“Eres una aberración, qué asco”, le dijo un buen cristiano, de la mano de su pequeña hija, a un joven que sostenía una pancarta con un mensaje sobre el amor a la diversidad de familias que hay en México. El buen cristiano era parte de las aproximadamente 100 mil personas que salieron a las calles de Guadalajara para protestar en contra del matrimonio igualitario.
En las avenidas aleadañas a la Minerva decenas de camiones con el distintivo del Frente Nacional por la Familia y con la indicación del municipio jalisciense de procedencia, esperaban a que los asistentes terminaran su recorrido hasta llegar a un templete en avenida Vallarta y Chapultepec, donde se leyó el pronunciamiento del Frente.
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“Aquí estamos todas las familias de Guadalajara”, gritó la animadora del show. Pensé en los datos del INEGI y no me salieron las cuentas, pero bueno, sí hubo más gente que en la marcha similar que se hizo en febrero, y donde sólo se reunieron tres mil personas.
Lo paradójico es la diversidad de “familias naturales” que al parecer reivindican, pues hablé con una monjas que me contaron que su familia es Jesús y la iglesia, y que así como ellas viven en celibato, los homosexuales deberían seguir su ejemplo para que sus pecados sean perdonados.
Al final de la manifestación estaba un hombre de cabello largo y barba, vestido en túnicas, leyendo la Biblia. Los versículos que leía hablaban del amor, pero algunos de los asistentes prefirieron gritarle anormal y otros bonitos improperios.
Todos los jóvenes que estaban en el recorrido con letreros en apoyo a las familias que no están comprendidas dentro de lo que la marcha defiende (mamá, papá e hijos, ya que según los organizadores es el único modelo de familia), eran abordados por señoras y señores, vestidos de blanco, para esgrimirles siempre los mismos argumentos:
“Nosotros no estamos de acuerdo con su ideología, queremos una educación a nuestros hijos sin ideología”, decía una señora, mientras sostenía un rosario blanco, de los que el staff de la marcha estaba regalando.
“Queremos un México de valores, cristiano”, gritó otra señora.
“No se engañe, familia sólo hay una”, dijo un joven.
“Los pederastas están detrás de la iniciativa del presidente”, refirió un señor de edad avanzada.
La educación fue otro de los puntos medulares. En su discurso los niños tienen derecho a ser adoptados por un papá y una mamá, pero no tienen el derecho a recibir educación laica y científica (como dice la Ley General de los Derechos de los Niños, Niñas y Adolescentes). Los adultos no tienen el derecho de adoptar, pero sí tienen el derecho de imponerles educación religiosa, dicen.
Al final, la iniciativa del presidente para legislar el matrimonio igualitario es lo de menos; la Suprema Corte de Justicia de la Nación ha declarado inconstitucional prohibir el derecho al matrimonio a las parejas del mismo sexo, pues la Constitución es la máxima ley, no la Biblia.
La marcha, disfrazada de festiva, tenía un fuerte mensaje de discriminación y de desinformación. Una de sus canciones decía: “Sé que nuestra patria en riesgo está, a la familia pretenden borrar, de nuestra vida y de la sociedad”.
Los católicos que no marchan por la justicia
Muchos en las redes sociales, al menos en las mías, se preguntaban algo así como por qué esa gente no marcha por la violencia en la que está sumida el país o por los alrededor de los 28 mil desaparecidos de los que se tiene registro. Pero como eso no sucedería, el rastro de uno de estos tuvo que hacerse presente en la marcha.
Durante el recorrido de la manifestación unas mantas enormes llamaban la atención. Tenían el rostro de una mujer joven de 23 años de edad, de nombre María Fernanda Azpeitia Amador.
El 27 de agosto de 2016 desapareció, y sus familiares, sin participar en la marcha, decidieron aprovechar la conglomeración para difundir información de María Fernanda.
En lo que alcancé a ver, los fervientes defensores de la máxima “amarás al prójimmo como a tí mismo”, estaban más interesados en confrontar a quienes se expresaban en su contra que en conocer la historia de María Fernanda; pero espero que el acto de su familia sirviera para recordarles que Jalisco está entre los cuatro primeros lugares a nivel nacional con mayor índice de desaparecidos desde 2010.
Epílogo
Después de la marcha me sentí algo agotado, tantas personas marchando en contra de que yo y millones de personas más tengamos derechos, pero al final el amor siempre gana. Llegué a mi casa y encontré un mensaje de mi novio: “aunque la humanidad entera marchara en contra de los dos, te seguiría abrazando con la misma intensidad”.