Artículo publicado originalmente por VICE Reino Unido.
Mis padres siempre me han hablado abiertamente sobre el racismo. Por supuesto, como todos los padres negros, preferirían no tener que hacerlo, pero lo hacen. A veces la conversación surge a partir de una broma despreocupada sobre comida o música o de cómo la decadencia del Arsenal se produjo cuando dejó de ser un equipo con jugadores predominantemente negros. Pero la mayoría de las veces, hablan del tema con seriedad, y en esos casos –cuando empiezan la conversación con un “Por favor” o cuando me llaman por teléfono alterados porque estaban “viendo las noticias y notaron una fuerte presencia policial en las calles y querían asegurarse de que supiera qué hacer si me detienen”– el miedo en su voz es suficiente para querer acabar con el sistema, dos veces.
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A estas alturas, se sabe que la mayoría de las personas negras necesitan sentarse a platicar con sus hijos sobre cómo evitar ser asesinados por un acto de violencia racista, por parte del estado o de otra manera. Sin embargo, es un error común pensar que se tiene una sola plática, cuando en realidad se necesita una serie interminable de conversaciones sobre cómo manejar y evitar situaciones potencialmente dañinas (personales, profesionales, políticas).
“Por favor, no olvides que eres negro”, me dijeron cuando tenía diez años, mientras dejábamos Lagos (el lugar con más personas negras de la Tierra) para ir a la escuela en Bath (el lugar con más personas blancas de la Tierra). “No podrás salirte con la tuya como tus compañeros blancos”. La plática más reciente ocurrió el fin de semana pasado, cuando escucharon que los nazis estaban deambulando por el centro de Londres y me llamaron cada cinco minutos en mi regreso a casa.
Este ritual desgraciadamente es necesario, pero evidentemente absurdo. El racismo no tiene nada que ver con las acciones de la comunidad negra. Los padres no deberían tener que pedirles a sus hijos que modulen su comportamiento para adaptarse a un sistema roto. Está claro que esta es una conversación que la gente blanca debería tener con sus hijos para asegurarse que comprendan su responsabilidad en la lucha contra los prejuicios – por eso, cuando descubrí recientemente que la mayoría de los padres blancos no platican con sus hijos sobre el racismo, me costó trabajo entender.
Para descubrir cómo era esto posible, contacté a diez personas blancas que sé que son socialmente liberales y que apoyan la causa Black Lives Matter –un grupo que de antemano asumí era más probable que hubiera tenido estas conversaciones abiertas en casa.
Casi todos admitieron que nunca habían tenido una conversación formal con sus padres mientras crecían, incluso cuando muchos querían hablarlo. Y casi todos habían tenido que investigar las complejidades del racismo, ya sea por su cuenta o confiando en sus compañeros de clase o vecinos negros para que les contaran los desafíos que enfrentaban.
‘TAL VEZ DUDABAN AL TRATAR DE EXPLICARME ALGO TAN COMPLEJO COMO EL RACISMO PORQUE NO SABÍAN CÓMO HACERLO’
“Mis padres no se sentaron para tener la plática conmigo. No sé si sentían que no había necesidad, ya que crecimos en una parte racialmente diversa del este de Londres y muchos de mis amigos de la escuela eran negros, o porque no querían. En privado igual hacían bromas fuera de lugar sobre los negros, pero, en principio, me enseñaron la regla de no ser un idiota con la gente. Siempre que me lo decían sonaba más a precaución que a una acción para ser amable; maneras de asegurarte de no meterte en problemas: sé inteligente, observa cómo tratas a los demás, muestra respeto a los que te rodean.
El lugar donde viven ahora es uno de los distritos donde más apoyan el Brexit. Hay un nivel de ignorancia que se manifiesta como agresión cuando los desafían, y mis padres vieron esa agresión de primera mano en Londres cuando eran niños –con el Frente Nacional y gente racista en los bares que dirigían sus padres– eso ha tenido un efecto enorme en la personalidad de mis padres. Ellos solo quieren una vida pacífica, y la forma más fácil de lograrlo es manteniendo la boca cerrada. Así que no me enseñaron a considerar los factores externos que veían los hermanos mayores de mis amigos cuando la policía los sacaba de su departamento en la madrugada. Mis padres se alejaron de la política como si no la entendieran. Eran demasiado inteligentes para ser de derecha y demasiado alejados del intelectualismo de la izquierda. Tal vez dudaban al tratar de explicarme algo tan complicado como el racismo porque no sabían cómo hacerlo, no querían decir algo incorrecto.
A medida que crecí y fui más consciente de los problemas de raza e injusticia, me sentía más cómodo preguntándoles cómo se sentían. Aunque cautelosos, son muy tolerantes y aceptan. Pero reconocen los problemas fundamentales de la sociedad sin ver cómo pueden contribuir al cambio: “Siempre ha sido así”.
– Will, 27 años
‘LA ÚNICA VEZ QUE HABLÉ DE RACISMO CON MIS PADRES FUE CUANDO INTENTÉ EXPLICARLES POR QUÉ NO PODÍAN DECIR CIERTAS COSAS’
“Crecí a las afueras de Leeds donde predominan las personas blancas (había dos chicos negros en mi escuela). La única vez que hablé de racismo con mis padres fue cuando intenté explicarles por qué no podían decir ciertas cosas. Papá siempre se refería a los hombres negros como “geniales”. La hija de la mejor amiga de mi mamá, Molly, tiene un novio ghanés, y mi mamá siempre que se refiere a él le dice “el novio ghanés de Molly” con un tono juguetón, como si el lugar de donde es lo hiciera atrevido o algo así. Otras veces, hacen referencia a la negrura de una persona solo en el contexto de que algo malo pase.
Me tuve que regresar a vivir con mis padres gracias a la pandemia, y desde las protestas de Black Lives Matter mis padres y yo hemos empezado a hablar sobre el racismo más allá de yo hacerles una mueca para que cuiden sus palabras. A mi papá le costaba estar de acuerdo con que la gente estuviera derribando estatuas. “¿Por qué no ponen una placa al lado de Colston explicando que era malo?” me preguntó. Entonces le contesté lo que había escuchado a otros decir: que los negros no deberían tener que caminar por su ciudad mirando los rostros de los hombres que esclavizaron a sus antepasados. Qué mejor que un hombre que transportaba personas encadenadas a través del mar para tener una vida de llena de miserias y crueldad cayera en esas mismas aguas.
Otra cena después de que los tres hombres fueron arrestados por la muerte de George Floyd, dijo mi papá: ‘¿Que no ya lograron lo que querían los manifestantes? ¿Cuándo va a terminar esto?’ le dije que terminaría cuando se acabe el racismo. Cuando los asesinos de Breonna Taylor, Mark Duggan, Eric Garner hayan sido sentenciados. Cuando los negros tengan las mismas oportunidades que yo tuve. Estaba distraído por el pan de ajo que olvidó sacar del horno. Pero luego, en otra cena, comencé a hablar sobre lo extraño que era que nunca hubiera tenido un maestro negro, incluso en la universidad. A lo que mi papá contestó: “¿Con eso terminaría todo esto?” le pregunté a qué se refería. ‘¿Quizás estas protestas son buenas porque dirigen la atención a cosas como estas?’”.
– Claire, 25 años
‘EN MI CIUDAD ABUNDA LA GENTE BLANCA, PROBABLEMENTE POR ESO EL RACISMO NUNCA PARECIÓ SER UN TEMA DE CONVERSACIÓN URGENTE’
“Mis padres son liberales bien intencionados que nunca me dijeron mucho sobre el racismo cuando era chico, aparte de las obviedades de que todos somos iguales. Nunca me sentaron para platicar, en cambio, poco a poco nos metieron a mis hermanos y a mi la idea de que la discriminación estaba mal a través de sus reacciones ante las líneas argumentales en las telenovelas o en las noticias. Pero al menos lograron transmitirnos el mensaje de: “El racismo es malo, ¡solo porque sí!”.
En mi ciudad natal abunda la gente blanca, probablemente por eso el racismo nunca les pareció un tema de conversación urgente, a diferencia del sectarismo, que, dado que vivíamos en el centro de Escocia, consideraban una cuestión más apremiante. Pero de hecho, crecer rodeado de casi exclusivamente puras personas blancas significaba que necesitaba que me enseñaran más sobre el racismo, no menos”.
– Richard, 27
‘MI MADRE ME ENSEÑÓ SOBRE EL DAÑO CAUSADO POR EL IMPERIO BRITÁNICO’
“Al igual que muchas personas blancas, no recuerdo haber tenido la “plática” sobre el racismo. Siempre supe que mi hermana es mitad india (su padre es indio y nuestra madre es blanca), pero no recuerdo haber hablado de eso en términos de raza.
Recuerdo la primera vez que fuimos a la India; mi madre me había enseñado de antemano sobre el daño causado por el Imperio británico. Al igual que muchas personas liberales blancas de clase media que conozco, mi madre puede ser bien intencionada pero torpe. Cuando estábamos en la India fuimos a un antiguo palacio para hacer un picnic, y empezó a disculparse con extraños por la forma en que su país les había robado el Raj: ‘Perdón por los británicos’, decía, sonriente, entrañable, sincera. ‘Lamento lo que hicimos’. Crecí creyendo que esa era la forma correcta de hablar sobre este tipo de cosas: clase, sexo, discapacidades, dinero. Hay que hablar de eso. No pretendan que no existe. Ese enfoque no es muy sofisticado y, a veces, hace más daño que bien.
Finalmente, como madre de un niño de 2 años y medio viviendo en mi ciudad natal, sé que tengo que hacer un mejor trabajo. Justo antes del confinamiento tuvimos un refugiado sudanés que se quedó con nosotros por un tiempo, y entonces le leía a mi hijo algunos libros para niños sobre la experiencia de los refugiados. Le leía libros con personajes y familias que no eran blancas (So Much de Trish Cooke es uno de sus favoritos). También llevamos a mi hijo a una protesta de Black Lives Matter la semana pasada. Pero la verdad es que no tengo muchos amigos que no sean blancos. No lo estoy criando en un hogar mixto. De hecho, en la guardería, mi hijo tiene más amigos, negros, asiáticos y de minorías étnicas que yo. Temo que podría estar repitiendo los mismos errores que mis padres; puedo tener las mejores intenciones, pero también puedo ser torpe”.
– Jess, 35 años
‘MIS PADRES SIMPLEMENTE ASUMIERON QUE YO NO SERÍA RACISTA Y ESPERARON LO MEJOR’
“No recuerdo haber tenido ninguna conversación específica, lo cual es un gran riesgo, ahora que lo pienso. Uno de los mayores motivos para no tener hijos, en mi opinión, es el potencial de traer inadvertidamente una nueva basura reaccionaria al mundo. Mis padres simplemente asumieron que yo no sería racista, y esperaron lo mejor.
Lo único que puedo recordar sobre el racismo durante mi carrera escolar es que a veces nos ponían a dibujar carteles que lo denunciaban. Esto invariablemente resultaba en que todo el salón, independientemente de la edad, empezara a dibujar personas con brazos enormes de diferentes colores dándose la mano alrededor de un mundo representado incorrectamente. Supongo que eso nos tendría que servir como un recordatorio de que el racismo era malo y que la diversidad era buena. Si podíamos expresar este simple hecho a través de un dibujo trillado que nos habían ordenado hacer, esa era evidencia suficiente de que lo habíamos entendido. Probablemente así pensaban aquellos como mis padres que decidían no intervenir. Como no regresaba a casa con esvásticas dibujadas en los brazos, no necesitaba que me enseñaran.
“stoy extremadamente agradecido con mis padres por los valores que intentaron impartirme. También me gusta pensar que no soy racista, que estoy atento a las actitudes racistas y, sin embargo, muchas veces quedo desconcertado y me da vergüenza aceptar que sigo aprendiendo formas en las que el racismo se manifiesta porque siento que debería saberlas desde hace mucho tiempo. Sería completamente injusto responsabilizar a mis padres por esto. Después de todo, es extremadamente difícil enseñar cosas que quizás no conozcas –y hay tanto que nos anima a permanecer desinformados, que debemos comenzar a informarnos con urgencia”.
– John, 28 años
‘MI PADRE ME DECÍA CON DELICADEZA QUE LAS PERSONAS TENÍAMOS DIFERENTES EXPERIENCIAS DE VIDA DEPENDIENDO DE LA RAZA’
“Mi familia tiene orígenes escoceses, pero desde que tengo memoria hemos vivido en un suburbio al sur de Londres. El tema sobre las razas surgía con frecuencia. Mi abuela comentaba cómo había ‘cambiado’ el área, lo que incluso de niña, sabía que era un eufemismo de que el lugar tenía menos personas blancas. Mi padre me preguntaba qué pensaba cuando mi abuela decía cosas como esta, y me explicó que ella leía periódicos “de derecha” a los que no “les gustaba la gente que no se parecía a nosotros”.
Mi padre siempre era el que entablaba conversaciones incómodas conmigo; también tuvimos la plática sobre el sexo. Se me revuelve el estómago solo de pensar en eso. Nunca se veía incómodo, pero al mismo tiempo, tenía la habilidad de hablar con eufemismos, decía mucho con pocas palabras y todo lo volvía en una pregunta para yo participara de forma crítica y formara mis puntos de vista. Nunca lo escuché decir explícitamente: ‘La abuela es un poco racista, no la escuches’. o, ‘¿Qué piensas del hecho de que nuestro amigo es negro y nosotros somos blancos?’ en cambio me decía que teníamos diferentes experiencias vividas dependiendo la raza. Para un babyboomer que no fue a la universidad, supongo que eso no es tan malo, pero me gusta pensar que yo podría ser más directa con mis hijos.
Cuando tenía alrededor de 14 años, hice mis prácticas con el mejor amigo de mi madre en una cocina donde él era el chef. Su amigo es un hombre jamaicano británico muy alto que creció en Hackney. Entonces me puse a pensar que, a pesar de que él había estado presente casi toda mi vida, nunca habíamos discutido sobre el racismo. Tampoco recuerdo que mi mamá o mi papá lo mencionaran. Fue solo hasta que lo vi en el trabajo, en un ambiente desconocido para los dos, que me di cuenta de cuán a menudo él era ‘la única persona que se veía diferente’, y en lo mucho que estaba obligado a pensar en eso”.
– Lisa, 32 años
‘TODO LO QUE APRENDÍ FUE A TRAVÉS DE MI EDUCACIÓN Y MI ENTORNO’
“No recuerdo haber tenido una plática específica sobre el racismo. Hasta donde sé, todo lo que aprendí fue a través de mi educación y mi entorno. Crecí en Leicester, que tiene una alta población de indios británicos y está bastante bien integrada –tenemos grandes celebraciones de Diwali a las que todos asisten, y un área llamada Golden Mile a la que mi madre me llevaba a comprar comida y demás los fines de semana. También en la escuela, hacían un gran esfuerzo para enseñarnos sobre los diferentes aspectos de la cultura india, presumiblemente para alentar a los estudiantes blancos a ser personas decentes.
Recuerdo que una amiga negra en la primaria me contaba sobre el racismo que experimentaba, así que diría que en mi caso fui recogiendo cosas de diferentes lugares pero no tuve una conversación formal con mis padres. Sin embargo, aunque creo que en general salí beneficiada, y todavía me beneficia mucho aprender directamente de las personas negras, mi madre hizo un esfuerzo para educarme para ser empática con todas las personas que conocía. Ella es de la clase trabajadora y discapacitada, y antes trabajaba como enfermera de salud mental, así que la importancia de estar abierta a diferentes tipos de personas siempre estuvo arraigado en mí.
No recuerdo que ella me haya enseñado específicamente sobre el racismo, pero si escuchaba algo prejuicioso, como un insulto o una opinión en contra de los migrantes, en algún bar por ejemplo, cuando llegaba a casa hablamos de eso y me decía lo que les había respondido. de eso No creo que intentara enseñarme tanto como yo digo, pero me dio un buen ejemplo para seguir alzando la voz”.
– Rachel, 27 años
‘LA LÓGICA EN MI CASA ERA NO TRATAR DIFERENTE A NADIE POR SU APARIENCIA’
“No recuerdo haber tenido una conversación específica con mis padres sobre el racismo, lo que sé que es una señal de privilegio. Crecí en los suburbios y en mi escuela predominaba la gente blanca, aunque había varios estudiantes de orígenes asiáticos y negros. Recuerdo que la lógica predominante en mi casa era no tratar diferente a nadie por su apariencia o su origen étnico.
Tuve la suerte de que mis padres hablaran idiomas diferentes y siempre nos alentaban a que nosotros también los habláramos, y de ampliar nuestros círculos sociales más allá de las personas que se parecían a nosotros. Mi madre se convirtió en maestra de TEFL y a menudo discutía las situaciones difíciles de algunos de sus estudiantes, predominantemente inmigrantes, y cómo el gobierno les estaba fallando. Definitivamente absorbí la pasión de mis padres de luchar por la igualdad para todos y la confianza para rechazar la autoridad –particularmente en casos de discriminación. Reconozco que tengo la suerte de poder hacerlo sin temor a las consecuencias.
Desde que salí de casa me he vuelto mucho más consciente de mi propio privilegio blanco, de tener una comprensión más profunda del racismo sistémico y de cómo me ha beneficiado a lo largo de mi vida. Aprendí el valor de hablar sobre racismo con niños pequeños y enseñarles cómo ser antirracistas en sus propios comportamientos”.
– Emma, 32 años
‘PARA LA GENTE BLANCA, LA IGNORANCIA ES UNA BENDICIÓN’
“En lo que a mí respecta, las conversaciones sobre raza o racismo en las familias blancas no existen. Esto probablemente sorprendería a muchas personas asiáticas, negras y de minorías étnicas que han tenido conversaciones sombrías y escalofriantes sobre la desigualdad en los servicios básicos de este país –pero para mí coincide con la máxima de que, para los blancos, la ignorancia es una bendición.
La única vez que representó un problema para mí fue cuando me castigaron por contar chistes racistas en la escuela, cuando tenía como 13 años. Otro estudiante valientemente se quejó, y mandaron llamar a mis padres junto con los suyos, y quedé completamente avergonzado. Sin embargo, para mis padres, no fue tan grave, por ejemplo, era como haberme peleado con alguien por una carta de Pokemon o por haberlo mojado con agua. Para ellos el racismo es algo que le sucede a otras personas, no les preocupa. “Otras personas”, por supuesto, que no son como ellos y, por lo tanto, no pueden pagar los servicios básicos. Fue una lección que no entendí hasta años más tarde, mucho después de haber salido de mi burbuja blanca, una vida completamente rodeado de personas blancas.
Ahora, esto está empezando a cambiar, y mis pláticas con ellos están inclinándose del lado de la justicia, gracias al arduo y necesario trabajo realizado por los asiáticos, negros y minorías étnicas y otros movimientos que luchan por los derechos humanos en todo el mundo. Supongo que es mejor tarde que nunca”.
– Rob, 27 años
‘NOS VIMOS FORZADOS A ENTENDER Y LUCHAR CONTRA EL RACISMO, POR LOS DESVARÍOS TRASTORNADOS DE UN BORRACHO RACISTA’
“Cuando tenía 15 años, se filtró una lista de los miembros del Partido Nacional Británico (BNP, por sus siglas en inglés). La descargué y comencé a buscar, golpeando las teclas con fuerza. Cuando presioné enter, mi corazón se detuvo. Allí estaba, manchado entre los píxeles blancos del documento: el nombre de mi abuelo, su dirección y número de teléfono.
No debía sorprenderme. De niño, visitábamos la casa de mis abuelos, y mi abuelo, tambaleándose en su quinta o sexta cerveza, descargaba su ira racista en varias personas, personajes y cosas, algunos presentes, otros no. A veces me defendía. A veces me quedaba sentado en silencio, mi madre lo miraba furiosa, instándome a no intervenir y hacer que se pusiera peor.
Cuando regresábamos a casa en el coche, mi madre y yo tratábamos de olvidar lo sucedido. Simplemente no podía entenderlo. ¿Por qué alguien estaría tan lleno de odio? ¿De dónde venía su odio? Mi madre decía: ‘Lo que pasa con las personas como él es que sus vidas están llenas de odio y tristeza. No sé por qué, pero nunca te permitas convertirte en eso. Las personas merecen ser tratadas con amabilidad, independientemente de quiénes sean, que nunca se te olvide eso”.
Gracias a mi madre soy lo que soy ahora: me enseñó a tratar a todos de manera justa y amable, pero creo que nunca estuvo en sus planes sentarse a platicar conmigo sobre el racismo. De alguna manera nos vimos obligados a aprender, a entender y, finalmente, a luchar contra el racismo, por los desvaríos trastornados de un borracho racista”.
– Alex, 29 años
* Los nombres fueron cambiados para proteger la identidad de las familias.