Alexander Calder, el precursor del arte cinético

Célebre por sus esculturas de alambre, sus bosquejos de línea continua y sus abstracciones motorizadas, Alexander Calder es reconocido en el mundo del arte por crear una obra que Marcel Duchamp bautizaría como móvil, objeto que se convertiría en precursor del arte cinético, introduciendo en la escultura moderna movimiento y dinamismo como elementos plásticos dominantes en la obra.

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Exuberancia, flotabilidad y vigor, a la par de una singular sensibilidad matérica son detonantes que inducen a Calder a explorar nuevas formas, diversos materiales y diferentes direcciones creativas; aristas a partir de las que surgen otros esquemas de orden escultórico que permean las artes de la modernidad y las vanguardias.

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Una profunda compresión de los materiales es el sello distintivo que revela en sus esculturas rasgos estilísticos donde convergen la tosquedad y la fuerza, la agudeza y la inquietud. El metal es el material favorito de Calder; éste dota de simplicidad a la forma y claridad de contorno a su trabajo. Al manejarlo directamente –cortándolo, golpeándolo, dándole forma con un martillo o ensamblándolo piezas por pieza- evita caer en el modelado o el virtuosismo. Aspecto que lo alía con el gusto estilístico de Brancusi, Arp, Moore o Giacometti.

En una época donde las fronteras entre la ciencia, la ingeniería y la mecánica parece desvanecerse, Calder fusiona estilo, simplicidad y técnica. El interés de este escultor por las formas mecánicas, así como el uso de materiales poco convencionales lo aproximan al constructivismo ruso de 1920 que ya exploraba con materiales transparentes como el vidrio o celuloide. De esta operación técnica surgen objetos con superficies transparentes, visualmente inexistentes, indicadas tan sólo con líneas de alambre o tiras de madera, generando piezas escultóricas con volúmenes virtuales e introduciendo en la recepción perceptiva los elementos estéticos de vacío, flujo del tiempo y movimiento. La problemática del movimiento atraviesa la línea creativa de Calder y a lo largo de su obra encuentra su propia expresión, distanciándose del constructivismo ruso.

Pero eso no es todo, además del movimiento en la escultura, Calder introdujo ciertos rasgos humorísticos en el arte abstracto al satisfacer la emoción o el sentimiento en el observador, evadiendo la representación directa de los objetos, pero manteniendo el equilibrio entre objeto y sujeto. El humor evade las asociaciones, comparaciones, semejanzas o recuerdos habituales que distraen la contemplación de la forma por sí misma. El humor irrumpe la falsa seriedad de la obra de arte, desdibuja el protagonismo del artista y pone en juego el dogma académico.

Ejemplo de lo anterior lo podemos apreciar en sus proyectos circenses. A través del circo, Calder explora una estética colmada de lo inacabado, el suspenso y la sorpresa. La fama del circo se extendió entre 1927 y 1930 en Paris, logrando su primer éxito personal y adquiriendo reconocimiento por parte de artistas como Mondrian, Miró, y el critico de arte Carl Einstein. A nivel creativo y productivo, el circo también impulsó el desarrollo de su primera escultura: Josephine Baker (1926). Estas serie de formas tridimensionales esbozadas en el espacio por líneas de alambre exponían una penetrante composición de los elementos, una sensibilidad de la forma y una organización vibrante que se liberaban del dominio del dibujo. La problematización y cuestionamiento de la organización compositiva del espacio tridimensional hacían de éste un elemento constructivo, mezcla del dibujo y la construcción de metal, como lo podemos experimentar en Acrobats (1929).

No obstante el vasto campo creativo que este escultor exploró a través del alambre, Calder se dio cuenta de las limitaciones expresivas de sus esculturas. Así, influenciado por las estabilidades abstractas de Mondrian, incorporó movimiento en diseños abstractos, dotándolos de oscilaciones y vibraciones que recuperaban la experiencia técnica que había empleado en la creación de sus juguetes animados y dispositivos circenses. Ejemplo de ello lo podemos apreciar en Steel Fish (1934), fusión de técnica mecánica que articula y controla el movimiento, y el ritmo sincronizado de diferentes dispositivos dentro de un marco fijo; un enfoque desafiante que organiza movimientos contrastantes y las metamorfosis de la forma en el espacio.

Sin embargo, la problemática de la escultura en movimiento lo llevaría aún más lejos: a la búsqueda de un movimiento que no siguiera un patrón establecido, que no estuviera sometido a ninguna restricción, sin movimientos controlados, repetitivos y monótonos. ¿Cómo abordar el movimiento entonces? Para Calder, un movimiento natural, libre e imprevisible daría mayor sensación de vida a sus esculturas; ese movimiento no podía estar en lo artificiosos ni mecánico sino en el libre flujo del movimiento del viento que presentará al ojo formas escultóricas, rítmicas y oscilantes, y a la vez, sonidos imprevistos al oído. ¿El resultado? Su primer móvil eólico sería el principio que regiría móviles como White Frame (1934) y Black Box (1935), en donde el azar y la espontaneidad comenzaron a jugar un papel más importante dentro de lo elementos constitutivos de estas piezas escultóricas.

En la obra de Calder, la organización compositiva del espacio tridimensional fue una problemática que abordo uno y otra vez a través de diferentes medios, abriendo siempre nuevas brechas de exploración que se extendieron no sólo al arte moderno sino también al ámbito de lo contemporáneo.

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