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La pesadilla inmobiliaria

La pesadilla inmobiliaria del mes: cómprate un vertedero de 23 m2

Es imposible vivir en este piso y lograr que no parezca la casa de un auténtico chalado.
Pesadilla inmobiliaria
Todas las fotos vía Idealista

'La pesadilla inmobiliaria del mes' es una sección en la que denunciamos los abusos más flagrantes y los pisos más sorprendentes del mercado inmobiliario en España. Si te has topado con algún palacio similar, escríbenos a esredaccion@vice.com.

¿Qué es?: Se trata de un habitáculo de 23 m2, con cocina, baño y poco más. Todas las personas que han vivido aquí, sin conocerse entre ellas, han decidido llamar a este piso —con cierta ternura pero a la vez también con cierta desesperación— “la cueva”. Menuda coincidencia, pero es que es lo que es.
¿Dónde está?: Si coges la Gran Vía en dirección Hospitalet, llegará un punto en el que empezarás a ver que los kebabs son cada vez más baratos, eso será porque estarás llegando al barrio conocido como “La Font de la Guatlla”, entre Montjuïc y La Bordeta.
¿Qué se puede hacer por ahí?: Básicamente es un barrio residencial, no especialmente divertido por las noches ni con una oferta comercial interesante. Con la nueva urbanización de la Gran Vía de l’Hospitalet (con las nuevas paradas del ferrocarril, la zona de la Fira y la ciudad de la justicia), este barrio ya no se plantea tan limítrofe como antes y actualmente la zona que rodea la antigua fábrica Can Batlló está siendo remodelada. Pese a que Can Batlló forma parte de La Bordeta, cae cerca y, como espacio gestionado por los vecinos, resulta un muy buen foco de propuestas culturales. Ahí lo dejo.
¿Cuánto cuesta?: Hay que pagar 120.000 euros en monas de dos céntimos, depositadas en una enorme caja de aluminio. No se acepta otra forma de pago. Es broma (¿en serio?), pero así uno puede percibir el peso real de todo el dinero que estará tirando a la basura.

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A lo largo de mis viajes por los más desastrosos e insensatos anuncios de compra y venta de viviendas he visto cosas realmente terribles pero nunca dejará de sorprenderme el hecho de que algunos arrendadores promocionen su piso con unas fotos en las que la vivienda parece un fumadero de opio o la madriguera de un bicho que se dedica a recolectar todo lo que la raza humana ya considera obsoleto. Ya sabéis, esas fotos en las que aparece un piso petado con toda la mierda de la persona que anteriormente estaba viviendo ahí, propietarios totalmente incapaces de hacer un pequeño esfuerzo y ordenar un poco el piso antes de hacer las malditas fotos que promocionarán la vivienda y que serán el reclamo más potente para que los posibles compradores o arrendatarios decidan habitar en él y perder medio sueldo pagando alquileres o hipotecas.

No pueden esperarse a que se largue el otro inquilino porque eso les supondría tener que apechugar con los gastos del piso durante uno o dos meses. “Un piso sin inquilino es un piso muerto”, dice medio aturdido un especulador en voz baja mientras da vueltas en la cama por culpa de las pesadillas en las que aparece su piso vacío. Su ansia de dinero le obliga a hacer fotos estilo diógenes, cualquier cosa antes que dejar de generar ingresos, que es lo que realmente importa.

Estamos acostumbrados a estas prácticas y nuestro cerebro ya se encarga de eliminar toda la mierda y a percibir un piso vacío, cosa que podría parecer un acierto pero que realmente es un error, pues si el piso está lleno de objetos y parece la casa de un asesino, seguramente parecerá exactamente lo mismo cuando lo hayamos rellenado de todas nuestras pertenencias.

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Porque claro, pese a que todo eso sea el material y el sentido del orden de otro inquilino, un posible comprador tiene que pensar que, de alguna forma, también tendrá que intentar meter todas sus cosas dentro de este pequeño piso. El vertedero construido con materiales ajenos que sale en las fotos tampoco distará mucho del vertedero que crearemos nosotros. Nuestro vertedero.

En la vida uno va acumulando objetos, aunque no lo queramos. Puede que no seas un tarado obsesionado en coleccionar pelucas de los años veinte pero igualmente necesitarás tener ropa en casa o una cajita para guardar hilos y agujas para coser o un sitio en el que poder ocultar el traje de látex negro que te pones los sábados por la noche en esas fiestas que haces con tus amigos a las que llamáis “Drogas y Mazmorras”.

Todos tenemos nuestras cositas, nuestras pertenencias, algunos más y otros menos. Realmente no hay nada más triste que entrar en una casa y ver que está completamente vacía, el hogar de un ser que no tiene la necesidad de poseer ninguna creación humana ni plasmarse su identidad a través de ellas. Si bien es cierto que en el siglo XXI puede almacenarse casi todo en un ordenador, hay cosas que, simplemente, tienen que existir y poder ser tocadas.

La realidad de este piso es que es realmente pequeño y tendrás que espabilarte para montar, organizar y mantener estructuras construidas con tus propias cosas. No hay suficiente espacio libre como para vivir como una persona normal y ponerlo todo en armarios y estanterías, así que tendrás que acumular objetos en forma de columnas en mitad del salón y de la cocina.

Yo qué sé, a menos que solo tengas seis CD de música y un par de tiestos de plantas de plástico del Ikea tendrás problemas serios para organizar tu vida dentro de esta cueva. Está bien el minimalismo y luchar contra la acumulación de bienes materiales pero hay una enorme diferencia entre vivir en una casa estilo Mies van der Rohe en la que solo hay zanahorias en la nevera y 100 copias de la película original de Vivre Sa Vie de Godard y un piso de poco más de 20 m2 en las afueras de Barcelona en el que solo hay una tele y un router en el suelo.

En fin, que en este piso no podrás vivir a menos que te parezca bien convivir con la posibilidad de que todo lo que has ido acumulando durante tu vida te caiga encima y te asesine, cosa que no dejaría de ser una bonita metáfora.

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