Hoy sería el cumpleaños de Gabriel García Márquez y nos gustaría irnos de parranda por él. Pero cómo la jarana, en este caso aislado, no es posible. Venimos con un plan mucho más relajado: recordar la película “Tiempo de Morir”.
Cómo muchas obras de Gabo, la narración del destino de los personajes de este western mexicano, es un medio para retratar ciertos aspectos de la humanidad y la cultura, por momentos básicos e intrínsecos.
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Algunos detalles hacen recordar su obra literaria. El ambiente pueblerino, los habitantes que atraviesan una existencia simple, mientras la complejidad está en el fuero interno de los personajes. Pasiones primarias de la humanidad, necedades arcaicas inmersas en la cultura, ímpetus instintivos de la especie.
La bandita elástica que mantiene de un lado al orgullo y la vanidad, y del otro a la dignidad y la paciencia, está en constante presión. Con los ánimos representados en el héroe y su antagonista.
“Tiempo de Morir” cuenta la historia de un hombre que recupera su libertad luego de haber estado preso por matar a un hombre. Se le ve gastado, pero no vencido. Con lo que le queda de dignidad vuelve a su pueblo, para recuperar su vida y recomponer los restos que yacen, ahí donde los dejó.
Lo espera la oportunidad de lograrlo, de mano de sus amistades. También hay para él una venganza. Juan Sáyago, el héroe, tiene un destino inefable y una determinación, tan ciega como inconsciente, de llevarlo a cabo.
La fluidez de la narración nos permite conocerlo en las cuatro primeras escenas. La forma en que interactúa con las personas que se cruza, sus actitudes y sus decisiones. La reacción de la gente al verlo. Cuando se desata el conflicto ya conocemos bastante de Juan.
Los diálogos son precisos y preciosos. Cada palabra está medida para que, o despeje el panorama general de la historia, o dejé claro un concepto que delinea el carácter del personaje.
Esta es la ópera prima del director Arturo Ripstein, que tenía 20 y pocos años. Su padre, que poseía los derechos del guión, fue el productor. El escritor Carlos Fuentes colaboró con la adaptación de los diálogos. El rodaje se produjo en Pátzcuaro, Michoacán. Según le cuenta el director en una entrevista a Hari Camino, la película es un híbrido donde “la nouvelle vague ataca los western.”
Puedes verla completa, abajo:
El amor de Márquez con las películas, es descrito por él cómo “un matrimonio mal avenido”. Su carrera siempre estuvo relacionada, de alguna manera, con la producción audiovisual. Al escribir el argumento, en su taller de guión, o de manera más indirecta cuando adaptaron sus obras al cine sin su participación.
De sus talleres de guión, se editó “Cómo se cuenta un cuento”. El libro es una toma escrita de la dinámica que se daba en los encuentros. Los asistentes se dedicaban a desglosar un trabajo realizado por alguno de ellos, para lograr un producto vendible.
En cuanto a las adaptaciones de sus obras literarias al cine. Está “El coronel no tiene quien le escriba”, también obra de Ripstein. Sobre esto hay una anécdota: al terminar con “Tiempo de Morir” Arturo le propuso a Gabo hacer la adaptación de la novela del coronel. El escritor fue áspero pero esperanzador. Cuando aprendas, le dijo. 30 años después se cruzan, Ripstein ya era director premiado y Márquez le da buena onda. Ya aprendiste, dijo esa vez.
Las adaptaciones al cine no lograron conmover demasiado. Ni al público en general ni al autor en particular. En la entrevista que citamos antes, y hablando sobre “El coronel…” Arturo Ripstein logra un poco de claridad sobre el asunto.
Afirma que se debe a la naturaleza del realismo mágico. Explica que el realismo mágico determina lo visual, describe “escenas que despiertan la imaginación del lector”. Aquello que se despertó tiene “una idea y una carga personal a cada lector”, con pocas chances de armonizar con la visión del cineasta que encare el proyecto. Esto hace que el experimentado director afirme que “el realismo mágico es infilmable”.
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