Comida

Esta heladería define al Barrio Chino de Nueva York

Nueva York puede recordar 1977 como el Verano de Sam, cuando el asesino serial David Berkowitz sembró el terror en los cinco distritos. Una época en que la ciudad era un refugio sucio y polvoso para los artistas emergentes rockeros punk y hip hop de la vieja escuela.

También fue el año en que la Fábrica de Helados del Barrio Chino, una de las empresas más antiguas de la zona, abrió. Aunque los anuncios afuera dicen que se inauguró en 1978, están mal. Cuando la vainilla, el chocolate y la fresa era prácticamente todo el espectro de sabores de helado en Estados Unidos, la Fábrica de Helados del Barrio Chino trajó los sabores asiáticos a las masas.

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Todas las fotos de Liam Quigley.

A pesar de ser considerada como una golosina occidental, quizá el helado se originó en China. En el siglo séptimo de A. de C., el rey Tang de Shang comía algo parecido al helado, hecho de leche de búfalo, harina y alcanfor. Así que, en ese contexto, la vainilla debió ser un sabor más exótico que, digamos, el helado de lichi.

Y así es como la Fábrica de Helados del Barrio Chino (CICF) hace su helado. En la tiendita, situada en la calle Bayard, una de las cuadras más animadas del Barrio Chino, la lista de “Sabores Regulares” incluyen sésamo negro, taro, frijol rojo, pandan y durión.

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Y, ¿el menú de “Sabores Exóticos”? Incluiría los básicos estadounidenses: rocky road (chocolate, nueces y malvavisco), menta con chispas de chocolate y vainilla.

Largas filas afuera de la tienda durante los días de verano. CICF ha sido administrada por la familia Seid desde su inauguración y es una empresa china auténtica en un vecindario que rápidamente se está volviendo burgués. Philip Seid abrió el lugar y ahora es dirigido por su hija, Christina.

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Recientemente, cuando fuimos, la multitud estaba alineada mientras dos dependientes trabajaban poderosamente para seguir el ritmo de las órdenes.

La gerente Jane Lee, quien ha trabajado en CICF durante tres meses, me contó que ella creció en Queens, pero sus padres la llevaban al Barrio Chino cada sábado por un poco de dim sum. Empezó a trabajar en CICF hace tres meses, y dice, “El lichi es nuestro sabor más popular, pero también galleta de almendras y sésamo negro. El mango se vende bien. La mayoría de las veces la gente escoge los sabores asiáticos. Entonces tenemos los exóticos como el durión, los valientes probarán ese”. Lee piensa que los clientes son una combinación de turistas, chicos locales y muchos frecuentes. “Algunas personas llegan y ya sabemos exactamente lo que quieren”.

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La dueña Christina Seid está de acuerdo: el lichi es, ciertamente, el sabor más popular de CICF. Señala que su padre abrió el lugar cuando el helado de lujo apenas se hacía famoso, la era de Häagen-Dazs y Ben and Jerry’s. En ese entonces, nadie servía helados con sabores inspirados en Asia. Hoy en día, cualquier chico ebrio de Nueva York que se come un helado de frijol rojo en su dormitorio a las 2 AM, tiene que agradecérselo a CICF.

Mientras la fila empieza a salir por la puerta, un cliente que trabaja cerca comenta, “He estado viniendo aquí durante un año o dos. Solo compro el Mantequilla Zen. Es muy bueno. Es mantequilla de maní con semillas de sésamo”.

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En mis días como universitario, recuerdo estar completamente asombrado con su helado de sésamo negro. Es el tipo de sabor subversivo que te obliga a pensar todo lo que sabes sobre el helado. Al probarlo de nuevo durante mi visita, no me decepcionó para nada, pero fue el pandan lo que realmente me sorprendió esta vez. Delicado y atrevido al mismo tiempo, el sabor es absurdamente floral con un final amargo y a nuez. Es increíblemente difícil condensarlo en palabras y aún más difícil de olvidar.

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Christina Seid dice que a pesar de que el Barrio Chino está cambiando, pues “las propiedades se han vuelto mucho más caras y hay más hoteles y bares”, tiene esperanzas sobre el futuro de CICF. Esto principalmente se debe a que CICF les atrae a los neoyorquinos que desde hace mucho están dispuestos a probar lo “inusual”. Seid considera que el éxito duradero de CICF, en parte, se debe a que, según ella, “En Nueva York, la gente tiene más cultura sobre la comida”.

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“No estamos intentando hacer nada deliberadamente excepto ser nosotros mismos y administrar nuestro negocio de forma eficaz. Apreciamos mucho que nuestros clientes sigan amando y apoyando nuestro negocio a través de los años”, comenta.

Incluso si nunca has venido a la Fábrica de Helados del Barrio Chino —o al Barrio Chino en absoluto— probablemente has comido helado influenciado por ellos. Chinatown puede cambiar, pero CICF siempre seguirá siendo la heladería que empezó una revolución.