Ni Pedro, ni Pablo, ni Albert… y mucho menos Mariano, que se ha pasado cuatro meses más preocupado por el Madrid en la Champions que por el Congreso. Nadie ha sido capaz de formar Gobierno y eso que lo han intentado. O al menos eso dicen. El rey Felipe VI ya ha vuelto a convocar elecciones, pero que, por favor, la campaña sea ligerita (algo que es imposible) y se gaste lo menos posible. Así que el 26 de junio volverán a abrir los colegios electorales. De momento, las que se han vuelto a cerrar son las puertas del Parlamento, los diputados se van a su casa tras un contrato de trabajo temporal muy, muy bien remunerado.
Durante esta minilegislatura hemos intentado entrar en el Congreso acreditándonos como periodistas sin conseguirlo. Esto evidentemente nos ha frustrado bastante. Podíamos haber infiltrado a un niño en esas visitas guiadas que organiza Patxi López por los pasillos enmoquetados que se ven por tele o haber intentado la opción de pasar de la mano de algún grupo parlamentario, pero la experiencia de un compañero nos quitó un poco las ganas.
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“Fui al Congreso —o, mejor dicho, intenté ir— hace cosa de un mes. Los chicos de Oficina Precaria presentaban una Proposición No de Ley (PNL) de la mano del grupo parlamentario de Podemos. En teoría, me habían acreditado. Pero sólo en teoría: cuando llegué a la puerta, mi nombre no figuraba en el registro. De nada sirvió hacer varias llamadas. Afortunadamente, a la salida pude charlar con los responsables de Oficina Precaria, que habían grabado todo lo ocurrido, y pude escribir el artículo“, nos cuenta Dani Cabezas, colaborador habitual de La Marea.
Pero no nos amilanamos en aquél momento, nos pusimos en contacto con el Gabinete de Prensa, mandamos nuestras credenciales —la carta firmada y todos los datos que nos pidieron por mail— y esperamos respuesta. Llegaron, dos veces, la primera negativa y la otra que nos ponen a la cola. Hemos esperado, hasta el último momento, para ver si sonaba la campana, pero no. Imposible.
Las excusas no nos han convencido mucho (que hay muchos medios, que no tratamos política, etc.). El objetivo no era más —como se explicó en varias llamadas y en correos electrónicos— que pasar una jornada en el Congreso, ver qué gente trabaja allí, qué pasa por los pasillos, quién se sienta y dónde se sienta. Una crónica, vaya, pero no ha sido posible. En su lugar, hemos hablado con varios compañeros, para que nos contaran cómo han sido estas semanas de actividad parlamentaria. Y, sobre todo, cómo es el trabajo de los periodistas allí.
Así nos hemos enterado que hay varios tipos de acreditaciones, las permanentes, las que tienen todos los medios de información que acuden a diario al Congreso, y que trabajan con su propia cabinita, como en los campos de fútbol. Y también las puntuales, las que se solicitan para entrar a cubrir una determinada Comisión o un acto puntual. Nos dicen que en las jornadas de todo completo puede llegar a haber 500 periodistas por allí. Por ejemplo, el día de la sesión constitutiva.
Vamos a hablar con uno recién llegado al tema del Parlamento, Raúl Piña, de El Mundo. “He sido de la última hornada de periodistas en llegar al Congreso. De los que hemos desembarcado de la mano de la llamada ‘nueva política’. Es una información viva, imprevista. Un día tranquilo, sin nada en la agenda, de repente se convierte en una jornada trepidante de información. El Congreso es uno de los centros neurálgicos de información, donde se deciden, se negocian y se consensúan decisiones trascendentales para el país”.
Le contamos a Raúl nuestra peripecia y nos habla de la forma de entrar en el Congreso: “En principio no debería ser muy difícil, salvo aquellos días más trascendentales, como sesiones de investidura, debates sobre el estado de la nación… Como ejemplo, en El Mundo somos unos cinco periodistas los que solemos acudir todos los días al Congreso. Los diarios impresos/digitales suelen tener unos cinco periodistas, a eso tienes que sumar las radios, que cuentan con algunos más —por ejemplo RNE tiene allí un gran estudio que es su redacción de trabajo, son periodistas que acuden allí y no a Prado del Rey—, más todos los medios digitales y las televisiones”. Y, ¿ha cambiado el Congreso, respecto a otras legislaturas? “Este año con el desembarco de Podemos y Ciudadanos ha aumentado de manera más que considerable el contingente fijo, cada día, de periodistas en el Congreso. Hay mucha más presencia de periodistas que, por ejemplo, hace un año”.
Preguntamos también a Agustín Llanell, que ahora ejerce de periodista freelance y colaborador con varios medios, y que ha estado durante 14 años cruzando a diario las puertas del Congreso, sobre la relación entre los informadores y los políticos. “Es un lugar con mucha actividad, y, por lo tanto, con mucha información. Siempre ha habido mucha relación entre los periodistas y los congresistas que quieren dar información. Es nuestra obligación y también la suya. Ahora ha entrado gente nueva en los escaños y el Congreso se ha convertido en algo parecido a un gran plató de televisión. Las conexiones en directo son casi permanentes, a los políticos les interesa porque es la manera que tienen de dar a conocer su mensaje y sus opiniones. Esto se tiene que regularizar un poco”.
Raúl también nos comenta algo sobre este asunto: “Es necesario trazar la distancia entre amistad y profesionalidad. Es básico. Sin duda. La información y las noticias están en los pasillos, en los corrillos. El hemiciclo es la puesta en escena, el minuto en la televisión o el corte en las radios”. Y terminamos con Agustín, porque queremos saber, ya que no podemos entrar en el Congreso, qué diferencias hay entre informar allí dentro o estar en otros sectores. “En la práctica, aquí todo es más fácil. Por ejemplo, yo que venía de Tribunales, allí es mucho más difícil conseguir información. En el Congreso todo es transparente, pides la transcripción de un debate y te lo dan, igual que si quieres entrevistar a un parlamentario”. Con esto nos hacemos una idea de lo que nos hemos perdido. A partir del 26 de junio, cuando se vuelvan a ocupar esos sillones, volveremos a intentar entrar por la puerta del Congreso. Somos persistentes.