Cuando padeces sobrepeso y anorexia al mismo tiempo

Este artículo fue publicado originalmente en Broadly, nuestra plataforma dedicada a las mujeres.

Cuando Jacqui Valdez tenía 16 años escribía en un cuaderno cada caloría que consumía. Llegó a tomar hasta 20 laxantes al día, ayunaba con frecuencia y sólo comía frutas o verduras. Durante el transcurso de dos años, perdió 37 kilos. Todos estos son síntomas claros de un trastorno alimenticio. A pesar de esto, Valdez nunca fue “oficialmente” anoréxica. ¿Por qué? Porque Valdez nunca ha tenido un peso bajo.

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De acuerdo con la quinta edición del Manual de Diagnóstico y Estadísticas de los Trastornos Mentales (DSM-5, por sus siglas en inglés), una persona debe tener un “peso corporal significativamente bajo” para que se les diagnostique anorexia nerviosa. En otra palabras, esto significa que los médicos deben pesar a los pacientes con el fin de evaluar si padecen esta condición. Sólo se le considera bajo de peso a un paciente y por lo tanto anoréxico si tiene un índice de masa corporal (IMC) inferior a 18.5. El acceso al tratamiento que podría salvarles la vida depende de ese diagnóstico.

“Lo más que llegué a pesar fueron 86 kilos y lo menos, 49 kilos”, dice Valdez, quien ahora tiene 27 años y trabaja como asistente administrativa. Con una estatura de 1.60 metros, Valdez tendría que pesar menos de 47 kilos para se considere que está baja de peso.

Debido a que Valdez sufría de sobrepeso en la adolescencia, la pérdida dramática de peso no la llevó a estar por debajo del promedio. Pero esto no quiere decir que no sufrió. Valdez padeció de la misma anorexia a los 18 años, cuando pesaba 49 kilos, como cuando llegó a pesar 68 kilos a los 16. En ambas edades, sufrió de una enfermedad mental que la llevó a contar obsesivamente las calorías, restringir su ingesta de alimentos y odiarse a sí misma y a su cuerpo.

Valdez a los 17 años, cuando aún padecía el trastorno alimenticio. Pesaba 53 kilos. Foto cortesía de Jacqui Valdez

“Mis dientes están podridos, he subido y bajado 40 kilos una y otra vez, padezco de presión baja”, dice ella. “No importaba lo mucho que hiciera ejercicio, cuántos días no comiera, los laxantes que tomara, todo era para nada porque nunca llegué a mi peso meta”.

Su peso meta era de 47 kilos —el número exacto que necesitaba para que se le considerara con bajo peso. Los criterios de peso de la anorexia no sólo traducen un trastorno psicológico a uno físico, también actuaron como modelo para Valdez.

Valdez padecía lo que el DSM-5 definiría como “anorexia atípica”. Desde 2013, se incluyó un nuevo trastorno alimenticio llamado Trastorno de la conducta alimentaria no especificado (EDNOS, por sus siglas en inglés) en el manual. Un individuo padece de un EDNOS si no cumple con los criterios de peso para que se les diagnostique anorexia o bulimia. Uno de los cinco subtipos del EDNOS es la anorexia atípica, que es donde entran los individuos como Valdez —quienes tienen un desorden alimenticio, pero no cumplen con el peso (bajo) asociado con la anorexia.

Aunque esta nueva definición ya es un buen progreso, en términos prácticos, no hace mucho bien. Actualmente no hay ningún centro de tratamiento especializado en EDNOS, y para poder acceder al tratamiento de salud pública, las personas deben tener un muy bajo índice de masa corporal. Una encuesta realizada a 500 pacientes en 2013 descubrió que a 40 por ciento de los pacientes se les había dicho que su índice de masa corporal no era lo suficientemente bajo como para acceder al tratamiento. Y de hecho, algunas aseguradoras pueden negarse a pagar el tratamiento de trastorno alimenticio con base en sus propios criterios.

Estar lo suficientemente enfermo como para que me hospitalizaran era una de mis metas.

Esto quiere decir que los médicos esperan a que la condición del paciente se agrave —incluso a que ésta ponga en riesgo la vida del paciente— antes de ofrecerle una cura. Sólo imagínense si se tomar la misma actitud con enfermedades como el cáncer u otros trastornos psicológicos como la esquizofrenia.

La asociación de caridad líder en trastornos alimentaros del Reino Unido, Beat, está consciente de estos problemas. “Utilizar el índice de masa corporal como el único criterio para determinar si se tiene acceso al tratamiento o no, tanto para el aspecto físico como psicológico de un trastorno alimenticio, no está bien”, dice Lorna Garner, directora de operaciones de Beat.

“A falta de una mejor medida, el índice de masa corporal es la única herramienta que los médicos tienen para poder determinar si alguien tiene sobrepeso o está bajo de peso. No abogamos por eliminarlo por completo, pero hay que asegurarse de que no se haga tanto énfasis … Igualmente, no abogaríamos por establecer un índice de masa corporal específico como evidencia de la recuperación”.

Es claro que un IMC saludable no se debe considerar como evidencia de un estado mental saludable. Laura *, una joven de 29 años de edad que trabaja en recursos humanos, sufrió de anorexia desde 2006 hasta 2013. A pesar de que ayunaba con frecuencia desde las 7 de la mañana hasta las 8 de la noche, racionaba meticulosamente su comida para la siguiente semana y hacía ejercicio durante una hora al día, se esforzaba mucho para asegurarse de no llegar a estar baja de peso.

Al medir 1.57 metros, el peso más bajo saludable que podía tener era de 45 kilos”, dice ella. “No quería adelgazar demasiado porque tenía miedo de que mi médico me quitaría el Adderall o me bajara la dosis”.

A Laura se le había prescrito originalmente el medicamento después de que se le diagnosticara Trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH). “El Adderall fue clave para mi trastorno alimenticio porque me permitía controlar el hambre. Fumaba un montón de mariguana y comía en exceso cereal o pizza los días previos a las citas con mi médico, y luego, cuando me resurtían la receta, ayunaba para compensar lo que había comido”.

La historia de Laura demuestra que cada caso debería tratarse de manera personal y diferente, pero ella es sólo una de las muchas anoréxicas con sobrepeso, o peso normal, que no recibieron el tratamiento que sus médicos debieron brindarles.

Hasta 2013, la amenorrea la ausencia de al menos tres ciclos menstruales era necesaria para que se diagnosticara anorexia. Esto no sólo excluía a las mujeres que no estaban extremadamente delgadas, sino que descartaba la posibilidad de que los hombres como Luke *, un estudiante de 17 años de edad, padeciera anorexia. Aunque ahora el criterio de la amenorrea ya no existe, el IMC aún dificulta el diagnóstico en los varones. Esto se debe a que los hombres son más propensos a tener mayor masa muscular que las mujeres, por lo que el IMC es una medida engañosa de la salud de un hombre.

Mi médico no reconoció la gravedad de mi trastorno porque estaba técnicamente en el extremo inferior del rango de IMC saludable”, dice Lucas. “Dado que tengo una gran cantidad de masa muscular y soy más alto que el promedio, el IMC no es nada útil en mi caso”.

Al igual que a Valdez, a Lucas lo motivaban los criterios de peso. “Estar lo suficientemente enfermo como para que me aceptaran en el hospital era una de mis muchas metas”, dice. “Mi deseo de estar tan enfermo como para ser hospitalizado provenía de querer ser el ‘mejor’ anoréxico posible”.

La gente no se preocupó por mí, al contrario, me felicitaron.

Sin embargo, no sólo los médicos y las asociaciones psiquiátricas tienen que cambiar sus actitudes. Lucas dice que su familia y sus amigos no se dieron cuenta de la gravedad de su trastorno. A pesar de que ahora la sociedad tiene más conocimiento sobre la anorexia masculina, el concepto de un “anoréxico gordo” sigue siendo ajeno para todos.

Es esta cultura la que hace que Alex*, una estudiante transgénero de 19 años de edad, se rehuse a buscar ayuda. “Trato de vivir como con una manzana al día”, dice ella. Cuando tiene la energía, utiliza su bicicleta para hacer ejercicio. A pesar de esto, pesa 120 kilos. Y dado que mide 1.78 metros, su índice de masa corporal de 39.5 hace que esté en el rango de “obesidad”.

“Aún no he buscado ayuda para nada”, dice ella. “Dudo que me tomen en serio. A veces es difícil verlo como un problema. Quiero decir, estoy perdiendo peso. Eso es bueno”.

Lo dicho por Alex destaca la peligrosa forma en la que la sociedad percibe la pérdida de peso. Si una persona con un poco de sobrepeso decide bajar de peso, se le admira por lo que ha logrado sin importar los métodos a los que haya recurrido. Cuando la estrella de televisión inglesa Lauren Goodger confesó que hacía ejercicio cinco veces al día y sólo comía media manzana y un huevo duro, la revista de chismes Closer la felicitó por sus “secretos para tener un cuerpo sexy”.

“La gente no se preocupó por mí; al contrario, me felicitaron”, dice Valdez. “Si hubiera estado en un peso normal y hubiera bajado mucho, tal vez se hubieran preocupado. Pero yo era obesa. La gente no se preocupa por nosotros”.

Valdez con un peso de 73 kilos en 2016, después de que se recuperó de su trastorno alimenticio. Foto cortesía de Jacqui Valdez.

Quizás el aspecto más condenatorio de los criterios del diagnóstico no es la forma en que hace que los médicos y la sociedad vean a los enfermos, sino en la influencia que tiene sobre cómo los enfermos se ven a sí mismos. Las personas con trastornos alimenticios pueden convencerse fácilmente de que no tienen un problema porque no encajan en la definición formal de anorexia.

“Para mí era difícil aceptar que tenía un trastorno con mi alimentación”, dice Valdez. “¿Realmente podía decir que tenía un desorden alimenticio? Hablando de manera racional, por supuesto que sí. Pero una parte de mí no lo creía”.

Valdez sufrió, y su historia demuestra que la manera en que percibimos los trastornos alimenticios tiene que cambiar. Una persona puede tener anorexia sin importar su peso o tamaño. Negar eso significa negarle a los enfermos la ayuda que con tanta desesperación necesitan. Significa esperar hasta que el trastorno se agrave lo más posible antes de ofrecer una cura.

También significa poner en peligro la vida de las personas. Si alguien sufre de un trastorno de la alimentación, es su estado mental, no físico, el que los médicos deben examinar.

“Con suerte alguien leerá mi historia y se identificará conmigo”, dice Valdez, “con la misma lucha y dolor, y pueda comenzar un plan para recuperarse antes de que sea demasiado tarde”.

* Los nombres han sido cambiados.