Lancé esta pregunta a mis contactos de Facebook: “Ei tíos, ¿cómo os lo hacéis para ocultar las erecciones en espacios públicos?”. A los hombres —o, siendo más inclusivos, a los seres vivos con pene— a veces se les pone el miembro duro, esta es, al final, la gracia del pene, lo que justifica su existencia. Muchas veces, digamos que la gran mayoría, este comportamiento se sucede en medio de un acto sexual carnal —aunque a veces también “no sucede”, cosa que ciertas culturas relacionan con la muerte del espíritu — pero hay otras veces que el endurecimiento emerge en un entorno no sexualizado, como podría ser un vagón de metro, la sala de espera de una clínica donde realizan abortos o la zona de yogures del Mercadona.
En la mayoría de estos casos las erecciones no son deseadas, simplemente aparecen, fruto de la nada o de un pensamiento erótico inconsciente o inevitable. Los hombres —vamos a generalizar para simplificar, en estos casos, nos sentimos incómodos y nuestros propios mástiles nos generan una vergüenza extrema, pues nos hacen quedar como unos malditos pervertidos o como monos que no saben controlar sus impulsos. Es por eso que necesitamos ocultar nuestros genitales cuando están en todo su esplendor en un lugar inadecuado.
Videos by VICE
MIRA:
Contacté con Carme Sánchez Martín, sexóloga y codirectora del Instituto de Sexología de Barcelona, para que me ayudara a comprender este fenómeno. “Sobre todo es una conducta muy común durante la adolescencia, que es cuando existen unas descargas hormonales muy importantes y el sistema se siente desbordado y surgen estas erecciones espontáneas. Pero también pueden aparecer por cuestiones de angustia o nerviosismo, cuando el cerebro confunde lo que es excitación sexual con la sensación de ansiedad. Muchas veces sucede porque uno no se da cuenta de que sí ha captado un estímulo sexual, como que haya pasado alguien que nos atrae, percibiéndolo inconscientemente. En estos casos, también sucede que, al notar la sensación de erección, al intentar evitarla, se genera más ansiedad y esto provoca el aumento de la erección”.
¿Consejos para remediarlo? Según Sánchez, “lo mejor, en estas situaciones, es intentar pensar en otra cosa, distraerse haciendo una cosa totalmente diferente”. Pero el asunto no es tan fácil y a veces la tarea se torna imposible, por lo que hay que recurrir a otros métodos, centrados, básicamente, en la ocultación y el camuflaje genital.
“Pueden aparecer por cuestiones de angustia o nerviosismo, cuando el cerebro confunde lo que es excitación sexual con la sensación de ansiedad”
Es por eso que hice ese llamamiento por Facebook, para conocer de primera manos los truquitos que utilizaba la peña cuando se encontraba en esta tesitura. Mis contactos de me proporcionaron un buen almanaque de soluciones para ocultar este tipo de asuntos, algunas que, de hecho, ya había utilizado de forma instintiva. A continuación compartiré con vosotros este pozo de sabiduría popular. Si os parece correcto me inventaré un nombre para cada técnica, así todo esto será un poco más divertido, ¿vale? Empecemos.
“El Bolsonaro”
Ponerse la mano en el bolsillo, como buscando algo durante mucho rato, y cubrir la erección con la mano, a través del bolsillo, digamos, tapándola; también está el “Doble Bolsonaro”, que consiste en meterse ambas manos en los bolsillos, sujetar el miembro con una y dejando que la otra actúe como una coartada para que parezca que solo estás andando con las manos en los bolsillos, como el jodido Bob Dylan en la portada de The Freewheelin’ Bob Dylan —donde seguramente el mismísimo Bob se estaba marcando un auténtico “Doble Bolsonaro”—.
“La penitencia del campesino”
Bueno, lo del campesino no tiene mucho que ver pero imaginaros la imagen de un penitente, así encorvado y taciturno. Pues bien, el truco consiste en arquear la espalda hacia adelante para minimizar la presencia de polla en el cuerpo, escondiéndola. Uno puede justificar esta pose con unos dolores inventados en la barriga o unos picores en la pierna, lo que sea. Es un clásico.
“El pensador de Rodin”
Si tienes la suerte de haberte empalmado reposando en un asiento, encórvate un poco y no te levantes, por Dios, no te levantes nunca. Haz como si estuvieras pensando cosas muy intensas o como si intentaras resolver un embrollo familiar bastante jodido. Crea una situación dramática totalmente excesiva, lo que sea para que nadie vea que realmente te has empalmado mirando un anuncio de la universidad Blanquerna.
“El truco del cinturón”
Bien, la cosa es sencilla. El tema consiste en subir el miembro hacia el ombligo y “atarlo” con la presión del cinturón, o del pantalón o del calzoncillo, lo que sea más cómodo. El tema es que se quede apoyado a la panza, como un gatete reposando. Hay una variación que me parece un tanto incómoda, que consiste en hacer lo mismo pero en dirección contraria, o sea, plegarse el rabio hacia la entrepierna y ocultarlo ahí, apuntando al suelo.
***
Estos son los métodos más populares pero también se estila taparse el bulto con una carpeta, una mochila o, si la chaqueta es lo suficientemente larga, encerrarse ahí dentro, donde todo es permitido. Nada ni nadie será juzgado dentro de los confines de una chaqueta. Otra solución sería, básicamente, salir corriendo al mínimo indicio de excitación, cosa que os hará parecer un ser extraño, pero mejor extraño que pervertido, ¿no?
En todo caso, si algún día os encontráis en esta complicada situación, no solo tenéis que saber que existen varias soluciones, sino que, aún más importante, recibiréis el apoyo moral y los ánimos de todo un colectivo que entiende y respeta vuestro problema.
Sigue a Pol en @rodellaroficial.
Suscríbete a nuestra newsletter para recibir nuestro contenido más destacado.