Artículo publicado originalmente por VICE Estados Unidos.
A fines de marzo, Donald Trump tuiteó, en mayúsculas: “NO PODEMOS DEJAR QUE LA CURA SEA PEOR QUE EL PROBLEMA”.
Videos by VICE
Se refería a las ramificaciones económicas de cerrar el país para proteger al público del nuevo coronavirus, que actualmente ha matado a más de 100.000 estadounidenses.
Muchos legisladores republicanos han hecho eco de la necesidad de reabrir los negocios y hacer que las personas vuelvan a trabajar. En marzo, el teniente gobernador de Texas, Dan Patrick, dijo en Fox News que debemos salvar la economía, incluso si eso significa que las personas mayores “arriesguen” sus vidas para hacerlo.
La economía está en problemas. En el primer trimestre del año, el producto interno bruto, o PIB, se contrajo un 5 por ciento: “la mayor tasa de disminución trimestral desde la última recesión”, reportó el Wall Street Journal. En mayo, en el transcurso de una semana, se presentaron más de 2,1 millones de reclamos de desempleo, lo que eleva el total a más de 40 millones, o aproximadamente uno de cada cuatro trabajadores en Estados Unidos.
Los paquetes de recuperación y estímulo propuestos tienen como objetivo devolver la economía y el empleo a donde estaban antes de la pandemia. Pero con todo cerrado o funcionando a una escala menor, ¿qué pasaría si en lugar de regresar al mismo estado, mantenemos cerradas ciertas industrias? ¿Qué pasaría si, en lugar de volver a trabajar a tiempo completo, decidimos trabajar menos, comprar menos, ganar menos y no luchar para elevar el PIB a cualquier costo?
Ciertos investigadores argumentan que nuestro enfoque agresivo en el crecimiento económico era problemático mucho antes de que conociéramos las palabras SARS-CoV-2 o COVID-19. El movimiento de “decrecimiento” ha abogado por reducir la producción de bienes, los horarios laborales e —inevitablemente— el PIB, con el objetivo final de disminuir las emisiones de carbono. Con la economía estancada, algunos expertos nos desafían a imaginar un tipo diferente de economía: una que podría ayudar a resolver la crisis climática en lugar de empeorarla.
Si bien la pandemia ha tenido un efecto tangible en la capacidad de las personas para trabajar y gastar dinero, también ha provocado que las emisiones globales de carbono se reduzcan en más del 8 por ciento hasta ahora, según informó Nature, tres veces las emisiones anuales de Italia. Las emisiones disminuyeron más de mil millones de toneladas en los primeros cuatro meses de 2020 en comparación con 2019. La cifra se acerca a la reducción de emisiones necesaria para cumplir con los objetivos del acuerdo climático de París de 2015 y evitar que la temperatura del planeta aumente de 1,5 a 2 grados centígrados.
La disminución actual en el consumo, las emisiones y el PIB es un efecto secundario de la pandemia, no una forma sostenible o deseable de reducir la producción de carbono en vista de los problemas que ha generado: la cuarentena, la pérdida de vidas humanas, y el cierre de escuelas y pequeñas empresas que valoramos.
Pero en Future Earth (Tierra futura), Maurie Cohen, profesora de estudios de sostenibilidad en el Instituto de Tecnología de Nueva Jersey, escribió que la pandemia, desde el punto de vista de la sostenibilidad, ofrece una rara oportunidad para la calidad de vida y la habitabilidad del planeta. En lugar de concentrar los esfuerzos en hacer que la economía y las emisiones vuelvan a dispararse una vez que termine la pandemia, podría ser un momento para pensar en cómo mantener bajas las emisiones a medida que reabramos y reconstruyamos. Eso podría implicar dejar atrás el crecimiento.
¿Qué pasaría si, en lugar de volver a trabajar a tiempo completo, decidimos trabajar menos, comprar menos, ganar menos y no luchar por elevar el PIB a cualquier costo?
Jason Hickel, antropólogo economista de la Escuela de Economía y Ciencia Política de Londres, dijo que debemos cambiar a las energías renovables lo más rápido posible, pero que es imposible hacerlo mientras hacemos crecer la economía al mismo tiempo.
Un grupo de 1.100 expertos de más de 60 países firmaron recientemente una carta en la que proponían recomendaciones sobre cómo revivir la economía, centrándose en el clima, la salud y el bienestar en lugar del crecimiento. Las dificultades económicas que enfrentamos actualmente podrían verse como una oportunidad para experimentar con políticas más progresivas para garantizar que las personas puedan tener acceso a lo que necesitan, como un ingreso universal o atención médica para todos en una economía post-crecimiento.
“No tenemos la oportunidad de restablecer la economía todos los días, o incluso cada cinco años”, escribió recientemente un grupo de investigadores en Jacobin. “Es nuestra oportunidad. Necesitamos hacerlo bien”.
La razón subyacente de que el crecimiento económico es deseable para un país es que implica que las personas que viven en el territorio tienen acceso al dinero y todo lo que puede comprarse con él: casas, atención médica, educación, alimentos y más. Implica que el gobierno de ese país puede invertir en grandes proyectos para proteger a su gente de las amenazas que enfrentan: el cambio climático o una pandemia, por ejemplo.
Desde la Segunda Guerra Mundial, el PIB se ha utilizado como “la medida más relevante del bienestar general de una nación”. Representa el valor total de todo lo producido en un país, tanto bienes como servicios. Pero como dijo David Pilling, autor de The Growth Delusion: Wealth, Poverty, and the Well-Being of Nations (El engaño del crecimiento: riqueza, pobreza y el bienestar de las naciones), en una entrevista con el Washington Post: “Tener más cosas no equivale automáticamente a más bienestar o, para decirlo de manera más coloquial, más felicidad”.
Incluso si las cosas fueran un indicador de bienestar, el PIB es un número acumulativo; que sea elevado no significa que exista una distribución que aumente el bienestar. Actualmente, el 1 por ciento más rico posee más del 40 por ciento de la riqueza mundial; en Estados Unidos, los ingresos más altos están aumentando a tasas más rápidas que los de la clase media.
Tener un PIB elevado ni siquiera garantiza vidas más largas: el PIB per cápita de Estados Unidos es de 60.000 dólares —uno de los más altos del mundo— y su esperanza de vida es de 78,5 años. Muchos países con menor PIB tienen expectativas de vida mucho más altas. Corea del Sur tiene un 50 por ciento menos de PIB per cápita, pero una esperanza de vida de 82,6 años.
La respuesta inicial a la pandemia también nos recordó este hecho. Estados Unidos no pudo reunir recursos para sus trabajadores de la salud o realizar pruebas a pesar de su PIB, y su cifra de muertes por COVID-19 es de las más altas en el mundo.
La pandemia ya está obligando a los países a revaluar el PIB y lo que significa. En una medida sin precedentes, China decidió no establecer un objetivo anual de PIB este año, la primera vez desde que implementó objetivos de PIB en 1990. En su lugar, darán prioridad “a estabilizar el empleo y conservar el nivel de vida”, aclaró el primer ministro Li Keqiang en la Asamblea Popular Nacional. En Estados Unidos, el gobierno de Trump anunció que no emitiría la actualización semestral de sus pronósticos económicos.
Las personas alineadas con el movimiento de decrecimiento han dicho que el desarrollo de la mayor crisis económica mundial desde la Gran Depresión revela cuán frágil era nuestra economía en primer lugar. “¿Qué tipo de sistema estúpido tenemos en el que pisar el freno y calmarnos durante unas semanas implica que todo vaya a explotar?” escribió Laura Basu, investigadora del Instituto de Investigación Cultural de la Universidad de Utrecht.
Debido a que nuestra economía actual depende del crecimiento, cuando deja de crecer, no estamos equipados para manejarla. Robert Pollin, profesor de economía y codirector del instituto de investigación de economía política en la Universidad de Massachusetts Amherst, dijo anteriormente a VICE News que si bien la reducción de la economía reduciría las emisiones, no puede ser la solución, porque es casi seguro que provoque una recesión.
La pandemia está obligando a los países a revaluar el PIB y lo que significa
La economía durante la pandemia actual revela que Pollin tenía razón. Nuestra economía se contrajo y como resultado estamos en una recesión. Pero esto solo resalta la necesidad de separar los altibajos económicos de la calidad de vida, explicó Hickel.
“No existe una relación entre el PIB y el bienestar humano”, dijo Hickel. El movimiento de decrecimiento pretende construir una economía centrada en la vida humana en lugar de enfocarse en elevar una cifra abstracta cada vez más. Hacerlo podría garantizar que el planeta en el que vivimos siga siendo habitable.
Si las cosas permanecen sin cambios, nuestra temperatura global subirá de 3 a 5 grados centígrados para finales de siglo. A finales de 2018, el reporte del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático dijo que para evitar un colapso climático, las emisiones globales tendrían que reducirse a la mitad en 2030 y reducirse a cero en 2050.
Actualmente hemos reducido el PIB y las emisiones totales debido al COVID-19, pero no significa que estemos haciendo un “decrecimiento”, dijo Julia Steinberger, profesora de economía ecológica en la Universidad de Leeds.
No contamos con servicios ni programas sociales que puedan garantizarle a la gente sus necesidades básicas, a pesar de lo que sucede con la economía. El decrecimiento siempre ha insistido en implementar políticas sociales para contrarrestar la reducción de los ingresos que las personas experimentarían.
Esto es lo que hace que el decrecimiento sea diferente de una recesión, dijo Hickel, ya que aboga por políticas como el ingreso básico universal, una semana laboral reducida y otros servicios básicos universales, como la atención médica y la educación, para compensar la reducción del trabajo y la producción. Otros apoyan una garantía de empleo federal, donde las personas que trabajan en empleos con salario mínimo en los que impulsan la producción de cosas perjudiciales para el clima reciben trabajos garantizados en el sector de la energía verde o la infraestructura. La cancelación de la deuda podría disminuir la necesidad de trabajar más para pagar las deudas crecientes.
Junto con otras políticas sólidas en torno a la atención médica, la vivienda y la educación, el decrecimiento significaría que las personas pueden trabajar y ganar menos sin un impacto masivo en la calidad de vida. También exige tasas de impuestos más estrictas, para que la riqueza se redistribuya de manera más uniforme.
“El decrecimiento no se trata de interrumpir toda la economía de manera indiscriminada, sino de hacer crecer algunos sectores que son importantes y desacelerar otros que son destructivos”, explicó Hickel. “Necesitamos desarrollar sectores que sean importantes para el bienestar humano, mientras reducimos sectores innecesarios como la industria de armas, la industria de los SUV, la industria de las mansiones, la industria del plástico de un solo uso, cosas del estilo”.
Steinberger enfatizó que, tal como es el caso en otras formas de activismo por el cambio climático, las acciones individuales son importantes, pero son los gobiernos, las políticas y las industrias quienes deben intensificar el cambio. Un reporte del Centro de Investigación Económica y Política descubrió que reducir las horas de trabajo en Estados Unidos al mismo nivel que las de Europa occidental ayudaría a disminuir el uso de energía en un 20 por ciento. Pero un individuo no puede decidir por sí mismo vivir en una economía post-crecimiento y reducir sus horario laboral. No cuenta con el apoyo sistémico necesario para hacerlo.
El decrecimiento significaría que las personas pueden trabajar y ganar menos sin un impacto masivo en la calidad de vida.
Esto se demostró claramente en la ayuda económica única e insuficiente de 1.200 dólares que recibió la mayoría de los residentes de Estados Unidos a principios de este año, o en la forma en que las personas intentaron comunicarse sin éxito con las oficinas de desempleo, o en sus intentos de acceder a programas para pequeñas empresas que no funcionaron muy bien.
“No es sorprendente que haya personas que quieran volver a trabajar”, dijo Juliet Schor, profesora de sociología en el Boston College.
¿Te sientes mal de no ayudar a regresar la economía a donde estaba y mantenerla en crecimiento? Solo si no reconoces las formas en que nos ha fallado y cómo ese crecimiento ha perjudicado a la mayoría de las personas, dijo Steinberger. En 1965, los directores ejecutivos de las empresas ganaban 20 veces más que los trabajadores normales, pero a partir de 2013, ganaban 296 veces esa cantidad. De 1973 a 2013, los salarios por hora aumentaron solo un 9 por ciento, pero la productividad aumentó un 74 por ciento. A pesar de la crisis económica, los mercados bursátiles se han recuperado y el mundo está a punto de obtener su primer billonario.
Entonces, ¿de qué sirve el crecimiento económico? ¿A quién beneficia? ¿Por qué deberíamos luchar por recuperarlo, cuando la alternativa podría ser una solución real a la crisis climática?
“Es bastante claro que nuestra economía está efectivamente organizada alrededor del bienestar del capital en lugar del bienestar de las personas”, dijo Hickel. “Realmente no hay razón para que aceptemos eso”.
Como escribió Kate Aronoff en The New Republic, “Un paquete de recuperación solo trataría —probablemente sin éxito— de regresar la economía a donde estaba antes de que se produjeran los cierres por Covid-19, con sus décadas de estancamiento salarial, explosión de emisiones de carbono y desigualdad abrumadora”.
El decrecimiento también se esfuerza en imaginar cómo serían nuestras vidas sin que el trabajo sea un principio central. “Cada vez que hay una crisis, todos dicen que tenemos que trabajar más. En realidad no, si quieres salvar al mundo en este momento, trabaja menos”, dijo David Graeber, antropólogo estadounidense y autor de Bullshit Jobs (Empleos sin sentido), un libro que argumenta que muchos trabajos actuales carecen de propósito.
Como sociedad, le damos valor moral al trabajo. “Realmente creemos que si no estamos trabajando duro no merecemos nada. Somos malas personas”, dijo Graeber. “Pero esa moralidad está destruyendo el planeta con perversidad”.
“Si las personas toman algo lo suficientemente en serio, pueden actuar de la noche a la mañana para reducir las emisiones”.
Sin embargo, en muchos sentidos, la pandemia nos ha obligado a definir por qué un empleo o comprar cosas es valioso fuera del crecimiento económico. La pandemia nos dio el término “trabajador esencial” y “también ha demostrado que gran parte del trabajo que hacemos no es particularmente necesario ni agradable: lo hacemos únicamente para obtener dinero para sobrevivir”, escribió Basu.
Graeber dijo que mientras escribía Bullshit Jobs descubrió que muchas personas que trabajan no están haciendo algo que los demás necesiten, ya sea para la supervivencia básica o la satisfacción personal o creativa. “Trabajos como el telemarketing o las consultorías financieras existen por sí mismos”, dijo Graeber. “Wall Street existe por sí mismo. Su trabajo es convencernos de que hay razones por las que debería existir ese trabajo”.
Steinberger dijo que cuando nos preguntamos qué necesitamos para vivir en bienestar, la lista podría ser más corta de lo que pensamos. Recortar las orillas es la clave para evitar que el planeta se caliente demasiado y cause una mayor destrucción.
En 2018, Steinberger y sus colegas Dan O’Neill, Andrew Fanning y William Lamb utilizaron una base de datos internacional para mostrar que el índice de satisfacción se correlaciona con el acceso a elementos básicos como nutrición, instalaciones sanitarias, energía, educación, apoyo social, igualdad, democracia, empleo e ingresos; no plástico de un solo uso, moda pasajera, vehículos grandes o mansiones.
El decrecimiento quiere reducir esas partes de la economía, pero no a expensas de los fundamentos. “Si logramos poner en práctica estas políticas, podremos brindar condiciones de vida realmente buenas”, dijo Steinberger.
“No queremos una privación material para las personas en el camino hacia una economía o un planeta mejor”, dijo Schor. “Es por eso que no me gusta el término “decrecimiento” en Estados Unidos. Posee una connotación negativa. Se centra en lo que estamos perdiendo en lugar de un término que en realidad tiene que ver más con satisfacer las necesidades de las personas y el planeta al mismo tiempo”.
La pandemia nos está enseñando que la reducción de emisiones de carbono es posible. Una pandemia no es la mejor manera de abordar la crisis climática, por supuesto, pero muestra el poder de la acción colectiva. Después de todo, el objetivo de la cuarentena es detener la propagación de un virus, no reducir las emisiones.
“No es lo que la gente intentaba hacer, pero pudieron hacerlo”, dijo Steinberger. “Si las personas toman algo lo suficientemente en serio, pueden actuar de la noche a la mañana para reducir las emisiones”.
La pandemia reveló que el gobierno puede reunir billones de dólares en ayuda pública cuando es necesario, abriendo la puerta a la idea de que en el futuro podría hacer algo similar para otros problemas graves de salud y seguridad, como el cambio climático. “Vimos lo rápido que el gobierno entró en acción para hacer cosas que parecían imposibles”, dijo Schor.
Hickel dijo que los críticos del decrecimiento han dicho que no existe un freno de emergencia en la economía, pero ahora sabemos que eso es mentira.
“De repente llega este virus y está claro que hay un freno de emergencia y que puede activarse con relativa facilidad”, dijo Hickel. “El gobierno puede, de hecho, desacelerar partes de la economía con el objetivo de proteger la salud pública y el bienestar humano. En cierto modo, se ha abierto la cortina y se ha expuesto al Mago de Oz. Podemos imaginar formas de abrirla que sean significativas para la ecología y seguras para la sociedad. Realmente hemos roto los sellos cognitivos”.
Sigue a Shayla Love en Twitter.