Una playera estampada con un texto que dice “It Don’t Gitmo Better Than This”, una frase hecha que en una tienda de souvenires de playa diría algo como “Chulada de Guantánamo”, es quizá la manifestación física más contundente de la globalización. Hechas en Honduras y vendidas por falluqueros jamaiquinos en tierra alquilada a Cuba, la playera celebra una prisión estadunidense para musulmanes que han sido declarados enemigos en la guerra contra el terrorismo. Es un artículo popular en la tienda de regalos Gitmo (como la contracción de la palabra Guantánamo en inglés), colocado junto a ratas de peluche y caballitos tequileros con el letrerito “Bahía de Guantánamo: sumérgete”.
Construida en 1898, la Base Naval de Guantánamo parece un suburbio estadunidense. Hay un McDonald’s, un Subway y hasta un desfile en Navidad. En Halloween, los militares se disfrazan de zombis y compiten en una carrera de cinco kilómetros. Los ganadores del concurso de belleza y salud, Sr. y Sra. Gitmo, arquean sus espaldas en la portada de Wire, la revista interna de la base. El cine al aire libre Team Guantánamo proyecta los grandes éxitos de taquilla (cuando lo visité estaba Guerra Mundial Z), y por la noche, los visitantes pueden comer carne seca de pollo mientras se columpian en higueras, se emborrachan en O’Kelly’s (“el único pub irlandés en territorio comunista”), o cantan en el karaoke.
Videos by VICE
Pero desde que la Fuerza de Tarea Conjunta (FTC) llegó en 2002, la Bahía de Guantánamo se convirtió en el hogar de la prisión más infame del mundo.
Los campamentos de Guantánamo se construyeron en principio, para detener e interrogar a prisioneros fuera del alcance de la ley de Estados Unidos. Cerca de 800 musulmanes han sido encarcelados desde que se inauguró y en la mayoría de los casos, a los presos no se les ha probado ningún delito. Desde que el presidente de Estados Unidos, Barak Obama, llegó al poder en 2008, ha prometido cerrar Guantánamo dos veces, sin embargo 166 hombres siguen en detención indefinida. Es un lugar donde la información es contrabando, la alimentación forzada es considerada cuidado humano, las engrapadoras son armas y la ley es reescrita arbitrariamente.
Nabil Hadjarab llegó a Guantánamo hace 11 años, vestido con un overol naranja y un pañal, con la cabeza cubierta con una capucha y los ojos tapados con goggles negros, amordazado y con unos audífonos que transmitían ruido blanco.
Nabil tiene 34 años; es cuatro años mayor que yo. Los dos hablamos francés, hacemos dibujos y, en nuestra juventud, disfrutábamos viajar a lugares desolados y tener aventuras. Pero los días de espíritu viajero de Nabil posiblemente hayan terminado para siempre. A pesar de que su liberación fue aprobada desde 2007, el gobierno de Estados Unidos no lo ha regresado a su familia en Francia. Él ha decidido permanecer en huelga de hambre hasta que encuentre la libertad o la muerte, lo que ocurra primero.
Uno no espera que la oficina de prensa de Guantánamo sea amigable, pero los tenientes coroneles Pool y Breasseale (quien fue consultor del Departamento de Defensa en The Hurt Locker) tienen la tarea de ser nuestros amigos. Con calidez, encanto y amabilidad, nos mantienen lejos de los prisioneros sobre quienes venimos a escribir. Ellos saben cómo jugar el juego, y hacen su tarea, asegurándose de conocer mi trabajo, así como el de mis compañeros reporteros. Es claro que asumían que todos éramos liberales de hueso colorado, así que expresan su admiración por Al Jazeera y su apoyo por instalar energía sustentable en las bases.
El teniente Pools me había apodado Molly Worrywort [Molly la Preocupona] debido a mis insistentes preguntas sobre acreditaciones de prensa. Antes de llegar, me sugirió llevar un traje de baño. Al parecer, el gran campamento del terror estaba cerca de algunas increíbles playas. Aunque hay hoteles cercanos, los periodistas visitantes duermen en tiendas de campaña del ejército, en una división llamada Campamento Justicia, y la sala de prensa está en el interior del hangar de aviones; después de todo Guantánamo es un “campo de batalla”.
En la tienda naval, algunos filipinos empacaron nuestros alimentos a cambio de una propina. Un guardia de la FTC coqueteó conmigo hasta que se dio cuenta de que era periodista. Luego se dirigió a la cajera jamaiquina con el ceño fruncido: “Ella va a escribir lo mal que tratamos a los detenidos”. Compré cerezas, bourbon y unas chanclas.
A pesar de que nos trataron bien, la FTC controla lo que pueden ver los medios. Se prohíbe tomar fotos en la mayoría de los lugares, y cada que me ponía a dibujar una escena, los oficiales de prensa se amontonaban alrededor de mí. La sala de prensa estaba llena de soldados observando nuestras laptops, escuchándonos hablar. Los celulares estadunidenses no tienen señal en Guantánamo. Todos los teléfonos fijos dentro del complejo tienen una etiqueta que dice “El uso de este teléfono otorga el consentimiento a que se monitoree la llamada”. Gafetes que indican “Siempre debe estar escoltada por un militar” deben ser usados en todo momento. Nos los entregaron en algo llamado la Oficina de Información Sensible Compartimentada, que está decorado con carteles de propaganda. Uno de ellos muestra a una mujer con un pasamontañas apuntando al frente con una pistola; debajo se lee: “Sigue hablando, te estamos escuchando. Práctica opsec [operaciones de seguridad]”. Tomé notas al reverso de un panfleto que enlistaba todos los artículos que estaban prohibidos en la base. El oficial de seguridad inspeccionó mis notas, preocupado de que hubiera copiado un documento clasificado. Al igual que casi todo en Guantánamo, la lista que estaba en el panfleto también era clasificada.
En el Campamento Justicia, un oficial de prensa nos mostró la única esquina con alambre de púas que se nos permitió fotografiar. El ejército debe aprobar todas las fotos, y cuando nuestros artículos sean publicados, se nos clasificará como “amistosos”, “neutrales” o “adversarios”.
Cuando entrevisté al capitán Robert Durand, un portavoz del FTC, me dijo que muchos periodistas piensan que Guantánamo es una aldea Potemkin, cubriendo una cara del ejército que no quieren que veamos. Durand negó eso, sin embargo, los periodistas no están autorizados para hablar con los detenidos. También firmamos contratos prometiendo no entrevistar a los trabajadores filipinos. Nuestra visita coincidió con las comisiones militares sobre el 11 de septiembre —las comisiones militares de Guantánamo fueron inventadas en 2006— que son una mezcla entre tribunales civiles y militares. Mientras estaban sucediendo, no se nos permitió estar cerca de las prisiones. En la visita guiada sólo se nos mostró una pequeña parte de los campos de prisioneros.
El único periodista que realmente ha visto Guantánamo es el camarógrafo de Al Jazeera, Sami Al-Hajj, el gobierno de EU lo encarceló en Guantánamo desde 2002 hasta 2008, sobre todo para interrogarlo acerca del canal de televisión para el que trabajaba.
En Guantánamo nada es seguro. Ninguno de los involucrados son imparciales, y los hechos acerca de los detenidos se ocultan detrás de documentos clasificados, alambre de púas, e improvisadas acciones legales.
Mientras investigaba acerca de Nabil antes de mi viaje, pude encontrar muy poca información aparte de la que fue entregada por su abogado, Cori Crider, y transcripciones del tribunal filtradas por Bradley Manning. El Departamento de Defensa se niega a comentar sobre los detenidos, y cualquier comunicación con los presos está prohibida. Los detalles de la vida de Nabil, a menos que se especifique lo contrario, provienen de Crider.
Crider me dijo que el padre de Nabil luchó del lado francés en la guerra de Argelia, y en algún momento llegó a servir como guardia de Charles de Gaulle. Nacido en Argelia, Nabil llegó a Francia cuando era un bebé. Su lengua materna es el francés y sus medios hermanos del primer matrimonio de su padre son todos ciudadanos franceses, uno de ellos incluso ganó una medalla de honor por su servicio en el ejército francés. Pero debido a que Nabil nació en Argelia, tratar de obtener su ciudadanía francesa fue un proceso largo. A los 21 años contrató a un abogado de inmigración para solicitar su residencia. El abogado le dijo que dejara el país, mientras que los documentos estuvieran en trámite. Como no quería volver a Argelia, Nabil compró un pasaporte falso y se fue a Inglaterra.
Londres puede ser un lugar hostil para los inmigrantes sin la documentación apropiada. Casi sin dinero mientras trabajaba en una pizzería, Nabil siguió el consejo de un amigo de su mezquita: en Afganistán, la vida era barata, no era necesario tener documentos, y se podía estudiar el Corán, mientras que esperaba el tedioso proceso de Francia. Así, en la primavera de 2001, Nabil decidió irse a la aventura.
La primera parada de Nabil fue una casa de huéspedes de Kabul, donde su anfitrión le dio un arma para autodefensa. Luego, en septiembre, todo cambió cuando dos aviones se estrellaron contra el World Trade Center.
Mientras las bombas estadunidenses caían en Afganistán, Nabil empezó a escuchar que algunos afganos estaban deteniendo árabes. Con sus compañeros de casa, huyó a las montañas de Tora Bora. Herido por bombas estadunidenses al tratar de cruzar la frontera, algunos “amistosos” habitantes del pueblo llevaron a Nabil a un hospital local.
De acuerdo con un informe de la Facultad de Derecho de Seton Hall, en 2006, sólo el cinco por ciento de los 517 detenidos en Guantánamo fueron capturados por las fuerzas estadunidenses. Ochenta y seis por ciento fue entregado a las Fuerzas Armadas de EU por Pakistán, y la Alianza del Norte y otros afganos civiles. Washington estaba ofreciendo recompensas de miles de dólares por persona. En un pueblo empobrecido conocido por secuestros y extorsiones, eso se trataba de una fortuna casi inimaginable. Un folleto en Afganistán decía: “Usted puede recibir millones de dólares por ayudar a la fuerza anti-Talibán, a atrapar asesinos talibanes y de Al Qaeda. Esto es suficiente dinero para cuidar de su familia, su pueblo, su tribu por el resto de su vida”.
“Hay paralelos lamentables entre los fallidos esfuerzos de reconstrucción en Afganistán e Irak, y el propósito fallido de Guantánamo”, me dijo Peter Van Buren, un ex funcionario del Departamento de Estado, y el autor de We Meant Well: How I Helped Lose the Battle for the Hearts and Minds of the Iraqi People. “En ambos casos, EU creyó que el dinero, mucho dinero, podría solucionar cualquier problema. EU creyó que a pesar de su ignorancia sobre la política de cazarrecompensas, lo que significaba su presencia como invasores en el país, así como las necesidades reales de reconstrucción de los afganos, no había razones para no actuar. Por último, EU creyó que aun cuando el fracaso era claro, era importante fingir lo contrario. Así que los proyectos de reconstrucción son considerados como un éxito, y cualquier detenido que está en Guantánamo es, obviamente, un terrorista”. En Estados Unidos eres inocente hasta que se demuestre lo contrario. En Guantánamo, es al revés. De acuerdo con su Informe del Tribunal sobre Estatus de Combate, Nabil era miembro de Al Qaeda. Como prueba, sólo tienen el hecho de que estaba en Afganistán, tenía un arma de fuego, y en Londres había asistido a una mezquita conocida por su extremismo. Para complementar su perfil de “terrorista”, el informe oficial incluye historias que sucedieron en un campo de entrenamiento terrorista y en una trinchera en la montaña llena de granadas. Ningún miembro de las fuerzas norteamericanas fue testigo ocular de esos hechos, pero eso no importa, porque los tribunales secretos de Guantánamo aceptan rumores como evidencia contra de los detenidos.
También se incluyen pruebas circunstanciales, confesiones obtenidas bajo tortura, y “la presunción de regularidad”. Lo que supone que todos los funcionarios estadunidenses son completamente honestos. Siguiendo esta lógica, más allá de una duda razonable la verdad es imposible de probar, está escondida en alguna parte de las montañas de Tora Bora.
Los afganos entregaron a Nabil a las fuerzas afganas desde su cama de hospital. Herido y aterrorizado, terminó encerrado junto a otros cinco hombres en una celda subterránea de una prisión en Kabul. Los interrogadores lo azotaron. Los gritos de quienes estaban siendo torturados lo mantenían despierto por la noche. Según un comunicado presentado por Clive Clifford Smith, el abogado de Nabil en aquel momento, “Alguien, un intérprete u otro prisionero, le susurró, ‘Sólo di que eres del Al Qaeda y van a dejar de golpearte’”.
En Bagram, los estadunidenses dejaron a Nabil desnudo en un hangar de aviones que estaba tan frío que pensó que iba a morir, mientras que el personal militar en abrigos cálidos bebían chocolate caliente. De acuerdo con una declaración presentada por Clifford Smith, cuando Nabil trató de retractarse de confesiones que había hecho bajo tortura, los soldados sólo lo golpearon más. Finalmente, los militares transfirieron a Nabil a Kandahar, y luego a Guantánamo.
Nabil llegó al campo X-Ray en Guantánamo en febrero de 2002. Con sus torres de vigilancia, casetas de interrogación, y alambre de púas, X-Ray es un lugar completamente surreal, un campo de concentración en el Caribe. Durante los cuatro meses que le tomó a la FTC construir prisiones permanentes, Nabil vivió en una jaula de metal bajo el ardiente sol cubano. Para la higiene, tenía un cubeta de agua y otra para mierda. Durante las siete horas que me tomó hacer un dibujo de X-Ray, casi me desmayé de los mosquitos y el calor.
El campamento X-Ray ha estado abandonado desde hace más de una década. Los pájaros hacen nidos en el alambre de púas y enredaderas han cubierto las jaulas. Con la brisa y las mariposas, uno podría pensar que el sitio es sólo un recordatorio de un pasado vergonzoso. Para los actuales prisioneros que pasaron por X-Ray, eso sigue siendo parte de su realidad. Es posible que haya salido de ahí, pero no son libres.
En las cuartos de interrogación de X-Ray, y después en las cárceles permanentes del Campo Delta, los estadunidenses han utilizado técnicas como encadenar a los prisioneros al suelo con grilletes en posición fetal, dry-boarding (meter trapos en la garganta de un hombre y cubrir la nariz y la boca con cinta adhesiva), y la humillación sexual. Mujeres que participaban en los interrogatorios abusaron de detenidos y los mancharon de sangre falsa de menstruación, según Inside the Wire, un libro escrito por un ex sargento que fue testigo del incidente en Guantánamo. El ex detenido Ruhal Ahmed describió haber estado encadenado en cuclillas durante días, para que él defecara sobre sí mismo mientras que perros ladraban en su cara. Un oficio de la abogada de JAG (Abogado General del Departamento de Defensa de Estados Unidos) Diane Beaver, según el análisis legal de las técnicas agresivas de interrogación, describe water-boarding (asfixia con agua) y otros abusos, como “contacto físico no nocivo” y a sus ojos amenazar al detenido de que su familia estaba en peligro de tortura o la muerte era algo totalmente legal.
A Nabil no le gusta hablar del tiempo que pasó en el campamento X-Ray.
En 2010, el coronel Wilkerson, jefe de gabinete del ex secretario de estado Colin Powell, dijo al Times of London que “[El ex vicepresidente, Dick Cheney] no tenía absolutamente ninguna preocupación de que la gran mayoría de los detenidos en Guantánamo fueran inocentes”.
De los 779 hombres detenidos en los últimos años en Guantánamo, 604 han sido trasladados o puestos en libertad en otros países. Lo cual puede significar ser trasladados a un campamento de refugiados de Albania, a una prisión Libia, o a un cómodo trabajo de investigación en Alemania. La mayoría no han demostrado tendencias terroristas después de Guantánamo.
Entre ellos se encuentran los Tipton Three, tres amigos británicos con descendencia surasiática, que mientras planeaban un viaje a una boda en Pakistán, decidieron ir de turistas a Kabul. Luego está el caso de Sami Allaithy, un profesor de la Universidad de Kabul. Fue golpeado de tal manera que quedó parapléjico. Murat Kurnaz, nacido en Alemania de padres turcos, sólo tenía 19 años cuando las autoridades paquistaníes lo sacaron de un autobús de camino al aeropuerto. Absuelto de todas las acusaciones cinco años después, voló de regreso a Alemania de Guantánamo, esposado y encapuchado en un avión privado lleno de marines. El vuelo le costó a los contribuyentes de EU más de un millón de dólares. En 2004, el caso judicial Rasul vs. Bush estableció que los detenidos tenían derecho a impugnar su detención, sin embargo, la mayoría de los prisioneros no tenían abogados ni medios para contactarlos. Se esperaba que ellos pudieran navegar por el sistema de tribunales por su propia cuenta, en un idioma que no comprenden, con leyes que estaban siendo improvisadas en el momento.
La justicia de Estados Unidos se negó a publicar los nombres de los detenidos, por miedo de que abogados voluntarios tomaran sus casos. Finalmente, en 2005, el abogado militar Mateo Diaz ocultó una lista de detenidos en una tarjeta de San Valentín y la envió al Centro de Derechos Constitucionales. Díaz me dijo que la FTC había ignorado sus denuncias de abuso. Su esperanza era que una vez que los detenidos consiguieran abogados, los guardias serían menos propensos a abusar de ellos.
Los prisioneros no sólo sufrían de los interrogatorios. Las Fuerzas de Reacción Mejorada (FRM) rociaron gas pimienta, golpearon y abusaron de los detenidos que oponían resistencia. Nabil una vez lanzó su bandeja de comida a través de la rendija de su celda, salpicando a un guardia con leche. Su evaluación de FTC clasificó esto como una agresión física grave. Su familia se enteró de que estaba en Guantánamo en 2002, pero no fue hasta 2005 que un compañero de detención inscribió a Nabil para obtener representación legal por abogados de Reprieve, una organización de asistencia legal británica que representa a presos que van desde condenados a pena de muerte hasta detenidos en Guantánamo.
La oficial de prensa que me asignaron negó categóricamente que los detenidos fueran golpeados en Guantánamo. Le pregunté por el especialista Sean Baker, quien en 2003 participó en un ejercicio de entrenamiento del FRM y terminó con lesiones cerebrales, por lo que tuvo que ser internado en el hospital Walter Reed durante 48 días. Ella dijo que nunca había oído hablar de Baker, y me aseguró que los detenidos se golpean contra las camillas a propósito, para poder mostrarle heridas a sus abogados.
Los guardias reparten “artículos de confort” para premiar el cumplimiento. Según Terry Holdbrooks, un ex guardia de Guantánamo, autor del libro de memorias Traitor?, hasta los cepillos de dientes eran privilegios. Estos mismos guardias se quejan de que a medida que pasan por las celdas, los detenidos les salpican de mierda. Después de 11 años de reclusión indefinida, probablemente eso es todo lo que algunos prisioneros pueden hacer.
Para el año 2009, Guantánamo empezaba a parecerse a una prisión de Estados Unidos, con la vida colectiva, un campo de futbol y una biblioteca. El lema de Bush “Honor obligado a defender la libertad” se convirtió en el de Obama “[Prisión] segura, legal, transparente, humana”. En un mensaje directo en Twitter, el autor Neil Gaiman me dijo que un detenido era fan de sus libros. Para mantener ocupados a los presos mientras esperaban que la guerra contra el terrorismo llegara a su fin, Guantánamo ofrecía clases de arte, colgando los dibujos en una habitación que sólo la prensa podía visitar. Según el capitán Durand, a los detenidos se les permite llamar a sus familias una vez al trimestre, sin embargo, nunca se les permiten visitas.
Junto con la Fuerza de Tarea Conjunta, muchos en la oficina de prensa pensaban que los detenidos deberían estar agradecidos. Me imaginaba a algún santurrón en la visita aprobando todo: “Estos presos están consentidos. Incluso comen pollo al limón”. ¿Quién necesita un futuro cuando puedes comer pollo al limón?
Cada mañana, el Departamento de Defensa envía por correo electrónico el recuento oficial de los prisioneros que siguen en huelga de hambre, a la prensa. De los 166 presos en Guantánamo, durante mi visita 106 se habían sumado a la huelga. Cuarenta y cinco de ellos han perdido el peso suficiente para ser, como la Fuerza de Tarea Conjunta llama, “alimentados con sonda endogástrica”, lo cual significa que tienen apenas la masa muscular mínima para sobrevivir. Nabil Hadjarab es uno de ellos.
La huelga de hambre inició en febrero para protestar por el mal manejo de los coranes por los guardias, pero eso fue sólo el detonante. Bob Gensburg, abogado del detenido Abdul Zahir, me dijo: “La huelga de hambre es la culminación de 12 años de abuso, del cual ninguno de ellos puede ver el final. Ellos creen que van a estar ahí para siempre, impotentes, humillados, despojados de su humanidad”. Carol Rosenberg, quien ha estado cubriendo Guantánamo durante los últimos 12 años, escribió en un informe para el Miami Herald que cuando los detenidos taparon las cámaras de vigilancia en sus celdas comunitarias, los guardias entraron disparando con balas de goma y encerraron a los detenidos en celdas individuales. Con este acto, la “era de oro” de Guantánamo había terminado.
A Nabil le encanta el futbol, su jugador favorito es Lionel Messi. Solía practicar la caligrafía de árabe clásico. También hacía ejercicio y aprendió inglés con el sueño de convertirse en traductor. Mantuvo su mente en un futuro más allá de Guantánamo, pero los años han transcurrido desde que fue absuelto, y el futuro se convirtió en un espejismo. El 18 de marzo de este año, el ejército anunció que había iniciado la alimentación forzada para los huelguistas. Dos veces al día, los guardias atan a Nabil a una silla y empujan su cabeza hacia atrás. Los médicos meten un tubo endogástrico a través de la nariz, por su garganta y al estómago. Luego bombean una lata de Ensure a través del tubo. Nabil es cubierto con una capucha (“escupir es una táctica [utilizada por los detenidos]”, según el portavoz de Guantánamo capitán Robert Durand) y es dejado atado a la silla hasta que haya digerido el Ensure.
“No vamos a permitir que los detenidos se hagan daño, ya sea por pastillas, la fabricación de armas, o dejarse morir de hambre”, me dijo el teniente coronel Breasseale. También dijo que algunos de los detenidos ni siquiera necesitan estar atados, se recuestan y aceptan la sonda de alimentación. Los detenidos, incluso pueden elegir su sabor de Ensure.
La alimentación forzada, ejercida en algunas cárceles norteamericanas, está penada por la Asociación Médica de Estados Unidos. Es un proceso muy doloroso y puede causar neumonía si el líquido gotea en los pulmones de la víctima.
Samir Naji al Hasan Moqbel, preso alimentado a la fuerza, describió la experiencia en un editorial del New York Times. “Mientras [el tubo] era empujado hacia adentro, me hizo sentir ganas de vomitar… Había dolor en mi pecho, la garganta y el estómago. Nunca había experimentado tal dolor antes”. Cuando le comenté de esto al teniente coronel Breasseale, respondió: “Son presos. Han sido privados de su libertad. A nadie le gusta eso. Pero eso en sí mismo no es una tortura”.
Según la perspectiva del capitán Durand, los detenidos sólo buscan atención. “Están viendo a sus abogados en la televisión y la atención mediática de eso”, dijo. “Eso motiva a más personas a unirse”. Añadió: “Creo que es interesante que los talibanes fueran los primeros en informar sobre la huelga de hambre”.
A lo largo de nuestra visita, oficiales de prensa me dijeron a mí y a otros periodistas presentes que nadie sufre repercusiones negativas por declararse en huelga de hambre, pero el capitán Durand dijo que los detenidos no volverán a la vida comunal hasta que coman por sí mismos. Nabil se sienta solo en su celda, las cartas de su familia y dibujos son confiscados, sólo tiene su Corán como acompañante. Si él quiere hablar con su abogado, los guardias revisan sus genitales antes y después de que usa el teléfono.
“‘Celda de aislamiento’ es una frase emocionalmente muy cargada”, continuó el capitán Durand. “Sin embargo, la detención en una celda individual no es aislamiento. Pueden hablar entre ellos. Las rendijas de sus celdas están abiertas”.
Durante su última llamada telefónica, Nabil le dijo a Cori: “Estoy desesperado por libertad. En nuestra breve vida, la libertad es lo único que importa. Cosas como privilegios y alimentos son secundarios y significan poco. La alimentación forzada es una manera de enterrar lo que tenemos que decir. En este lugar, ¿qué no la última cosa que me queda es la posibilidad de decidir qué hacer con mi vida? ¿Se les permitió a los militares quitarme eso también?”
En los días posteriores al 11 de septiembre, había volantes en todas las paredes de Nueva York, pegados por personas que buscaban a sus maridos, hermanas, hijos. Estos anuncios se quedaron en las paredes por años, hasta que el sol y el moho los hizo ilegibles, se convirtieron en cicatrices de la ciudad. Pero los rostros en los volantes fueron enterrados bajo los escombros del World Trade Center, para nunca más volver a ver Nueva York.
Mi llegada a Guantánamo coincidió con las audiencias previas al juicio del “autor intelectual del 11 de septiembre” Khalid Sheikh Mohammed, también conocido como KSM, y sus presuntos cómplices. El Departamento de Defensa trajo a familiares de los fallecidos el 11 de septiembre para ver el juicio, que incluiría una sesión de preguntas y respuestas para la prensa.
El hermano de Rita Lasar, Abraham, trabajaba en el piso 27 en una de las torres. Murió junto a su colega tetrapléjico, a quien no pudo abandonar. “Él era mi hermano menor”, nos dijo Rita de 81 años de edad. Su cara se volvió muy triste. “Hizo algo decente. Lo decente es que el país le de un juicio justo. A pesar de lo que hicieron, merecen un juicio justo y transparente”.
“Mi madre murió de cáncer y no hay calcomanías por todas partes diciendo NUNCA OLVIDAREMOS”, dijo Glenn Morgan, cuyo padre fue enterrado junto con los rescatistas bomberos de Nueva York cuando la segunda torre se derrumbó. “A veces lo quieres olvidar. Pero no se puede”. Glenn identificó a su padre por el número de serie en su cadera de titanio. “Hay un deseo de matar y el deseo de venganza, y yo siento ese deseo. La Constitución protege a la gente de personas como yo, yo sería vengativo”. Rita y Glenn ambos dijeron que habían deseado que KSM hubiese sido juzgado en Nueva York.
Después de un descanso de 15 minutos, se le permitió a la prensa hablar con el fiscal, el general Mark Martins. Él habló larga y erráticamente, sin brindar demasiada información, pero lo que dijo me sorprendió tanto que le pedí que lo repitiera: sólo 20 detenidos tienen cargos. Al ver que el resto de los periodistas no se veían sorprendidos me sentí ingenua. ¿Eso quiere decir que los otros 146 hombres detenidos en Guantánamo ni siquiera están acusados de crímenes? El general me dijo que tenía razón, que ese era el caso.
Después de la conferencia de prensa, el teniente coronel Breasseale me hizo a un lado. Es legal detener a esos hombres hasta el fin del conflicto, me explicó, igual que detuvimos soldados nazis hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. Pero, si es imposible para un país rendirse ante la guerra contra el terrorismo, ¿qué significa ganar? En Guantánamo, nadie sabe la respuesta.
En 2002, KSM presumió en Al Jazeera haber sido el autor intelectual del 9/11. Las pruebas forenses demuestran que su mano decapitó al periodista Daniel Pearl. En el caso de KSM, a diferencia de la mayoría de prisioneros en Guantánamo, hay tanta evidencia de sus atrocidades que las confesiones derivadas de tortura no son necesarias. Sin embargo, está encarcelado en la misma prisión que Nabil y otros 145 hombres que nunca serán acusados de un delito. En las audiencia de KSM, los espectadores sólo pueden traer un cuaderno o, en mi caso, materiales de arte. Hice ilustraciones sobre el proceso detrás de tres capas de vidrio a prueba de balas. Hubo un monitor para el sonido, pero transmitía con un retraso de 40 segundos para permitir que nuestros cuidadores pudieran censurar información sensible. Los agentes de seguridad tenían que aprobar nuestros diseños antes de sacarlos de la sala de la corte, dejando notas con post-its en mi cuaderno que me informaban cuando escribía mal un nombre.
Durante un receso, observé fijamente a KSM utilizando unos binoculares. Usando jugo de naranja se había teñido la barba. Tú eres el que destruyó mi ciudad, pensaba mientras lo veía. Me regresó la mirada y se rascó la nariz.
No se permite entrar con documentos engrapados a la corte, bajo la lógica de que podrían ser usadas como armas. En visitas anteriores, cuadernos con espirales también habían sido prohibidos por la misma razón.
En nuestro segundo día en la corte, los guardias de seguridad confiscaron mis binoculares, y los de Janet Hamlin, la ilustradora oficial de Guantánamo. Janet ha estado documentando las instalaciones durante siete años y su cuaderno de dibujos es el único registro visual de la corte. “He estado usando esto por tres años”, dijo Janet al guardia, pero se los prohibió de todos modos, por considerarlos como “amplificación ocular prohibida”.
La audiencia previa al juicio se enfocó en esclarecer violaciones de privilegio entre abogado y cliente. Los miembros del equipo de la defensa después me describieron su trabajo en términos patrióticos, como “defender la Constitución desde ambos lados”. Los abogados defensores son acertados y comprometidos, pero naturalmente Guantánamo se inclina contra ellos. Fueron ellos quienes testificaron que el FTC había saqueado correo legal de sus clientes, instalaron micrófonos en detectores de humo de las habitaciones donde habían tenido sus reuniones, y les prohibieron llevar notas cuando se reunieron con sus clientes.
El lenguaje se transforma dentro de Guantánamo. En la corte, términos simples y corporativos como “equipo privilegiado” y “revisiones rutinarias” se usan para referirse a espías del gobierno y cateos en las celdas respectivamente. La palabra contrabando no se refiere a armas o cocaína, sino a información. James Connel, un abogado defensor para Ammar al Baluchi, involucrado en los ataques del 11 de septiembre, me dijo “Las restricciónes sobre el ‘contrabando de información’ prohibe a los abogados discutir temas importantes con sus clientes, incluyendo las identidades de quienes los han torturado o la idea de la Yihad”.
Las opiniones y experiencias de los demandados son clasificadas, en especial sus recuerdos de las interrogaciones. Connell añade: “El gobierno sólo puede clasificar la información que posee o controla. Al clasificar las ‘observaciones y experiencias’ de los acusados de la comisión militar, el gobierno está sentando el precedente de algo nuevo y terrible: el poder de poseer y controlar las mentes de las personas a las que ha torturado”.
Durante la conferencia de prensa, un periodista le preguntó a Glenn Morgan lo que había venido a ver. Él dijo: “[Me gustaría que KSM pensara]: Mierda, no puedo creer que me hayan dado un juicio justo. ¡Qué país tan extraordinario!”
Sin embargo, los juicios no se ajustan a los estándares estadunidenses de justicia. En Guantánamo, los inocentes son culpables. Un hombre joven viajando por placer, como Nabil Hadjarab, es equivalente al autor intelectual del 9/11.
El teniente coronel Breasseale me dijo que el FTC ha contratado a especialistas en el cuidado de ancianos para volar a Guantánamo y cuidar de la población carcelaria de edad avanzada. Pese a las promesas de Obama para cerrar Guantánamo, los 166 detenidos no se irán a ninguna parte pronto.
Cuando Bush llamó a estos hombres “lo peor de lo peor”, se les marcó de por vida. El Congreso ha prohibido gastar dinero para transferir a los detenidos a Estados Unidos. Enviarlos a casa también sería complejo. Algunos países, torturan a los detenidos cuando están de vuelta. Otros no están dispuestos a seguir las indicaciones del gobierno norteamericano. Países terceros (países que no son ni EU ni los países de origen del detenido) no están dispuestos a limpiar lo que ellos lo ven como un desmadre creado por Washington.
Hablando del Congreso, Hina Shamsi, directora del Proyecto de Seguridad Nacional del la Unión de Libertades Civiles de Estados Unidos (ACLU por sus siglas en inglés), me dijo que “anunciamos a nuestros aliados que no recibiríamos a los detenidos, pero ellos tuvieron que haber luchado para que no lleváramos a los presos a un tercer país. Es un miedo irresponsable en lugar de una política responsable con base en hechos, dañando no sólo de la vida de estos seres humanos, sino también nuestra seguridad nacional”.
La única prueba de que muchos de estos hombres son terroristas es que fueron “atrapados en el campo de batalla”. Pero, ¿dónde se puede encontrar un campo de batalla durante la guerra contra el terror? En una guerra sin fin, el mundo está expuesto. Los hombres musulmanes son presuntos enemigos por el simple hecho de existir.
Mientras nos tomábamos unas cervezas, un oficial de prensa describió Guantánamo como “un montón de mierda” que el gobierno civil tiró en el piso y que ahora los militares tienen que limpiar. Sin embargo, por más que se sientan como víctimas, el FTC llevará a cabo su misión. Al mismo tiempo, ellos se esconden detrás de capas de material clasificado para que el público no pueda comprender cuál es su misión.
La Casa Blanca gastará 150 millones de dólares al año para mantener a estos 166 hombres encarcelados hasta que termine la guerra contra el terrorismo. Pero, al igual que la guerra contra las drogas, la guerra contra el terrorismo nunca va a terminar. Y cuando los detenidos intentan matarse de hambre por desesperación, vamos a seguir manteniéndolos vivos, embutiéndoles Ensure por sus gargantas.
Durante nuestra entrevista, el capitán Durand me dijo: “Una cosa de la que nuestros superiores se han asegurado es de que no nos preocupemos de lo que sucede en el exterior, para que podamos enfocarnos en hacer nuestro trabajo de manera segura y de manera legal. Hacer las cosas bien”.
En mi última noche en Guantánamo, vi el partido de Miami Heat en O’Kelly’s. Durante el medio tiempo, una joven vestida de blanco cantó el himno nacional. Su voz era honesta y verdadera: “¡Aún allí desplegó su hermosura estrellada, Sobre tierra de libres, la bandera sagrada!”
El bar estalló en aplausos.
Antes de mi vuelo, el oficial de prensa me escoltó hasta Windmill Hill desde donde se podía apreciar una vista panorámica de la isla. No me permitieron dibujar el área donde está el FTC, pero sí puedo recordarlo.
El Campamiento Iguana que fue construido originalmente para presos jóvenes pero que ahora tiene a los detenidos más sumisos, tiene vista a la bahía. Ahí debajo, las familias de los militares toman el sol. Las colinas son tan exuberantes como una pintura de Watteau. Nublado a la distancia, podía ver los edificios del Campamiento Delta, donde Nabil está preso por tiempo indefinido.
En la reunión más reciente de Nabil con Cori Crider, su uniforme se le caía por su cuerpo delgado. Estaba perdiendo la visión. Estaba demasiado débil para sostener la cabeza.
Durante la llamada telefónica de junio con Crider, Nabil dijo: “Es decepcionante que el gobierno pueda vernos morir de hambre durante cuatro meses y no vengan a hablar con nosotros, ni tratan de negociar acerca de cómo podemos recuperar nuestra vida normal como hombres libres”.
“No sé si voy a ser capaz de caminar hacia el teléfono la próxima vez. Entienda por favor que no es nada personal —realmente aprecio todo lo que está tratando de hacer por mí—. Estoy muy, muy cansado y no estoy seguro de que pueda seguir haciendo esto”.
Crider Nabil le preguntó cuándo iba a dejar la huelga de hambre.
Nabil le dijo: “Consideraré comer cuando vea a personas salir de este lugar. No antes”.
En Guantánamo las iguanas están en peligro de extinción. Matar a una es penado con una multa de diez mil dólares. Los vehículos militares se paran en seco en la carretera para dejarlas cruzar.
Unos días antes de salir de Guantánamo, me senté sola en el campamento X-Ray con el oficial de prensa Forbes. Escuchamos los primeros compases del himno norteamericano sonar en un altavoz. Forbes se levantó, giró en dirección a la bandera y saludó. Más tarde ese día, 106 huelguistas, solos en sus celdas, oyeron la llamada a la oración. Voltearon hacia la Meca y se inclinaron para rezar.
Los elementos de la Fuerza de Tarea Conjunta y los dete- nidos, si bien son enemigos entre sí, viven juntos, atrapados en una pequeña bahía con forma de herradura en Cuba. En Guantánamo, sólo los animales son libres.
Lee mas en nuestra Edición de los Enjaulados.