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¿Las redes sociales nos hacen infelices?

Las investigaciones sugieren que sí.

Todos quisiéramos ser un poquito más felices.

El problema es que mucho de lo que determina la felicidad está fuera de nuestro control. Algunos estamos predispuestos de manera genética a ver el mundo color de rosa, mientras que otros tienen una perspectiva generalmente negativa. Hay cosas malas en el mundo que también nos afectan. La gente puede ser cruel, y los trabajos tediosos.

Sin embargo, sí tenemos un poco de control sobre cómo pasamos nuestros ratos libres. Esa es una de las razones por la cual vale la pena preguntarse cuáles son las actividades de ocio que se relacionan con la felicidad y cuáles no.

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En un análisis nuevo de 1 millón de adolescentes estadounidenses, mis coautores y yo investigamos sobre cómo pasan su tiempo libre los adolescentes y qué actividades se correlacionan con la felicidad, y cuáles no.

Queríamos ver si las diferencias en la forma en que pasan su tiempo libre podrían explicar de manera parcial una alarmante pérdida de felicidad en los adolescentes que se dio después de 2012, y también en los adultos desde el 2000.


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En nuestro estudio, analizamos los datos de una encuesta representativa a nivel nacional de alumnos de octavo, décimo y duodécimo grado que se realiza anualmente desde 1991.

Cada año, se les pregunta a los adolescentes sobre su felicidad en general y cómo pasan el tiempo. Descubrimos que los adolescentes que pasaban más tiempo viendo a sus amigos en persona, haciendo ejercicio, practicando deportes, asistiendo a servicios religiosos, leyendo o incluso haciendo tareas eran más felices. Sin embargo, los adolescentes que pasaban más tiempo en Internet, jugando juegos de computadora, en las redes sociales, enviando mensajes de texto, videochateando o viendo televisión eran menos felices.

En otras palabras, todas las actividades que no involucraban una pantalla se relacionaron con una felicidad mayor, y todas las actividades que tenían una pantalla de por medio estuvieron vinculadas a una felicidad menor. Las diferencias fueron considerables: los adolescentes que pasaban más de cinco horas al día en internet tuvieron el doble de probabilidades de ser infelices que los que pasaban menos de una hora al día.

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Por supuesto, es posible que las personas infelices busquen actividades que involucren una pantalla. Sin embargo, cada vez más estudios muestran que la mayoría de las causas empiezan por el uso de la pantalla hasta llegar a la infelicidad, y no al revés.

En un experimento, las personas que fueron elegidas aleatoriamente para dejar de usar Facebook durante una semana fueron más felices, se sintieron menos solas y menos deprimidas que aquellas que continuaron usando Facebook. En otro estudio, los adultos jóvenes que fueron obligados a renunciar a Facebook debido a sus trabajos fueron más felices que aquellos que mantuvieron sus cuentas activas. Además, varios estudios longitudinales muestran que el tiempo que pasan frente a la pantalla lleva a la infelicidad, pero la infelicidad no conduce a pasar más tiempo frente a ella.

Si le quisieras dar consejos a alguien basados en esta investigación, sería muy simple: deja tu celular o tableta e intenta hacer algo, cualquier cosa es buena.

Estos vínculos entre la felicidad y los ratos libres están para preocuparse, ya que la generación actual de adolescentes (a quienes llamo "iGen" en mi libro del mismo nombre) pasa más tiempo frente a las pantallas que cualquier generación anterior. El tiempo que se pasa en internet se duplicó entre 2006 y 2016, y el 82 por ciento de los estudiantes de 12° grado ahora usan las redes sociales todos los días (en comparación con el 51 por ciento en 2008).

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Efectivamente, la felicidad de los adolescentes de repente se fue para abajo después de 2012 (el año en que la mayoría de los estadounidenses tenían teléfonos inteligentes). También lo hizo la autoestima de los adolescentes y la satisfacción con sus vidas, especialmente con sus amigos, qué tanto se divertían y sus vidas en general. Estas disminuciones en el bienestar se reflejan en otros estudios que demuestran un aumento en los problemas de salud mental entre los iGen, incluyendo síntomas depresivos, depresión grave, autolesiones y suicidio. En especial, en comparación con los millennials optimistas y positivos, los iGen son menos seguros de sí mismos, y en su mayoría sufren de depresión.

Una tendencia similar podría ocurrir en los adultos: hace tiempo, mis coautores y yo encontramos que los adultos mayores de 30 años eran menos felices que hace 15 años y que tenían relaciones sexuales con menos frecuencia. Puede haber muchas razones para estas tendencias, pero los adultos también pasan más tiempo frente a una pantalla de lo que solían hacerlo. Eso podría significar pasar menos tiempo cara a cara con otras personas, incluso con sus parejas sexuales. El resultado: menos sexo y menos felicidad.

No obstante, la felicidad de los adolescentes y de los adultos disminuyó durante los años de desempleo en medio de la Gran Recesión (2008-2010), la gente no recuperó la felicidad en los años posteriores a 2012, cuando la economía mejoraba de manera progresiva. En cambio, la felicidad en las personas siguió disminuyendo a medida que la economía mejoraba, lo que hace improbable que los ciclos económicos hayan sido los culpables de una felicidad menor después de 2012.

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La creciente desigualdad de ingresos podría jugar un papel, especialmente para los adultos. Pero si es así, uno esperaría que la felicidad hubiera decaído continuamente desde la década de 1980, cuando la desigualdad de ingresos comenzó a crecer. Al contrario, la felicidad comenzó a disminuir en los adultos alrededor de los 2000 y en los adolescentes alrededor de 2012. Sin embargo, es posible que las preocupaciones sobre el mercado de trabajo y la desigualdad de ingresos hayan alcanzado un punto de inflexión a principios de la década de los 2000.


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Sorprendentemente, encontramos que los adolescentes que no usaban medios digitales en absoluto eran un poco menos felices que aquellos que sí (menos de una hora al día). Mientras más horas de uso, menos felicidad. Por lo tanto, los adolescentes más felices fueron aquellos que usaron medios digitales, pero por un tiempo limitado.

Entonces, la respuesta, no es renunciar por completo a la tecnología. Al contrario, la solución es como dice el dicho: todo con medida. Usa tu celular para todo lo que es bueno. Luego, déjalo y haz otra cosa. podrías ser más feliz.

Jean Twenge es profesora de psicología en la Universidad Estatal de San Diego.

Este artículo se publicó originalmente en The Conversation . Lee el artículo original.