la ciudad. Un santuario que no se puede tocar con la lengua. Luego de mucho desinfectante en ese tubo, vino el cariño que nadie en sus cabales despreciaría. Pero en el Metro se indignaron y les escribieron una carta dolorida a dos empresas públicas que ponían sus avisos en Universo Centro pidiendo el veto para ese pasquín desvergonzado. “Próxima estación, Exhibiciones”.
Ed. # 20
La visita a una sala de masajes hizo que el periódico fuera repudiado por un ala feminista. El periódico fue tildado de demasiado carnudo. En la sala de masajes, la portada fue tema de conversación durante unas semanas. La recomendación en adelante fue cerrar la cortina para evitar cantaletas.
Ed. # 40
Era hora de salir de la ciudad, de buscar la patria por allá donde es esquiva. Esa versión del escudo, sin cuernos de abundancia, con el cóndor convertido en un gallinazo de capucha roja y sin Libertad ni Orden por falta de letras, adorna la puerta de la escuela de una comunidad indígena entre Antioquia y Chocó. Frontera de mojones y disputas. Foto de cartilla.
Ed. # 48
La carreta con llantas y cabrilla de Renault 6 va dejando una estela por toda la Avenida La Playa. Brilla calle abajo, arrastrada por la corriente de carros encima del pavimento y aguas debajo. La cáscara no sobra, puede ser cuenco para dar algo de aroma al regateo por unas monedas. Unos años más adelante, ese monedero sirvió para alentar la campaña de nuestros lectores. “Mandan cáscara si no dejan algo luego de leer Universo Centro”.
Ed. # 69
Se hicieron todo tipo de especulaciones por la llegada del número prometedor. Se apostaba por retratos en portada y contraportada, por amasijos varios, por alguna acrobacia pornográfica. Pero no, solo apareció la ciudad desordenada vista a vuelo de pájaro, la ciudad que se acomoda y se estrecha, que al menos guarda espacio para la cancha de arenilla y le come a la montaña que puede ser cantera o avalancha.
Ed. # 88
Tiempo para juntar algunos símbolos. El chicharrón y la arepa reinarán. Eso lo saben los creyentes y los descreídos de esta comarca. Todo está en su sitio. La simetría no hace imaginar el pecado que se viene, la gula y el remordimiento. Solo hay un detalle para pensar: el comensal, tal vez como una forma de penitencia, enfiló primero contra la arepa que contra la invitación del cerdo.
Ed. # 90
Un humilde recadero de Barrio Triste puede tener el aire solemne de un anacoreta. La mirada profunda con un solo ojo, la dieta exigua, el cinismo aleccionador de Diógenes, el vagabundo que despreciaba a los emperadores en tiempos de Alejandro Magno. Durante algunas semanas fue señalado por los mecánicos y recibió algún almuerzo gratis por su versión sobre el papel.
Ed. # 99
A María la encontramos por primera vez en el Parque Berrío, en una fiesta obligada de fin de semana con merenderos, menesterosos, gozones de cantina y borrachos irredimibles. Una jornada que simboliza el encuentro —el duelo, dirán algunos— entre la ciudad y el pueblo. Era la más elegante del baile frente a la pequeña y solemne estampa de Pedro Justo. Desde el primer día nos prometió una chispa de oro, nos habló de sus jornadas como barequera en La Iguaná. Parecía increíble esa escena en la Medellín del siglo XXI. Era cierto ese oficio de sus años de niña en Liborina. Mujer de oros sacar.