Artículo publicado originalmente por VICE Estados Unidos.
¿Cuándo fue la primera vez que oíste hablar del movimiento Antifa? Tal vez fue cuando circularon unas imágenes en las que una persona enmascarada y vestida de negro le soltó un puñetazo en la mandíbula al neonazi Richard Spencer el día de la toma de posesión de Donald Trump. O, tal vez, fue después de la manifestación Unite The Right en Charlottesville, Virginia, en 2017, cuando los supremacistas blancos gritaban por las calles “Los judíos no nos reemplazarán” y golpearon a un hombre negro con tubos de metal, y cuando un neonazi asesinó a una joven al estrellar su auto contra una multitud de manifestantes. Después de este inaceptable suceso, Trump culpó a “ambos lados” de la masacre y arremetió contra Antifa.
Videos by VICE
Ese mismo verano, se difundieron videos de activistas Antifa incendiando botes de basura en protesta por el troll de extrema derecha Milo Yiannopoulos que dio un discurso racista y anti-trans en la Universidad de California, Berkeley. La presidenta demócrata de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, condenó las “acciones violentas de personas que se hacen llamar Antifa”.
Para muchas personas, su primera introducción al movimiento “Antifa” ha sido a través de la obsesión de Trump con él. En las últimas semanas, Estados Unidos ha visto uno de los levantamientos liderados por negros más poderosos de una generación. Según el presidente, el Departamento de Justicia y Fox News, Antifa es un grupo terrorista bien organizado, responsable de todos los aspectos más violentos de las recientes protestas, impulsado por un deseo de destrucción injustificado.
“Estados Unidos designará a ANTIFA como una organización terrorista”, escribió Trump en un tuit a principios de junio.
Un informe de Fox News hizo eco de que Antifa “supuestamente está provocando los disturbios violentos en curso”.
No sería extraño que muchos familiares y seres queridos de la gente tengan la noción de que “Antifa” es una fuerza aterradora de encapuchados que está intentando destruir todo injustificadamente, lo cual obstaculiza en lugar de ayudar a la causa de justicia social. Muchas personas bien intencionadas temen o condenan al movimiento Antifa, mientras que apoyan el movimiento por la vida de los negros y se oponen firmemente a Trump.
Si tu familia y amigos entran en esta categoría, es importante corregir algunas narrativas falsas en torno al movimiento Antifa. Primero: el discurso de Trump sobre Antifa se está utilizando para desacreditar el movimiento en curso liderado por los negros y para distraer la atención sobre la violencia policial racista, mientras criminaliza aún más toda una gama de actividades de protesta. Segundo: si vamos a hablar seriamente sobre qué tipo de acciones provocan los cambios sociales y políticos que queremos ver en el mundo, es importante que comprendamos la razón por la que ciertas personas eligen y apoyan ciertas tácticas, incluidas las violentas, como la confrontación física agresiva con miembros de la extrema derecha.
Aquí hay algunas preguntas que pueden surgir al hablar con tus seres queridos sobre qué es Antifa y cuál es su enfoque para luchar contra la supremacía blanca. Con suerte, esto te va a ayudar a aclarar algunas cosas.
Para empezar: ¿Qué es Antifa?
“Antifa” es la abreviatura de “antifascista”. Pero eso puede crear cierta confusión: después de todo, con excepción de algunos nacionalistas blancos y neonazis, muchas personas se sentirían cómodas describiéndose a sí mismas como “antifascistas”, pero no necesariamente participan en actividades asociadas con Antifa. Sin embargo, el término no solo es una abreviatura de antifascista: el enfoque Antifa es militante y se opone a los grupos, individuos e instituciones que perpetúan los actos e ideologías fascistas.
Con “militante”, me refiero a que los participantes de Antifa se comprometen a usar una amplia gama de tácticas, algunas a menudo consideradas violentas, como luchar contra los grupos de supremacistas blancos en las calles y dañar la propiedad de las instituciones dispuestas a recibir voceros y grupos fascistas. Para Antifa, el uso de violencia física siempre es lo que podríamos llamar “contra-violencia”: entienden que existe una violencia inherente a la ideología de la supremacía blanca, y están dispuestos a contrarrestarla con fuerza física: como golpear a un neonazi. Un militante de Antifa podría lanzar el primer golpe en una pelea con una banda de extrema derecha, pero los supremacistas blancos, en virtud de sus creencias, introducen violencia en la escena en primer lugar.
Antifa no es una organización. No hay “líderes Antifa” oficiales; no hay miembros oficiales. No existe una junta o comité de liderazgo centralizado. Antifa se entiende mejor como una práctica, o un conjunto de tácticas, que los grupos pueden adoptar y llevar a cabo; y a veces ciertos colectivos usan la etiqueta “Antifa” para describirse a sí mismos, para indicar que participan en estas tácticas y prácticas, que incluyen, entre otras, confrontaciones físicas callejeras con la extrema derecha. Por lo tanto, los grupos o individuos que se identifican como “Antifa” en diferentes partes del país, el mundo o incluso en una ciudad, generalmente no están en contacto entre sí, pero comparten un compromiso común de utilizar un enfoque similar de cero tolerancia cuando se enfrentan a racistas de extrema derecha que se organizan entre ellos.
El historiador Mark Bray, quien escribió Antifa: An Anti-fascist Handbook, ofrece una gran analogía: llamar a Antifa una organización, escribió, es “como llamar a la observación de aves una organización. Sí, hay organizaciones de observación de aves, así como hay organizaciones Antifa, pero ni la observación de aves ni Antifa son organizaciones”.
Cualquier tipo de izquierdista —anarquistas, comunistas, socialistas demócratas, incluso liberales— ha participado en prácticas Antifa. En términos prácticos: la acción Antifa que atrae la atención de la corriente principal (luchar contra los supremacistas blancos en las calles o paralizar manifestaciones y discursos con fuerza física) es una parte pequeña pero importante del trabajo Antifa. La fuerza física es solo una parte del movimiento Antifa. La práctica se centra en hacer lo que sea necesario para que los extremistas racistas no puedan reunirse, organizarse y difundir ideologías de odio.
Algunas de las actividades Antifa más importantes no tienen nada que ver con las peleas callejeras y las protestas militantes. Esto involucra investigación: analizan foros de supremacistas blancos para descubrir qué voces y grupos están ganando terreno y planeando eventos. El propósito es exponer las identidades de los fascistas que operan de forma anónima y denunciar el contenido racista en las plataformas de redes sociales para quitarle estas plataformas a las voces fascistas. En el mejor de los casos, los extremistas son eliminados de plataformas como YouTube, que ha eliminado las cuentas del exlíder del Ku Klux Klan David Duke y el nacionalista blanco canadiense Stefan Molyneux, entre otros. En estas plataformas es que la extrema derecha puede reunir grandes seguidores de jóvenes vulnerables y confundidos. Cortar el suministro de oxígeno que permite que la organización fascista respire y se expanda, es una actividad Antifa por excelencia.
Cuando haces hincapié en este aspecto del trabajo antifa, puedes ayudarle a tu familia escéptica a comprender el propósito del movimiento en general. Incluso las personas a las que les molestan las confrontaciones físicas podrían apreciar que los Antifa pasan horas investigando para exponer la identidad de algunos miembros de la supremacía blanca que podrían vivir en nuestros vecindarios, organizarse en nuestras escuelas y, como suele ser el caso, trabajar en la policía.
La mayoría de los activistas Antifa que conozco están comprometidos con una amplia gama de actividades anticapitalistas y de justicia social. Cuando alguien se pone su sombrero Antifa (metafóricamente, por supuesto, no hay sombreros Antifa oficiales), es para exponer y paralizar las actividades de las voces y grupos de supremacistas blancos, racistas, misóginos nacionalistas y anti-LGBTQ en su medio.
¿De dónde vino el movimiento Antifa?
Los orígenes de Antifa se pueden encontrar en los escuadrones de combate que lucharon contra los matones callejeros del líder fascista italiano Benito Mussolini y Adolf Hitler el siglo pasado. Colectivos como el 43 Group en Gran Bretaña: eran militares judíos británicos que, después de la Segunda Guerra Mundial, formaron pandillas para acabar con las reuniones de fascistas antisemitas en Londres y en otros lugares. No utilizaban el término “Antifa” para describirse a sí mismos, pero llevaban a cabo tácticas que ahora asociamos con Antifa: investigaban, localizaban y exponían a los organizadores fascistas, y los confrontaban en la calle, incluso en luchas sangrientas. Considero que el 43 Group es un ejemplo histórico útil porque sus participantes han sido celebrados como héroes por derrotar a los fascistas de la posguerra en Gran Bretaña. Pero: participaban en enfrentamientos extremadamente militantes, y golpeaban terriblemente a los fascistas.
Podría surgir la pregunta sobre cómo los grupos Antifa de la actualidad eligen los objetivos para su oposición militante. Estas son decisiones que las comunidades tienen que tomar sobre la marcha. Eso no es malo: significa tomar en serio las amenazas que enfrentamos a medida que surgen. No creo que sea útil tener que idear de antemano una lista precisa de quién es o no fascista. El fascismo no funciona de esa manera hoy en día: muchas veces, los partidarios de las políticas fascistas, como cerrar las fronteras, no hacen llamar fascistas. Entonces podríamos entender el fascismo actual como esas políticas e ideologías que reúnen exclusiones racistas, nacionalistas y patriarcales. Antifa no espera a que un grupo tenga todas las características de un partido político fascista tradicional del siglo XX para considerarlo un enemigo. En las últimas décadas, bajo la bandera de “Antifa” en todo el mundo, los colectivos han tomado medidas agresivas contra las pandillas, las milicias, los políticos y los académicos de la supremacía blanca.
¿Por qué un grupo antifascista no querría protestar pacíficamente?
El aspecto más controversial de la acción Antifa es [la cuestión de] la violencia. Los debates sobre la violencia y la no violencia dentro de los movimientos de protesta siguen vigentes. Por lo general, los defensores de las protestas estrictamente sin violencia argumentan que recurrir a ella desacredita al movimiento, lo que hace que los manifestantes no sean mejores que las fuerzas violentas a las que dicen oponerse. Pero los que estamos dispuestos a considerar la violencia política también tendemos a apreciar la importancia y el éxito de las tácticas de protesta sin violencia, pero también creemos que hay ocasiones en que la fuerza física es necesaria y beneficiosa: donde es necesario aparecer como una amenaza real para las estructuras de poder existentes o, en el caso de la mayoría de las acciones Antifa, crear consecuencias intolerables para los fascistas que intentan construir movimientos.
Creo que es necesario, cuando tenemos estos debates, pensar en lo que queremos decir cuando llamamos a algo “violencia” y condenarlo como tal. En cualquier discusión sobre violencia y Antifa debe considerarse que, desde 1990, ha habido más de 450 muertes causadas por la violencia supremacista blanca, en comparación con solo una que se cree que está relacionada con la actividad de extrema izquierda en los EE. UU. Más del 70 por ciento de los asesinatos extremistas entre 2008 y 2018 se llevaron a cabo por la extrema derecha. Vale la pena resaltar esto para la gente que sigue la línea de Trump al nombrar a “la izquierda radical” como la fuerza extremista más violenta en este país.
Como mencioné anteriormente, los que simpatizamos con las tácticas Antifa, vemos el enfoque del grupo como una forma de autodefensa radical: un acto preventivo para proteger a la comunidad de la violencia inherente a la organización fascista. El filósofo y activista negro Cornel West, que marchó con el clero local en una protesta contra el Rally Unite the Right en Charlottesville, dijo sobre Antifa: “Nos salvaron. Nos habrían aplastado por completo”, dijo sobre los supremacistas blancos: “Nunca había visto tanto odio en mi vida”.
Cuando surgen preguntas sobre el papel del movimiento Antifa en la ola actual de levantamientos liderados por gente negra, puedes explicar que, a pesar de la insistencia sin fundamento de Trump, los grupos explícitamente identificados como Antifa apenas han jugado un papel. Y, aunque ciertamente no todos los participantes que se identifican como Antifa en EE. UU. son blancos, creo que la mayoría lo son, aunque esto es difícil de verificar, ¡ya que gran parte del trabajo Antifa es anónimo! Hay personas blancas que conozco en Nueva York y en otras ciudades, que previamente se han involucrado en acciones y protestas Antifa, y que han participado en protestas recientes pero en ningún tipo de roles de liderazgo, y solo en solidaridad con la lucha negra.
En este momento histórico de protesta antirracista, todos debemos recordar que no solo los grupos que se autoidentifican como “Antifa” actúan en resistencia radical a las estructuras fascistas de supremacía blanca. Este es el legado de la tradición radical negra. En un excelente ensayo de Willian C. Anderson y Zoé Samudzi —cuyo trabajo recomiendo para comprender mejor el antifascismo negro— señalan: “Las formaciones radicales negras son fundamentalmente antifascistas a pesar de funcionar fuera de los espacios Antifa ‘convencionales’, y las personas negras han participado en resistencias anarquistas desde nuestra llegada a las Américas”. Los autores hacen una demanda crucial de aquellos que criticarían las acciones militantes tomadas contra el fascismo racista y la supremacía blanca tan fundamentales para Estados Unidos: “Por lo menos”, escriben, “se necesita profundamente una conversación sobre defensa propia que no confunda nuestra supervivencia con una forma de violencia”.
¿El movimiento Antifa es efectivo?
Si estoy hablando con alguien al que le molesta la idea de recurrir a la confrontación física al interactuar con el extremismo racista o la violencia policial, les recuerdo que no necesita gustarles el uso de la contra-violencia. Pero deben recordar dónde radica la verdadera violencia en esta situación: en los grupos que se organizan en apoyo de la ideología asesina de la supremacía blanca.
Las tácticas Antifa tienen sus limitaciones, como saben quienes se involucran en ellas: por ejemplo, no acabaremos con la historia arraigada e ininterrumpida de la supremacía blanca en este país simplemente paralizando manifestaciones de extrema derecha y destituyendo a los supremacistas blancos. Estas figuras y grupos son simplemente la punta del iceberg racista, pero son mortales y se envalentonan con el discurso de Trump.
Éstas tácticas continúan teniendo éxito en disuadir la organización racista en las calles, en las universidades y en línea. Cuando el neonazi Spencer canceló su gira universitaria, por ejemplo, culpó explícitamente al movimiento Antifa. Yo a eso le llamo un logro. Y cuando, el verano pasado, los fascistas y misóginos Proud Boys se reunieron en Portland, pero fueron opacados por una multitud de más de 1.000 manifestantes antifascistas, fue una intervención mayormente pacífica. También fue un ejemplo de cómo Antifa confía en sus números para humillar a los racistas.
¿Qué hay de la libertad de expresión? ¿No deberían los antifascistas respetar y creer en los derechos de otras personas para expresar sus puntos de vista?
En mi experiencia, esta pregunta ha sido el aspecto más difícil de explicar. Algún familiar podría preguntar por qué los Antifa no llevan sus desacuerdos con los derechistas al llamado “mercado de ideas”, o por qué no plantean las cuestiones de discurso de odio al sistema legal. Podría cuestionarse por qué los participantes de Antifa sienten que deberían o pueden resolver las cosas por su propia cuenta.
La noción de que cualquier persona, incluso el racista más vil, debería poder disfrutar del derecho de exponer sus ideas en público es un principio central del liberalismo estadounidense. Existe una visión que considera el valor estratégico y moral al permitir que incluso los neonazis hablen públicamente y se reúnan, creyendo que las falacias de sus opiniones de odio se hacen más visibles.
Los activistas Antifa toman medidas directas basadas en la comunidad precisamente porque entienden que el estado (especialmente bajo el mandato de Trump), la policía y el sistema legal son instituciones racistas, a menudo fascistas.
Yo siempre he pensado que el aspecto de Antifa que más quiero que entienda la gente es que es razonable, no injustificado; es una respuesta fundamentada por la naturaleza de la organización fascista. Las prácticas Antifa conciben que el deseo del fascismo no es algo basado en la razón, por lo tanto, no es algo con lo que se pueda razonar. El punto central de la acción Antifa es que aquellas personas que se involucrarían en la organización fascista tengan consecuencias desagradables en la vida real. Si la sensación de poder, dominación y pertenencia es lo que hace que el fascismo sea atractivo, la acción antifascista militante consiste en acabar con ese recurso.
La acción Antifa no es una lucha injustificada con el afán de destruir por destruir. Se basa en una comprensión de cómo funciona el fascismo, cómo se propaga y cómo intervenir de la mejor manera. Las personas pueden estar en desacuerdo acerca de cómo y cuándo ciertas tácticas son efectivas, pero las prácticas Antifa se basan en una comprensión estudiada del fascismo y la necesidad de que las prácticas fascistas simplemente se terminen.
Yo cuestionaría a cualquier familiar o conocido que exija que los antirracistas respondan cortésmente a aquellos que están comprometidos a defender y fortalecer el status quo de la supremacía blanca, que es mortal para las personas negras y de color. Si conoces a alguien que sigue preocupado por una ventana rota en una protesta de Black Lives Matter, tal vez su desacuerdo no se trate de las tácticas que un Antifa podría llevar a cabo, sino de qué vidas son las que importan. Y podría, con ánimos Antifa, ser hora de acabar con esa conversación.
Natasha Lennard es la autora de Being Numerous: Essays on Non-Fascist Life. Síguela en Twitter.