No hace mucho existía una creencia generalizada, en especial en Europa Occidental, que los problemas de la FIFA se solucionarían con la salida del presidente Joseph Blatter. El suizo se despidió y en su lugar llegó Gianni Infantino, el primer presidente de FIFA proveniente de la UEFA desde 1974. Ahora, las mismas personas se quejan por el plan de expansión del Mundial propuesto por Infantino, idea que muy probablemente no habría apoyado Blatter.
¿Por qué la propuesta de Infantino? Existen ventajas económicas obvias al tener un Mundial con más selecciones —así como está el torneo aporta el 89 por ciento de los ingresos de FIFA— pero la fuerza guiadora en todo esto ha sido más política que financiera.
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Por algo Europa perdió el control en 1974. Inmediatamente después de la Primera Guerra Mundial, Europa formaba parte de más de la mitad de los miembros de FIFA. Para 1974 había bajado a un tercio. El poderío futbolístico de Europa, representado por el atroz presidente inglés, Sir Stanley Rous, no pudo responder satisfactoriamente a la era poscolonial. La Copa del Mundo de Rous sólo contaba con lugar para 16 equipos, y continentes como África y Asia tenían nulas oportunidades de clasificar —en 1966 ambos lucharon por un solo lugar en el Mundial—. El brasileño Joao Havelange le arrebataría la presidencia a Rous en 1974, y expandiría la competición para permitir la participación de África y Asia; política que continuó con Blatter, su sucesor escogido personalmente.
El futbol está dirigido por ancianos con buena memoria. Por ello, Infantino necesitaba demostrar que era diferente, inclusivo; tenía que hacerlo rápidamente. Su primer mandato ha sido corto, pero la reelección está a dos años. Infantino tenía que ofrecerle algo a África y Asia: los dos continentes que juntos suman casi la mitad de los miembros de FIFA pero que cuentan con menos de un tercio de lugares para la Copa del Mundo. Por todo esto, no ha pensado dos veces su propuesta de expansión.
Es casi seguro que Blatter no habría apoyado esta propuesta por dos razones. La primera es que no la necesitaba. Su nivel de apoyo, en especial en África, le permitía creer que algo así era innecesario. Pero sobre todo, el suizo se habría percatado de los riesgos potenciales.
El más obvio —presentado por todos y cada uno de los opositores del nuevo plan e incluso uno que otro defensor— es el debilitamiento de la calidad. En alguna época, la Copa del Mundo llegó a representar la cima de este deporte en términos de estándares de juego e innovación táctica. Desde entonces, dicho reconocimiento ha sido transferido al futbol europeo de clubes, el cual aglomera a los mejores jugadores de todos los rincones del planeta y trabajo todos los días con ellos, lo que a su vez le permite progresar en cuestiones tácticas. El futbol de selecciones sigue contando con un poder de convocatoria inigualable. Pero la batalla por los estándares se ha perdido; la inclusión de tantos equipos mediocres en el Mundial hará mucha más grande la brecha entre esta competición y la Champions League.
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También es importante mencionar que la expansión favorecerá muy poco a las selecciones a nivel cotidiano, al menos en los dos continentes tradicionales del futbol. La clasificación al Mundial en Europa será mucho menos interesante, y al mismo tiempo sufrirá también del otro lado del Atlántico. Tremendamente competitiva y dramática, la clasificación en Sudamérica ha sido una de las historias de éxito del futbol internacional en los últimos años. Pero ahora que la mayoría podrá clasificar, los partidos perderán gran parte de su atractivo.
Para compensarlo habrá una gigantesca fiesta cada cuatro años. Quizá demasiado grande.
Dado el tamaño de la misma es necesario preguntarse quién jugará en el torneo. ¿Se acuerdan de todas las protestas en Brasil un año antes de la última Copa del Mundo? La gente estaba molesta por los gastos generados por el torneo de 2014. El nuevo formato, conformado por 80 partidos en comparación con los 64 de antes, significa que tendrá que haber más recursos destinados para la construcción de estadios innecesarios. El Mundial será tan grande que muy pocos países podrán albergar un torneo por sí solos.
Todo indica que se olvidó la lección del 2002, cuando la repartición del torneo entre Japón y Corea del Sur resultó problemática, porque quieren volver a intentarlo. Hay rumores de que para el 2026, la primera Copa del Mundo con el nuevo modelo de expansión, sería repartida entre Estados Unidos, México, y Canadá. Esto sería un fracaso por una serie de razones. Primero que nada los fans están siendo “desplumados”. Mientras que aquellos en la nómina de la FIFA pueden costearse, sin problemas, un viaje de la Ciudad de México a Toronto y después bajar a Los Ángeles para seguir de cerca de su equipo, el fan promedio no tendrá la misma fortuna. Además imaginen los problemas con las visas. ¿Acaso lo fans tendrán que escalar un muro para poder llegar a una de las dos naciones organizadoras? Como sea, las distancias tan largas debilita uno de los aspectos más importantes del torneo: la unión del mundo para celebrar una misma pasión.
Esta pasión también se vería socavada por la deprimente ciencia de las matemáticas. Los números son funcionan. Una competición con 48 equipos será, inevitablemente, poco flexible.
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El pentagrama musical tiene cinco líneas por una razón. Existe un límite para la cantidad de información que el cerebro puede procesar, y por supuesto que 16 grupos exceden ese límite. ¿Quién demonios será capaz de ver todos los partidos? Tres equipos por grupo es otro problema, ya que el formato no permitirá que el grupo cierre con todos los equipos jugando al mismo tiempo. E incluso cuando cada defecto pudiese ser resuelto, existe otro problema.
Muchos dirán que la fase de grupos es poco más que una serie preliminar glorificada y que lo bueno ocurre hasta que la competición se reduce a 32 equipos —número ideal—, los cuales después se enfrentan en un formato de eliminación directa. Cierto, esta fase estimula el apetito pero no pude realizarse en un nivel parejo dentro del campo. Los conjuntos que libraron sus dos primeros encuentros de grupo desde temprano tendrán más tiempo para descansar para el partido decisivo que el resto de los oponentes que disputaron su último juego de grupo. La fase de grupos sería un dolor de cabeza desde el principio.
Por todo esto parece que la Copa del Mundo con 48 selecciones es el ejemplo perfecto de la vieja y sabía frase: ten cuidado con lo que deseas porque se te puede cumplir.