Así es la cultura de fantasmas en Indonesia

Este artículo fue publicado originalmente en Broadly, nuestra plataforma dedicada a las mujeres.

Cuando mi tía Gita murió inesperadamente hace un año en Yakarta, Maroon 5, su banda favorita, de repente comenzó a sonar en todas partes. En las semanas posteriores a su muerte, la banda de pop-rock californiano de cinco piezas estaba en todas partes. Los músicos callejeros interpretaron acústicamente “She Will Be Loved” cuando pasábamos cerca; Songs About Jane fue la única selección de canciones disponibles en karaoke; y en la estación de radio que escogimos al azar, sonaron tanto “Misery” como “Payphone”.

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Para mi familia indonesia, esto no era una coincidencia. El espíritu de Gita estaba haciendo que Maroon 5 sonara en todos lados.

En Indonesia, de donde es mi familia, la presencia de espíritus, llamada ruh, está profundamente enraizada, aunque las creencias varían según la región. En las zonas rurales de Java, por ejemplo, los espíritus hindúes, las almas de los profetas musulmanes y las de los aldeanos locales coexisten pacíficamente una al lado de la otra. Se piensa que la creencia en fantasmas y seres sobrenaturales en Indonesia, específicamente asociados con las poblaciones musulmanas malayas, tiene sus raíces en los sistemas de creencias preislámicos.

En mi familia, hablamos del tema de los espíritus casualmente, como si estuviéramos discutiendo sobre una nueva receta. Los cuentos de encuentros relacionados con fantasmas pasan de generación en generación hasta que se integran en nuestra vida cotidiana.

Mi mamá, Antin, frecuentemente experimenta parálisis del sueño. Ella cree que se debe a que su difunta abuela la visitó. “Siento un fuerte peso presionándome”, dice. “Por lo general, sucede en la mitad de la noche: no hay nada físicamente allí, pero me cuesta respirar. Se siente como si alguien estuviera sentado en mi caja torácica. Nunca podré verla, pero sé que es Oma [su abuela]”.

“Ella nunca se siente malévola”, continúa mi mamá. “Ella no hace nada dañino, a excepción de la presión sobre mi pecho. Pero es como si estuviera ahí para ver cómo estoy”.

Cady y su madre, Antin. Foto cortesía de Cady Siregar

Fue en el momento de la muerte de mi tía cuando Iwan, el conductor de mis abuelos, se quejó de la sensación de que estaba siendo observado por alguna presencia metafísica.

“Por favor, Ibu Antin”, Iwan le dijo a mi mamá. “Las luces siguen parpadeando intermitentemente, y la puerta del cuarto se sigue abriendo y cerrando. No es la brisa. Hay un espíritu que me juega malas pasadas “.

Más tarde, mi madre recordó que su [abuela] Oma solía amar los chistes pesados. La noche siguiente, silenciosamente le preguntó a Oma si podía dejar de molestar a Iwan. A la mañana siguiente, las luces dejaron de parpadear.

En mi experiencia, los espíritus indonesios son en su mayoría presencias benignas y protectoras, son los espíritus de seres queridos, que quedan atrás para guiar a los vivos. No toman una forma corpórea, sino que vienen a ti como una sensación innata de estar unidos por un aura de otro mundo. Mi mamá, mis abuelos y mis primos siempre han sido receptivos a ruh.

La tía de Cady, Gita. Foto cortesía de Cady Siregar

“Una fuerte creencia en el misticismo proviene de creer y leer pasajes del Corán que enfatizan la existencia de mundos invisibles”, dice el Dr. Muhamad Ali, profesor de estudios religiosos en la Universidad de California, Riverside, especializado en el Islam. “Cuando Dios crea a los seres humanos, Dios les da su ruh. El ruh permanece, mientras el cuerpo físico se disuelve cuando un humano muere. Ruh es el espíritu que continúa existiendo, pero mucho más allá del entendimiento humano”.

El Islam primero se extendió por Indonesia entre los siglos IX y XIII. Ahora es el país con más musulmanes en el mundo (el Islam representa el 87.2 por ciento de la población general). “La creencia en ruh está generalizada en las sociedades musulmanas, coincidiendo con la gran población de musulmanes en cada país”, me dice el Dr. Ali. El Ruh, Además explica, no debe confundirse con jinn, comúnmente caracterizado como fantasma o espectro. “Ruh es el espíritu, mientras que jinn es su manifestación física. Todos los seres vivos tienen ruh“.

Mis bisabuelos ofrecían comida para los jinn para que estuvieran sumisos a las generaciones venideras. “Una vez, el niñero de tu bisabuelo decidió tomar un sorbo del café que se le había ofrecido al jinn“, dice mi madre con naturalidad. “Entonces el jinn lo persiguió hasta que tuvo que esconderse debajo de la cama y se negó a irse. Luego se volvió loco”.

Pero aunque las creencias en ruh y jinn están muy extendidas en las naciones de mayoría musulmana, las tradiciones culturales específicas de cada país influyen en la forma en que la población trata a los fantasmas.

Cady, su mamá y abuelos. Foto cortesía de Cady Siregar.

“En Malasia, Tailandia y Filipinas también creen en ruh. Pero la diferencia entre su comprensión del mismo y la de Indonesia radica en sus prácticas contrastadas y la asimilación de espíritus locales, demonios, magias, totems, entre otras cosas. Las ideas de jinn se extendieron a Indonesia, pero se asimilaron con las creencias locales existentes sobre los espíritus, como los dioses y diosas hindúes”, dice el Dr. Ali. “Esta es la razón por la cual la creencia se ha arraigado tanto en Indonesia”.

Algunos indonesios, ya sea en áreas rurales o grandes metrópolis, incluso pueden buscar ayuda de predicadores religiosos para bendecir sus prácticas y familias, según el Dr. Ali.

“La capacidad de percibir ruh ocurre principalmente a través de los sueños, pero también de las emociones”, afima Nur Arif de Nahdatul Ulama, una asociación islámica de Indonesia. “Respetamos a los espíritus porque creemos que son sagrados y creemos en la fuerza de la conexión entre los mortales y Dios. Una vez que morimos, el alma regresa a Dios y el cuerpo físico vuelve a la tierra”.

Creer en ruh le trajo consuelo a mi familia después de la muerte de mi tía. Después de su muerte, mi prima Jade, de 23 años, me dijo que sentía que le estaban haciendo cosquillas mientras dormía. “Es solo esta extraña sensación de toques en el estómago por la noche”, dijo. “Sé que es ella”. Los hermanos de Jade, Ryan, de diecinueve años, y Geo, de veintiún años, también lo sintieron. “Esa debe ser mamá”, me dijeron ambos.

Después de la muerte de Gita, mi madre encontró una pinza para el pelo que llevaba mucho tiempo perdida. “Gracias por ayudarme a encontrarla, hermana”, susurró. Mi abuela todavía percibía el olor de mi tía en lugares extraños de toda la casa. Tenía que ser Gita, ella sabía.

Cady, su mamá, Gita, y su prima. Foto cortesía de Cady Siregar

Me perdí el funeral de mi tía. En el Islam, creemos que un cadáver debe ser enterrado dentro de las veinticuatro horas siguientes de su muerte para garantizar el cierre inmediato de sus deudas. No logré viajar los casi 12.000 km de Londres a Yakarta a tiempo. No poder asistir al funeral de mi tía, me hizo difícil aceptar la realidad de su muerte. Cuando visité su tumba por primera vez, mi cerebro la rechazó. Fue una experiencia desagradable y desconcertante.

A diferencia del resto de mi familia, que puede sentir fácilmente a mi tía, la ruh de Gita no siempre ha sido obvia para mí. Nunca me ha hecho cosquillas, ni me visita en sueños. Lamento esto, porque la extraño. Fue mi única tía, la única hermana de mi mamá y una parte muy importante en mi vida.

Gita era lo más cercano que tenía a una madre después de mi propia madre soltera. Su hija Jade solo tiene cuatro meses más que yo, y hemos sido inseparables desde la infancia. Las dos vimos a nuestras mamás luchar con angustia a causa del divorcio, desiluciones amorosas y monoparentalidad. Al crecer, Gita, Jade, Ryan, Geo y mis abuelos fueron mi familia, mi única familia.

Yo creo en ruh: es con lo que he crecido. Pero como Gita no logra contactarme, mis pensamientos se vuelven cínicos. ¿Será que mis familiares usan la creencia en ruh como una forma de lidiar con su muerte? ¿Su fe en los espíritus es una señal de que son incapaces de seguir adelante?

Le pregunté a la Dra. Risatianti Kolopaking, profesora de psicología en la Universidad Islámica de Estado Syarif Hidayatullah en Yakarta, acerca de cómo la creencia en ruh puede afectar la forma en que lloramos a los muertos. Ella me dijo que, contrariamente a lo que inicialmente pensé, una fuerte creencia en ruh pertenece no a las etapas de negación del duelo, sino a las etapas posteriores más sanas de la aceptación.

“Elegir, aunque conscientemente, comunicarse con el espíritu del difunto es en realidad un comportamiento de afrontamiento saludable”, explica, refiriéndome a la investigación que muestra que las técnicas religiosas de afrontamiento pueden ayudar a mitigar los síntomas de la depresión. Otros estudios han sugerido que las enseñanzas islámicas pueden ayudar a los musulmanes a lidiar con eventos trágicos en sus vidas. “Significa que han aceptado que la forma física de la persona se ha ido, lo que los lleva a recurrir a una conexión espiritual. Hablarle a los espíritus no es negación; es una manera tranquilizante de llegar a un acuerdo”.

“Para ser receptivo a los espíritus, uno debe ser capaz de aceptar que la manifestación física de la persona se ha ido”, me dice la Dra. Risatianti. “Aquí es donde hay trabajo que hacer. Todavía estás en la etapa de negación, mientras tu familia está en la aceptación “.

Una cena familiar. Foto cortesía de Cady Siregar.

Y ni siquiera es como si ruh permaneciera en nuestro reino físico para siempre: ruh solo se queda con nosotros un momento después de una muerte. “Creemos que el ruh se queda con nosotros durante cuarenta días después de la muerte”, dice Pak Nur, un líder espiritual en Nahdlatul Ulama, una escuela en Indonesia que practica estudios religiosos. “Después de eso, ruh se va a otro lado, a un lugar que llamamos barzakh, que es como un reino temporal de espera”.

Mi mamá me cuenta cómo Gita la visitaba en sus sueños constantemente en los meses inmediatamente posteriores a su muerte. Ella a menudo se despertaba en lágrimas. Ahora, sin embargo, un año después, dice que las visitas son menos frecuentes. “Las últimas veces que la ví, vino a mí con esta sensación de paz”, dice.

“Una sensación de serenidad. Ella está a gusto. Me siento mejor sabiendo eso “.