Música

Cómo ‘Crepúsculo’ marcó un nuevo inicio para los soundtracks

Poster de la película Crepúsculo

Este artículo apareció originalmente en Noisey UK.

“Estaba por ahí en Londres. Estaba haciendo música el año pasado, iba a renunciar a la actuación y luego—”

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“Wow—”

“Y luego —tú sabes— llega el final del año y no tienes dinero, jaja—”

“Dios mío. Sí. Supongo que haré esta audición”.

Así fue como empezó la entrevista entre Robert Pattinson y Hayley Williams de Paramore para la serie Artist On Artist de Myspace (QEPD). Bueno, si es que dos personas hablando torpemente sobre una mesa extremadamente brillante puede considerarse una entrevista.

Era noviembre de 2008 y Paramore tenía dos canciones en el soundtrack de la primera película de Crepúsculo. Williams había confesado ser fan de la serie de libros, afirmando que se había conectado de inmediato con el romance prohibido de una chica anémica y un vampiro atrapado en el cuerpo de un joven de 17 años con una fuerte dependencia a la cera para el cabello. De hecho, Williams estaba tan fascinada con la historia que cuando escuchó que se estaban produciendo las películas, empezó a llamar a todo el mundo, desesperada por formar parte de la banda sonora. Su cruzada fue exitosa y Paramore compuso dos canciones nuevas para el film: “Decode”, con sus letras no tan sutiles (“But you think that I can’t see / What kind of man that you are / If you’re a man at all”), y la pegajosa “I Caught Myself”.

Pero lo que pasa es que… las películas son pésimas. Incluso Pattinson lo cree. Lo dijo en el comentario de la película, mientras hacía prensa; cuando le preguntaron qué rescataría cuando acabaran las filmaciones de Crepúsculo, dijo: “mi dignidad“. Tal vez el completo menosprecio hacia las adaptaciones hicieron que Rob y su coprotagonista Kristen Stewart escaparan la maldición de ser asociados por siempre con Edward y Bella. Pero puede que también tenga que ver con las bandas sonoras, que tuvieron un increíble éxito comercial y crítico. Todas fueron nominadas a los Grammy, y la primera fue doble platino, la segunda fue platino, y la tercera oro. Siempre estuvieron en el top cinco de los listados de Billboard, con reseñas favorables. A diferencia de los filmes, que eran basura ridícula, los soundtracks eran increíbles. Y todo esto fue gracias a una mujer: la supervisora musical Alexandra Patsavas.

La clave del éxito de Patsavas fue curar estas bandas sonoras como si fueran mixtapes íntimos que los amantes compartían en esa primera etapa de romance. Al escucharlas ahora, recuerdo cómo me sentía con la banda sonora de Romeo + Juliet, que ponía constantemente en mi adolescencia, soñando con una experiencia amorosa así de pura, así de destructiva, así de llena con camisas hawaianas. Y la naturaleza obsesiva de los fans de Crepúsculo significaba que ellos serían iguales, especialmente teniendo en cuenta que una de las canciones había sido preaprobada por Bella —”Flightless Bird, American Mouth” de Iron & Wine había sido escogida específicamente por Kristen Stewart para la escena del prom— y otra de las canciones es un tema original escrito e interpretado por Edward… digo, por Robert Pattinson (tal vez en eso era en lo que estaba trabajando antes de quedarse sin dinero y tuvo que venderle su alma a la franquicia).

En realidad, Patsavas le estaba vendiendo música a un grupo de personas que estaban desesperadas por comprar cualquier cosa que estuviese relacionada con Crepúsculo (y de verdad me refiero a cualquier cosa. Una silueta de Edward Cullen de tamaño real para pegar a la pared, un dildo brillante de Cullen… alguien hizo una versión de fieltro del útero de Bella, y no la puedes comprar pero que quiero que la veas, porque yo también tuve que hacerlo). Al estar frente a este mercado hambriento, Patsavas pudo haber llenado el soundtrack de mierda y aún así tener un increíble éxito, pero afortunadamente quiso darle autenticidad a su audiencia. Así que utilizó una táctica muy simple pero astuta: se aseguró de que todas las canciones estuviesen de moda, o fuesen de bandas emergentes o fuesen canciones nuevas de artistas ya establecidos.

Pero en una industria en donde los artistas necesitan ser tan cuidadosos con las cosas o las personas con las que se asocian, ¿cómo logró Patsavas seducir a St Vincent y Bon Iver para ser parte de un mundo en el que un vampiro de 100 años deja embarazada a una adolescente con su super semen? De dos maneras. La primera fue, obvio, con dinero (fuentes de la industria me informan que el pago estuvo entre 30.000 y 100.000 dólares por canción, mas regalías). La segunda fue lo que el Jed Gotlieb de The Boston Herald llamó el “brinco de Crepúsculo”: gracias a la fanaticada, los artistas que aparecieran en la banda sonora pasarían por un incremento enorme en las ventas de sus álbumes y sencillos.

Muse es un buen ejemplo de una banda que, sin duda, salió beneficiada de ese brinco, contribuyendo a tres películas de Crepúsculo; y al mismo tiempo quejándose de que la experiencia había sido similar a haber vendido sus almas. Muse, que habían dicho que las películas no habían sido su cosa favorita, luego admitieron que les estaba yendo muy bien en los Estados Unidos gracias a Crepúsculo, agotando entradas a conciertos de 20.000 personas.

También es probable que los artistas se hayan sentido atraídos por el calibre de las otras bandas involucradas; mejor dicho, si Sia lo está haciendo… Ese parecía ser el raciocinio de St Vincent en esta entrevista de Pitchfork de 2009 donde habla de su aparición en la banda sonora de Crepúsculo: Luna Nueva: “Es increíble estar en el mismo espacio en el que se encuentran Thom Yorke y Grizzly Bear”. Tal vez también podrían decirse a sí mismos que estaban haciendo un poco de servicio público, ¿no? “En algún momento todos fuimos un montón de preadolescentes suburbanos. Yo lo era. Creo que si hubiese tenido esta banda sonora, si mi yo de 13 años hubiese estado expuesta a Grizzly Bear, probablemente habría estado mejor”. Tengo que admitir, me alegra vivir en un mundo en el que millones de niñas adolescentes fueron expuestas a la encantadora genialidad de “Roslyn” gracias a una película de vampiros.

En 2010, la banda de Londres Fanfarlo tuvo su canción “Atlas”, con sus hermosas capas de voces, aplausos y mandolinas, en una escena de Crepúsculo: Eclipse, donde Edward deja a Bella con Jacob (si no saben, Jacob es un hombre lobo con una fuerte aversión a usar telas de cualquier tipo sobre su pecho). El vocalista Simon Balthazar me dijo que no había visto la película, “sin embargo, mi papá la fue a ver en Suecia, rodeado de quinceañeras. Resulta que la canción apenas y aparece y casi no se nota, así que me llamó confundido preguntando si había visto la película correcta”. Simon no está seguro de cuando dinero le ha traído la aparición de “Atlas” en la banda sonora, pero sí obtuvo su propia memorabilia de Crepúsculo que hasta compite con el útero de fieltro, “¡me dieron un disco de oro! Se ve espantoso, con las caras de los personajes en él”. Imaginen cuánto podría costar eso en eBay.

En este mundo post-Crepúsculo las bandas sonoras siguen floreciendo: A Star Is Born, The Greatest Showman y Bohemian Rhapsody están cómodas en el top 10 para 2018 de los listados de mejores álbumes alrededor del mundo. Estos son filmes que (presuntamente) hablan sobre música, así que tiene sentido; pero la tendencia se extiende a todos los géneros. La banda sonora de Black Panther fue un gran éxito y hoy 7 de diciembre despertamos con la noticia de que fue nominado a mejor disco del año en los Grammy 2019. Y no importó que la mayoría de las canciones no sonaran en la película, especialmente cuando muchas de ellas incluían a Kendrick Lamar. De hecho, ha sido la banda sonora más exitosa desde Suicide Squad. Todo eso prueba que el futuro de las bandas sonoras, posiblemente de la música, recae en la recreación de la magia que Alexandra Patsavas tejió con Crepúsculo: hacer un mejoramiento y una expansión del mundo, los personajes y las historias de la película en cuestión. Y convencer a Thom Yorke de que definitivamente quiere cantar sobre un bebé vampiro.

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