Vayamos al grano: Ya sea que Chris Bosh vuelva a jugar en la NBA o no, algún día debería consagrarse como miembro del Salón de la Fama del Basquetbol.
¿De qué otra forma se le podría llamar a un jugador, además de “miembro del Salón de la Fama”, que a sus 32 años ya había sido uno de sólo 18 jugadores en la historia con al menos 17 mil puntos, 7,500 rebotes, 700 robos de balón, y 900 tapones en su carrera? ¿Cómo apodar a alguien que se encuentra entre los mejores 10 de todos los tiempos con un promedio de mínimo 19 puntos, 8.5 rebotes, dos asistencias, y un tapón por juego en toda su carrera?
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En serio, cómo llamarle a un tipo que ascendió a la cima rápidamente donde promedió 21.8 puntos, 9.5 rebotes, 2.4 asistencias, y un bloqueo por partido a lo largo de cinco temporadas consecutivas en las que fue convocado al equipo All-Star cada año, y que después se convirtió en un jugador completamente diferente en muchos sentidos para ayudar a su equipo a llegar a cuatro finales consecutivas de la NBA. ¿Cómo demonios te refieres a un doble campeón del mundo que participó en 11 juegos All-Star consecutivos?
¿Además de “miembro del Salón de la Fama”, cómo describes a alguien que ha hecho todas estas cosas y además ha sido el jugador culturalmente más significativo de la era post-2000 de la NBA?
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Junto con sus compañeros del Heat de Miami, LeBron James y Dwyane Wade, Bosh ayudó a moldear la era de los súper equipos en los que los jugadores controlan el balance de poder en la liga más que nunca, y dictan el destino de las franquicias. El plan que el trío tenía para unir fuerzas y dominar la liga en su totalidad —armado legendariamente pocas semanas después de los Olímpicos de 2008— fue una obra maestra que cambió la dinámica entre trabajo y dirigencia, jugadores y directivas, fue el tipo de evento sísmico que es muy probable que no volvamos a ver en mucho tiempo.
La terna James-Wade-Bosh también cambió a la liga sobre la duela, al marcar el comienzo del estilo de juego con jugadores de menor estatura, más ágiles y con la habilidad de anotar más puntos. La “Flying Death Machine” (máquina voladora de la muerte) en la que se convirtió el Heat de Miami tuvo que recurrir a dicho estilo de juego por una lesión de Bosh camino al título de 2012, pero lo curioso es que dicha manera de jugar se convirtió en la preferida del Heat después de su regreso y, como resultado, el basquetbol evolucionó.
El papel de Bosh fue central. Su habilidad y voluntad para ser un jugador suplementario a la ofensiva y, al mismo tiempo, defender cuando se le requería —generando jugadas pick-and-roll por toda la duela, acosando y recuperando la posesión del balón— fue brillante y una de las llaves para liberar el potencial oculto de Miami.
El jugador alto, rápido y dinámico que puede cubrir espacio de una lado de la duela y crearlo gracias a sus tiros es, hoy en día, el ideal platónico que los equipos buscan en sus delanteros de poder y centros; el Bosh de 2010 a 2014 fue el arquetipo. Todos y cada uno de los equipos que han adoptado el mismo estilo de juego han pasado por un tipo de simulacro en busca de la fórmula perfecta. (Los Cavaliers de James de los últimos dos años han dividido este rol en dos, con Kevin Love jugando a ser Bosh a la ofensiva y Tristan Thompson en la defensa. Los Cavs acaban de ganar un campeonato de esta forma, así que no debería importarles, aunque no hay duda que el método lucía mejor en Miami, donde el Heat contaba con un solo hombre que realizaba todas estas cosas sobre la duela).
A pesar de sus logros y su innegable legado en el basquetbol, Bosch fue ridiculizado en algunas ocasiones durante su estancia cuando el Heat contaba con los “Tres Grandes”. Como recompensa por hacer el sacrificio más grande de los tres, sufrió el peor embate a su reputación. Se le dijo que era una “tercera llanta”, un jugador “no estrella”, y de débil carácter; su pecado había sido alterar el juego, acomodar, añadir, y ampliar las habilidades de sus compañeros. No importaba que las etiquetas estuviesen muy alejadas de la realidad; la percepción alimenta la realidad en el discurso deportivo.
Tal vez por esta forma de apreciarlo, Bosh se convirtió en una especia de basquetbolista estrella hipster. Manifestar afinidad con su forma de juego se volvió una forma de expresar tu seriedad hacia la NBA.
Los últimos dos años debieron haber ayudado a cambiar la percepción del público en torno a Bosch, ya que sus números en la duela incrementaron después de que James dejara Miami para regresar a Cleveland. Desafortunadamente, su suerte no mejoró: en los últimos dos fines de semana All-Star, Bosh no ha podido participar por problemas con coágulos de sangre en diferentes partes de su cuerpo —su pulmón en 2015, y su pierna en 2016—.
La complicación con los coágulos de sangre es tan severa que el Heat no ha podido declararlo apto para jugar. Pat Riley declaró que el tiempo de Bosh en Miami se ha terminado y que el equipo no ha hecho lo posible para que regrese a la duela. Bosh insiste que su carrera en la NBA aún no concluye. Es difícil imaginarse a un equipo lo suficientemente tranquilo con este tipo de riesgos médicos como para regresar a Bosh a la duelas, pero uno nunca sabe.
No hay duda, a los fans y medios les encantaría verlo jugar de nuevo, pero si este es el fin de la carrera de Bosh, está bien posicionado para lo que sea que venga en el futuro. Bosh es padre y esposo, y en muchos sentidos una persona común y corriente que ama hacer otras cosas como leer libros o ver películas.
Bosh también es bien hablado y tiene facilidad de palabra, y si en algún momento se interesa, podría tener una próspera carrera en los medios. Encajaría a la perfección en un estudio de la NBA, y traería consigo una perspectiva renovada y más reflexiva que no obtenemos con tipos que se quedaron en la década de los 90 y que tienen soluciones anticuadas para solucionar los problemas de los equipos. De convertirse en el Charles Barkley de su era, Bosh obtendría un empujón extra para su legado, pero tampoco necesita salir en la televisión para que podamos apreciar su talento e impacto verdadero. Desde hace tiempo hizo más de lo que tenía que hacer, y es hora de que se le reconozca como debe ser.