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A los ocho años Mohammed Adlani ya lo había perdido todo. Su padre fue asesinado y su madre estaba desaparecida. Junto con sus tres hermanos, su única opción fue tomar un camión hacia el orfanato de la Asociación de Caridad Islámica en Holms, la tercera ciudad más importante de Siria. En ese mismo lugar, conoció a Mohammed Chami, de 11 años, a quien su padre ya no pudo cuidar por la guerra.
Mejor suerte tuvo Kamala, una niña de 10 años que huyó junto con sus padres de Latakia, Siria. Encontraron refugio en Golzow, un pueblo en la frontera de Polonia y Alemania. Ahora, Kamala puede tomar clases de guitarra con otros niños. Su llegada y la de cientos de familias ayudo a revitalizar a este pueblo en donde las clases no podían impartirse por falta de alumnos.
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Este 20 de junio se conmemora el Día del Refugiado, y Kamala es una de los 65.6 millones de personas que fueron obligados a dejar sus países de origen por persecución, violencia y violaciones a los derechos humanos. De acuerdo con el nuevo reporte de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) “Desplazamiento forzado” en 2016 hubo un incremento de 300.000 desplazados con respecto al año anterior.
Siria, el país de Kamala, continúa siendo la nación desde donde se desplaza la mayor parte de los afectados. A finales del año pasado de Siria huyeron 12 millones de personas, por culpa del conflicto bélico que inició en 2011.
Sin embargo, un nuevo factor se sumó a las estadísticas. Desde que el Ejército de Liberación del Pueblo de Sudán intentó efectuar un golpe de Estado en Sudán del Sur, niños y mujeres han huido buscando refugio. En 2016, el conflicto obligó a que 1,87 millones dejaran este país para estar a salvo. En total desde que comenzó el conflicto ya fueron desplazados 2,3 millones.
Un centenar de migrantes que huían hacia Europa están perdidos en el Mar Mediterráneo. Lee más aquí.
Quienes dejan atrás sus vidas lo hacen a pie, caminando miles de kilómetros a través del puente de Kibali, el cual fue reconstruido por la ACNUR. Acuden a países vecinos como Uganda, donde se instalan en la ciudad de Busia, en campos en condiciones precarias.
“Vivir en un campo como refugiada es difícil, por supuesto. Pero querer estudiar como mujer refugiada es todavía más difícil. Tenemos que pelear todos los días para ir a la escuela”, cuenta una mujer de Sudán del Sur.
Sin embargo, no todos los datos del reporte son desalentadores. De acuerdo con la ACNUR se registró un incremento con respecto a años anteriores en la aceptación de quienes buscaron asilo. La cifra alcanza los 899.600 afectados que lograron el estatus de refugiados o alguna figura para protegerse.
En este aspecto, el país que sigue a la vanguardia es Alemania, aunque también, refiere el reporte, las peticiones han superado la posibilidad de procesar las solicitudes.
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