¿Cómo es tener ansiedad con las videollamadas y por qué pasa?

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La digitalización de algunos sectores de la vida, como respuesta inminente a la pandemia, avivó emociones bastante diversas: desde alivio por no tener que salir y enfrentarse al riesgo de contagio, alegría por el nuevo tiempo libre que surgió a partir de eliminar los largos traslados a la escuela o al trabajo, hasta abrumación y ansiedad por pasar todo el día entre pantallas. 

Esto último no debe minimizarse; el que nos encontremos “en la comodidad de nuestras casas” no nos blinda de toda la angustia que puede generar el ámbito digital. La psicóloga Alondra Valencia nos explica 6 razones principales de por qué las videollamadas pueden generar ansiedad:

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“Una es que el encuadre es muy cercano a nuestro rostro y esto puede ser intimidante, de hecho, no solemos acercarnos tanto a las personas normalmente, a menos que sean relaciones íntimas. Es como si estuviéramos a poquitos centímetros de toda la gente en la videollamada. La segunda es que se presta para observarnos obsesivamente en la pantalla, esto propicia la autocrítica y es particularmente difícil para quienes viven con dismorfia corporal. Por otro lado, estamos permitiendo que muchas personas ‘entren’ a nuestros espacios íntimos, como nuestras casas y nuestros cuartos, y esto puede hacernos sentir vulnerables”, comparte.

Así que si has experimentado este tipo de emociones, tienes que saber que muchas personas lo están sintiendo también y todo esto tiene una explicación.

“En las videollamadas hay un bloqueo del lenguaje no verbal porque no podemos ver el cuerpo completo, y esto dificulta las interacciones sociales, incluso compensamos exagerando nuestras expresiones faciales, lo cual puede cansar, especialmente a personas neurodivergentes o quienes de por sí viven con ansiedad social”, agrega Alondra.

“Con la virtualidad nos sentimos con la obligación de estar disponibles 24/7: antes si te enfermabas podías faltar a la oficina, ahora si tienes gripe se asume que aún así puedes conectarte porque puedes tomar la llamada desde tu cama. Por otro lado está la frustración ante los problemas técnicos: a veces tenemos problemas de conexión, y aunque no está en nuestro control, puede provocarnos vergüenza por estar ausentes.” 

Entonces, ¿cómo lidiar con esta ansiedad por videollamadas?

Alondra nos da algunas recomendaciones: “Si puedes, escoge un lugar neutral para conectarte, por ejemplo, una pared blanca, o donde haya mejor conexión y tengas un asiento cómodo. Si antes te cambiabas de ropa para salir a una reunión, procura seguirlo haciendo aún en videollamadas. Busca activamente los descansos fuera de las pantallas y convivir uno a uno. 

Un hack técnico es hacer pequeña nuestra imagen para no distraernos tanto viéndonos. Pero pienso que la más importante es no ridiculizar ni minimizar los sentimientos que estamos experimentando, tenemos derecho a sentirnos ansiosxs. Si esto te está afectando significativamente, busca priorizar tu bienestar y pide ayuda a unx profesional de la salud mental.”

Platicamos con algunas personas que nos contaron cómo lidiaron con estas emociones desagradables provocadas por la virtualidad y las videollamadas:

Mónica, 22

“Yo sufro de dismorfia corporal, básicamente es un trastorno que se caracteriza por obsesionarte con cómo se ve tu cuerpo. Entonces para mí las videollamadas eran un suplicio, me sentía súper observada, ni me podía concentrar en lo que estaba pasando en mis clases porque solo tenía fijada mi cámara en la pantalla para ver qué estarían viendo las demás personas. Es como si estuvieras en clases presenciales con un espejo todo el tiempo frente a ti. Y claro, en persona también me pasaba, pero siento que con Zoom aumentó mi ansiedad porque, aunque sé que es raro que esto pase, me daba terror pensar que alguien estuviera pendiente de mí y juzgándome o algo por el estilo. Nos obligaban a tener la cámara prendida y pues eso no me pareció.

Eventualmente dejé de ir a algunas clases porque mi ansiedad era demasiada, y claro que afectó mis calificaciones. Poco a poco lo fui trabajando en terapia y eso me ayudó mucho, pero definitivamente extraño las clases presenciales, yo sé que mucha gente ya se acostumbró a la virtualidad, y entiendo que hay muchas ventajas: puedes tomarlas desde casi cualquier lugar, puede ser hasta más barato, pero definitivamente no funcionan para todo el mundo”. 

Alex, 20

“Yo tengo TDAH [trastorno por déficit de atención e hiperactividad] diagnosticado, y definitivamente las clases virtuales fueron un reto. En serio me cuesta poner atención más de 20 minutos seguidos, y como mis clases son de dos horas me costaba bastante. Entraba en un ciclo de no poder poner atención, perderme en la clase, procrastinar haciendo algo más y luego sentir culpa y ansiedad por todo esto. Lo que me pasa es que las videollamadas no me estimulan lo suficiente, no hay otros ruidos, más que quien está hablando, no cambias de espacios físicos, prácticamente no ves a otras personas, o al menos así se siente. Busqué ayuda de un psiquiatra para esto y me recetó un medicamento, esto me facilitó mucho la parte de la concentración, pero la motivación es algo que aún no recupero. Tengo una amiga que también tiene TDAH y ella me compartió que también estaba batallando con esto, eso me hizo sentir acompañado, de vez en cuando nos juntábamos para tomar las clases juntxs”. 

Roberto, 59

“Yo soy profe de matemáticas en una preparatoria, y me costó mucho trabajo aprender a usar Zoom. Además, como todo fue muy súbito no tuve ni tiempo de acostumbrarme o de que alguien me enseñara con paciencia. En la docencia mucho de lo que nos indica que estamos haciendo un buen trabajo de enseñanza es ver a nuestros alumnos, si están poniendo atención o no, si tienen la confianza de hacer preguntas, si llegan a tiempo, etc. Y pues aquí no había nada de eso, me agüitaba mucho que no prendieran sus cámaras, pero tampoco podía obligarlos porque era opcional. Sentía que estaba dando clase en un salón vacío y era muy frustrante, a veces preguntaba algo y nadie respondía. 

Un día de plano lo platiqué con mis grupos, les pregunté cómo se sentían con este nuevo formato y les conté que yo estaba batallando un poco, que me gustaría que fuera más humano y saber si estaban ahí y si yo podía hacer algo para que no les fuera tan complicado poner atención. A partir de ahí prendieron más sus cámaras e interactuaron más, la verdad se sintió bonito”.

María José, 29

“Al inicio de la pandemia intenté mantener el contacto con mis amigas a través de videollamadas. Fue divertido al principio, nos conectábamos todas las semanas desde la comodidad de nuestras casas: en pijama, con el vinito o el café, en cama, estaba muy a gusto, incluso hacíamos dinámicas y jueguitos. Hasta que poco a poco, conforme pasábamos más y más tiempo frente a la computadora, dejamos de hacerlo. Y en general, nos distanciamos; en mi caso terminaba de trabajar y lo único que quería era pasar tiempo con mi pareja, con quien vivo, y olvidarme del celular y de todo. Esto resultó en que me empecé a sentir muy sola, creo que una vez que dejas de tener contacto se vuelve muy difícil retomarlo. A mi novio le pasó lo mismo y eso terminó por afectar nuestra relación porque dependíamos demasiado el uno del otro. Ahora que ya está mucho más tranquila la situación de la pandemia ya he visto a mis amigas en persona y me he dado cuenta que a todas nos pasó algo similar. Es bonito saber que siempre se puede reconectar y que hay luz del otro lado”.


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