Esta semana comenzó la remodelación de los Baños Roma, un decadente lugar de masajes con un gimnasio en el último piso donde el ex boxeador cubano y campeón mundial en múltiples ocasiones, José Ángel “Mantequilla” Nápoles, entrenaba a jóvenes aspirantes a boxeadores.
Ahora ya es un anciano, con Alzheimer y adicto al tabaco de los puros veracruzanos, pero su cuerpo todavía guarda rasgos de haber sido una de las grandes estrellas del deporte del siglo pasado. José Ángel Nápoles el Mantequilla es un boxeador cubanomexicano que defendió su título como campeón del mundo de los pesos welter durante cinco años en la década de los sesenta. Aparece en el Salón de la Fama del Boxeo y según la revista The Ring el Mantequilla se encuentra entre los cien mejores boxeadores de la historia. Apareció en una película de El Santo y Julio Cortázar escribió sobre él. Ahora, de 72 años, vive en uno de los vecindarios más pobres de Ciudad Juárez en una casita con vista a los más conocidos picaderos de aquella ciudad.
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La historia de este hombre inspiró a la compañía de teatro de la Ciudad de México, Línea de Sombra, para crear un proyecto basado en su vida, y asentado en el que fuera el hogar deportivo de este cubano: el gimnasio que se encontraba en el piso de arriba de Baños Roma. El lugar contará con los cientos de veladoras que encendía Nápoles antes de cada pelea para rezar a la Virgen de Guadalupe por una victoria, la cinta original de la pelea contra Curtis Cokes y su cinturón de campeón mundial.
La primera vez que lo entrevisté, el Mantequilla tomaba el sol, sentado sobre una vieja silla y se fumaba uno de sus adorados puros veracruzanos. Platicamos de la chinga que le puso a Curtis Cokes y a todos los que estaban debajo de él.
Cuando llegué a casa y leí mis notas —al principio no le gustó la idea de que encendiera una grabadora—, vi que algo no andaba bien: sus testimonios eran contradictorios, las fechas no encajaban y además había respuestas que no tenían ningún sentido. Así que regresé y esta vez encendí la grabadora en contra de su voluntad. Pero las fechas de viajes, peleas y amoríos seguían sin encajar y eran otra vez distintas a las primeras. Entonces volví una tercera vez y en esta ocasión no estaba solo. Su esposa barría la banqueta frontal y a la mitad de la entrevista, me confirmó lo que sospechaba: el Mantequilla Nápoles peleaba su último campeonato contra las enfermedades de la edad.
Vice: ¿Dónde nació?
Mantequilla: Nací en Santiago de Cuba, luego me vine a la tierra más hermosa del mundo: México lindo y querido. Allá en Santiago aprendí a pelear, le partía su madre a todos los del barrio donde yo vivía. Éramos mis hermanos y yo los más peleoneros, pero conmigo ni se metían. La única era mi mamá. Me decía: José Ángel te voy a partir la madre, no quiero que pelees.
¿Por qué se vino a Ciudad Juárez?
Peleé muchas veces en la Ciudad de México, ahí vivía. Después me vine a Juárez porque conocí a mi señora. Ya saben que uno se muere por la vieja.
¿Nadie se ha metido con usted en las calles de Juárez?
No. ¿Por qué habrían de hacerlo? Las calles son para pasear no para pelear. Nomás el perro de ahí enfrente que me ladra todo el día.
¿Qué encontró en Juárez?
A mucha gente muy buena. La afición era preciosa, me querían mucho. Y pues encontré además a mi esposa.
¿Cómo la conoció?
En la casa de su mamá. La vi en la calle y dije ¡en la madre, esta es mía! Mi suegra decía: “ese negro quiere algo contigo”.
A lo largo de la entrevista, Bertha, su esposa, interrumpió la conversación continuamente para corregir las declaraciones del Mantequilla.
Bertha: No es cierto, papi. Usted me conoció en un baile. Hace 20 años. Él iba a tomarse una copa a un salón de baile aquí en el centro de Juárez y ahí nos presentaron. Me persiguió mucho tiempo. Siempre le decía que no y que no, pero ahí estaba él siempre. Traía a mis hijos de la escuela, los llevaba a comer. Hasta que un día le dije que sí.
¿Ya sabía usted que era un ex campeón del mundo en el boxeo?
B: Pues había escuchado que boxeaba, pero nunca me interesé por su carrera como boxeador. No me gusta ni el box ni los deportes en general. Pero ahora sí sé de los boxeadores, conozco a muchos.
¿Y a qué se dedicó aquí en Ciudad Juárez?
M: Pues tengo un gimnasio donde entreno a chiquillas y chiquillos. Les enseño a boxear desde hace como ocho años o más. Mañana nos podemos ver ahí, en la mañana. Las mujeres son las que tiran el chingadazo más duro.
B: Usted ya no va al gimnasio. Es que él ya no puede decir algunas cosas. Hace muchos meses que no va a entrenar. De hecho el gimnasio ya está todo destruido y está cerrado. Más bien se la pasa aquí sentado fumando puros y platicando con los vecinos, ya en la noche se mete a la casa a ver la tele y se acuesta a dormir.
El Mantequilla se pone inquieto. Dice que él sigue yendo al gimnasio y que tiene muchos amigos allá, pero Bertha me hace señas de que no le siga por ahí y que cambie de tema.
B: Hay días en que se siente muy solo. Anoche se despertó, se cambió de ropa e hizo una maleta y me dijo al pie de la cama que ya se iba. Cuando le pregunté a dónde iba me dijo que a donde sea, que aquí se sentía muy solito. Le pedí que se acostara a mi lado otra vez y en la mañana le compré una hamburguesa para contentarlo.
¿Quiénes fueron sus contrincantes más difíciles, Mantequilla?
Todos los que tenía en la lista. Todos los de Los Ángeles, hasta Curtis Cokes. A todos les gané.
¿Recuerda aún la pelea con Curtis Cokes?
Curtis pegaba muy duro. Pero todos los golpes que me tiraba nomás pasaban arriba, abajo. Cuando fallaba entraba yo y le rompía su madre. Yo tenía una técnica propia que me traje de Santiago, de mi pueblo. Ahí me enseñaron.
¿Cómo fue ese encuentro?
Curtis Cokes era el campeón del mundo y me dijo una vez que me iba a quitar a mi mujer y le partí su madre.
Aquí volteo a ver a Bertha esperando que desmienta la amenaza de Curtis Cokes pero me hace una seña de afirmación, de que realmente Cokes la quería para él y el Mantequilla se la quitó a chingazos.
El video de la pelea contra Curtis Cokes aquí:
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