Este artículo fue publicado originalmente en Broadly, nuestra plataforma dedicada a las mujeres.
Para la mayoría de personas, una despedida de soltero o de soltera es una ruta de diversión que suele finaliza con el sencillo placer de mear en público. Pero, ¿qué pasaría si no tuviera que ser así? ¿Qué pasaría si tu última noche de libertad pudiera ser todo un viaje y no algo que te deje salpicada de vómito?
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Digamos, por ejemplo, un viaje hasta la zona de exclusión de Chernobyl, donde más de 100.000 personas fueron evacuadas en 1986 y 31 personas murieron (aunque se considera que el auténtico recuento de fallecidos asciende a más de 4.000) tras el peor accidente de la historia en una central nuclear.
“ENCIERREN A SUS HIJAS MUTANTES”, escribe el usuario de Twitter @snake_moore de camino a una despedida de soltero en la ciudad ucraniana. “Fiesta fiesta fiesta #Chernobyl”, publica el usuario de Instagram epsherrington, junto a una foto en la que salen él y 12 amigos en el exterior de la entrada de acceso a la central nuclear abandonada. Otra imagen, tomada desde el interior de los edificios en ruinas, reimagina la catástrofe nuclear como una metáfora de un guayabo devastador: “Descripción gráfica de la mañana siguiente a una despedida de soltero #chernobyl”.
“Hay una cierta curiosidad morbosa. Ya sabes, a la gente le gusta hacer cosas peligrosas como tirarse en parapente y hay cierto elemento de peligro, algo así como ‘uy, es realmente radiactivo’”, dice Louisa Naks, de 24 años. Naks visitó Chernobyl a principios de este año para la despedida de soltera de su hermana Emma, que tiene un año más que ella.
“Nuestra familia procede de Polonia, así que sentimos cierta fascinación por la Europa comunista del Este”, explica Naks, demostrando que nada ―ni siquiera la futura novia más humilde― está a salvo de la estética post soviética de Vetements. “Mi hermana es la primera de nuestro grupo de amigas en casarse, así que pensamos en hacer algo completamente loco. Queríamos celebrarlo a lo grande”.
La zona de exclusión de Chernobyl abrió sus puertas a los turistas ávidos de selfies en 2010 y, en la actualidad, miles de personas se acercan a la zona cada año. Los visitantes deben obtener un pase de un día o de varios días expedido por el gobierno de Ucrania (o una entrada de varios días para quienes deseen pasar la noche en el nuevo hotel construido en el emplazamiento). Cuando entran y cuando salen, se les examina para comprobar que su ropa y sus posesiones están libres de partículas radiactivas.
Pregunto a Naks si existen normas dentro de la zona de exclusión. “Bueno, no creo que sea uno de esos sitios a los que vas a hacer el ridículo”, dice. “O sea, es una locura, pero al mismo tiempo tienes que ser consciente de dónde estás. Ahí no se puede beber. No te dejan entrar en la zona de exclusión si vas a tomar”.
Lo que no significa que algunos de los grupos que van a hacer el tour no se emborrachen la noche anterior. Christopher Doggett, un hombre de 37 años de edad procedente de Hampshire, Reino Unido, casi no puede caminar por las calles del abandonado Pripyat porque el futuro novio iba demasiado ciego como para subirse al bus del tour. “Tuvimos que parquear [el bus] para que vomitara en el pavimento”, recuerda Doggett. “Pasamos un poco de vergüenza, como te podrás imaginar”.
Por suerte, la proyección de un documental sobre la trágica historia de Chernobyl durante el viaje en bus hasta el lugar le proporcionó al grupo una fantástica oportunidad para recuperar algo de sueño.
Una vez allí, los diez miembros del grupo deambularon por las calles de la zona de exclusión. “El guía nos soltó un poco la correa para que pudiéramos entrar en las zonas donde en realidad no se puede entrar y todo eso”, explica Doggett. “Lo que más me impresionó fue la guardería”, dice con aire sombrío. “Tenía juguetes y cosas ―de todo tipo― esparcidos por el suelo”.
Teniendo esto presente, pregunto a Doggett dónde trazaría los límites. ¿Qué tal una despedida de soltero en Auschwitz, o en el lugar donde se haya producido un desastre natural? “Eso sería completamente diferente, ¿no?”, contesta.
“Este fue un lugar donde se produjo un accidente y, bueno, es muy trágico y todo eso, pero… en realidad nunca lo vi de ese modo”, me dice, reculando un poco.
Hago la misma pregunta a Naks. “En Auschwitz el énfasis recae sobre las personas que fueron asesinadas ahí, mientras que en Chernobyl murió menos gente en la zona más cercana”, dice. “Así que hay menos énfasis en la muerte, por eso creo que es más aceptable socialmente”.
“¿Qué tal una despedida de soltero en Auschwitz?”
Pero si el contexto es tan importante, ¿un viaje al corazón de la zona de exclusión es lo más apropiado para celebrar tus próximas nupcias? “Creo que no pasa nada si vas por un día”, responde Naks, “pero también pasamos unos cuantos días en Kiev y aquella fue la parte más divertida, supongo”.
Tanto Naks como Doggett reservaron sus tours independientemente, pero cuando lo hicieron, el guía Maximise también les ofreció Chernobyl como parte de su paquete de fin de semana en Kiev.
“Desde la Revolución Naranja de 2004”, anuncia el sitio web de la compañía (la página ha sido posteriormente eliminada), “Ucrania está inmersa en un estado de libertad personal y transparencia gubernamental. ¡Lo que esto significa para ti y tus amigos es que la gente de Kiev está dispuesta a cualquier cosa!”.
Y cuando has acabado de visitar las calles fantasmagóricas de Chernobyl, los visitantes pueden disfrutar de diversos entretenimientos, como pasear en limusina acompañados de strippers, nadar con delfines o practicar submarinismo (no necesariamente todo al mismo tiempo).
Maximise no respondió a nuestras repetidas solicitudes de que ofrecieran sus comentarios, pero otros guías prometen ofrecerte el mejor fin de semana de tu vida en la zona de exclusión posnuclear. “Si tienes la suerte de que haga buen tiempo, es un tour muy agradable y no acabas de creerte que sea un lugar de catástrofe [sic] hasta que entras en las casas vacías o en el colegio abandonado”, afirma Richard Mistik, de la compañía StagForYou, una empresa de despedidas de soltero con sede en Bratislava, Eslovaquia.
“El tour por Chernobyl es el plato fuerte para los turistas que visitan Kiev, porque es algo único y un programa muy popular”, dice con entusiasmo, “incluso a pesar de que resulte un poco extraño”. Pregunto a Mistik si la idea de que grupos de fiesteros entren en la zona de exclusión de Chernobyl representa un problema moral para él. “Podría haber una cuestión moral, pero no lo veo como algo demasiado importante”, responde. “Es una visita turística”.
Pero no todo el mundo comparte la actitud relajada de Mistik. “No se obtiene nada en términos de conocimiento a partir de un viaje a la zona excepto emoción y una ración extra de radiactividad”, afirma la Dra. Melanie Arndt, historiadora en el Instituto de Leibniz para Estudios del Sudeste Europeo. Para ella, el turismo a lugares de desastre representa “una necesidad bastante excéntrica de observar el lado oscuro de nuestra posmodernidad y un creciente deseo de autenticidad.”
Pero la autenticidad no es algo que pueda encontrarse en la zona de exclusión. “Ir a la zona no explica nada a menos que seas un experto como un biólogo o algo así”, afirma. “Las visitas están extremadamente orquestadas y teatralizadas. La gente hace las mismas fotos que han hecho todos los demás: la muñeca con una máscara de gas en una guardería abandonada, viejos afiches soviéticos…”.
Nacido y criado en Kiev, Sergei Ivanchuk, de 48 años de edad, limpiaba hojas radiactivas en el cementerio cuando era adolescente. Ahora es un guía turístico en Chernobyl. “Sinceramente, no llevamos la cuenta de cuántas personas celebrando despedidas de soltero llevamos hasta la zona”, dice. “El año pasado vinieron 30.000 personas en total y este año ya llevamos 25.000”.
Según me informa Ivanchuk, muchos de estos visitantes son personas que andan en la veintena o la treintena. A él le parece bien la afluencia de gente que celebra su despedida de soltero, aunque sea algo de mal gusto y un poco torpe. “Quizá piensen que es una especie de experiencia morbosa o algo sobre lo que presumir después, pero después hacen el recorrido y se dan cuenta de que era algo que merecía la pena ver”.
“Es inmoral no dejarlos entrar”, continúa. “No es que pueda decirse que esas personas tienen derecho a entrar, porque no lo tienen. Hay que venir y ver la importancia que tiene, todo lo relacionado con la energía nuclear. Venir a ver cómo la gente se marchó pero la naturaleza siguió su curso”.
Arndt sigue sin estar convencida. “Es importante que la gente se interese por Chernobyl”, escribe. “Pero ir allí a una despedida de soltero o a pasar una noche de juerga no es sino un signo de la desinformación y la ignorancia de la gente. No es como un resort artificial de Disney o un juego de computador. Es el lugar de un desastre, un desastre que todavía continúa y que repercutió en la vida de millones de personas”.
Mientras tanto, Ivanchuk está ocupado trabajando en su nueva aventura empresarial: llevar grupos de turistas a Corea del Norte. Aunque allí no hay espacio para el mal comportamiento, a menos que quieras acabar como este estudiante universitario, condenado a 15 años de trabajos forzados después de que una broma de borrachos acabara muy mal.
“Definitivamente los viajes a Corea del Norte no son para celebrar despedidas de soltero, porque el mal comportamiento se castiga severamente allí”, confirma.
Finalmente, le pregunto a Ivanchuk qué opina del tuit que decía “encierren a sus hijas mutantes”. Hace una pausa. “Por supuesto, esto me enfada mucho. Solo espero que durante la visita cambie de opinión y se sienta avergonzado de lo que tuiteó”.
Si eso no funcionara, Ivanchuk podría contribuir a enseñar a ese bocón una lección que no olvidará nunca.
“Quizá se pierdan en algún lugar de Pripyat [el pueblo abandonado que está dentro de la zona de exclusión]. Es muy fácil meterle miedo a una persona allá”, dice Ivanchuk.
“Así que es mejor no decir algo así delante de los guías”.