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Comida basura y deporte, unas hamburguesas grasientas y un buen esprint sobre el terreno de juego. Es una relación controvertida, y aunque las multinacionales de fast food invierten millones en publicidad deportiva, la mayoría de atletas intentan evitar al máximo consumir este tipo de alimentos.
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Por descontado, no todos consiguen resistir la tentación, y eso puede ser un problema. El último ejemplo de esta problemática lo ha protagonizado Cesc Fábregas con una fotografía en Snapchat en la que se podía ver un festín de pizza, dulces y batidos de chocolate a pesar de la prohibición explícita de su entrenador Antonio Conte.
Pero, ¿cómo afectan estos alimentos a su rendimiento deportivo? Hablamos con los nutricionistas que deciden qué pueden comer los futbolistas de La Liga y otros deportistas de élite.
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El Chelsea no es, ni mucho menos, el único equipo con estrictas normas alimenticias, y lo que está claro es que ingerir comida basura —que no siempre equivale a comida rápida— afecta al rendimiento de cualquier deportista, no solo de los futbolistas. Los expertos coinciden en que los efectos de este tipo de alimentos son nocivos.
“El gran problema de la comida basura es su metabolismo. Es un tipo de alimento con muchas grasas saturadas, compuestos químicos, conservantes y colorantes, y eso es veneno para cualquier persona”, explica Caro Prato, exgimnasta profesional y entrenadora personal. “Para un deportista puede ser hasta peligroso, ya que llevan el cuerpo al límite y, para metabolizar este tipo de comida, el páncreas, el hígado y el riñón tienen que trabajar más. Es una combinación que es una bomba de relojería”.
“El problema está en la calidad del producto. Nosotros consideramos el cuerpo del deportista como una máquina parecida a un Fórmula 1 pero en humano. Se puede utilizar cualquier combustible para alimentarlo, pero no todos consiguen sacar el máximo rendimiento”, asegura David Jiménez, que lleva más de una década como nutricionista del Atlético de Madrid.
“Se puede hacer un consumo ocasional sin que afecte negativamente al peso, composición corporal y rendimiento deportivo, pero nunca será más beneficioso consumir comida basura ante el consumo de otros alimentos más saludables”, analiza la dietista especializada en deporte Júlia Farré. Un capricho de vez en cuando pues, no es algo preocupante.
Otro hecho a tener en cuenta es qué entra exactamente dentro de la categoría de comida basura. Aunque Pep Guardiola las haya prohibido en el vestuario del Manchester City, en el Atlético de Madrid no ven ningún problema en incluir la pizza en la dieta de los deportistas. “Puede ser un alimento de calidad excelente y aportarle a un futbolista aquello que necesita para recuperarse después de un partido, y lo mismo pasa con las hamburguesas”, apunta Jiménez. “Si Guardiola las prohíbe es que la materia prima que ha encontrado no es buena”.
Pedirte una pizza de cadena rápida, sin duda, no es lo mismo que sentarte en un restaurante italiano. La bebida es otro elemento crítico en la ecuación nutritiva. “Los refrescos son perjudiciales no solamente por la cantidad de azúcar que contienen sino también por el hecho de ser bebidas carbonatadas”, afirma Farré. Lo mismo ocurre con las bebidas energéticas.
La línea roja para cualquiera en la élite es, de todas todas, el alcohol. “Es algo que no hace falta explicárselo. Todos saben los síes y los noes, aunque hay jugadores que tienen más dificultades, es cuestión de profesionalidad”, comenta el preparador del Atlético. El riguroso control médico hace que cualquier desliz se pueda detectar, y el profesional sabe que una mala praxis en su nutrición puede arrebatarle un día entero de recuperación. “No solo está en juego su salud o estética, sino su profesión, su futuro y sus logros”, completa Farré.
No cuidar la dieta implica riesgos tanto a corto como a largo plazo. “La comida basura tiene una relación directa con las lesiones musculares, afecta a la digestión y perturba los ciclos de recuperación y descanso de los atletas”, apunta Prato. Llevar una mala alimentación predispone a las personas a sufrir más enfermedades —obesidad, diabetes, enfermedades cardiovasculares y neurodegenerativas, envejecimiento prematuro, cáncer y un largo etcétera— durante su vida adulta.
“Hay deportistas que pudieron ser los mejores en sus posiciones y que por culpa de no cuidar su alimentación se han quedado en eterna promesa, y los hay en todos los equipos, también en el nuestro”, afirma Jiménez, que presenta el caso de Sergio Kun Agüero como un ejemplo de los beneficios de seguir las recomendaciones de los nutricionistas.
Cuando el delantero argentino llegó al Atlético de Madrid tenía una alimentación desastrosa: le gustaba demasiado la carne roja y la Coca-Cola, además de no bebía ni una gota de agua. “En el club se trabajó específicamente para cambiar sus costumbres, y los resultados no hace falta explicarlos, son visibles”.
Otro célebre ejemplo es el de Novak Djokovic, que no empezó a despuntar y ganar campeonatos hasta que descubrió que era celíaco y dio un giro de 180 grados en su dieta. La juventud, comenta Prato, puede esconder gran parte de los problemas de los deportistas, pero un hecho demostrado —como en el caso del surfista Kelly Slater— es que quienes más cuidan su alimentación son también lo que más logran extender sus trayectorias profesionales.
A pesar de los riesgos, hay numerosos relatos que relacionan a las grandes estrellas del deporte con este tipo de comida. El caso de Usain Bolt es un buen ejemplo, ya que según cuenta en su autobiografía Faster than lightning comió unos 100 McNuggets al día durante los Juegos Olímpicos de Pekín en los que maravilló el mundo.
“Son exageraciones, porque gente tan excepcional a nivel físico no puede hacer esto como norma. Que lo hagan un día con la familia sí, pero no más. Sus rendimientos son tan bestiales que es imposible no comer bien. O comes bien o no llegas”, asegura Jiménez.
“El problema de estas acciones de marketing es que producen exactamente el efecto que quieren las marcas. Los deportistas son referentes, si un deportista lleva unas zapatillas de una marca probablemente mucha gente las querrá comprar, y lo mismo sucede con la comida que consumen”, añade Farré. “Es un conflicto ético que deberían resolver las instituciones deportivas y los organismos reguladores de la publicidad”.
La conclusión es clara: por una vez no pasa nada, pero al máximo nivel cualquier desliz puede representar un bajón de rendimiento para cualquier deportista. Por lo tanto, Cesc no debería tener problemas con su entrenador, y más cuando tienes a cuatro chavales en casa.
Ah, y que nadie se crea que los Bolts y Phelps se hinchan a comida basura para alimentar sus leyendas. Eso, en todo caso, es pura mercadotecnia y un mal ejemplo para los jóvenes que les admiran.
Sigue al autor en Twitter: @GuilleAlvarez41